Casi seis semanas después de las elecciones del 26J, España sigue sin Gobierno y los principales partidos no se han movido de sus casillas de salida: el PP cuenta únicamente con el apoyo de sus 137 diputados para reelegir a Rajoy, el PSOE mantiene el no al candidato conservadorno y asegura que nada va a "quebrar" su voluntad, Unidos Podemos se mantiene en segundo plano a la espera de lo que pueda pasar y Ciudadanos no da por su brazo a torcer: tras anunciar que regala su abstención en la investidura de Rajoy, ahora se resiste a negociar y terminar votando a favor.
En los últimos días, sin embargo, se ha incrementado la presión hacia los socialistas para que se abstengan y permitan que la legislatura arranque con un Gobierno en minoría de los conservadores. "Si Sánchez mantiene el 'no', volveremos a celebrar elecciones", dijo Rajoy el martes. "Si Sánchez vota 'no', estaremos condenador al bloqueo institucional y a repetir elecciones cada cierto tiempo", se sumó Rivera un día después. "Sánchez está empeñado en conducir a su propio partido y al país entero a un callejón sin salida", criticó duramente El País en su editorial este miércoles.
La presión no sólo ha venido de fuera: también han resurgido voces en el propio PSOE que han reclamado un debate para reconsiderar el rechazo a Rajoy o que, directamente, han pedido dejarle gobernar. En el partido se da casi por descontado que, cada cierto tiempo, Felipe González defenderá en público estas tesis, pero esta semana ha habido más: Zapatero reclamó este jueves "diálogo interno" y advirtió contra lo "inconveniente" de unas terceras elecciones, el aragonés Javier Lambán salió en su defensa, y este viernes Alfonso Guerra abogó por una abstención colectiva.
En medio de las declaraciones cruzadas entre dirigentes del PSOE, presentes y pasados, hay otra cuestión de fondo que todos tienen en mente y que, aunque en público está aparcada, condiciona todos los planteamientos: la celebración del próximo congreso del partido, en el que la miitancia socialista deberá elegir a su secretario general para los próximos cuatro años. El mandato de Sánchez, de hecho, está caducado desde febrero, pero tras discutir la fecha del cónclave en varias ocasiones, a finales de marzo se acordó postergarlo sin fecha fija hasta que haya nuevo Gobierno.
Los medios contra el líder de las bases
El martes, Sánchez se reunió con Rajoy por primera vez desde que éste fuera designado por el jefe del Estado para someterse al debate de investidura y reiteró por enésima vez que votará en su contra. Que Rajoy pacte con "las derechas"; el PSOE es la alternativa y la "izquierda", y no va a hacerle el trabajo, vino a decir Sánchez. Esa tenacidad en no abrir la puerta a la abstención tuvo una consecuencia inusual: el secretario general socialista consiguió poner de acuerdo a los cuatro grandes diarios madrileños. El País, El Mundo, Abc y La Razón se unieron el miércoles en sus críticas a la dirección del PSOE.
El Mundo le reprochó su "gesto de desprecio" al negarse a negociar con Rajoy, ABC lo tachó de hipócrita y le exigió una "rectificación" del PSOE y La Razón le afeó que se haya "desentendido de la situación". Pero si hubo un texto duro fue el publicado por El País:El País "Todos deberían mostrar la mejor disposición para alcanzar los pactos necesarios", "es irresponsable no dejar gobernar y no ofrecer una vía alternativa clara", "Sánchez practica un juego de verdades a medias o de simples falsedades para esconder su fracaso electoral en dos ocasiones consecutivas y su manifiesta incapacidad para afrontar este crítico momento".
En la dirección socialista, obviamente, no se comparte el argumentario del diario de Prisa. En Ferraz hace tiempo que se asume que el rotativo no es ya aquel periódico históricamente afín a sus tesis. Sin embargo, en el entorno de Sánchez creen que la extrema dureza del editorial del miércoles podría tener el efecto rebote de reforzarlo entre las bases. No en vano fueron los militantes quienes lo auparon a la Secretaría General hace poco más de dos años. Y Sánchez, en las últimas semanas, no pierde ocasión de recordar aquel voto "histórico" de los afiliados a modo de tarjeta de visita, de prensentarse como "el líder de las bases".
González y Zapatero, nuevos 'ídolos' del PP
Los dos últimos expresidentes socialistas se han sumado al coro de voces que cuestionan en público el rechazo total a Rajoy. Lo de Felipe González se da ya por descontado: en múltiples ocasiones ha expresado que los socialistas no deberían impedir la formación de un Gobierno y, aunque en público todos los actuales dirigentes subrayan que "respetan" su opinión, la dirección del PSOE reduce sus declaraciones a un pronunciamiento de carácter estrictamente "personal". El Comité Federal ya decidió votar "no" a Rajoy, le recuerdan.
Más novedosa resulta la entrada en escena de Zapatero. "El PSOE debe abrir un proceso de diálogo interno que aúne el máximo consenso posible" junto a la actual Ejecutiva, dijo este jueves el expresidente, quien sostuvo que la formación de un Gobierno "es compatible con le posicionamiento ideológico y con el objetivo de aunar posiciones muy distintas y, en muchos casos, antagónicas". Sus palabras fueron apoyadas por el aragonés Javier Lambán –"todo mi apoyo a la propuesta de debate interno de ZP. Yo ya vengo intentándolo, aún a costa de ser insultado por algunos compañeros", escribió en Twitter– y no cayeron bien en Ferraz.
La dirección socialista reprocha al expresidente que sus palabras debilitan el discurso de que es Rajoy quien debe moverse. Si el PSOE puede replantearse su posición, como pidió en público Zapatero, la presión se desvía inexorablemente del PP nuevamente hacia Ferraz. Y eso es lo que queire evitar a toda costa el entorno de Sánchez: que la presión para formar Gobierno esté sobre sus 85 diputados. Por si quedaban dudas, el portavoz en el Congreso, Antonio Hernando, llamó a mantener prietas las filas este viernes: "A los socialistas no nos van a quebrar y no vamos a cambiar de opinión", dijo en una rueda de prensa.
La negativa de Sánchez a abstenerse ha tenido otra consecuencia insólita: no sólo ha alineado a los principales periódicos de Madrid, también ha conseguido que el PP alabe a Zapatero. Según el vicesecretario Sectorial de los conservadores, Javier Maroto, la de Zapatero es una voz "autorizada, reconocida, potente" a la que hay que reconocer el "valor y la valentía" de "ejercer una oposición pública a su secretario general" para señalar que "se equivoca" en su "boicot" al PP. Hernando le respondió horas después: "Si el PP tiene la ensoñación de quebrar la voluntad de los dirigentes del PSOE, que pierda toda esperanza".
Nadie quiere moverse de la foto
Lo cierto es que, más allá de las voces de expresidentes y dirigentes de la vieja guardia socialista, son pocos los actuales cargos que cuestionan en sus declaraciones la oposición a Rajoy. El único barón que en público ha abierto esa puerta fue el extremeño Guillermo Fernández Vara, y sus tesis tampoco encajan con el escenario actual, porque lo que planteó en público es que sería complicado sostener el veto del PSOE si el PP consiguiera el "sí" de Ciudadanos: A ver "quién es el guapo" que se opone a que haya Gobierno en ese escenario, se preguntó a principios de julio. Pero Rajoy sigue en los 137.
Y mientras siga atascado en esa cifra, no hay nadie en las filas socialistas que se plantee seriamente la conveniencia de abstenerse. "Rajoy no está haciendo méritos para movernos. Si avanzase con Ciudadanos sería otra cosa. Cuanto más evidente sea que casi lo tiene hecho, más se entendería que nos abstuviéramos, pero ahora es prematuro modificar la posición que se acordó en el Comité Federal", comenta un diputado de larga trayectoria que no rechaza la abstención condicionada en el último minuto, pero que sólo contempla esa posibilidad si Rajoy va a la investidura con el "sí" de Rivera.
Así las cosas, nadie se mueve: Sánchez y los suyos mantienen el rechazo a Rajoy convencidos de que el primero que dé el paso hacia la abstención perderá apoyos entre la militancia. Los críticos, quienes preparan su relevo, en un cálculo no muy diferente, han extendido la consigna de que "hay que dejar hacer al secretario general", que no puede haber terceras elecciones y que el PSOE tiene que ir de cabeza a la oposición. En otras palabras: una estrategia para que si finalmente sus 85 diputados tienen que dejar gobernar al PP, la factura en términos de desgaste entre las bases la pague Sánchez.
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Una batalla aplazada
Porque esa factura, coinciden los distintos sectores del PSOE, podría ser determinante en el próximo congreso del partido. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo se celebrará: hubo quien exigió que se le pusiera fecha inmediatamente después del 20D, en enero se acordó celebrarlo en mayo, según los estatutos tocaba a más tardar en febrero, y en el Comité Federal del 2 de abril se aplazó formalmente y sin fecha. Es decir, cambios constantes en el calendario para que, al final, la disputa definitiva, la que viene condicionando los movimientos de los socialistas desde hace mucho, quedara postergada sine die hasta que haya Gobierno.
Sánchez quiere revalidar su cargo. Cree que su única opción es no ceder ante el PP, incluso si eso implica unas terceras elecciones que se presentarían menos cuesta arriba que las segundas, entre otras cuestiones porque Podemos está debilitado. De cara al congreso del PSOE la andaluza Susana Díaz también ha afirmado a su entorno que dará el paso, aunque en otras ocasiones se echó atrás. Y algunos cargos medios han explorado terceras vías, como la del aragonés Ignacio Urquizu. Sea cómo y cuándo sea, lo seguro es que el cónclave se celebrará... y que todos quieren llegar en la mejor posición posible para tomar las riendas del partido.
Casi seis semanas después de las elecciones del 26J, España sigue sin Gobierno y los principales partidos no se han movido de sus casillas de salida: el PP cuenta únicamente con el apoyo de sus 137 diputados para reelegir a Rajoy, el PSOE mantiene el no al candidato conservadorno y asegura que nada va a "quebrar" su voluntad, Unidos Podemos se mantiene en segundo plano a la espera de lo que pueda pasar y Ciudadanos no da por su brazo a torcer: tras anunciar que regala su abstención en la investidura de Rajoy, ahora se resiste a negociar y terminar votando a favor.