Entrevista con Ernesto Villar
“La intención última de los espías del régimen era que el PSOE se comiera al PCE"
Seced, Cesid y CNI. Tres nombres para un mismo organismo. Un nido de espías que nació en 1972 con la idea de fortalecer al régimen franquista, pero que terminó siendo, según expone el autor de Los espías de Suárez, "un nido de rojos". Una institución que en algunos aspectos fue la vanguardia del final del franquismo que empujó al inicio de las primeras conversaciones entre el Gobierno y la oposición. Tras la muerte del dictador y con el ojo puesto en Santiago Carrillo, considerado por el régimen el "enemigo público número uno", el Seced, un cuerpo que quitaba y ponía ministros, abrió la puerta a fuerzas de izquierdas para que "dieran credibilidad a la democracia".
Ernesto Villar nos lleva así a conocer desde la óptica de los espías de entonces una época que empieza a mirarse desde el retrovisor más como parte de nuestra historia que como parte del presente. Una época convulsa. Una época, como dirían ahora, "de cambio".
PREGUNTA: ¿Qué nos aporta la visión de los espías a lo que conocemos de la Transición?RESPUESTA:
Sobre la Transición se ha contado mucho. Prácticamente todo. Existen todo tipo de archivos, documentación, memorias de los protagonistas... Pero esta perspectiva es diferente a todas. Es la visión de unos agentes de inteligencia que vivieron desde un lugar excepcional un momento fundamental para la historia reciente de nuestro país. Manejaban una serie de informaciones desconocidas para el resto.
P.: ¿Contribuyó el Seced a hacer ver al régimen que su salida pasaba por un sistema democrático?R.:
Esa fue, de hecho, su gran aportación. La cúpula del Seced estaba conformada principalmente por militares, pero no del tipo de militares que acumulaban el poder, sino de gente más joven que no había hecho la guerra. Ese fue el paso previo. Después, el cuerpo de espías en su conjunto supo que el franquismo sin Franco carecía de sentido, por lo que mediante boletines de situación fueron planteando posiciones aperturistas. Desde su posición, fomentaron las asociaciones, criticaron posturas contrarias al cambio y promovieron la Ley del Trabajo de 1977, que amparó el derecho a la huelga.
P.: ¿Crió el franquismo cuervos que le sacaron los ojos?cuervos
R.: Lo cierto es que, si no se los hubieran sacado, se les habrían caído solos. El franquismo ya entonces era como un edificio en ruinas. Los agentes lo que hicieron fue facilitar una Transición tranquila y racional. Por todo lo que he hablado con ellos este tiempo, de lo que están más orgullosos es de haber logrado que se alcanzase una reforma en lugar de llegar a la ruptura. Aunque existió ese sentimiento en el régimen de que se les traicionó desde dentro, de ahí la expresión de espías rojos. Desde el Gobierno llegaron a escribir a Franco para pedirle que interviniera en una agencia que se había convertido, según cuentan ellos mismos, en "un nido de rojos".
P.: ¿Es cierto que José Ignacio San Martín (director del Seced) ponía y quitaba ministros?R.:
Absolutamente. Y así lo confirman los afectados. San Martín era un tipo muy especial que tenía contacto directo con Luis Carrero Blanco, entonces presidente del Gobierno. Se saltaba todos los protocolos para verse con él. A través de las informaciones del Seced le decía a Carrero qué persona era capaz y cuál no; quién daba el perfil y quién no lo hacía. Había que llevarse bien con San Martín para llegar a Carrero. En cambio, cuando lo matan y llega Arias Navarro, nombran como nuevo director del Seced a Juan Valverde, una persona que no sabía nada de servicios secretos y que se dejó llevar. Por aquel entonces ellos ya establecían puentes con el Partido Socialista.
P.: En el libro menciona que el Seced completó listas de Alianza Popular y el PSOE.R.:
Esto es algo que reconoce Ángel Ugarte, el espía que negoció con ETA. Y es un hecho que, además, responde a una consigna muy clara: para hacer creíble la democracia y que no pareciera una chapuza hacía falta el Partido Socialista. Se les subió al barco porque aportaban credibilidad al nuevo sistema. La intención última era que el PSOE se comiera al PCE. Y esto el Partido Socialista lo supo utilizar para entrar al juego en primera línea de salida. Como de hecho ocurrió en las elecciones de junio de 1977.
P.: ¿Y qué hay del "enamoramiento mutuo" de Adolfo Suárez con Felipe González?R.:
Lo ratifican testimonios de ambos lados. Aquello fue como un flechazo. Cada uno de ellos representaba lo que el otro añoraba. Felipe González veía en Adolfo Suárez el poder. Suárez, por su parte, veía en Felipe el carisma. Desde el primer encuentro se entendieron muy bien. Reuniones que continuaron gracias en buena medida al Seced. Aunque, como en todas las grandes historias, lo suyo era cosa de química.
P.: Cuenta en el libro que Santiago Carrillo "quitaba el sueño" a los espías, algo que no ocurría con González y Tierno Galván.R.:
Los boletines de situación demuestran que el gran enemigo para este cuerpo de espías era Carrillo. Aunque en realidad, cuando llega la hora de legalizar al PCE, se dan cuenta de que su odio era más fruto de los sentimientos que de la razón. El papel que jugó Carrillo en el pasado estaba muy metido en la conciencia colectiva de los españoles. Lo de Paracuellos no se le había olvidado a nadie aún 40 años después... Por aquel entonces había dos PSOE, el exterior, dirigido por Rodolfo Llopis, y el interior. El éxito de los servicios secretos fue anular al PSOE del exterior para posicionar favorablemente al PSOE del interior. Desde luego que en los informes del Seced había duras críticas al PCE y se era muy suave con el PSOE, dijesen lo que dijesen o hiciesen lo que hiciesen.
P.: ¿Tierno Galván cobró del régimen tal y como asegura en su libro?
R.: Hay dos informes ahora en la Fundación Franco que así lo demuestran. El primero señala que, en meses anteriores al final del franquismo, justo antes del Congreso de Suresnes en 1974, hubo una reunión entre Pablo Castellano (PSOE) y el Gobierno con el consentimiento de Arias Navarro. Y el segundo informe prueba cómo estos negociadores entregan al Partido Socialista Popular (PSP) de Tierno Galván un total de 400.000 pesetas para que entraran en aquella semidemocracia. Esto está confirmado por fuentes de dentro del propio partido.
P.: ¿Entonces insinúa que fue una operación del régimen que el PSOE ocupara el lugar del PCE en la izquierda?R.:
Sin duda era una estrategia de fondo. Digamos que ellos tenían la idea de que con el proyecto de asociaciones, lanzado en el último año del franquismo, se sumaran al sistema fuerzas externas al Régimen. Así, se empiezan a dar cuenta de que los socialistas tenían que entrar al juego. Hay multitud de archivos que demuestran que se negoció con el PSOE con el consentimiento expreso de Arias Navarro. Una vez muere Franco, el Partido Socialista entra al juego. Nadie hubiera aceptado la democracia sin una alternativa creíble como el PSOE. Y el primero en mantener este tesis fue el propio Adolfo Suárez. ¿Por qué el PSOE? Porque Carrillo arrastraba consigo un pasado absolutamente vinculado a Moscú, a la dictadura marxista... Era el enemigo público número uno. En todos los discursos, más o menos moderados, se plantaba la frontera en dejar entrar al PCE. El régimen tenía claro que la puerta de las comunistas no la podían abrir, y para ello necesitaban convencer al PSOE de que pasase por ventanilla. El Partido Comunista tuvo que hacer todo tipo de cosas que no se exigieron al Partido Socialista para poder ser un partido legal y poder presentarse a unas elecciones.
P.: ¿Y Suárez hizo lo propio con el PNV? En el libro habla de un "camión de dinero"...R.:
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La situación del País Vasco por aquel entonces era muy complicada. Al régimen le preocupaba mucho lo que allí pudiera pasar. No era como Cataluña. Con el nacionalismo catalán fue muy fácil hilar la Transición. Ángel Ugarte, la misma persona encargada de negociar con ETA, tuvo que hacerlo también con el nacionalismo vasco. Y hay constancia de que Xabier Arzalluz lo puso muy difícil. Para ello Suárez, al tiempo que mandó negociar, decidió hacer las cosas más fáciles y mandar un camión de dinero, como recuerda en el libro el propio Ugarte.
P.: Regresando al presente, ¿qué paralelismos establecería entre la Transición y nuestros días?
R.: Si trasladásemos la situación de los espías de entonces a la actualidad, es evidente que les sería más difícil intervenir en política. En términos generales hay muchas diferencias. Especialmente en los líderes. Los de aquel entonces demostraron sentido de Estado. Hoy, en cambio, todos imponen sus líneas rojas. Comparemos las líneas rojas que se tuvo que saltar Carrillo, Fraga o Suárez. En la Transición los líderes políticos supieron transigir mucho más que ahora.