Violencia machista
"No son 1.000, son muchas más": una cifra brutal pese a no incluir a todas las víctimas de la violencia machista
El machismo ha asesinado a 1.000 mujeres desde que comenzaron a recopilarse estos datos en 2003, hace 16 años. La cifra es desoladora, y supera a las más de 850 víctimas mortales que dejó la banda terrorista ETA a lo largo de su historia. El dato se alcanzó este lunes 10 de junio, ya marcado en el calendario como un día negro. Un hombre de 48 años asesinó a su pareja de 28 en Alboraia (Valencia). Este ha sido, según informaron a infoLibre fuentes del Ministerio de la Presidencia, el último caso de violencia de género confirmado y contabilizado en la estadística oficial, que recoge 999 crímenes. El número 1.000, a falta de confirmarse, es el ocurrido el pasado sábado en Ayamonte (Huelva). Una mujer apareció muerta junto a su pareja en una vivienda de la localidad y, según la investigación, todo apunta a que sería otro caso de violencia machista. Este mismo martes, además, una mujer ha sido hallada degollada y desnuda en la cama de su casa de Xàtiva (Valencia) después de que su marido denunciara su desaparición. Pero la cifra, aun así, no acaba en 1.000. Hay muchas otras víctimas de la violencia de género cuyo nombre no consta en las estadísticas. "No son 1.000, son muchas más", lamenta Marisa Soleto, presidenta de la Fundación Mujeres.
El pasado mes de diciembre, la profesora Laura Luelmo, de 26 años, desapareció en la localidad de El Campillo, en Huelva. A los pocos días apareció su cadáver. Tan sólo un día después, la Guardia Civil detuvo al principal sospechoso. Era Bernardo Montoya, un delincuente reincidente que ahora se enfrenta a los delitos de detención ilegal, agresión sexual y asesinato. El crimen de Luelmo recordó inevitablemente al de Diana Quer. La joven madrileña de 18 años desapareció el 22 de agosto de 2016 en A Pobra do Caramiñal (A Coruña). Un año y medio después se encontró su cadáver y José Enrique Abuín Gey, autor confeso del crimen, entró en prisión. El paralelismo entre los dos casos es evidente. Ambas mujeres fueron asesinadas a manos de hombres desconocidos que presuntamente pretendían agredirlas sexualmente. Sin embargo, sus nombres no constan en las estadísticas.
No lo hacen porque, según explica Soleto, la estadística es "un indicador oficial que está centrado en los asesinatos de violencia de género en el marco de las relaciones afectivas". Y es que la contabilización se basa en la definición que hace de violencia machista la Ley integral de medidas contra la violencia de género aprobada en España en el año 2004, que considera que este tipo de violencia se produce cuando un hombre asesina a su pareja o expareja, tal y como explica Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género. Es decir, es necesario que haya o haya habido una relación sentimental entre víctima y agresor. Y entre Quer y su asesino, al igual que entre Luelmo y el suyo, no la hubo. Pero, según añade Lorente, "lo que nunca se debe entender es que la única violencia de género es aquella que se recoge en las estadísticas oficiales basadas en la ley, porque la ley especifica que no se habla de violencia de género de forma global, sino sólo en la relación de pareja".
"El concepto de violencia de género en nuestro país está restringido por la ley integral porque en su momento se consideró que la violencia hacia la pareja o expareja era la más grave y la que había que combatir", añade Altamira Gonzalo, vicepresidenta de la asociación Mujeres Juristas Themis. Y admite que hay que seguir en esa lucha, pero sin olvidar al resto de víctimas de la violencia machista que no forman parte como tal de ninguna estadística. "Hay muchas mujeres que no entran dentro de esa cifra", dice. Y no son sólo las que han sufrido casos similares a los de Quer y Luelmo. También hay que incluir, según la abogada Violeta Assiego, "a las mujeres que ejercen la prostitución, a las mujeres migrantes que sufren violencia en el entorno laboral o que son víctimas de trata y a las mujeres trans".
Según Soleto, el convenio de Estambul, ratificado por 45 países europeos —entre ellos España— y por la UE, especifica que crímenes machistas como los de Laura Luelmo o Diana Quer sí tendrían que engrosar las estadísticas oficiales. En este sentido, el pacto de Estado contra la Violencia de Género —que salió adelante en la Cámara Baja a finales de 2017—, añade Soleto, trabajó para ello. Además, hace tan sólo unos meses la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género avanzó que está trabajando en la recogida de datos estadísticos de los casos de asesinatos y homicidios de mujeres fuera del ámbito sentimental.
Familiares, amigos y parejas, ¿son víctimas?
¿Y qué ocurre cuando el crimen machista no acaba con la vida de la pareja o expareja del agresor, sino de otra persona? Es lo que ocurrió en Cuenca hace ahora cuatro años. Sergio Morate asesinó a su expareja Marina Okarynska cuando acudió a su casa a recoger algunas pertenencias. Laura del Hoyo, la amiga que la acompañaba en ese momento, también fue asesinada. Okarynska fue considerada víctima de la violencia machista; Del Hoyo no. Y no debería de haber sido así, considera Lorente. A su juicio, los familiares, amigos o parejas de la mujer también deben ser consideradas víctimas de la violencia machista. Y es que "la motivación criminal surge de la voluntad de llevar a cabo el crimen sobre la construcción de género". Esos asesinatos, añade, "surgen de la voluntad del homicidio de género". "A la pareja de la mujer la matan sólo para dañarla a ella y aleccionar a cualquier hombre que se acerque", dice.
Gonzalo, en cambio, mantiene una postura muy distinta. "La violencia de género es aquella que genera el hombre contra la mujer por el hecho de serlo. Para no desnaturalizar el concepto, no deberíamos contabilizar cosas que no son", explica. Y es que Gonzalo sostiene que para ese tipo de casos hay otro tipo de delitos como, por ejemplo, el de violencia doméstica. Este sería, precisamente, el aplicable en el caso ocurrido en Aranjuez el pasado fin de semana. Un hombre asesinó a las dos hermanas de su mujer e hirió a su madre. La policía descartó que se tratara de un caso de violencia de género pero, en caso de confirmarse de que la motivación del asesino fue hacer daño a su pareja, estas tres mujeres serían víctimas de la violencia doméstica.
Assiego, por su parte, es prudente en ambos sentidos. Opina que habría que ver cómo se puede abordar la recogida de esta información "para no invisibilizar a las víctimas directas de violencia machista, que son las mujeres". "Tendríamos que reformular las estadísticas para que tomemos conciencia de lo que son las mujeres víctimas y las personas víctimas en crímenes de violencia de género. Con ese matiz distinguiríamos a las mujeres hacia las que el hombre dirige el crimen de forma directa de las personas a las que ese asesinato se lleva por delante", indica. Del mismo modo opina Lorente, que destaca la fórmula que emplean algunos países latinoamericanos de introducir la figura de femicidio o feminicidio ampliado para incluir los asesinatos de personas del entorno.
"Hace falta una revisión estadística completa al abrigo de la legislación, como mínimo, de lo que indica el Convenio de Estambul", añade Soleto.
¿Y los menores?
Bien distinto es el caso de los hijos. Desde el año 2013 existe una estadística oficial que recoge los menores asesinados en el crimen de la madre y los huérfanos. Es lo que se denomina violencia vicaria. Este año, han sido 14 los niños y niñas que se han quedado huérfanos y uno el asesinado. Pero en estos últimos casos también hay lagunas, según explica Assiego. Y es que los menores que resultan asesinados en un contexto alejado de un crimen hacia su madre en ocasiones no forman parte de las estadísticas. "Es un criterio que está todavía sin concretar, no se cuenta automáticamente como los huérfanos o los asesinados en el mismo crimen cometido contra su madre", lamenta.
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Aun así, aunque la cifra de 1.000 mujeres no se corresponda con la realidad, Soleto opina que la cifra es, sin duda, un hito para la reflexión. "Tiene que servir para que nos demos cuenta del daño que hace" el machismo, dice. "Sabemos que la violencia de género es uno de los factores de riesgo para la salud y la vida de las mujeres más importante de todo el mundo. No está mal que tengamos un hito, aunque sea en torno a las cifras oficiales incompletas", opina.
Gonzalo, por su parte, cree que la cifra es el argumento perfecto para que se avance en la lucha contra la lacra. Pero ahora quienes tienen que hacerlo son los hombres. "El dato supone una media de 65 mujeres asesinadas al año, es decir, cinco al mes. Es una cifra que difícilmente podemos soportar. Y pienso que las mujeres hemos hecho todo lo que está en nuestra mano. Son los hombres quienes ocasionan la muerte de las mujeres, quienes las asesinan, y quienes tienen que hacérselo mirar y cambiar, despojarse del machismo", sentencia.