Los incendios se le multiplican a Rivera: desautoriza a Valls en Barcelona y Vox le presiona para negociar gobiernos

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El inicio de las negociaciones tras las elecciones del 26M se le está atragantando a Ciudadanos. El partido naranja no consiguió su objetivo de superar al PP en la cita autonómica, municipal y europea, y apenas unos días después de los comicios se le han abierto dos frentes de difícil gestión. Por un lado, su candidato en Barcelona, Manuel Valls, se ha mostrado abierto a prestar sus votos a Ada Colau para que repita como alcaldesa con el fin de evitar que la Ciudad Condal sea gobernada por el independentismo, pese a que Ciudadanos la rechaza porque, a su juicio, encarna el "populismo". Y, por otro, Vox le ha exigido al partido que se siente con ellos a negociar –algo que la formación naranja pretende evitar a toda costa– si quiere los votos de la ultraderecha allá donde son necesarios para evitar gobiernos de izquierdas, como la Comunidad o el Ayuntamiento de Madrid.

La posibilidad se venía barruntando desde hace días, pero este miércoles fue el propio Valls el encargado de dejar claro que está dispuesto a que Colau sea alcaldesa como "opción menos mala" para que el bastón de mando no recaiga en manos del candidato de ERC, Ernest Maragall. "No es momento de establecer condiciones previas ni ultimátums", señaló el ex primer ministro francés, que insistió en que existe la "posibilidad de evitar que Barcelona tenga un alcalde independentista". "Que cada uno asuma su responsabilidad: Ada Colau, [el candidato del PSC] Jaume Collboni y nosotros", y "yo me comprometo a asumir la parte que me toca", aseguró Valls, que ha dejado muy claro que no pedirá "nada" ni entrará "en ninguna negociación".

Apenas unas horas después de estas declaraciones, Ciudadanos desautorizó a su candidato en Barcelona a través de un comunicado en el que el partido naranja sostiene que "si hubiera que impedir que haya un alcalde independentista o populista, los concejales de Ciudadanos negociarían con un candidato que no sea ni independentista ni populista". Esto, según las posiciones de la formación liderada por Albert Rivera, excluiría de la ecuación a Colau, y el propio comunicado señala que "a pesar de las diferencias que hay con la candidatura socialista, la opción que reúne esas condiciones es la de Collboni", y siempre negociando con "condiciones".

No obstante, el partido naranja no tiene la capacidad de impedir que Valls haga alcaldesa a Colau si ésta decide aceptar sus votos y presentarse a la reelección, previo pacto con el PSC. La única manera de que la regidora arrebate la alcaldía a Maragall es sumando los apoyos de la mayoría absoluta del pleno municipal, situada en 21 ediles. Colau cuenta con diez concejales y el PSC con ocho, por lo que les harían falta otros tres votos a favor para llegar a esa cifra mágica. Tres votos que podría proporcionar Valls incluso sin contar con Ciudadanos.

El PSC descarta a Collboni y Colau tiene dudas

Esto es así porque solo tres de los seis concejales electos en la lista del ex primer ministro francés son militantes del partido naranja y obedecerán lo que les diga la dirección de Rivera. Los otros tres –el propio Valls, el exsocialista Celestino Corbacho y Eva Parera– tienen libertad de acción y no están sujetos a la disciplina de voto que marque Ciudadanos. Y la formación es consciente de ello: en su comunicado, los de Rivera dejan claro que son "los concejales de Ciudadanos" los que vetan a Colau y solo se plantean como opción a Collboni.

En cualquier caso, la opción de que el candidato del PSC se haga con el bastón de mando parece una quimera incluso para su propio partido. Fuentes socialistas consultadas por infoLibre descartan la idea asegurando que "no tiene sentido" pensar que Collboni vaya a reunir el apoyo de Colau para hacerle alcalde, y un dirigente de Barcelona en Comú confirma esa impresión afirmando que es "imposible" llegar a ese escenario. La pelota, por tanto, está en el tejado de la líder de Barcelona en Comú, que por el momento insiste en intentar un acuerdo junto a ERC y PSC, a pesar de que ambos partidos han dejado claro que se vetan entre sí.

El problema para Colau es que en su partido hay muchas dudas sobre la conveniencia de aceptar los votos de Valls, incluso aunque fuera sin la aquiescencia de Ciudadanos y sin negociar nada con el ex primer ministro francés. La alcaldesa se ha distanciado en las últimas horas de esta posibilidad asegurando que su formación es "de izquierdas" y quiere "llevar a cabo políticas valientes", por lo que no participará "de ninguna operación en la que se encuentren fuerzas de derechas, ni Junts per Catalunya", como pretende ERC, "ni Ciudadanos-Valls". Pero dentro de Barcelona en Comú hay diversidad de opiniones entre quienes no quieren ni acercarse a la plataforma de Valls y quienes no ven con malos ojos pactar con el PSC y recibir el voto del ex primer ministro francés sin negociar con él.

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Pero si Barcelona se ha convertido en una piedra en el zapato para Rivera, otro tanto le ha ocurrido con un socio tan imprescindible como incómodo para Ciudadanos: Vox. La ultraderecha ya ha dejado claro en varias ocasiones desde las elecciones del pasado domingo que no tiene intención de repetir un pacto como el que suscribió en Andalucía, donde se limitó a prestar sus votos a Juanma Moreno para que fuera investido con el apoyo de PP, Ciudadanos y Vox. El partido liderado por Santiago Abascal aseguró este miércoles, en clara referencia a Rivera, que quien quiera su apoyo en ciudades y comunidades autónomas tendrá que dejar de hacerle el vacío y reunirse con ellos, e incluso ha dejado abierta la puerta a pedir entrar en algunos gobiernos.

Vox pretende, de esta forma, tratar de normalizar e institucionalizar su imagen como un partido más del bloque de la derecha, y por ello Abascal afirmó este miércoles que "si no hay diálogo" a tres "será imposible que haya alternativas políticas a la izquierda". Pero su pretensión choca con los planes de Ciudadanos, que siempre ha insistido en que no negocia con la ultraderecha y en que es Vox quien decidió apoyar el pacto PP-Ciudadanos en Andalucía. Ese es el modelo que pretende replicar en lugares como el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, donde los votos del partido de Abascal son imprescindibles para que los conservadores José Luis Almeida e Isabel Díaz Ayuso lleguen a la alcaldía y la presidencia de la Comunidad, respectivamente.

Así las cosas, Ciudadanos y Vox han comenzado un pulso en el que está en juego ver quién termina cediendo. El pasado martes, el líder del partido naranja en la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, sostuvo que "Vox tiene derecho decidir lo que va a hacer, si dejar que gobierne Ciudadanos y el PP o que lo hagan Gabilondo y Errejón". Y sus palabras fueron rápidamente respondidas por su homóloga ultraderechista, Rocío Monasterio, que le pidió que se ahorrase "el esfuerzo" y le dejó claro que "así no va a haber acuerdo".

El inicio de las negociaciones tras las elecciones del 26M se le está atragantando a Ciudadanos. El partido naranja no consiguió su objetivo de superar al PP en la cita autonómica, municipal y europea, y apenas unos días después de los comicios se le han abierto dos frentes de difícil gestión. Por un lado, su candidato en Barcelona, Manuel Valls, se ha mostrado abierto a prestar sus votos a Ada Colau para que repita como alcaldesa con el fin de evitar que la Ciudad Condal sea gobernada por el independentismo, pese a que Ciudadanos la rechaza porque, a su juicio, encarna el "populismo". Y, por otro, Vox le ha exigido al partido que se siente con ellos a negociar –algo que la formación naranja pretende evitar a toda costa– si quiere los votos de la ultraderecha allá donde son necesarios para evitar gobiernos de izquierdas, como la Comunidad o el Ayuntamiento de Madrid.

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