Una investigación académica sobre la desigualdad de renta en España desmonta el mito de la "meritocracia"

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La llamada "cultura de la meritocracia" se topa con una dificultad para extenderse como ideología. O, al menos, debería tener un serio obstáculo ¿Cuál? La explicación del logro económico del individuo como resultado exclusivo o casi exclusivo de lo que uno hace por sí mismo se deshilacha al contacto con la realidad. Al menos un 44% de las diferencias de renta en España son explicables directamente por desigualdades de origen, y eso dando por bueno el porcentaje mínimo contrastado. Ello no significa que el resto, el 56%, sea mérito del que gana más o demérito del que gana menos, sino que no ha podido ser directamente imputado a causas relacionadas con el origen, la familia, el tipo de colegio o el ambiente sociocultural vivido en la infancia. Todo ello lo acredita el artículo Desigualdad de oportunidades. Nuevas visiones a partir de nuevos datos, obra de dos investigadores de la Universidad Complutense, Pedro Salas-Rojo y Juan Gabriel Rodríguez, y dos de la Universidad de La Laguna, Leopoldo Cabrera y Gustavo A. Marrero, que han completado una valiosa aportación a la letra pequeña de la brecha económica en España.

En ese 56% entra, por supuesto que sí, el esfuerzo, aunque en una cuantía que no ha sido determinada. Pero también lo hace la suerte, junto con una infinidad de elementos "residuales" que no pueden ser desconectados de la familia, la educación, el hogar, la clase social, el trabajo de los padres... En resumen, no pueden ser desconectados de todos esos elementos que siguen definiendo –más de lo que gusta admitir si uno tiene una aceptable cuenta corriente– hasta dónde llegamos en nuestra vida adulta. "La disparidad de los resultados económicos en España está bastante condicionada por factores que no podemos controlar. ¿Meritocracia? No tanta como nos gustaría. Más bien al contrario. Tendemos a sobredimensionar los méritos al analizar la sociedad, pero lo cierto es que ventajas y desventajas familiares y el entorno en la infancia son muy persistentes en el nivel de rentas al que se llega", explica Salas-Rojo a infoLibre.

Los cuatro autores que se han adentrado en un terreno tan poco transitado son especialistas. Tanto Salas-Rojo como Rodríguez pertenecen al grupo de investigación sobre desigualdad Equalitas, mientras Cabrera y Marrero lo son de un centro similar de ámbito canario, Cedesog. El artículo utiliza la base de datos de la encuesta Desigualdad social y Movilidad Social en España, elaborada por el CIS a partir del diseño de los propios autores, que pudieron así analizar el peso de distintos factores en la renta de 2.500 entrevistados adultos. Los académicos han dispuesto de información del año 2017 sobre una gama de circunstancias sobre el hogar, los ingresos, la educación y la propia percepción sobre la realidad que "nunca han sido exploradas en la literatura sobre la desigualdad de oportunidades", exponen en su artículo.

El resultado ya está publicado en la revista Hacienda Pública Española/Review of Public Economics, cumpliendo con su objetivo de partida: precisar mediante el porcentaje mínimo de la desigualdad de renta en España que se debe a la llamada "desigualdad de origen", es decir, a factores que nada tienen que ver con lo que uno haga en la vida, sino que vienen determinados. No se eligen, ni se pueden evitar.

Índice Gini: un país muy desigual

El artículo gana relevancia en España, un país fuertemente desequilibrado en el que la mitad de los ingresos totales son recogidos por los tres deciles superiores según renta. Sólo el decil superior, con hogares con ingresos mensuales superiores a 2.152 euros, acumula el 19% de los ingresos totales, lo que supone casi siete veces más el primer decil (hogares con hasta 328 euros).

Los autores utilizan para sus mediciones el conocido como índice de Gini, un coeficiente de desigualdad en la renta ideado por el estadístico italiano Corrado Gini. En España este índice alcanza los 0,34 puntos sobre 1. ¿Eso es mucho o es poco? Mucho, a tenor de los datos disponibles. Y va a más. Según la Standardized World Income Inequality Database, el índice de Gini pasó de 0,3 en 2002 a 0,34 en 2016, "el mayor aumento de la desigualdad en Europa" en ese periodo. España muestra, después de Bulgaria (0,35) la mayor desigualdad en la renta disponible en la UE. Somos un caso de estudio.

La tarta de la desigualdad de origen

La gran pregunta a la que quiere responder el artículo es esta: ¿Qué porcentaje de la desigualdad de renta en España tiene como causa la diferencia en las oportunidades? La respuesta se traduce en un dato, que a su vez merece una explicación. El dato es el 44%. Ese es el porcentaje "mínimo" de la desigualdad global explicada por las diferentes formas que adopta la desigualdad de oportunidades. Aquí la palabra clave, como explica Salas-Rojo, es "mínimo". "Ese 44% es el porcentaje que podemos precisar como mínimo, pero en realidad el porcentaje siempre va a ser mayor. El 44% es lo que hemos podido imputar a distintas causas concretas. Además, es importante entender que el 56% no es el esfuerzo, sino un residuo en el que entra una multiplicidad de factores, también la suerte. Lo relevante es haber podido precisar, con las variables que controlamos, ese mínimo del 45%, casi la mitad".

Los investigadores dividen después la tarta de la desigualdad entre los distintos factores de origen que la componen. Y queda así.

1) El factor más relevante es el nivel de educación de los padres (28,01%). "En la transmisión vertical de desigualdades de padres a hijos, el canal más importante es la educación, por delante de la ocupación de los padres", explica Salas-Rojo. Un año más de educación de los padres implica una ventaja de aproximadamente un 2% más de ingresos para los hijos, según el estudio. Otro dato. El porcentaje de individuos con estudios universitarios es del 64,7% cuando el padre tiene también estudios universitarios, mientras que se reduce a sólo el 16,4% cuando el padre tiene estudios básicos.

2) Después va el tamaño de la familia durante la infancia (26,8%). A familia más numerosa, menos ingresos. Este hallazgo, el del tamaño familiar, resulta "llamativo", en palabras del investigador de la Complutense. Pero tiene su explicación: "Las familias con múltiples miembros y escasos recursos deben elegir cuáles van a la universidad, mientras que a menos hijos el esfuerzo educativo se concentra más".

3) El tercer factor es el tipo de escuela (14,5%). La que más eleva los ingresos es la privada-privada, seguida de la concertada –privada financiada por el Estado– y, por último, de la pública. Hay que recordar que la educación concertada utiliza levanta barreras seleccionar alumnado según renta [ver aquí, aquí y aquí]. Salas-Rojo, que pertenece al grupo de investigación sobre pobreza y desigualdad Equalitas, afirma que, aunque no se ha medido con precisión, son importantes para crear desigualdad las "redes de contactos" que surgen según el tipo de escuela. La asistencia a un concertado brinda una ventaja media de alrededor del 13% en ingresos, mientras que asistir a un colegio totalmente privado proporciona alrededor de un 20% más, señala el artículo. Y la clave no es qué has aprendido, sino dónde y con quién. "El mercado laboral discrimina de facto a individuos con habilidades y educación similares, pero con circunstancias distintas", explica Salas-Rojo.

4) El siguiente factor es la ocupación del padre (12,4%). Salas-Rojo: "Aunque el impacto es globalmente menor que el de la educación, la clase social del padre sí es especialmente importante para los ricos y súper ricos". La investigación concluye que tener un padre de la "clase media" proporciona un 15% más ingresos que tener un padre de "clase baja", mientras que tener un padre de "clase alta" aumenta los ingresos en más de un 20%. El porcentaje de encuestados en el grupo de directivos, administradores, técnicos y profesionales de alto nivel es del 38,2% cuando el padre pertenece la clase alta, y es sólo el 14,8% cuando el padre es un trabajador no cualificado.

5) A continuación se sitúa el entorno cultural durante la infancia (9,2%), una variable que comprende elementos como los libros en el hogar, la lectura de periódicos, el tipo de actividades compartidas con la familia, el contenido del ocio... Dicho de otro modo, un tipo de vacaciones centradas en el aprendizaje cultural deja una impronta enriquecedora que tiene una repercusión más adelante en forma de ingresos, mientras pasar el día viendo la televisión resta. "Tener padres que leen con frecuencia y promueven actividades culturales está relacionado con una mayor renta, al igual que haber crecido en un entorno urbano favorable", exponen los investigadores.

Por último, Salas-Rojo afirma que el enfoque utilizado no es el adecuado para detectar la brecha de género, a la que se asigna sólo un 6,2% de la desigualdad. Los investigadores apuntan a que dicha brecha "no proviene del sistema educativo, sino de la posterior incorporación al mercado laboral".

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El artículo recalca que la literatura académica ha demostrado que la desigualdad de oportunidades es perjudicial para la sociedad en su conjunto, por lo que formula una serie de recomendaciones políticas para rebajarla, no sólo por justicia social, sino por eficiencia económica. Lo resume Salas-Rojo: "Si tuviera una sola bala, me centraría en la educación. El fracaso escolar está concentrado en las clases más bajas. Esto es algo con lo que hay que acabar. Lo más urgente es cortar el canal de desigualdad educativa, por el que con más fuerza se transmiten las desigualdades generacionales", señala.

El informe recomienda una reforma para "reducir drásticamente el abandono escolar y aumentar las matriculaciones en Secundaria". "Dado que el fracaso escolar en España está muy concentrado en los estratos sociales bajos, reducir drásticamente el fracaso escolar evitará el abandono prematuro del sistema educativo de los niños actuales y de los futuros padres. Es importante nivelar al alza la calidad de la educación universitaria, y reducir la brecha entre los colegios públicos y los privados y concertados". Añade el artículo: "Aumentar el gasto público en atención infantil y sanitaria de salud ayudaría a reducir la desventaja observada en las mujeres y en familias numerosas".

Los investigadores lanzan un trabajo relevante al hilo del debate suscitado en España sobre la idoneidad o no de suavizar el paso de curso. ¿Qué reflexión aporta Salas-Rojo, a la luz de los resultados del estudio? "Repetir curso penaliza, sobre todo, a chicos que provienen de un entorno desfavorable. Además, acarrea impactos psicológicos severos –desconexión del grupo de referencia, estigmas sociales y educativos–, que los penalizan aún más, haciendo que se queden más atrás. Impedir o dificultar la repetición, por sí mismo, ya puede atajar en parte esos problemas", señala. Sin embargo, añade, "para que sea plenamente efectivo, hay que complementar con políticas de educación activas: ratios menores de alumno/profesor, tutorías personalizadas, clases de apoyo gratuitas y potenciación de la formación profesional en la Secundaria, entre otras".

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