Bayrou, la obsesión por el centro
Luis Miguel Pascual (EFE)
François Bayrou es conocido en Francia por ser uno de los máximos expertos en la figura del rey Enrique IV de Navarra, al que la leyenda atribuye la frase "París bien vale una misa", que puso fin a las guerras de religión entre católicos y hugonotes que ensangrentaron el siglo XVI francés.
Nacido cerca de Pau, cuna de su admirado monarca, el nuevo primer ministro también tiene por delante una tarea tan titánica, la de reconciliar a tres campos que bloquean la vida política del país, lo que pondría una guinda esplendorosa a cuatro décadas de una carrera que ha discurrido en el ámbito local, en el Parlamento Europeo y en dos ministerios.
Tres veces candidato al Elíseo, Bayrou encontró en Emmanuel Macron la encarnación de su aspiración política, la de una figura que rompiera el mapa partidista del país, lo que le llevó a dar un paso atrás en sus propias ambiciones presidenciales y a convertirse, desde muy temprano, en uno de sus más fieles aliados.
A sus 73 años, la misma edad que su antecesor en el cargo, Michel Barnier, Bayrou deberá maximizar su credo ideológico: romper líneas entre la izquierda y la derecha para crear sinergias que sublimen las fuerzas del país.
Una máxima que le ha convertido en el principal exponente del centro político del país, al que se ha esforzado en crear un hueco propio desde que heredó el liderazgo de la democristiana UDF, un movimiento de centroderecha cuyo principal éxito había sido encumbrar al Elíseo a Valéry Giscard d'Estaing en 1974.
Inmerso en la amalgama gaullista, que aglutinaba a la derecha y el centroderecha, este filólogo hijo de agricultores entró en política con 25 años como consejero departamental de Pirineos Atlánticos, donde se sitúa su feudo de Pau, del que todavía hoy es dueño y señor. Desde ahí fue dando pasos en el partido y al año siguiente obtuvo su primer escaño de diputado, que no abandonó hasta 2012. Entre medias, esculpió su propia imagen, la de un político singular deseoso de buscar un camino propio, lejos del gaullismo, pero asociado a este.
En 1993, en la segunda cohabitación de la presidencia del socialista François Mitterrand, fue nombrado ministro de Educación en el gobierno del conservador Edouard Balladour, a quien apoyó en las presidenciales de 1995, lo que le valió alejarse del poder tras la victoria en las mismas de Jacques Chirac.
Para entonces ya tenía su perfil propio como centrista y en las europeas de 1999 encabezó una lista propia contra el socialista François Hollande y el conservador Nicolas Sarkozy.
Ambiciones presidenciales
En 2002 se lanzó por vez primera a la conquista del Elíseo, una nueva traición a los chiraquianos, de los que siempre ha renegado, y llegó a ser cuarto, con el 6,84 % de los votos, de unos comicios marcados por la llegada de Jean-Marie Le Pen a la segunda vuelta.
Cada vez más distante de la derecha francesa, su apogeo político llegó en las presidenciales de 2007, cuando consiguió el 18,57 % de los votos, lo que le situó en posición de árbitro de la segunda vuelta entre Sarkozy y la socialista Ségolène Royal. Aunque no pidió el voto para ninguno de los dos, su distancia con el conservador, que acabó imponiéndose, fue más patente que con la socialista.
En la estela de esa popularidad, ese mismo año reagrupó al centro político en el partido MoDem, una ruptura definitiva con la derecha tradicional, emergiendo como una figura esencial de la política francesa.
Descrito como algo ingenuo, objeto de burlas y sátiras por su discurso 'buenista', Bayrou afianzó su electorado, entorno al 10 %, que se expresó en 2012 en su última aventura presidencial.
Aunque fue elegido alcalde de Pau en 2014, nunca dejó de ser una figura nacional, que se cristalizó en su apoyo firme a Macron a partir del lanzamiento de su movimiento En Marcha en 2016, que un año más tarde le llevó al Elíseo.
Su lealtad le valió ser nombrado 'número 2' del Ejecutivo y ministro de Justicia, pero un mes más tarde tuvo que dimitir por una acusación de financiación ilegal de su partido con fondos del Parlamento Europeo, de la que resultó absuelto este año por falta de pruebas. Una caso que todavía colea porque la Fiscalía recurrió aquella sentencia.
Reelegido alcalde de Pau y nombrado comisario del plan, un puesto de coordinación y planificación con pocas atribuciones, Bayrou no ha dejado de ser una voz influyente en el presidente, pero manteniendo su independencia, lo que le ha permitido criticar algunas de sus decisiones. En febrero pasado, poco después de ser absuelto, declinó la invitación para entrar en el Gobierno del entonces primer ministro Gabriel Attal, con quien mantiene distancias.