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Lecciones del atentado que nos rompió los esquemas

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El terrorismo islamista carece de los recursos y la fuerza para desafiar militarmente a los Estados desarrollados. Es decir, Daesh no tiene capacidad para derribar la democracia española, ni siquiera para desestabilizarla por sus propios medios. Pero eso no significa que no lo intente. Y utiliza para ello lo que Blanca Garcés, investigadora en el área de migraciones del think tank Barcelona Center for International Affairs (Cidob), llama "la estrategia de la mosca"."Sabiéndose pequeña y frágil, la mosca entra dentro de la oreja del elefante para que éste acabe provocando los efectos que ella no puede producir por sí sola. Así es como, en muchos atentados terroristas, se pasa de las muertes al terror y del terror a la política del miedo", escribe Garcés en su artículo Barcelona cambia de guión.

La conclusión de Garcés en este punto es optimista. Tras los atentados de Barcelona y Cambrils de hace un año, que dejaron 16 asesinados y más de 300 heridos, la respuesta del elefante ha sido la contraria de la pretendida por la mosca. El paquidermo no ha emprendido una enloquecida carrera hacia el abismo. Dicho de otro modo, la respuesta social y política no fue, escribe Garcés, "la declaración de guerra contra un supuesto enemigo interior", sino "un triple no": al terrorismo, a la xenofobia y al miedo. Los recortes de derechos y libertades no se abrieron paso a raíz de la matanza.

He aquí una primera lección de los atentados del 17-A. "El hecho de que tanto en Barcelona como en Madrid [en referencia al 11-M] el elefante corriera en una dirección inesperada sólo confirma una evidencia: cuando hablamos de inmigración, pero también de terrorismo, no hacemos más que hablar de nosotros mismos", señala Garcés, que recuerda que se produjo a raíz de los atentados un cuestionamiento de la participación "directa o indirecta" de España en guerras que pueden alimentar el fenómeno terrorista.

Al margen de la reacción social, no sobran motivos para la autoindulgencia. El antropólogo Jordi Moreras, autor de diversas monografías sobre comunidades musulmanas en España, recalca que, "demasiado absortos" en el conflicto político catalán, no hemos reflexionado lo suficiente sobre el atentado del 17-A. "Nunca [...] se había producido una situación en la que, tras un suceso de estas características, se pasase página tan rápidamente", apunta en su artículo Diez días de agosto, incluido en el informe del Cidob Atentados de Barcelona: reacciones, explicaciones y debates pendientes, en el que llama la atención sobre asuntos peliagudos como la "precariedad formativa y contractual" de los imanes, así como sobre la "dificultad para la constitución de una instancia mínimamente representativa del islam en Cataluña".

 

Cristóbal García, uno de los primeros agentes de los Mossos d´Esquadra en llegar al lugar del atentado terrorista. EFE

Son dos asuntos para la reflexión que nos deja el 17-A. Hay más. A partir de las observaciones de once analistas, infoLibre ha elaborado un diagnóstico lleno de claroscuros sobre lo aprendido –y lo no aprendido– a raíz de una aquella matanza que nos rompió los esquemas y desafió los clichés sobre integración y radicalización yihadista.

  AVERÍA EN EL RADAR

La primera certeza es que fallaron las antenas de detección antes de los atentados. "El hecho de que los servicios policiales y de información no hubieran sido capaces de detectar ningún indicio de la preparación de los mismos, y que todo se precipitara tras la explosión fortuita por manipulación de gas días antes en Alcanar (Tarragona), muestra hasta qué punto no han sido eficaces los radares", señala Moreras. Fernando Reinares y Carola García-Calvo, director e investigadora principal del Programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, señalan en su artículo Barcelona y Cambrils, un año después: "Individuos como el imán Es Satty debieron haber recibido una especial atención por parte de las agencias de seguridad que en Cataluña cuentan con mandato antiterrorista, es decir, Mossos d’Esquadra, Policía Nacional y Guardia Civil. No sólo por su pasada presencia en círculos yihadistas –algo que era conocido por esos cuerpos policiales y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI)– y su relación con congregaciones salafistas, tan extraordinariamente extendidas en Cataluña, sino también por las noticias sobre sus movimientos en una ciudad como la belga de Vilvoorde, una destacada bolsa de islamismo radical".

La coordinación policial fue deficiente, según Reinares y García Calvo, que reivindican la necesidad de una cooperación oficial a través del Centro de Inteligencia sobre Terrorismo y Crimen Organizado (Citco) y, en otro ámbito, mediante la Unidad Nacional de Europol. "La investigación posterior a los atentados ha mostrado que se puede evitar la descoordinación y avala la iniciativa de crear un mecanismo de inteligencia judicial contra el yihadismo", señalan. Chema Gil, codirector del think tankObservatorio Internacional de Seguridad, recuerda que la relación con los cuerpos de seguridad internacionales "es del Estado", al margen de que haya competencias de seguridad descentralizadas. Y expone su "preocupación" por la posibilidad de que el conflicto político en Cataluña "someta la inseguridad a umbrales intolerables". "La inteligencia es exclusivísima del Estado. Aquí las comunidades autónomas deben ser generosas. El centro de inteligencia es el Citco y los demás deben llenar ese depósito de la máxima información posible", afirma. Gil subraya la paradoja de que España sea ejemplar en el establecimiento de vínculos eficaces de cooperación bilateral, por ejemplo con Marruecos, pero se encuentre con problemas dentro de sus propias fronteras.

 

El presidente de la asociación catalana de Victimas de Organizaciones Terroristas, Jose Vargas, durante el acto de homenaje este jueves a las víctimas de los atentados en Las Ramblas y Cambrils

El 17-A puso de manifiesto "disfunciones" que están siendo "analizadas de forma crítica" por los cuerpos policiales, según Gil. "No estamos ante una célula de baja complejidad. Hablamos de un grupo de adolescentes captados y determinados radicalmente a lo largo de dos años en un pueblo pequeñito donde todo el mundo se conoce.Maduraron su vocación criminal sin que nadie lo detectara. Debieron llamar la atención", afirma. También recuerda que a pesar de que se tuvo información de sus viajes a Bruselas, no se realizó el debido seguimiento del imán. La "detección temprana" también falló tras la explosión en Alcanar. "Ante una explosión por químicos se puede pensar en una laboratorio de drogas, pero allí había cien bombonas de butano...", recuerda.

Dos hechos se han citado con frecuencia para cuestionar el papel de los Mossos y del Ayuntamiento de Barcelona, respectivamente: el primero, una advertencia de la CIA de riesgo de atentado en las Ramblas. Gil cree que esta alerta se "sobredimensionó" por la reacción "absurda" del Govern catalán, que "se dedicó a negarlo todo". "Advertencias de ese tipo son frecuentes. No son específicas. Difícilmente pueden evitar un ataque así. Se envió antes de que los terroristas decidieran cambiar sus planes y atacar en las Ramblas tras la explosión en Alcanar", expone. El segundo es el supuesto error de no colocar barreras físicas, por ejemplo bolardos, en las Ramblas. Gil discrepa. No se evita un atentado con barreras físicas en un punto. Si hay bolardos, se ataca con cuchillos, o con metralletas. O simplemente se ataca en otro sitio. Lo cual no quita, subraya, que las "medidas de seguridad pasivas" puedan tener sentido en determinados entornos de gran potencia simbólica, pero siempre en el contexto de planes de seguridad que ponderen riesgos y medidas sobre una base lógica. "Me llamó mucho la atención que a las 24 horas del atentado salieran políticos sin la menor idea de seguridad a proclamar que había que haber bolardeado la zona y así se habría evitado todo", afirma.

  PREVENCIÓN Y "CONTRA-NARRATIVA"

Aunque buen conocedor de los entresijos policiales del antiterrorismo, Gil insiste en que la solución al problema no puede ser sólo policial. "Si creemos que al terrorismo lo vamos a combatir sólo con medias judiciales, policiales, militares, nos equivocamos. Hace falta confianza y reconocimiento mutuo. El terrorismo yihadista es en sí mismo una ideología que se desenvuelve en el relato, que domina con una eficacia endiablada", señala. Es ahí donde hay que dar la batalla, opina Gil.

Prevención y contradiscurso: éstas son las claves en las que también insiste el criminólogo David Garriga, presidente de Comunidad de Inteligencia y Seguridad (Ciseg), una asociación de profesionales en este ámbito. El 17-A nos demostró cómo un grupo de postadolescentes aparentemente integrados, con conocimientos precarios del Islam, que no habitaban el árido suburbio de una metrópoli sino el apacible prepirineo catalán, se radicalizaban hasta límites demenciales. No hay estrategia policial que frene algo así. "Hay que apostar por políticas de prevención. Entre ellas, la formación, no sólo de policías sino de profesionales sociales, más próximos a estos jóvenes que son objetivo de estos grupos terroristas que puedan conocer cuáles son los signos de radicalización", señala Garriga. Y además debemos"crear una contra-narrativa atrayente". "En este tipo de medidas nuestro país todavía tenemos mucho trabajo por delante", añade.

Los analistas coinciden en señalar la escasa implantación del Plan Estratégico Nacional de Lucha contra la Radialicalización Violenta, que requiere de una implicación a nivel municipal que en general no se está dando. Chema Gil, no obstante, cita como ejemplo a seguir el seguimiento del plan en la ciudad de Málaga. Sólo hay dos ciudades españolas, Málaga y Fuenlabrada, en la Strong Cities Network, red de articulación de políticas de prevención contra el terrorismo

  MÁS VICTIMISMO QUE CORÁN

Una de las lecciones del atentado en la que más insisten los observadores es paradójicamente de las más difícil de asentar en el imaginario colectivo. A saber: que la vertiente religiosa del atentado no es tan determinante como aparenta. Moussa Bourekba, investigador del Cidob especializado en el Mediterráneo y Oriente Medio, señala que en el relato político y mediático "la dimensión religiosa" del terrorismo desempeña "un papel predominante" que los análisis fríos desmienten. "Con Al Qaeda el factor determinante sí era el religioso. El terrorista debía tener una base teológica sólida y conocer el Islam. Con el Estado Islámico ese esquema se ha roto por completo", afirma.

En los atentados de Barcelona y Cambrils hubo, señala Bourekba, "un gurú con bases teológicas que actuó como reclutador", el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, pero esto no significa que el motivo principal de la matanza fuera religioso. Bourekba recuerda las imágenes de los terroristas bebiendo vodka y fumando y recalca que las investigaciones no desvelan hasta la fecha "prácticas religiosas fundamentalistas". No sólo en el caso del 17-A, sino en otros muchos en suelo europeo, las investigaciones apuntan a que los radicales "se juntan no con el objetivo primero y único de matar, sino porque encuentran un entorno que les propone un cambio de estatus".

En su artículo Atentados de Barcelona: la explicación imposible, las posibles explicaciones, Bourekba señala cómo el 17-A rebate "la imagen del terrorista yihadista marginado que procede de los suburbios". Y advierte también del riesgo de dar por buena la idea de que estaban "integrados" porque hablaban catalán o practicaban deportes. Como decía el primo de uno de los terroristas: “Sí, nos criamos aquí y no tenemos problemas de convivencia, pero somos y siempre seremos los moros. En el colegio éramos los moros y las chicas no querían salir con nosotros. Y los mayores creen que vendemos hachís”.

 

Los cuatro detenidos en relación con los atentados yihadistas cometidos en Barcelona y Cambrils.

Bourekba cree que para analizar a fondo la integración de los terroristas hay que valorar no sólo la dimensión legal y la económica, sino también la cultural. Chema Gil lo dice con otras palabras: "La integración no implica necesariamente no discriminación. Si seguimos creando umbrales de desafecto, habrá chavales que encuentren motivos para engancharse a un relato que reobjetiviza su situación. Habrá chicos sin identidad clara, que se sienten criminalizados, y que encontrarán a alguien que los reconoce, que los invita a incorporarse a algo más importante que uno mismo". Caldo de cultivo para el terror.

"Aún no hemos aprendido a hacernos las preguntas correctas", señala Javier Lesaca, doctor en Historia y autor del libro Armas de seducción masiva. Comparte el punto de vita de Bourekba: la religión está perdiendo peso en la ecuación terrorista. "Los autores del 11-M, aunque algunos venían del mundo del hampa, eran expertos en historia si los comparamos con los de Barcelona y Cambrils", exagera Lesaca para poner de relieve la pérdida de importancia del Islam como base de la radicalización. "Los terroristas de Barcelona tenían más un perfil de resentidos contra el sistema que una ideología islamista", añade. En este sentido, Lesaca invita a comparar estos actos de terrorismo con las matanzas indiscriminadas de jóvenes llenos de odio en institutos de Estados Unidos. Para entender Barcelona y Cambrils hay que pensar en Columbine.

Lesaca repasa todos los días los menajes que emite Estado Islámico. Y sobre la base de haber visto 1.500 vídeos, dice: "Apenas hablan de religión. Se centran más en la injusticia social. En la lucha contra el capitalismo de los petrodólares. ¡Incluso hablan del cambio climático! Estado Islámico ha entendido que los jóvenes ahora son mucho más seculares que hace cincuenta años, y que para movilizarlos no puede utilizar un lenguaje religioso".

En su artículo Prevenir el extremismo violento para combatir el yihadismo autóctono, publicado por el Cidob, Fatima Lahnait, investigadora del Institute for Statecraft & Governance en Londres, también destaca que la mayoría de los terroristas musulmanes de segunda generación que actúan en Europa "no conocen ni comprenden en profundidad el islam". "Se podría decir que se trata, principalmente, de un movimiento juvenil y un fenómeno de influencia de grupo", afirma. Más que el fanatismo religioso, pesa "un fuerte sentido de injusticia y victimismo". Sara Carou, experta en derecho penal e investigadora de los procesos de radicalización en las cárceles, incide en que la escasez de formación islámica no sólo no dificulta, sino que favorece la manipulación y la radicalización de los individuos. Carou explica que la adolescencia y los primeros años de la edad adulta se han demostrado lo más proclives para la radicalización, que tiene en el colectivo de inmigrantes de segunda generación un colectivo vulnerable.

  ERRORES DE APRECIACIÓN

El 17-A contribuye a consolidar la certeza de que, por encima de una interpretación rigorista del Corán, en las mentes de los nuevos terroristas hay un especie de revanchismo contra el país de residencia, al que se ve como hostil al Islam y por extensión a los musulmanes. "El papel de las administraciones locales debería ser habilitar redes de conexión entre el sector público y distintos ámbitos de la sociedad civil que conduzcan a servicios de intervención culturalmente apropiados para promover la participación comunitaria, aumentar la concienciación y fomentar la capacidad de resiliencia frente al extremismo violento", señala Lahnait.

El investigador Jordi Moreras, en su artículo Diez días de agosto, vincula el fallo en los radares de las fuerzas de seguridad, que nunca se enfocaron hacia Ripoll, con "errores de apreciación que sugerían que en las poblaciones más pequeñas la integración de inmigrantes era mucho más efectiva que en las grandes aglomeraciones urbanas".

 

Homenaje a las víctimas con una ofrenda floral ante el mosaico en el suelo de Joan Miró en La Rambla. EFE

Algo no encaja si seguimos "islamizando" la comprensión del fenómeno terrorista e ignorando su dimensión de violencia política. "Por un lado, tenemos a Abdelbaki Es Satty, presuntamente el cerebro de la célula terrorista. [...] Su trayectoria sí responde al retrato tipo del yihadista europeo: hombre joven (pero no adolescente), socializado en la pequeña delincuencia (contrabando de hachís, en su caso), con un tiempo en la cárcel y contactos con Estado Islámico en algunos de sus viajes al extranjero. Por otro lado, tenemos un grupo de jóvenes de entre 17 y 24 años, de origen marroquí y crecidos en Ripoll, un pequeño pueblo del prepirineo catalán", describe Blanca Garcés.

Es este grupo el que convierte el 17-A en un hecho más inextricable. Esos chicos que tan integrados parecían. Como subrayan Fernando Reinares y Carola García-Calvo, del Instituto Elcano, no eran ni lobos solitarios ni "combatientes terroristas extranjeros retornados". No obstante, "el considerable tamaño y los ambiciosos propósitos de la célula de Ripoll son inusuales si finalmente se tratara de un elenco yihadista sin conexiones internacionales". Seguimos sin componer del todo ese rompecabezas.

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  LA AMENAZA PERSISTE

Un año después del 17-A, la amenaza persiste. A pesar del retroceso militar del autoproclamado "Estado Islámico", su maquinaria propagandística continúa emitiendo, aunque con menor eficacia. David Garriga (Ciseg) advierte contra cualquier relajación y desaconseja rebajar el nivel de alerta a 3. "La inteligencia europea ha detectado un aumento significativo de la propaganda del Daesh en varios idiomas no habituales para ellos como el español, italiano y alemán".

El experto en geopolítica Pedro Baños señala que el "estrato subyacente" sobre el que se asienta la amenaza terrorista sobre España sigue existiendo, pese a las derrotas militares del Daesh en Siria e Irak. "Para un salafista yihadista, estamos ocupando un terreno que le corresponde por historia al Islam. Como ocupantes debemos ser asesinados porque somos un enemigo. También están ahí Ceuta y Melilla, que consideran un invasión", señala. El 17-A nos recordó que las alusiones a al-Andalus del Daesh sí tienen importancia, porque son tomadas como referencia por los individuos radicalizados.

El terrorismo islamista carece de los recursos y la fuerza para desafiar militarmente a los Estados desarrollados. Es decir, Daesh no tiene capacidad para derribar la democracia española, ni siquiera para desestabilizarla por sus propios medios. Pero eso no significa que no lo intente. Y utiliza para ello lo que Blanca Garcés, investigadora en el área de migraciones del think tank Barcelona Center for International Affairs (Cidob), llama "la estrategia de la mosca"."Sabiéndose pequeña y frágil, la mosca entra dentro de la oreja del elefante para que éste acabe provocando los efectos que ella no puede producir por sí sola. Así es como, en muchos atentados terroristas, se pasa de las muertes al terror y del terror a la política del miedo", escribe Garcés en su artículo Barcelona cambia de guión.

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