"Guerra" era, para la UE, una palabra referida a otros. Pero ese manual, el que dice que la hipótesis bélica en suelo comunitario es remota y hasta inconcebible, descansa ya guardado en un cajón, junto con el que reducía al mínimo la opción de que los ejércitos europeos entren en una guerra potencialmente total. Un coro de voces de primer nivel se ha alzado para difundir mensajes de alarma. Sobresale el presidente francés, Emmanuel Macron, que habla cada vez más claramente de enviar tropas a luchar contra Rusia, una "amenaza existencial" para las sociedades europeas. "Muchos países de Europa, y no de los más pequeños, están en nuestra línea", advierte. Todos los debates nacionales presentan el mismo cariz: armarse, recuperar el servicio militar obligatorio –melón abierto ahora en Alemania–, mentalizarse para un posible conflicto... Resuena por todas partes el si vis pacem, para bellum, máxima latina que significa "si quieres la paz, prepárate para la guerra". La propia presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, ha convertido la advertencia bélica en el eje de su discurso sobre lo que está por venir.
España ha entrado en ese marco. De lleno. En unas declaraciones de tono inquietante a La Vanguardia, la ministra de Defensa, Margarita Robles, advierte que Vladimir Putin no es sólo una amenaza para los países limítrofes. "Hoy en día, un misil balístico puede llegar perfectamente desde Rusia a España”, señala. Y añade: “A veces tengo la percepción de que no somos conscientes del enorme peligro que hay. Y no sólo en Ucrania; también en Gaza y en el Sahel, donde soy muy pesimista con la situación". A su juicio, no cabe engañarse. "La amenaza es total y absoluta" e incluye "agresiones nucleares", remata, días antes de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reuniera en La Moncloa con el núcleo duro de la industria de defensa española.
¿Qué está pasado? ¿Por qué este énfasis? Es obvia la amenaza de Putin, pero es obvia desde hace más de dos años. ¿Qué ha cambiado para subir de esta manera el tono?
El error del "blanco y negro"
"Si lo vemos en blanco y negro, sería puro alarmismo y se trataría de preparar a la opinión pública para subir los presupuestos de defensa al 2% del PIB, como pide la OTAN", señala economista y militar retirado Jesús Núñez Villaverde, que codirige el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria. Pero, a su juicio, esto daría sólo una visión parcial. "Hay un peligro real, no hay más que ver a Putin", advierte. Así que quien quien quiera comprender qué está pasando debe vencer dos tentaciones: la histeria belicista y la negación del peligro.
No se equivocan quienes ven que hay sectores "interesados" en la promoción de una "militarización y securitización de la agenda política" y en defender la idea, errónea a juicio de Núñez Villaverde, de que "todo se arregla con más armas". Hay lógicas políticas e ideológicas que empujan en esta dirección, como también de las propias Fuerzas Armadas de los distintos países, que desean papeles relevantes en sus sociedades, dice. También la industria armamentística "sin ninguna duda" es "parte de la ecuación", aunque Núñez Villaverde pide "escapar del simplismo" de responsabilizar de las guerras a las empresas que venden armas. Es todo mucho más complejo, recalca.
Y toda esa complejidad sólo se comprende, señala, si –además de valorar los intereses de todo tipo en una "militarización y securitización de la agenda política"– se acepta que Rusia ha movido ficha y ha advertido ya expresamente del uso de armas nucleares capaces de "destruir la civilización". "Que Suecia y Finlandia, neutrales históricamente, hayan entrado en la OTAN demuestra que las preocupaciones van más allá de los gestos y las palabras", dice. Insiste en su idea central: "Hay que buscar un equilibrio entre quienes nos quieren engañar con que todo está fatal y quienes sostienen que todo es una confabulación militarista, perdiendo de vista la existencia de una invasión [de Rusia a Ucrania] y de una amenaza". Y pregunta: "¿Está Rusia pensando en atacar a un país de la OTAN. Yo creo que no es probable, pero tampoco descartable".
Sólo el hecho de que no sea "descartable" justifica, a juicio de Núñez Villaverde, una reacción, no sólo a la amenaza objetiva de Putin, sino también ante la posible victoria de Donald Trump, que posibilitaría según muchos analistas una pérdida de protección de la UE frente a Rusia. Según su diagnóstico, hace falta "un orden de seguridad en el continente europeo, que sólo se puede dar incluyendo a Rusia", y una "autonomía estratégica" que evite que la UE se vea arrastrada a los "líos" a los que empuja Estados Unidos. "No se trata de gastar más, sino de gastar mejor", afirma.
Cuidado con "gastar más" sin "gastar mejor"
"Gastar mejor" no es "gastar más", sino gastar con perspectiva europea, según Núñez Villaverde. Y aquí es donde el analista cree que el correcto enfoque de la seguridad europea choca con la diversidad de planteamientos en la UE, donde hay "atlantistas", fundamentalmente todos los antiguos satélites de la URSS, "europeístas" "con Francia al frente" y "neutrales" como Irlanda.
¿El peligro? Que el brote militarista crezca torcido por intereses locales, por ejemplo de los ejércitos o las industrias de defensa nacionales, que teman perder protagonismo con una mayor coordinación europea de la estrategia. Por último, hay una clave política. La cesión de competencia o incluso de información de defensa, como "último reducto de la soberanía nacional", provoca fuertes "resistencias".
Eduardo Saldaña, especialista en relaciones internacionales, subraya aquí una paradoja: los partidos y las voces que con más énfasis patriótico invocan el espíritu militar para afrontar la nueva era pueden ser los que peor estén comprendiendo sus auténticos desafíos. A su juicio, la "ultraderecha más nacionalista", al mismo tiempo que promueve discursos en pro de la militarización y exalta la fuerza como valor supremo, se sitúa de espaldas a la necesidad de una estrecha cooperación europea no sólo para garantizar una mayor seguridad, sino también para optimizar las inversiones.
Elecciones europeas y presión de la OTAN
Codirector de El Orden Mundial, Saldaña no desdeña la amenaza que supone el Kremlin e insiste en que no es prudente tener "líderes europeos en babia". Putin –recalca– acaba de reforzarse con la victoria electoral, insiste en sus planes de victoria y se permite ampliar el radio de sus amenazas. El coro organizado de voces a favor de una Europa más armada hay que entenderlo como un mensaje de firmeza ante Putin, añade. A su juicio, no supone una renuncia a un final negociado, sino la aceptación de que habría que llegar a esa posible mesa con las capacidades militares reforzadas. "Además, cuando Macron habla de enviar tropas, lo que hace es mover todas las líneas rojas. Así todo lo que no sea enviar tropas, lo cual incluye seguir enviando armas, parece más aceptable", señala.
Junto a este análisis del discurso en el contexto bélico, Saldaña ofrece dos claves más, conectadas entre sí, que son útiles para valorar la escalada verbal:
1) Elecciones europeas: La ultraderecha pisa fuerte en las encuestas de cara al 9 de junio y los líderes de las familias políticas tradicionales no quieren ceder la bandera de la firmeza, tan valorada en tiempos convulsos. Esta escenografía, señala Saldaña, es fácil de ver en Francia, con Macron liderando el discurso del envío de tropas. En España la figura que ha amplificado el mensaje de alerta es Margarita Robles, el "ariete más securitizador" del Gobierno, con fama de "mujer de Estado" y capaz de arañar electores por el centro en un marco –el de la seguridad y la defensa– que ha sido históricamente propicio para la derecha.
2) Justificación de más gasto militar: Aunque es escéptico sobre la opción real de que EEUU abandone a sus socios europeos incluso con Trump, Saldaña también cree que su exigencia –y la de la OTAN– de mayor inversión militar ha calado. Ante una opinión pública agotada por el conflicto ucraniano –que ha perdido protagonismo en favor de Gaza– y sabedores de que el gasto militar no suele ser el más popular, los gobiernos justifican el incremento de presupuesto con la idea de que es imprescindible no ya para socios más o menos lejanos, sino para el propio país. Según Saldaña, las alertas no sólo van dirigidas hacia fuera –Putin–, sino también hacia la opinión pública de cada país, sea Francia o España o cualquier otro. "En el caso de España, aunque no se suele decir, también hay una necesidad de reforzarnos para proteger nuestro flanco sur", apunta. Es decir, se pone el foco en Ucrania para justificar el incremento del gasto militar... pero también se está pensando en Marruecos.
"Patriotismo nacionalista" e intereses empresariales
Autor de De objetores a insumisos. Surgimiento, expansión y desarrollo del movimiento antimilitarista en Catalunya, 1971-1989, el historiador Carlos Ángel Ordás ha estudiado los movimientos y los discursos en torno a la guerra y el rechazo a la guerra. ¿Cómo ve las cosas? El auge de la corriente a favor del gasto en defensa se produce, analiza, en un contexto de "mayor permeabilidad al militarismo" a raíz de la invasión de Ucrania y en coherencia con el auge del movimiento "patriótico nacionalista". "Los discursos de la extrema derecha son absolutamente compatibles con esta idea histórica de la guerra como mal necesario pero purificador", advierte. A su juicio, el avance del "militarismo" no es fortuito, sino fruto del empuje de fuerzas políticas –especial pero no únicamente en el arco derechista– y grupos de presión: "El militarismo no es sólo una ideología, es un lobby interesado primero en la guerra y luego en la reconstrucción".
Ordás pone una palabra encima de la mesa: "negocio". Que hay un multimilllonario negocio militar que incrementa sus ganancias en guerra no es una opinión, es un hecho. Las principales beneficiarias del incremento del gasto militar de la UE tienen nombres y apellidos: Thales, Leonardo, Indra y Airbus, según una investigación publicada en 2020 por infoLibre. El esquema de propiedad de los principales gigantes suele repetirse: comparten acciones los propios Estados y los megafondos de inversión americanos, entre ellos Blackrock. En cuanto a las ventas en España, el top 20 de empresas está dominado por Airbus, según el informe de 2024 Spain Defence & Security Industry, que elabora la editorial especializada IDIS y que también incluye a Navantia, Indra, General Dynamics y Cepsa.
Los Estados, a menudo en fórmulas de colaboración público-privada con grandes corporaciones, los grandes fondos –estadounidenses pero también soberanos– e históricos del contrato público con origen familiar conforman la columna vertebral de un sector que en España mira al futuro con "optimismo", como señala el propio informe Spain Defence & Security Industry. Y tiene motivos para el optimismo, tanto por cómo marcha el negocio como por sus perspectivas y por la forma en que el poder político ha asumido su condición imprescindible. El gasto en defensa lleva años al alza, la previsión para 2024 alcanza ya el 1,3% del PIB y la ministra Robles afirma que el compromiso del Gobierno con llegar al 2% en 2029 sigue vigente.
"Esta inversión en defensa redunda no sólo en esa garantía de nuestra seguridad, protección, libertad y bienestar, sino que actúa como dinamizadora de la economía nacional”, ha dicho Robles. Se trata de un sector de unas 400 empresas que supera los 7.000 millones de euros de facturación anual, y al que Sánchez acaba de recibir en La Moncloa para recalcar su papel "clave" en el actual contexto. Un detalle da idea las excelentes perspectivas de negocio que se abren para el sector. Compañías como Llorente & Cuenca y Acento, dedicadas a defender los intereses de sus clientes ante las administraciones, han incorporado a militares a su cuadro de asesores. ¿Por qué? Porque va a haber mucho movimiento de dinero en defensa en los próximos años.
Los frutos del lobby
El economista y experto en relaciones internacionales Jordi Calvo, coordinador del Centre Delàs d'Estudis per la Pau, cree que el sector defensa está recogiendo los frutos de un paciente trabajo trabajo de influencia, realizado tanto directamente como por encargo de terceros. "El lobby militar, en Europa y España, lleva años trabajando por su presente y su futuro y ha ha sabido generar necesidades y vender la idea de que son imprescindibles en cada vez más áreas, no sólo en lo estrictamente militar", señala Calvo.
El lobby de las armas tiene en España como principal referente la Asociación Española de Tecnologías de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (Tedae), presidida por Ricardo Martí Fluxá, que fue jefe de Protocolo con Juan Carlos I y secretario de Estado con Jaime Mayor Oreja como ministro del Interior. "Hay que conseguir que la sociedad identifique la defensa y su industria como un bien público", suele repetir. En defensa de esta idea se alinean las principales empresas del sector, que huyen cuanto pueden de la imagen de la guerra y se concentran en la tecnología, la movilidad, la logística, la modernidad... Las principales empresas del sector antes mencionadas, como Thales, Leonardo, Indra y Airbus Sistemas, hacen lobby ante las instituciones europeas, según ha comprobado infoLibre en el registro de transparencia de la UE. El propio fondo Blackrock, con sus intereses intrincados en el sector defensa, extiende su influencia en la UE con una red de grupos de interés.
Ver másEl reinado interminable de Putin en Rusia se confirma otra vez tras la farsa electoral
Todas estas empresas y grupos de presión, señala Jordi Calvo, se encuentran ahora "con el mejor contexto posible", más aún cuando el Consejo de Seguridad Nacional ha lanzado esta misma semana una alerta de "riesgo real y directo" de aumento del terrorismo por la guerra de Gaza. "No digo que Rusia no sea una amenaza militar, por supuesto para Ucrania y también para otros países de su entorno", aclara. Pero sí cree que el sector ha olido la ocasión y está aprovechando la oportunidad de pasar sólo en España de un negocio que no llega a 8.000 millones a uno que incluso lo duplique. "No olvidemos que viven del contrato público", señala Calvo, que pide tener presente que la prioridad número uno de las empresas "son las ganancias, no la seguridad".
Calvo expone una "esperanza": que la subida del listón en el discurso sobre las armas no suponga una aceptación total de los postulados militaristas ni el abandono de las posibles vías negociadoras, sino que sea fruto de una "estrategia en el campo comunicativo y simbólico ante Putin" y de una "preparación" para "llegar en una posición fuerte" a una posible negociación. "Es lo que quiero pensar –afirma–, aunque ahora mismo hay pocas pistas de que la vía militar no sea la única en mente".
Incluso aunque fuera una retórica táctica, Calvo le ve peligro: "Por el camino pasas líneas rojas que pueden llevar a situaciones no deseadas". Núñez Villaverde también advierte de que el discurso que se oye estos días en los salones políticos europeos no es sólo descriptivo, sino que también influye en la propia realidad, para lo que recuerda las dinámicas de "acción-reacción" de la Guerra Fría que casi llevaron a un estallido nuclear.
"Guerra" era, para la UE, una palabra referida a otros. Pero ese manual, el que dice que la hipótesis bélica en suelo comunitario es remota y hasta inconcebible, descansa ya guardado en un cajón, junto con el que reducía al mínimo la opción de que los ejércitos europeos entren en una guerra potencialmente total. Un coro de voces de primer nivel se ha alzado para difundir mensajes de alarma. Sobresale el presidente francés, Emmanuel Macron, que habla cada vez más claramente de enviar tropas a luchar contra Rusia, una "amenaza existencial" para las sociedades europeas. "Muchos países de Europa, y no de los más pequeños, están en nuestra línea", advierte. Todos los debates nacionales presentan el mismo cariz: armarse, recuperar el servicio militar obligatorio –melón abierto ahora en Alemania–, mentalizarse para un posible conflicto... Resuena por todas partes el si vis pacem, para bellum, máxima latina que significa "si quieres la paz, prepárate para la guerra". La propia presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, ha convertido la advertencia bélica en el eje de su discurso sobre lo que está por venir.