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El movimiento 'zero waste' coge fuerza en España y demuestra que es posible vivir (bien) sin plástico

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Los grandes retos medioambientales de nuestro tiempo sufren una dualidad muy polémica en cuanto a la responsabilidad de los destrozos. Hay quien prefiere poner en foco en los grandes poderes fácticos, las multinacionales y un sistema de consumo claramente abusivo contra los límites del planeta: otros, sin embargo, recuerdan que las acciones individuales no solo pueden hacer mucho, sino que condicionan la actuación de las empresas. Pasa con el abordaje de la crisis climática y pasa con la invasión del plástico, contaminador incansable. Una tercera vía asegura que, en realidad, se trata de un falso dilema: ambos elementos se retroalimentan. El capital genera e inventa nuevas necesidades: pero sin el apoyo y la billetera de los consumidores, el mismo capital se vería obligado a encontrar otros caminos.

En cuanto al problema del plástico, el debate está bien presente. Pero en los últimos meses, parece que toma fuerza la toma de conciencia de los consumidores, que a su vez no dejan en ningún momento de exigir responsabilidades a los de arriba. El movimiento a favor de una reducción en el consumo de productos plásticos está despegando en España. Se generan grupos de debate y apoyo mutuo; florecen tiendas de venta a granel como setas, igual que influencers que hacen del zero waste su estilo y su modo de vida; las organizaciones ecologistas, en la lucha desde hace décadas, multiplican su ofensiva; y los productores y comercializadoras van, poco a poco, virando el timón.

El plástico depende de una generación altamente contaminante y procede de un combustible fósil que, si queremos evitar los peores efectos del cambio climático, convendría dejar bajo tierra; mata los ecosistemas por su biodegradabilidad nula, intoxicando y asfixiando a la flora y la fauna; y se produce tanto que colapsa la gestión de residuos, acumulándose en vertederos dentro y fuera de nuestras fronteras con vocación de polvorines. Es el máximo exponente de la cultura del usar y tirar, paradigma del consumismo. Y, si hacemos caso a las cifras de la industria, le quedan muchos años por delante. La producción global de plásticos se ha disparado en los últimos 50 años, y en especial en las últimas décadas. Entre 2002 y 2013 aumentó un 50% y se estima que en 2020 se superarán los 500 millones de toneladas anuales, lo que supondría un 900% más en comparación a niveles de 1980.

Frente a la colonización del plástico, sin embargo, hay quien está organizando la resistencia.  Es el caso del grupo de Facebook Zero Waste España (más de 17.000 miembros), cuyos integrantes promovieron el pasado junio la iniciativa Boicot al plástico: un reto viral para salvar el planeta. Pedían que los participantes no solo se abstuvieran de consumir plástico en todas sus variantes durante una semana, sino que también denunciaran en redes a los comercios que envasan sus productos con plástico innecesario. El proyecto, al que se sumaron un buen número de caras conocidas, sirvió para popularizar lo que ya se entiende como un estilo de vida. Y que no es nada fácil, y exige sacrificios.

 

En el grupo se comparten ideas, se piden consejos y se da y recibe apoyo. En plena sociedad de consumo es muy, muy difícil prescindir completamente del plástico. Está en todos lados: en envases de todo tipo y para todo tipo de productos, en los empaquetados de los envíos por correo, en toda clase de envoltorios… incluso imperceptibles a simple vista, como el caso de la pasta de dientes y otros cosméticos. Una miembro del grupo, Anna, explica cómo en un Carrefour le han negado venderle el queso porque la normativa les obliga a envolverlo en una bolsa; Tara pide ideas para el nombre de su nuevo negocio de bolsas reutilizables para comida; Beatriz comparte que ha puesto una reclamación a la organización de un famoso festival por prohibir la entrada de botellas reutilizables y, a la vez, vender sus bebidas en recipientes no precisamente biodegradables; Flores publica una foto de la carnicera de su barrio, entregándole las viandas en una fiambrera.

Cristina Cañavate, la creadora del grupo, explica a infoLibre que tomó conciencia viviendo en Shangai (China) por exigencias de su profesión, relacionada con el comercio internacional. "Vivía en la planta 11 de un edificio y antes de salir de casa, todos los días, primero miraba el tiempo y después miraba el nivel de contaminación, a ver si tenía que coger la mascarilla", rememora. Poco después se mudó a Singapur, donde sufrió los episodios de polución provocados por los vecinos de Indonesia, que queman hectáreas y hectáreas de terreno forestal para plantar aceite de palma. Fue creciendo en ella la concienciación por los problemas ambientales. "Y me pregunté si podía hacer algo".

Cristina redescubrió el movimiento Zero Waste, con fuerza en otros países. Fue empapándose de lecturas de blogs, vídeos en YouTube, ideas e iniciativas de fuera. Durante años mantuvo su propio espacio en la red, Orgránico, que posteriormente se convirtió en videoblog. "A la hora de encontrar fuentes descubrí que había grupos, pero en otros idiomas" explica. "Así que pensé que un buen sitio que puede actuar como foro es Facebook". Y se lanzó, con la ayuda de otros bloggers y activistas de la causa del Residuo Cero. Desde su creación, en enero de 2017, fue sumando miembros a cuentagotas… hasta el boom propiciado por la campaña viral de Mejor sin plástico, ideada por usuarios del espacio.

¿Cómo se vive sin plástico?

La mayoría de participantes en la plataforma Zero Waste España no prescinden al 100% del plástico en su rutina: se trata de un camino a recorrer en el que, poco a poco, se van dando pasos y asumiendo sacrificios. Pero hay quien ha llegado a tal nivel que es capaz de almacenar dos años de residuos plásticos en dos tarros. ¡Y la mayoría llenamos nuestro cubo amarillo en menos de una semana! Se trata de Patricia y Fernando, que en agosto de 2015 decidieron borrar de su día a día este derivado del petróleo y comparten su experiencia en el blog Vivir sin Plástico. En su página, la pareja comparte alternativas a los productos más solicitados, como el champú y el gel: explican sus vivencias, como la de sentirse "marciano" en un supermercado tras años comprando a granel, o la de recorrer media ciudad en bicicleta para buscar papel higiénico sin envoltorio para sus invitados, ya que ellos no lo utilizan (prefieren el bidé).

"Decidimos tomarlo como un juego. Más como un descubrimiento que como una penitencia", explica Patricia sobre la primera semana de este particular reto, consistente en cambiar de arriba abajo los hábitos de consumo –Cañavate asegura, entre risas: "Para ellos fue más fácil porque eran dos y se picaban. Yo estaba sola"–. La pareja fue, poco a poco, modificando su manera de comprar, de comer, de relacionarse con los demás. No echan casi nada de menos de su antigua vida: Fernando solo se acuerda de los burritos, una de sus comidas preferidas, ya que las tortillas de trigo, clásicas de la gastronomía mexicana, no se encuentran en ningún sitio sin envoltorio plástico. "Cuando empiezas tienes la sensación de que todo es más caro, y es verdad", reconoce Patricia. Pero a medio plazo se compensa porque "a nivel general dejas de comprar muchísimas cosas" que en realidad no necesitas

La entrevista con los creadores de Vivir sin Plástico se vuelve pronto, y casi involuntariamente, en una sucesión de preguntas destinadas a saciar la curiosidad del periodista. ¿Cómo se relacionan con su entorno? ¿Qué opinan de su compromiso sus amigos, o sus familiares? "Fuimos comunicándolo poco a poco", explica Patricia. "Al principio pensaban que íbamos a dejar solo lo más típico… las bolsas, las botellas… pero no". La pregunta más habitual que le hacían en eventos sociales era: "¿Pero eso tampoco?". Pero pronto no solo se acostumbraron, sino que "sin dar la chapa" pero dando ejemplo, las personas más cercanas a la pareja se apuntaron también a cambiar, aunque solo fuera un poco, sus hábitos de consumo.

Las suspicacias y las excusas sobre el Residuo Cero son habituales y se suelen centrar en dos conceptos: el tiempo y el dinero. Los que no lo intentan suelen argumentar que hace falta tiempo, del que muchas veces no disponen, para renunciar al supermercado y comprarlo todo a granel. Y los productos ecológicos, que prescinden del envoltorio, en muchas ocasiones son más caros. Y tienen razón, pero Patricia y Fernando creen que hay un poco de mito. "Cuando empiezas tienes la sensación de que todo es más caro, y es verdad", reconoce Patricia. Pero a medio plazo se compensa porque "a nivel general dejas de comprar muchísimas cosas" que en realidad no necesitas. No solo se trata de generar menos residuos, sino de consumir menos.

En cuanto al tiempo que se requiere, ambos repiten varias veces la palabra "planificación". En las primeras semanas, explican, cuesta cambiar el ritmo, pero pronto las tareas se van cumpliendo sin una excesiva diferencia con la habitual visita al súper. “Yendo a un mercado de barrio, por ejemplo, puedes comprar varias cosas a la vez y sin plástico", recuerda Fernando. Hay otras ventajas adicionales e indirectas, como las relacionadas con la nutrición. Cuando prescindes de envoltorios innecesarios, prescindes obligatoriamente de alimentos procesados y ultraprocesados: los peores para la salud. Adiós al día tonto de pizza precocinada de la tienda de ultramarinos de la esquina.

La batalla política

El movimiento Zero Waste está cogiendo fuerza en España, pero las organizaciones ecologistas llevan años, si no décadas, llamando a reducir el uso de plástico para minimizar su impacto ambiental, como la R más importante de las tres que conforman el mantra de los hábitos de consumo: Reducir, Reutilizar y Reciclar. El lema fue propuesto y popularizado por Greenpeace. La responsable de la campaña de Plástico de la asociación en España, Alba García, explica que su caballo de batalla siempre ha sido "el rechazo a la cultura de usar y tirar".

Las cifras contradictorias de envases de plástico que se reciclan en España desatan la guerra entre Ecoembes y Greenpeace

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Más allá de las iniciativas individuales, "las empresas deben invertir gran parte de su producción en reducir el plástico que generan y en promover envases reutilizables", asegura la ecologista. El 40% de todo el plástico que se produce a nivel mundial, cifra, está destinado a productos desechables. "Y el sistema no puede asumirlo", puntualiza.

García acusa a otra organización sin ánimo de lucro, habitual enemiga de las ecologistas: Ecoembes, formada por las empresas que ponen envases plásticos en el mercado como mandan las normas del Sistema Integrado de Gestión (SIG) mediante el cual se organiza el sistema de reciclaje en España. "Las empresas se escudan en el papel del reciclaje para no asumir su responsabilidad", acusa García. Ecoembes recibe dinero por cada envase que las compañías ponen en el mercado, y a cambio gestiona todo el proceso, desde la colocación de los contenedores amarillos hasta su transporte y posterior valorización en plantas de tratamiento. Como no se reciclan todos los envases que se comercializan, Ecoembes disfruta de grandes beneficios que, al ser sin ánimo de lucro, reinvierte en campañas de concienciación, en patrocinar secciones de medioambiente en mediosy en defender su modelo de negocio.

Para su supervivencia, como es obvio, Ecoembes necesita que se sigan poniendo envases de plástico en circulación. "Debido a nuestro modo de vida, el número de envases que utilizamos en el día a día es cada vez mayor. Por ello, es necesario que desde todos los ámbitos posibles hagamos un esfuerzo y seamos conscientes de la gran responsabilidad que tenemos para garantizar que se reciclen y puedan tener una segunda vida", defienden en su página web: ni una mención a la necesidad de consumir menos, una necesidad reconocida y defendida por la práctica totalidad de activistas y expertos en la materia. Pese a que en posicionamientos oficiales su CEO, Óscar Martín, asegura que la reducción es vital, la actividad de una de las grandes organizaciones ambientales del país se centra en reciclar: y solo con reciclar no basta.

Los grandes retos medioambientales de nuestro tiempo sufren una dualidad muy polémica en cuanto a la responsabilidad de los destrozos. Hay quien prefiere poner en foco en los grandes poderes fácticos, las multinacionales y un sistema de consumo claramente abusivo contra los límites del planeta: otros, sin embargo, recuerdan que las acciones individuales no solo pueden hacer mucho, sino que condicionan la actuación de las empresas. Pasa con el abordaje de la crisis climática y pasa con la invasión del plástico, contaminador incansable. Una tercera vía asegura que, en realidad, se trata de un falso dilema: ambos elementos se retroalimentan. El capital genera e inventa nuevas necesidades: pero sin el apoyo y la billetera de los consumidores, el mismo capital se vería obligado a encontrar otros caminos.

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