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El Partido Popular Europeo retrasa el nombramiento de los altos cargos para que Von der Leyen gane tiempo

La cena informal que celebraron los dirigentes de los 27 este lunes en Bruselas debía ser la que diera el pistoletazo de salida al proceso de renovación de las cúpulas de las instituciones europeas. Todo estaba listo. Entre las conversaciones de Emmanuel Macron, Olaf Scholz y Giorgia Meloni en el pasado G7 de Italia y las celebradas durante la cumbre sobre Ucrania organizada en Berlín este pasado fin de semana, todo parecía claro. La conservadora alemana Úrsula Von der Leyen renovaría para un segundo mandato al frente de la Comisión Europea. El socialista portugués Antonio Costa sería el nuevo presidente del Consejo Europeo en sustitución del liberal belga Charles Michel. La primera ministra liberal estona Kaja Kallas sucedería al socialista español Josep Borrell como jefa de la diplomacia del bloque. Y la popular maltesa Roberta Metsola seguiría dos años y medio más como presidenta del Parlamento Europeo, para dejar su puesto en enero de 2027 a alguien de los socialistas (un italiano o la española Iratxe García).

Todo parecía hecho cuando los populares sacaron de la chistera una propuesta que bloqueó la cumbre. El Partido Popular Europeo quiere que, por primera vez desde su creación, la presidencia del Consejo Europeo se reparta 2,5 años entre ellos y los socialistas, que asumirían este verano el cargo con Costa para entregarlo a un popular en enero de 2027. A partir de ahí, con ese reparto, los populares tendrían en sus manos tanto la Comisión Europea como el Consejo Europeo. Es una propuesta que se hace a sabiendas de que no iba a ser aceptada, porque constituiría una bajada de pantalones en toda regla para los socialistas, cuyo único alto cargo, Costa, sólo lo sería media legislatura cuando los socialistas estaban aceptando que la conservadora Von der Leyen presidiera la Comisión Europea dos legislaturas, una década.

La mayoría de los dirigentes dijo el lunes que la idea de aplazar una decisión que horas antes parecía hecha se debe a que se decidió escuchar los programas (más bien las ideas, porque a ninguno se le ha pedido un programa de gobierno o similar) de quienes han sido propuestas.

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Fuentes cercanas al presidente del Consejo Europeo Charles Michel, de los liberales franceses y del grupo socialista europeo entienden que el Partido Popular Europeo no bloqueará durante meses los nombramientos con una línea roja recién sacada de la chistera y que en realidad lo que busca es ganar tiempo. Si los nombramientos salían -aún informalmente- anoche, el Parlamento Europeo debería votar la ratificación de Von der Leyen la primera semana de sesiones plenarias de los nuevos eurodiputados, la que irá del 15 al 18 de julio. Eso deja a la alemana con apenas un mes para intentar ganarse los votos que le faltan ahora mismo para completar una mayoría absoluta que debe alcanzar los 361 eurodiputados.

La elección de Von der Leyen no es precisamente la del entusiasmo. La alemana renovará en el cargo, si pasa ese complicado filtro en el Parlamento Europeo, casi porque nadie ha presentado una opción más atractiva que cuente con el respaldo del Partido Popular Europeo, que como primera fuerza política del Parlamento Europeo y con 12 jefes de Estado o de Gobierno entre los 27, debe ser quien ponga el nombre de la presidencia de la Comisión Europea.

Los dirigentes adelantaron también el debate de la segunda fila de nombramientos, porque no todos los comisarios tienen carteras del mismo peso. En la última Comisión había siete vicepresidencias, pero sólo tres reales, tres ejecutivas. Las discusiones de los últimos días hablan de crear cuatro vicepresidentes ejecutivos. Una de esas vicepresidencias ejecutivas seria para el francés Thierry Breton (mercado interior e industria militar) si Macron no decide a última hora enviar a Bruselas a su actual ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, quien podría asumir esa misma cartera o una económica. La segunda sería para Teresa Ribera con una vicepresidencia de Energía y Clima. La tercera, probablemente, para un italiano, que tendría contenido económico, pero que deberá ser alguien presentable, no un ultraderechista, porque de lo contrario no pasaría el filtro del Parlamento Europeo. Y la cuarta podría ser para Polonia, Suecia, Bélgica o Grecia.

La cena informal que celebraron los dirigentes de los 27 este lunes en Bruselas debía ser la que diera el pistoletazo de salida al proceso de renovación de las cúpulas de las instituciones europeas. Todo estaba listo. Entre las conversaciones de Emmanuel Macron, Olaf Scholz y Giorgia Meloni en el pasado G7 de Italia y las celebradas durante la cumbre sobre Ucrania organizada en Berlín este pasado fin de semana, todo parecía claro. La conservadora alemana Úrsula Von der Leyen renovaría para un segundo mandato al frente de la Comisión Europea. El socialista portugués Antonio Costa sería el nuevo presidente del Consejo Europeo en sustitución del liberal belga Charles Michel. La primera ministra liberal estona Kaja Kallas sucedería al socialista español Josep Borrell como jefa de la diplomacia del bloque. Y la popular maltesa Roberta Metsola seguiría dos años y medio más como presidenta del Parlamento Europeo, para dejar su puesto en enero de 2027 a alguien de los socialistas (un italiano o la española Iratxe García).

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