El ideario ultra se expande en un nuevo movimiento fanatizado ya al margen de un Vox en horas bajas

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A diferencia de los espacios políticos más consolidados y estables, como el socialdemócrata o el conservador, la extrema derecha se transforma con suma facilidad. Aunque es usual que haya una organización de referencia, las ideas extremistas son capitalizadas por múltiples movimientos, en función de su sentido de la oportunidad, acierto y suerte. Ensayos como Extrema Derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, del historiador Steven Forti, y Analizar el auge de la ultraderecha, de la socióloga Beatriz Acha, que realizan repasos internacionales del fenómeno, permiten extraer dos conclusiones. La primera es que cuando la extrema derecha rompe electoralmente en un país, casi siempre es para quedarse. La segunda es que en ese espacio, que en España ahora lidera Vox, suele haber mutaciones en tiempo de tribulación de la fuerza principal. Y Vox está en plena tribulación, agudizada tras su fracaso del pasado domingo.

¿Hay ya desafíos en marcha a Vox? La primera respuesta es que hoy no hay evidencias que inviten a pensar en una crisis de liderazgo o escisión relevante en Vox, ni tampoco en el surgimiento de un partido rival desafiante. En cambio, sí está ocurriendo algo distinto, el tiempo dirá hasta qué punto determinante: parte del discurso popularizado por Abascal y los suyos, especialmente en sus rasgos de esencialismo patriótico, demagogia y antipolítica, está siendo utilizado por grupos y creadores de opinión ajenos a Vox.

Se trata de un fenómeno en ciernes, que tiene una expresión en la "Junta Democrática de España", una plataforma que se declara ni de izquierdas ni de derechas, que combina la antipolítica radical con el dramatismo patriótico y que mete a Vox en el mismo saco que al resto de la "oligarquía". La iniciativa, que el domingo reunió a miles de personas en Madrid, cuenta ya con el respaldo de figuras de gran popularidad del antifeminismo y del asociacionismo profesional antes defendido por el partido de Abascal.

Un espacio en continuo desafío

El desafío al partido alfa de la derecha nacionalista es frecuente en las democracias europeas. En Italia, por ejemplo, La Liga de Matteo Salvini ha acabado superada por Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, que tuvo la habilidad de presentar a los liguistas como profesionales de la política acomodados por su participación en el Gobierno de Mario Draghi. En Francia el Frente Nacional, hoy Agrupación Nacional, también se ha enfrentado a desafíos. Algunos muy sonados. A finales de los 90 Bruno Mégret, el número dos del patriarca, Jean-Marie Le Pen, consumó una escisión, Movimiento Nacional, que no logró desplazar al partido principal. Hoy el agitador xenófobo Éric Zemmour trata de disputar el espacio del radicalismo a Marine Le Pen, a la que acusa de haberse domesticado.

No hay dos casos iguales. En Austria fue Jörg Haider, el propio presidente del partido principal, FPÖ, quien montó la escisión, BZÖ. En Grecia, donde la justicia estableció que Amanecer Dorado era una organización criminal, su sucesor, Griegos por la Patria, ha sido excluido de las elecciones. Pero el espacio de la extrema derecha no está desierto. Al contrario, hay dos partidos: Solución Griega y Espartanos. En Dinamarca la extrema derecha también ha vivido una importante fragmentación. La lista de casos de fragmentación extremista es larga. No es la excepción, sino la regla.

El común denominador de las opciones B es que han detectado alguna debilidad o flanco desprotegido en el partido dominante. Podría ser el caso de Vox, que atraviesa dificultades desde las autonómicas andaluzas de 2022, cuando experimentó un fracaso de expectativas que acabó con uno de sus rostros estelares, Macarena Olona, abandonando el partido. ¿Puede ahora el fracaso del 23J agudizar un declive? ¿Puede acelerar la aparición de una alternativa? La respuesta de Adrián Juste, investigador del think tank sobre extrema derecha Al Descubierto, se podría dividir en tres: 1) El declive ya ha comenzado y será difícil pararlo. 2) El desafío de otras fuerzas también ha empezado y se agudizará. 3) A pesar de todo ello, es improbable que Vox pierda su sitio como fuerza principal del espacio, aunque con menos vigor.

Juste señala la salida de Olona como el punto de inflexión, pero no como el primer síntoma de su decadencia. El investigador recuerda que ya perdió en crisis locales más de la mitad de sus concejales conseguidos en 2019. Aunque el partido es especialista en tapar sus líos internos, Juste cree que todos los problemas de Vox se pueden recrudecer a partir de ahora. ¿Por qué? Cita múltiples motivos: su discurso ya no suena a nuevo, ha perdido la posición que le permitía hacer del Congreso su plataforma de propaganda, el acceso a gobiernos regionales y locales hace cada vez más difícil gestionar las contradicciones...

¿Significa todo eso que Vox es presa fácil para nuevos emprendedores políticos? No. Juste recuerda que los críticos con Abascal han montado ya seis partidos y que ninguno acredita logros reseñables: Túpatria, España Suma, Valores, Juntos por España, Libres y Caminando Juntos. Este último es el que más atención ha recibido, por la popularidad de su fundadora, Olona. Pero sus resultados el 23J han sido tristes: 5.482 papeletas en las diez provincias en las que se presentaba. Aunque en versión reducida, Juste cree que Vox sobrevivirá. Ahora bien, añade, dentro del partido veremos "más cuchillos" y su horizonte se presenta difícil. Juste no descarta la aparición de una "cara nueva" en la extrema derecha, o un acercamiento de líderes descontentos a las escisiones.

Tampoco el historiador Steven Forti ve a Vox condenado al declive. Su suerte dependerá, afirma, de por dónde discurra la política general –sus 52 diputados en 2019 llegaron tras las violentas protestas en Cataluña contra la sentencia por el procés, de modo que una agitación de la cuestión catalana podría revitalizarlo–, por cómo se comporte su principal competidor, el PP, y por los aciertos o desaciertos de su propia dirección. Es decir, la historia no está escrita. Por eso hay que tener los ojos bien abiertos ante qué fenómenos empiezan a despuntar.

Los apoyos a la "Junta Democrática"

Suele ponerse énfasis en cómo Vox ha logrado hacer respetables para muchos ideas que antes se quedaban en circuitos marginales. Menos se incide en cómo organizaciones nuevas están utilizando las ideas y formas popularizadas por Vox, pero ya al margen de Abascal y los suyos. Parte del discurso capitalizado hasta ahora por Vox ya no es sólo de Vox. Se ha extendido, legitimado tras cinco años de incesante difusión en medios y redes sociales, y encuentra nuevos usos por parte de nuevos agentes, que lo mezclan con otros discursos al servicio de sus propias agendas. Un caso es la llamada "Junta Democrática de España". ¿Es un partido? No. En realidad, nace contra todos los partidos y ante las elecciones del pasado domingo hizo bandera de la abstención.

La organización está liderada por el abogado Rubén Gisbert (Valencia, 1990), que en 2020 impulsó esta plataforma sobre la tesis de que España no es una democracia porque no hay separación de poderes. Con casi 120.000 seguidores en Twitter y más de medio millón en Youtube, Gisbert ha conseguido apoyos significativos para su proyecto, especialmente en el terreno de los agitadores célebres de Internet. Respalda su iniciativa Romá Gallardo, con más de 1,85 millones de suscriptores en Youtube, entre cuyos contenidos destaca la ridiculización del feminismo, de las políticas "de género" y de la transexualidad.

Y no es el único influencer que apoya la Junta Democrática. También Aitor Guisasola (343.000 seguidores en Youtube) o Inocente Duke (218.000). Los contenidos de Gallardo, Guisasola –convencido de que el 23 de julio hubo un fraude electoral– o Inocente Durke –que concentra sus críticas y mofas en los líderes y políticas la izquierda– son los propios de toda esa galaxia de la nueva derecha expandida en las redes sociales, revestida de supuesta incorrección política y alineada en lo esencial con los principales planteamientos de Vox.

Pero lo cierto es que los tres apoyan a una plataforma que se declara contraria a todos los partidos, sin excluir a Vox. Otra figura que respalda a la Junta Democrática es Manuel Hernández, que cosechó gran repercusión el año pasado como presidente de la Plataforma Nacional, una organización de transportistas que montó un paro dirigido contra el Gobierno con el apoyo del partido de Santiago Abascal.

Entre el Viva de Vox y una cacerolada

De modo que ya sabemos quiénes respaldan la plataforma. Veamos qué dicen. El pasado domingo a las 21.30 –sí, en pleno recuento electoral– la organización reunió junto al Congreso a lo que podría llegar a considerarse una multitud. Una buena parte del acto ofrecía lo que uno espera de un mitin de Vox, con sus vivas a España y a la Policía Nacional y con una retórica que tiraba de elementos clásicos del repertorio ultra. Se citaba al "pueblo indefenso" frente a las élites y los medios, objeto de abucheos. Se alertaba contra el "adoctrinamiento". Se exaltaba lo español y lo rural. Había mensajes contra Bildu y el acercamiento de presos de ETA. Totum revolutum. No es nada que haya inventado Vox, pero Vox lo ha convertido en moneda corriente.

Un camionero advertía de la amenaza de la "Agenda 2030" contra "nuestra forma de vida" en "el país más maravilloso del mundo". "Tenemos los mejores mares, las mejores tierras, el mejor cielo, y estamos siendo sustituidos por gente que va a pasar por delante de nuestras casas, como es Marruecos", decía, antes de alertar de la pretensión del Gobierno de "desertificar" el país "volando presas".

Santiago Armesilla, promotor de Vanguardia Española, una organización defensora de un "socialismo con características hispánicas", clamaba contra la "venta progresiva de la nación a intereses extranjeros", invitaba a los asistentes a trabajar para legar a las futuras generaciones la "gloria que es España" y cerraba con un "viva la hispanidad". Armesilla, con 146.000 seguidores en Youtube, se presenta como seguidor de Marx, pero lo une a Gisbert su "defensa de la unidad de la nación política española".

Las palabras más repetidas del acto son "libertad", "democracia" y "España". A los elementos que parecen sacados de un festival Viva de Vox se suman otros que suenan a cacerolada de Núñez de Balboa. Pero el encuentro tiene sus elementos distintivos, como son la defensa acérrima de la abstención –al menos por ahora–, la afirmación de que España no es una democracia –una y otra vez se cita para ello a Antonio García-Trevijano– y la extendida idea de que los allí presentes conocen "la verdad" en contraste con una mayoría que aún no ha sido sacudida por la revelación "¡He despertado!", dice un orador. El acto no llega a adentrarse en terrenos conspiracionistas.

Antipolítica y exaltación patriótica

Rubén Gisbert, que se reserva un cierre del acto de aire estelar, tiene por grito de guerra "libertad", coreado por sus seguidores una y otra vez. El objeto central de su crítica es un ellos identificado con los políticos en general. El Congreso, dice Gisbert, ha sido "usurpado" por los partidos y sus parlamentarios "a sueldo". "¡Esta es la primera piedra para que algún día ahí [dice señalando al Congreso] se siente quien nosotros queramos!", proclama. Quizás cuando se haya hecho mayoritaria lo que hoy llama su "pequeña alternativa". Gisbert lanza alguna crítica velada a Vox, al meter en el mismo saco "los sueldos de los CCOO, UGT o Solidaridad", el sindicato del partido de Abascal. Ahí no está "la alternativa", dice, sino en el "asociacionismo civil" de gente "valiente" que "jugándose la vida, se une por la causa de la libertad".

Junto a la diatriba antiestablishment, llega la exaltación patriótica. El orador expresa su deseo de "una España libre e independiente", vocalizando con detenimiento la palabra "España". Abre los brazos en cruz, compone un gesto emocionado. De repente, pasa a exaltar a los soldados españoles muertos "en los campos de batalla, tanto en España como fuera de ella", que "han vertido su sangre y han muerto por la defensa de España y de la libertad". "¡Por ellos, también estamos aquí!", se emociona. Y reivindica el orgullo de ser español. "¡No nos avergonzamos de ser españoles, ni siquiera tenemos que decir que no nos avergonzamos de ser españoles! ¡Somos españoles!", proclama.

Elogia al allí presente Pedro Baños, "un valiente, un patriota, un ejemplo de lo que debe ser un militar de España". Se trata del popular analista sobre geoestrategia y rostro habitual en Cuarto Milenio, el programa de Iker Jiménez. Gisbert proclama ante Baños y el resto de asistentes que quiere una España "donde los hermanos, los amigos, los familiares, los vecinos no se miren con recelo por si son de un partido un otro".

Gisbert: "No hay tendencia ideológica clara"

Gisbert, en declaraciones a infoLibre, niega que su movimiento tenga "signo político", porque sus "postulados" son "heterogéneos". "No hay tendencia ideológica clara, quien diga eso miente", afirma. Lo que tienen en común sus seguidores, afirma, es el uso de la "abstención masiva" como elemento "deslegitimador del sistema", una "oligarquía política" donde no hay control en caso de que la política "se corrompa o cometa una ilegalidad", "como hemos visto en los estados de alarma".

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El abogado no cree que entre sus seguidores abunden los desencantados de Vox, porque "mucha gente" aún confía, a su juicio erróneamente, en el partido de Abascal. Y eso, afirma, "a pesar de que han pedido formar parte del Tribunal Constitucional, a pesar de que apoyaron el primer y el segundo estado de alarma –aunque luego presentaron el recurso de inconstitucionalidad–, a pesar de que dijeran que no al dinero público y ahora se financian en un 60% con dinero público, a pesar de que dijeron que no a las autonomías y ahora se reparten cargos".

¿Se plantea la Junta ser algún día una opción política en las urnas? –le pregunta infoLibre. Gisbert responde que no, que lo que quiere es poder "elegir". Mientras tanto, abstención electoral. Y no sólo eso: también, "si somos suficientes, abstención fiscal".

Los análisis recabados coinciden en que la Junta Democrática es más un fenómeno expresivo de la mutación de las formas e ideas popularizadas por Vox que una fuerza con proyección de futuro. Román Cuesta, investigador especializado en extrema derecha, sostiene que no hay margen para que un proyecto así "avance", por más que cuente con el apoyo de influencers populares. Juste (Al Descubierto) ve tanto en la Junta Democrática como en el Frente Obrero, un partido que ha superado los 45.000 votos extremando las propuestas antiinmigración, formas de aprovechamiento oportunista de la legitimación de las ideas de Vox, pero en ningún caso una amenaza a la posición de primacía de la formación de Abascal en ese espacio político.

A diferencia de los espacios políticos más consolidados y estables, como el socialdemócrata o el conservador, la extrema derecha se transforma con suma facilidad. Aunque es usual que haya una organización de referencia, las ideas extremistas son capitalizadas por múltiples movimientos, en función de su sentido de la oportunidad, acierto y suerte. Ensayos como Extrema Derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, del historiador Steven Forti, y Analizar el auge de la ultraderecha, de la socióloga Beatriz Acha, que realizan repasos internacionales del fenómeno, permiten extraer dos conclusiones. La primera es que cuando la extrema derecha rompe electoralmente en un país, casi siempre es para quedarse. La segunda es que en ese espacio, que en España ahora lidera Vox, suele haber mutaciones en tiempo de tribulación de la fuerza principal. Y Vox está en plena tribulación, agudizada tras su fracaso del pasado domingo.

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