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"Mi nombre es Apostolos Mangouras, soy el último capitán del 'Prestige'": quién fue el culpable "oficial"

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David Lombao / (Praza.gal)

"Mi nombre es Apostolos Mangouras, ciudadano griego y por extensión europeo, soy el último capitán del Prestige, barco que desgraciadamente yace en el fondo del océano". Cuando Apostolos Ioannis Mangouras escribió estas líneas tenía 68 años. Nacido en Icaria, una isla en un mar que a Galicia le recuerda a una catástrofe marítima, el Egeo, llevaba más de cuarenta años trabajando como marinero y más de tres décadas capitaneando petroleros.

Estas palabras encabezaron una carta que Mangouras remitió a la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte. La había escrito desde la cárcel de Teixeiro (Curtis, A Coruña) a finales de enero de 2003, cuando llevaba ya algún tiempo en prisión provisional. El encarcelamiento eludible bajo fianza de tres millones de euros lo había dictaminado un juzgado de instrucción de A Coruña el 17 de noviembre de 2022, cuatro días después del inicio del naufragio y dos días antes de que el Prestige se partiera y se hundiera

La Capitanía Marítima de A Coruña lo denunció ante la Guardia Civil y lo acusó de delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente y, además, de desobediencia. Para encarcelarlo, el juez aludió a la posibilidad de que Mangouras entorpeciese la investigación o se diera a la fuga, así como a la alarma social provocada por el accidente, entre otras razones.

La intención de Mangouras con aquella misiva, que se pudo leer en gallego a través de la traducción que ofreció el desaparecido diario Vieiros, era agradecer las múltiples muestras de apoyo que había recibido desde su encarcelamiento e incluso el "alto nivel de humanidad" que, dice, había percibido en los policías con los que tenía que tratar. También, quería hacer pública su "única denuncia", que era "a la vez mi única pregunta": "Si no soy un ladrón, ni un asesino, ni un narcotraficante, ni un terrorista", sino "simplemente, un náufrago", "¿por qué estoy en la cárcel?", se preguntaba tras pasar la Navidad entre rejas.

Mangouras logró salir de la cárcel en febrero, cuando la aseguradora del armador del Prestige pagó la fianza —cuya imposición fue avalada por una estrecha mayoría en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en 2010, tras un recurso del capitán—. En aquellos días, el impacto de la marea negra del petrolero hundido seguía golpeando la costa gallega en medio de una fuerte polémica política protagonizada por los Gobiernos de la época, con Manuel Fraga en Galicia y José María Aznar en el Estado. Ambos gabinetes intentaron concentrar toda la responsabilidad de lo sucedido en el viejo marinero en edad de estar jubilado en la Unión Europea, pero al que la empresa Mare Shipping le había podido encomendar la singladura en sustitución de otro capitán, de nombre Kostazos, porque el Prestige, que Mangouras ya había dirigido en varias ocasiones, estaba abanderado en Bahamas y no en Grecia.

La tesis que defendieron las autoridades era sencilla. El Prestige se convirtió en una catástrofe porque Mangouras no hizo caso a las órdenes que el Estado español le dio de ser remolcado y ayudar a alejar el barco durante las primeras horas del naufragio. Lo acusaron de negarse al remolque y alegaron que solo atendió durante unas horas las órdenes de su jefe cuando, en rigor, estaba esperando a que la armadora terminara de negociar las condiciones económicas con la empresa de salvamento Smit Salvage para contratar los servicios del remolcador Ría de Vigo.

El capitán era el culpable oficial. El único. Vivió tal acusación como "un estigma que me acompañará durante toda mi vida" por poner "en tela de juicio mi capacidad profesional y mi sentido de la responsabilidad". "Deseo —agregó— a los responsables de mi situación que nunca tengan la oportunidad de sentir el dolor, la impotencia y la soledad que yo he sufrido durante todo este lamentable proceso".

Mangouras tuvo que volver a enfrentarse a esas acusaciones una década después, en 2012, durante el juicio por la catástrofe, al que asistió mientras pendía sobre él una petición de 12 años de prisión. Las autoridades españolas, lamentó en su declaración, escogieron "el peor rumbo posible" para el Prestige, internando el barco dañado y maltrecho en el temporal, condenándolo a "ser un ataúd flotante y dejarnos ahogar". "El Gobierno español llevó el Prestige a ninguna parte", añadió mientras reiteraba su convicción de que "si lo hubieran llevado a una ensenada", a un puerto refugio, "no habría perdido más cargamento y se habría salvado".

El viejo capitán también negó otro de los ejes de la acusación en su contra: la supuesta negativa a ser remolcado. Cuando el remolcador Ría de Vigo llegó junto al Prestige, explicó que "no me negué a que me remolcaran", sino que pidió poder hablar con su armador para que diera el visto bueno ya que una operación así "cuesta mucho dinero". "Si me hubieran dicho que me iban a dar un remolque gratis, les habría dicho que sí", en una situación que, describió, también se había retrasado porque estaba tratando de conocer qué era exactamente lo que le sucedía al buque, "un agujero de unos 15 o 18 metros".

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El juicio en la Audiencia de A Coruña terminó para Mangouras con una pena de nueve meses de prisión por desobediencia, a la que el Tribunal Supremo añadió dos años más por un delito medioambiental tras un recurso de la Fiscalía. "Mangouras asumió no sólo una navegación arriesgada, sino que creó un grave riesgo", concluyó el Supremo en un dictamen que, como el de la Audiencia, eximió de responsabilidad al Estado español y a las autoridades que dieron las órdenes, representados en el juicio por José Luis López Sors, director general de la Marina Mercante en el momento del accidente y único responsable político procesado por el naufragio del Prestige.

La suspensión de la pena por la Audiencia de A Coruña con la condición de que no volviese a cometer el delito por el que había sido condenado y su posterior remisión definitiva en 2019 —una vez transcurridos tres años, cuando el capitán estaba a punto de cumplir 85— evitó que Mangouras tuviese que volver a la cárcel, a pesar de que estuvo bajo control judicial y policial durante años. El capitán fue, en cualquier caso, la única persona que tuvo que poner un pie en prisión por el desastre del Prestige. Veinte años después, algunos de los protagonistas políticos de aquellos días lo dieron por fallecido en declaraciones recientes a programas como Salvados (laSexta), que fue a Grecia a buscarlo.

Aquí puedes leer el texto original en gallego.

"Mi nombre es Apostolos Mangouras, ciudadano griego y por extensión europeo, soy el último capitán del Prestige, barco que desgraciadamente yace en el fondo del océano". Cuando Apostolos Ioannis Mangouras escribió estas líneas tenía 68 años. Nacido en Icaria, una isla en un mar que a Galicia le recuerda a una catástrofe marítima, el Egeo, llevaba más de cuarenta años trabajando como marinero y más de tres décadas capitaneando petroleros.

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