A María Guardiola la extrema derecha hace tiempo que la considera la baronesa roja del PP. Y después del órdago lanzado esta semana, negándose a compartir gobierno con Vox en Extremadura porque es un partido que niega la violencia machista, defiende políticas xenófobas y desprecia a la comunidad LGTBi, no faltan ultras, algunos de ellos con altavoces radiofónicos muy influyentes en el espacio político de la derecha, que la consideran hasta de Sumar.
La lideresa del PP extremeño no es alguien que rehúya el debate con Vox. De hecho, en los meses previos a las elecciones del 28M mantuvo sonadas discusiones con la extrema derecha a través de redes sociales a cuenta de lo que los ultras consideran un perfil demasiado a la izquierda para presidir Extremadura. Guardiola siempre ha defendido el derecho al aborto, antes incluso de que Alberto Núñez Feijóo incorporase el mismo criterio al corpus ideológico del PP (“Los derechos conseguidos por las mujeres no se va a retroceder ni un milímetro en ellos; la política no está para irrumpir en la vida de las mujeres, sino para todo lo contrario, acompañarlas y protegerlas” ha defendido siempre), pero también la existencia de la violencia machista (“Las cosas se llaman por su nombre: existe la violencia machista y es una lacra contra la que tenemos que luchar”), los derechos del colectivo LGTBi (“El gobierno que quiero presidir no va a cuestionar a quién se ama y cómo se ama”) y la necesidad de combatir la xenofobia (no se puede “criminalizar a la inmigración en una región y en un país que no seríamos lo que somos sin ella”).
El énfasis con el que se pronuncia sobre estos asuntos, que ahora ha utilizado para justificar su negativa a formar un gobierno de coalición con Vox, contrasta sin embargo con la posición de su jefe de filas, Alberto Núñez Feijóo. El presidente del PP ha respaldado la decisión de su baronesa extremeña de retar a Vox a ir a una repetición de elecciones, pero en ningún momento ha dicho que el problema sean las propuestas de Vox en materia de violencia machista, xenofobia o desprecio hacia la comunidad LGTBi, que por otra parte su partido ha asumido en muchos ayuntamientos y, de momento, en Castilla y León y la Comunitat Valenciana. Feijóo sostiene que el verdadero motivo es que Vox sólo tuvo en Extremadura el apoyo de un 8% de los electores.
La vara de medir de Feijóo
¿Dónde pone Feijóo el listón que da derecho a entrar en un gobierno con el PP? En el 12% que alcanzó la extrema derecha en la Comunitat Valenciana, según explicó él mismo en declaraciones a los medios este miércoles en un acto de la fundación de su partido.
Las cuentas, sin embargo, no salen. Si ese fuese el verdadero criterio, el PP debería gobernar con Vox en Aragón, Illes Balears y Murcia, donde la ultraderecha se hizo con el 11,25%, el 13,9% y el 17,7% de los votos, respectivamente. Pero no es eso lo que parece que vaya a ocurrir, al menos de momento, en esos territorios. Sobre todo en Murcia, donde el PP insiste en que sólo aceptará gobernar en solitario. igual que Guardiola.
Feijóo intenta justificar las contradicciones de su partido entre territorios diciendo que, en realidad, cada barón o baronesa tiene libertad para decidir. A eso es a lo que se agarra Guardiola, que este miércoles llegó a decir que abandonará su puesto si Feijóo trata de imponerle un cambio de criterio. En una entrevista en el programa Más de uno (Onda Cero) aseguró que se “quitaría de en medio” antes que “tragar” con una directriz de la dirección de Génova para permitir que Vox entre en el Ejecutivo regional. Que “en Madrid se dediquen a pensar en lo que pase en Madrid y que el candidato extremeño se dedique a pensar en lo que interesa en este tierra”, defendió.
Un revulsivo
Son declaraciones que encajan con el perfil del que siempre ha hecho gala Guardiola. La derecha destaca de su biografía que es hija de la primera pareja que se divorció en Cáceres en 1981, cuando la ley los hizo posible, que su origen dista mucho del de una familia privilegiada y que desde muy joven tuvo que desempeñar varios empleos antes de sacarse la carrera de Empresariales y empezar a trabajar para la Junta de Extremadura, primero con una beca y después concomo funcionaria.
Fue José Antonio Monago, el que fuera presidente extremeño del PP, el que la fichó para un cargo intermedio de su gobierno, de donde pasó a la Concejalía de Hacienda del Ayuntamiento de Cáceres, hasta la fecha su única experiencia de gestión. Al liderazgo del PP la llevó Pablo Casado, precisamente porque era ajena a las familias políticas del partido, siendo prácticamente una perfecta desconocida. Feijóo la confirmó en el puesto, convencido de que su perfil podía servir de revulsivo en una comunidad en la que la izquierda ha hecho gala históricamente de su fortaleza.
Competir ideológicamente con Vox ha sido una pata esencial de su estrategia electoral, como reconoció el consultor sevillano que la asesora, Santiago Martínez-Vares, en declaraciones a El Mundo: “Mientras más la criticaban [desde la extrema derecha], más votos seguían cayendo en nuestra cesta”.
Cortafuegos
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De momento, Feijóo la respalda, y culpa a la dirección de Vox, liderada por Santiago Abascal, de interferir en las negociaciones en Extremadura. El PP “tiene principios”, dijo. Y si su lideresa extremeña ha “entendido” que la petición de Vox es “desproporcionada”, el PP va a mantener su postura, advirtió dejando la responsabilidad en el tejado de la presidenta autonómica del partido y abriendo, de paso, un cortafuegos con las consecuencias que puedan derivarse de su decisión.
Abascal, a su vez, culpa a Feijóo de la falta de acuerdo en Extremadura y Murcia y le acusa de “sacrificar” la construcción de una alternativa en ambas comunidades autónomas por “intereses de política nacional”. Es “el colmo de los colmos” que Guardiola crea que puede “insultar” a Vox pero a la vez pedir que le entregue sus votos “porque sí, por su cara bonita”. El PP extremeño, remarcó en una entrevista en Canal Sur, es “socialismo azul”.
En la pugna por los gobiernos autonómicos se mezclan los intereses de los negociadores —las prisas de Carlos Mazón en la Comunitat Valenciana y la creencia de Guardiola o del murciano Fernando López Miras de que la extrema derecha acabará cediendo o lo pagará en unas nuevas elecciones— con el pulso que sostienen Feijóo y Abascal desde hace un año. El primero quiere diversificar sus acuerdos lo máximo posible para desvincularse de Vox y alimentar la idea que preside toda su campaña: que después del 23J será factible un Gobierno del PP en solitario y que por eso es tan importante reagrupar todo el voto de la derecha. El segundo, en cambio, busca todo lo contrario: demostrar que Vox es imprescindible para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa y que sólo el voto al partido de la extrema derecha será capaz de garantizar que se cambia de política.
A María Guardiola la extrema derecha hace tiempo que la considera la baronesa roja del PP. Y después del órdago lanzado esta semana, negándose a compartir gobierno con Vox en Extremadura porque es un partido que niega la violencia machista, defiende políticas xenófobas y desprecia a la comunidad LGTBi, no faltan ultras, algunos de ellos con altavoces radiofónicos muy influyentes en el espacio político de la derecha, que la consideran hasta de Sumar.