La lucha de 21 diputadas pioneras en las Cortes constituyentes

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Las mismas paredes que inauguraron la democracia acogerán este miércoles un homenaje a las 21 primeras mujeres diputadas que en la legislatura constituyente se abrieron hueco entre la riada de hombres que copaban los asientos del arco parlamentario. Durante aquellos dos años de ejercicio (1977-1979) únicamente el 5,8% del Congreso representaba a la mitad de la población. Este miércoles 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, la Cámara baja rendirá homenaje a ese 5,8% que consiguió encajar las necesidades feministas en una agenda que las había excluido y silenciado de la vida política.

Durante la legislatura constituyente, un total de 361 diputados ocupaban la Cámara, cifra que se ha ido reduciendo con el tiempo hasta los 350 actuales. De ellos, un total de 139 son mujeres, el 39,7%.

Parlamentarias como Soledad Becerril (UCD), Dolores Ibárruri (PCE) o Asunción Cruañes (PSOE) trabajaron en el día a día del Congreso para fraguar la Constitución y la legislación que marcaría el inicio de una etapa de renovación política tras los años de dictadura franquista. Los retos que se presentaban entonces tenían para ellas un añadido: la dificultad de ser mujeres en un entorno dominado por hombres.

"Completamente excluidas"

Ana María Ruiz-Tagle entró como número cinco por Sevilla en la lista socialista al Congreso. Ocupó el quinto puesto pese a ser secretaria general del partido en la localidad andaluza. "Nadie pensaba que iba a entrar", reconoce en conversación con infoLibre. Pero lo hizo. Dentro de la Cámara baja se encontraban mujeres de ideología conservadora y aquellas que procedían de la militancia en el seno de partidos de izquierda, que entonces tenían "mucha presencia" porque habían participado activamente en la lucha contra el franquismo. Pese a ello, recalca Ruiz-Tagle, las mujeres estaban "completamente excluidas".

La realidad es que ni en sus propios partidos eran recibidas como iguales. La lucha dentro de las formaciones en las que militaban "duró mucho". Hasta 1988 no se estableció la cuota del 25% en la listas, de la mano del PSOE. "Tuvo una repercusión muy importante porque ya las listas iban con una representación más o menos acorde", señala la socialista, pero desde 1977 hasta las elecciones de 1989 "la presencia de las mujeres no llegaba ni al 8 ó 9%, siendo generosa".

María Izquierdo, exdiputada socialista por Granada, recuerda las contradicciones dentro del propio partido, producto del sentir general de una sociedad machista. "El PSOE siempre ha defendido el principio socialista de igualdad, y sus ideas parten de que no debe existir discriminación por sexo ni por ninguna circunstancia", apunta, y añade que "en sus actos siempre persiguió la promoción y la igualdad de la mujer". No obstante, agrega, "hay que decir que los partidos políticos son un reflejo de la sociedad, y mucho más cuando prevalece una educación machista cargada de estereotipos y de un sometimiento muy grande". Reconoce, en este sentido, que entre las filas del partido no había "feministas de entrada", sino que "se fue haciendo con la práctica de las libertades". 

La experiencia narrada por ambas se conjuga como el denominador común de las mujeres que estrenaban los pasillos del Congreso a finales de los setenta. La exdiputada madrileña Carlota Bustelo reconoce que, incluso en el propio PSOE, "fue complicado". Pasar a formar parte de comisiones como la de educación, trabajo o sanidad requirió de "un esfuerzo bastante grande, no sólo en horas". Las mujeres tenían que buscar toda una serie de mecanismos basados en medir las relaciones con sus compañeros "para conseguir los objetivos de forma eficaz, sin que nadie se escandalizara de las propuestas" que presentaban. "Ahora yo misma cuando lo voy diciendo me resulta tan ridículo que creo que es casi increíble", reconoce.

Lejos de lo anecdótico, los primeros años de la democracia hicieron de aquello algo habitual para las mujeres. "Nos costaba mucho trabajo estar en los sitios", coincide Ruiz-Tagle, quien subraya su "fuerza tremenda dentro del partido" y su portavocía en diversas comisiones. "Pero tenía que batallar", destaca. "En la comisión parlamentaria constitucional sólo estuvo una mujer de UCD, ninguna otra", lo que impidió acuerdos en el principio de no discriminación respecto a la sucesión de la Corona. "¿Sabes lo que decidimos todas las mujeres del arco parlamentario fuera cual fuese nuestra afiliación política? Salirnos de la votación. No votamos ninguna".

La complicidad entre mujeres

La complicidad entre mujeres se convirtió en una constante y en el chaleco salvavidas para muchas de ellas. "Es el mensaje más importante que debemos transmitir", señala Izquierdo. "A diferencia de lo que han hecho los hombres en política –continúa–, nosotras, que todavía hemos hecho muy poco porque el poder del que disponemos es muy limitado, hay algo que estamos haciendo bien desde el advenimiento de la democracia, y es que a pesar de pertenecer unas y otras a diferentes partidos políticos no hemos hecho ruptura entre nosotras y hemos sido capaces de ejercer una especie de complicidad solidaria que nos permite avanzar". Se trata de un lazo de unión fraguado habitualmente porque las mujeres se sentían "muy pocas y con los mismos problemas", tal y como expresa Ruiz-Tagle. "Todas teníamos un panorama un poco complejo, y eso nos unió mucho", recuerda. 

La complicidad existente trascendía de ideologías, y los prejuicios iniciales fueron cayendo uno a uno: "Yo como feminista no reconocí como tales a las mujeres de otros partidos", admite Bustelo, para a continuación apuntar que, no obstante, "tras oírlas hablar en los debates del pleno, en las comisiones y en los contactos informales", reparó en que "había otras mujeres que estaban luchando por los mismos derechos". Fue, considera, "un proceso lento pero muy importante".

Precisamente una de las realidades que más profundamente unió a las mujeres fue la dificultad de conciliar. "Hacíamos de todo", señala Ruiz-Tagle. Es la misma percepción que 40 años después perdura en la memoria de María Izquierdo, quien destaca que la conciliación fue "muy difícil siempre". También Bustelo lamenta que, para pasar a formar parte de la vida política era necesario "renunciar a otros aspectos". "Había que romper con muchas ideas en cuanto al reparto de responsabilidades, y también resultaba complicado", sentencia.

Pese al tiempo transcurrido, todas ellas coinciden en los escasos avances a este respecto. "Existen las mismas dificultades, pero con más exigencias", denuncia Ruiz-Tagle. "No  hay derecho a que después de 40 años de democracia el tema de la conciliación familiar sea todavía una asignatura pendiente". Y es que, estima Izquierdo, "la democracia ha abierto este campo" mediante herramientas como "las cuotas, que sirven, funcionan y son un instrumento eficaz" pero, con todo, "la sociedad todavía no ha previsto que las mujeres participen en política de forma habitual y ejerzan el poder", puesto que "la carga tremenda de todas las tareas que no se comparten recaen en dosis dobles" sobre las espaldas de ellas.

Logros y batallas pendientes

Las diputadas que formaron parte de la legislatura constituyente se muestran categóricas pero cautas a la hora de celebrar los logros. Incorporar los asuntos feministas a la vida política fue un trabajo arduo para ellas, pero no obvian que aún hoy las mujeres están "comenzando el camino". "Cuando una ve la cumbre estamos cuatro o cinco", lamenta Izquierdo, pero "el común de nosotras todavía está abajo".

Ruiz-Tagle expone como uno de los objetivos más costosos la tipificación de los malos tratos en 1989. "Tienen que pasar once años para que la sociedad española y los representantes de los partidos" sean conscientes de la gravedad de la violencia machista en el país. "Era un clamor, y fue tipificado en el 89 con mucha dificultad", señala la socialista. "Uno de los elementos que nos obligaron a introducir fue la barbaridad de la habitualidad", explica. Es decir, el requisito de que existieran tres sentencias para ser considerado delito. "Fuerte, ¿eh?", reflexiona Ruiz-Tagle. "Por eso no me extraña que la sociedad española todavía tenga esta lacra" y que la respuesta sea, a su entender, prácticamente nula. Precisamente en este campo las diputadas expresan una coincidencia plena: la urgencia de un pacto de Estado contra la violencia de género.

"Vivimos en un país que todavía no tiene pudor machista", recalca Izquierdo, quien lamenta que la violencia de género "supere al terrorismo etarra" en número de víctimas, que se siga inculcando una educación estereotipada o que "todavía no se compartan todo tipo de tareas". El balance deja todavía mucho que desear: "Veo casi todos los rasgos de machismo vigentes, porque no hemos cambiado la política", señala la exdiputada.

Bustelo incide, como otra de las carencias aún por cubrir, en la escasa participación de las mujeres entre unos y otros partidos, y denuncia los retrocesos que se han producido en los últimos años. "El Ministerio de Igualdad durante la presidencia de [José Luis Rodríguez] Zapatero fue una novedad y empezó con poquísimo presupuesto, pero no dio tiempo a reglamentar y las leyes no se aplicaron", critica.

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Ante un escenario todavía a medio construir, Izquierdo repara en el significado de feminizar la política. Lo considera un fin necesario "porque no estaba previsto que las mujeres entraran en política" y considera "una anomalía que ésta esté hecha sólo con ojos de varones". A su juicio, la mujer debe poder llegar a los ámbitos de decisión para que realmente pueda aspirar a que las políticas se hagan de otra forma. "Feminizar la política es hacer posible que las mujeres lleguen a incidir en el ordenamiento general de todo", subraya. "Somos distintas –concluye–, pero equiparables en derechos, acceso y respeto".

Ruiz-Tagle, por su parte, destaca que se encuentra muy asentado en la Constitución el principio de libertad, "pero el principio de igualdad tiene que ser la columna vertebral". "Hay que reformar la Constitución y la sociedad, desarrollando plenamente la igualdad dentro de la diversidad", señala, para tras un instante de reflexión añadir que "es la batalla de siempre".

Con todo, las parlamentarias coinciden en abanderar plenamente su lucha y la de sus compañeras. Una trayectoria que resumen apuntando a un mismo aspecto: el artículo 9.2 de la Constitución, que "fue obra de las mujeres de los distintos partidos y las mujeres del feminismo de la calle". Dice así: "Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social".

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