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Manuel Cruz: "Hay un problema de democracia interna en los partidos políticos"

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Catedrático de Filosofía Contemporánea por la Universidad de Barcelona y senador del PSC, Manuel Cruz (Barcelona, 1951) dista mucho de ser un político al uso. No ofrece recetas fáciles a problemas complejos, sino que duda, reflexiona y explica. Así lo ha hecho en su último ensayo, Democracia. La última utopía (Espasa), en el que analiza los peligros a los que está sometida la democracia en nuestros días. 

PREGUNTA. ¿Le han dado demasiado poder los políticos a sus votantes?

RESPUESTA. No, lo que creo es que en ocasiones no reflexionamos adecuadamente sobre el papel que tienen que desempeñar los ciudadanos en la democracia. Yo tengo la sensación de que ha habido una tendencia muy extendida a enfatizar que lo mejor de la democracia es que la última decisión corresponde a los ciudadanos, pero al mismo tiempo se les ha querido eximir de toda responsabilidad por sus decisiones. Cuando los ciudadanos se equivocan y votan lo que no nos gusta, automáticamente buscamos que sean las instituciones las culpables, pero en ningún caso los ciudadanos. En ese sentido creo que los ciudadanos pueden, como se dice en filosofía, autodeterminarse, es decir, que son libres y se pueden equivocar, porque, claro, si los ciudadanos acertasen siempre significaría que hay detrás de ellos una especie de ángel que les va guiando y les hace tomar las buenas decisiones y por lo tanto no serían propiamente libres.

P. En su libro cita el incidente de Donald Trump y sus seguidores en el Capitolio. ¿Lo exime de esa responsabilidad?

R. Claro que no. Donald Trump, afortunadamente, no pudo hacer todas las barbaridades que a lo mejor le hubiera gustado hacer. Y, de alguna forma, esos ciudadanos que asaltaron el Capitolio fueron responsables, en parte por acción, en parte por omisión, por no ser capaces de enfrentarse críticamente a su líder. Hay una parte de la sociedad que tiene que asumir que a veces se gana y otras se pierde. Y la democracia tiene que ver con aceptar este juego. Esto, que es tan obvio, da la sensación de que en los últimos tiempos se ha perdido de vista por más de una razón. Yo lo comento en el libro, cuando gana un partido al que no has votado y la gente sale a manifestarse en contra. Me parece peligroso.

P. ¿Cree que falta democracia interna en los partidos políticos actualmente?

R. Yo no estoy en un partido político, pero por lo que leo, veo y sé, la respuesta es que sí, hay un problema de democracia interna. Y eso se nota en los efectos. Lo que es evidente es que nuestro país tiene un severo problema en la selección de sus élites políticas. Me parece absolutamente claro. De la misma manera que en una sociedad existen instituciones, mecanismos de contrapeso, división de poderes, etc, en las organizaciones políticas las instancias mediadoras deberían servir para controlar, para que no hubiera ningún tipo de cesarismo, y también para que hubiera debates internos.

P. En su libro incluye un extracto sobre el control de los medios de comunicación y propone que sean los ciudadanos los que fiscalicen a los propios medios. ¿Cree que cuanto más se lee un medio, mejores son sus contenidos?

R. No, claro que no. Siguiendo ese argumento, todo lo que es consumido masivamente tiene que ser bueno y aceptado. Ahí nos podríamos poner demagógicos y decir que la gente que consume masivamente pornografía ha superado el test del mercado. Y lo que supera el test del mercado va a misa. No se puede hacer eso. Hay prensa amarilla o que coquetea constantemente con la difamación que se lee mucho. Yo veo que una cosa sí está clara, y es que cada vez que se planteaba la cuestión de la regulación de los medios en el pasado, salían todos los medios en tromba a decir que no. Que habría una autorregulación. Bueno, es obvio que fracasó por completo, si es que alguien lo intentó. No sé cuál es la solución. Alguna debería haber, porque es un sector con una tendencia muy grande al corporativismo. La frase, digamos, provocadora, sería que la prensa, los medios de comunicación, en general, son algo demasiado importante como para dejarlo en manos de los periodistas, al igual que la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos y la guerra para dejarla en manos de los militares.

P. Cita muchos ejemplos de desinformación y manipulación de EEUU, como la cadena Fox. Pero no se atreve a hacerlo con el caso español. ¿Por qué?

R. Bueno…

P. Prefiere no meterse.

No, prefiero no meterme. Hay una cosa que sí digo y es que los medios de comunicación conservan, y lo saben, una enorme capacidad de intimidación. Y eso es un hecho. Estoy seguro de que los lectores de un medio como infoLibre saben discernir entre medios rigurosos y medios que manipulan.

P. Usted también incide en el papel de las redes sociales, en las que se difunden muchos bulos. ¿Deberían estar sometidas a un control?

R. No quiero ser el típico abuelo cebolleta, que se queja mucho de las redes sociales. Es evidente que las redes permiten cosas muy interesantes, como la capacidad de llegar a mucha gente de manera sencilla. Pero también es cierto que tienen cosas negativas y, por desgracia, no se le está prestando la atención necesaria. Lo que no puede ser es que algo tan importante no esté en absoluto regulado. O peor, que la regulación dependa de un propietario privado. Se han dicho enormes barbaridades en las redes y resulta que el propietario de Twitter quiere marcarse el tanto de cerrarle la cuenta a Trump. Tuvo que ser Angela Merkel la que dijo que eso no podía ser. Yo coincido con ella, es un precedente peligroso.

P. ¿La mentira ha dejado de estar penalizada en política? ¿Todos los políticos, en mayor o menor medida, mienten?

R. Ahí habría que hacer una distinción. Y es que la mentira está penalizada de manera diferente en distintas culturas. Entonces, qué duda cabe que la cultura anglosajona, muy influida por el puritanismo, es muy tajante con la mentira, mientras que en la cultura católica, como la nuestra, se es mucho más laxo en esta cuestión. También sabemos separar muy bien la vida laboral de la personal. Y eso creo que es un acierto. Pero es verdad que el programa con el que te presentas a las elecciones es como un contrato. Es el contrato del político con la ciudadanía. No puede ser que se incumpla sistemáticamente. No puede ser, porque eso termina generando una desafección hacia toda la política y llega el momento en que, como consecuencia de muchas cosas, la gente identifica la política con el espectáculo

P. ¿Se sobreactúa con la política?

R. Sí, y la sobreactuación banaliza enormemente la política, porque lo único que logra percibir la ciudadanía es el destello pirotécnico, el zasca para conseguir la ovación de los tuyos y conseguir el tuit o el titular. Y eso lo vemos todos los días en las sesiones de control al Gobierno.

P. Cambiando de tercio. En una entrevista con este mismo medio, hace dos años, señaló que los indultos eran un "gesto político que exigía una respuesta". ¿Se ha producido esa respuesta?

R. Sí, yo creo que ha habido respuesta. Lo que ocurre es que la respuesta siempre habrá quien considere que no es suficientemente clara. Pero yo creo que sí, que hay una respuesta y el hecho palpable es que el clima político que hay en este momento en Cataluña no es el mismo que antes de los indultos. Es mejor.

P. ¿Le hubiera gustado ver un gobierno del PSC con Esquerra Republicana y los Comunes?

R. Sí, yo prefiero un gobierno con ERC y Comunes que el que hay ahora. Sería, por decirlo de la manera pesimista, el mal menor. Es evidente que en ese hipotético ejecutivo no se podrían incluir los objetivos máximos que plantea el independentismo. Los socialistas nunca entrarían en un gobierno que plantee la separación de Cataluña y España.

P. ¿Complica la estabilidad del Gobierno la reciente detención de Carles Puigdemont?

R. Creo que la figura de Carles Puigdemont y sus planteamientos son declinantes. No creo que la justicia italiana se decida a devolverlo a España. Pero si eso ocurriera, en un primer momento, por supuesto, se montaría una escandalera. Pero habría un día antes y un día después cuando Puigdemont, una vez juzgado e indultado, estuviera en la calle. Todo su capital político, que es su condición de mártir, se terminaría.

P. ¿Cree que el actual líder del PSC, Salvador Illa, ha perdido foco?

R. Sí, es cierto que Salvador Illa ha perdido foco desde el punto de vista nacional, pero sigue siendo un activo. Está haciendo una cosa que supone una gran diferencia con lo que hizo Inés Arrimadas cuando ganó. Ella fue incapaz de hacer oposición, mientras que Illa ha tendido la mano al Govern y está siendo responsable.

P. Usted fue presidente del Senado, ¿habría que darle otra función?

R. Hay que avanzar en esa dirección. Hay que potenciar la dimensión de Cámara territorial sobre la de Cámara de doble lectura, que está bien y ha sido útil, pero yo creo que eso es precisamente la gran tarea pendiente que tiene en este momento el Senado.

P. ¿Se pueden lograr grandes acuerdos para hacerlo?

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R. Este es un momento en el que los grandes acuerdos son muy difíciles, pero precisamente por eso no habría que renunciar a los acuerdos algo más pequeños pero igualmente eficaces.

P. La España vaciada quiere entrar en el Congreso. ¿Cree que PSOE y PP sufrirán en esos territorios de cara a los próximos comicios?

R. Es posible, pero también lo que se ha demostrado es que los grandes partidos tienen una buena implantación territorial. Lo que hemos visto en los últimos años ha sido muchos partidos efímeros y, aunque dañados, las que permanecen son esas grandes formaciones.

Catedrático de Filosofía Contemporánea por la Universidad de Barcelona y senador del PSC, Manuel Cruz (Barcelona, 1951) dista mucho de ser un político al uso. No ofrece recetas fáciles a problemas complejos, sino que duda, reflexiona y explica. Así lo ha hecho en su último ensayo, Democracia. La última utopía (Espasa), en el que analiza los peligros a los que está sometida la democracia en nuestros días. 

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