Pasear el perro, leer un libro, jugar al fútbol, cocinar… Algunos coincidirán y otros no. Pero lo que probablemente una este sábado a todos los líderes políticos, por primera vez en una jornada de reflexión, sea su pensamiento sobre futuros pactos.
Las primeras elecciones que, según las encuestas, harán realidad en España el inicio del fin del bipartidismo se disputan este domingo en Andalucía con varias posibilidades de acuerdos, todos a partir del PSOE, el partido al que las demás fuerzas políticas –aunque no lo admitan en público– ya dan como ganador. Los sondeos otorgan a los socialistas entre 40 y 50 escaños, insuficientes en el mejor de los casos para alcanzar los 55 necesarios para no depender de nadie. Es decir, para lograr la mayoría absoluta.
Podemos se sitúa en la mejor posición –con hasta 24 escaños– para editar un pacto similar al suscrito por PSOE e IU en la última legislatura. Una diferencia entre aquel escenario y el de estas elecciones es que en 2012 el enemigo principal de la izquierda lo encarnaba el PP, y ahora en ese terreno minado entra también el PSOE, con el mismo grado de peligrosidad. “PSOE y PP la misma mierda es”, se ha escuchado esta campaña en los mítines de la candidata andaluza, Teresa Rodríguez. “Tendría que dar un giro de 180 grados en sus políticas para llegar a un acuerdo”, han sostenido desde el principio los líderes de Podemos sobre una posible alianza con los socialistas.
Otra diferencia es que, en esta cita, los nuevos partidos estudian con cautela sus pasos de cara a las consecuencias que puedan arrastrar en las municipales y, sobre todo, en las generales: los comicios que se reserva Podemos para poner toda la carne en el asador. Porque, efectivamente, todo indica en este momento que las andaluzas serán las primeras elecciones en las que nuevas fuerzas políticas accedan al arco parlamentario –que ya acogió en Andalucía a cuatro distintas mientras el Partido Andalucista obtuvo representanción–, pero no parecen ser las mejores para que esos partidos entren con la fuerza que le pronostican los sondeos en España, donde el PSOE, a diferencia de Andalucía, pasa por sus horas más bajas y Podemos tiene mucho más tirón.
Desde que la presidenta andaluza convocara los comicios, las reacciones públicas en el partido liderado por Pablo Iglesias no han mostrado una excesiva preocupación, pero tampoco una excesiva tranquilidad. Son conscientes de que cualquier movimiento inconveniente en Andalucía puede ser un lastre para su credibilidad y, por tanto, para sus amplias expectativas de victoria en el país. “Antes de que se den informaciones dudosas. Teresa Rodríguez no va a ser consejera de un Gobierno presidido por Susana Díaz. Fin de la cita”, tuvo que aclarar la candidata en su cuenta de Twitter esta misma semana tras una respuesta ambigua en una entrevista en Cuatro.
Si desde Podemos esta opción no está muy clara, la posibilidad de acuerdo entre Susana Díaz y Teresa Rodríguez se convierte ya en absolutamente remota atendiendo a la insistencia de la candidata socialista, quien desde el minuto cero no ha parado de repetir que no pactará con un partido con el que no tiene nada que ver, un partido que –según denuncia– ha comprado la idea negativa del PER en Andalucía, que prima las ideas de sindicalistas como Diego Cañamero y Juan Manuel Sánchez Gordillo y que –añade– no ha permitido avanzar a la gente del campo.
Se aleja el fantasma de la gran coalición PSOE-PP
La rotundidad de la presidenta al descartar igualmente un pacto con el PP, al que las encuestas devuelven a su eterno segundo lugar en la comunidad con entre 29 y 40 escaños, alejan del escenario político andaluz el fantasma de la gran coalición, creado por el expresidente Felipe González, aprovechado por el PP y alimentado por Podemos e Izquierda Unida con un potente argumento: el acuerdo al que los aún partidos mayoritarios llegaron para cambiar el artículo 135 de la Constitución, con Zapatero al frente de los socialistas. “Sería antinatural. El PSOE andaluz no quiere suicidarse. Jamás pactaremos con quien tanto daño ha hecho a Andalucía”, reflexionan en el partido.
Los votantes socialistas nunca perdonarían un pacto con el PP en una tierra, además, donde la derecha suscita más rechazo que en el resto de España. Lo que sí ha aventurado el PP en palabras del mismo Rajoy –y también Podemos– es que no impedirá la investidura de la presidenta. Esa generosidad, no obstante, está más relacionada con las generales que con las andaluzas: aunque el PP se abstenga, Díaz será presidenta.
En Madrid, en cambio, Rajoy sí puede necesitar la garantía de que el PSOE respete la lista más votada. Por otro lado, el candidato andaluz del PP, Juanma Moreno Bonilla, caería en una flagrante contradicción al haber propuesto insistentemente que gobierne el que consiga más votos. “El PSOE pactará con cualquiera, incluido Podemos”, viene repitiendo Moreno Bonilla ante las prácticamente nulas posibilidades de un pacto entre su partido y cualquier otra fuerza política en una comunidad donde el voto suma mayoría de izquierdas.
Miembros de Podemos, en el mitin de cierre de campaña de las andaluzas del 22-M, en Dos Hermanas (Sevilla), este 20 de marzo | EFE
Los malos resultados que auguran los sondeos para Izquierda Unida, relegada al quinto puesto tras la irrupción de Ciudadanos, dificultan igualmente una reedición del pacto con los socialistas. Muchos militantes consideran, de hecho, que ahora están pagando las consecuencias de ese acuerdo que tantas veces había pedido dinamitar Julio Anguita.
Durante su intervención en el mitin del pasado miércoles en Málaga, el exalcalde de Córdoba fue nuevamente claro: si hay algún partido con el que tienen que pactar es con Podemos. Es evidente que las relaciones tras la ruptura con el PSOE se deterioraron pero no lo suficiente como para poder llegar a un nuevo pacto, a pesar de Anguita.
Aunque el nuevo referente nacional de IU, Alberto Garzón, ha manifestado su absoluto desacuerdo con las políticas de Susana Díaz –quien a su vez lo acusó de haber propiciado la ruptura del pacto–, el candidato andaluz, Antonio Maíllo, nunca ha dado un portazo definitivo a esa posibilidad.
Cuando de verdad estuvieron rotos los puentes con el PSOE fue durante la época de la pinza, en la que Izquierda Unida se alió con el PP en contra de los socialistas, entre 1994 y 1996. Desde entonces, Izquierda Unida no ha pagado un precio tan caro: de los 20 diputados cosechados en 1994, bajó a 13 en 1996 y a seis en el año 2000. El peor escenario pronosticado por las encuestas para el 22-M reduce el resultado a entre cuatro y cinco escaños.
PSOE-Ciudadanos, la opción más probable de pacto
El repentino ascenso de Ciudadanos, con el que nadie contaba y al que los sondeos otorgan hasta 12 escaños, se convierte por tanto en la opción más probable de un pacto con el PSOE, aunque dependerá de si ambos suman suficientes diputados para alcanzar la mayoría.
A diferencia de la rotundidad con la que dice que no a PP y Podemos, la presidenta de la Junta nunca se ha referido claramente al partido liderado por Albert Rivera y, cuando se le ha preguntado, ha tirado por los cerros de Úbeda para evitar cualquier posicionamiento.
Albert Rivera y el candidato de Ciudadanos a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Juan Marín, este 20 de marzo en Sevilla | EFE
Rivera sí ha respondido que en su partido no se presentan para entrar en una consejería o conseguir “un carguito”. Y el candidato andaluz, Juan Marín, también ha insistido en que sólo entrarían en la Junta para gobernar. Es decir, si ganaran. Estas afirmaciones, sin embargo, no se alejan mucho de la línea de la ambigüedad mantenida en general por los partidos durante la campaña, que aumenta en el caso de Marín, al estar gobernando con los socialistas en el Ayuntamiento de su pueblo, Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).
Los intereses de cada partido para tomar posición en el nuevo mapa político que se avecina y las diferencias ideológicas entre unos y otros hacen en cualquier caso muy difícil un pacto de Gobierno como el que, tras la victoria del PP, permitió al PSOE conservar la Junta en los últimos tres años.
Tampoco resulta probable, con los datos actuales, un pacto a tres entre PSOE, Ciudadanos e IU, o PSOE, Podemos e IU. Si, como dicen las encuestas, los socialistas no consiguen la amplia mayoría en la que aún parecen confiar, Susana Díaz gobernará efectivamente en solitario pero absolutamente condicionada a los acuerdos parlamentarios con otras fuerzas, sobre todo a la hora de negociar la principal ley del año: los presupuestos. Aunque los de este año ya fueron aprobados por el bipartito antes de su ruptura.
Los antecedentes del PSOE en minoría
No es la primera vez que sucede en la historia electoral de Andalucía. Tras tres primeras legislaturas con mayorías absolutas –la primera con Rafael Escuredo, la segunda con José Rodríguez de la Borbolla y la tercera con Manuel Chaves–, el PSOE obtuvo en 1994 el peor resultado hasta ahora: 45 diputados frente a los 41 del PP y los 20 de Izquierda Unida. Arrancó la época de la pinza, que terminó con unas elecciones anticipadas dos años después, en 1996, ante la imposibilidad de cerrar el presupuesto.
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El PSOE no pagó ningún precio. Al contrario. Salió reforzado de ello y volvió a rozar la mayoría con 52 diputados, lo que puede servir también ahora de aviso a Podemos en el caso de que caiga en la tentación de bloquear cualquier iniciativa del PSOE uniéndose al PP. En aquellas elecciones de mayoría insuficiente, los socialistas pactaron con el Partido Andalucista, que obtuvo 4 diputados. El acuerdo se reeditó en la siguiente legislatura, donde los andalucistas –hoy fuera del Parlamento– sumaron un diputado más e IU registró el mayor desplome: de los 13 obtenidos en 1996 bajó a seis.
Tras recuperar la mayoría absoluta en los comicios de 2004 y 2008, los socialistas perdieron por primera vez las elecciones en Andalucía en 2012. El ascenso de IU a 12 diputados les ayudó a conservar la Junta y frenar al PP de Javier Arenas. Tras el 22-M, con la hipótesis de un nuevo Gobierno en solitario, es muy probable que Izquierda Unida haga valer su enfado por la ruptura del pacto para arrancar compromisos a la hora de negociar los presupuestos. Ahora sí fuera de San Telmo.
Aun así, y salvo desastre, en el PSOE no existe una especial preocupación por tener que gobernar en solitario: cuentan con que la oposición es tan dispar que resulta inimaginable un bloque unitario antisocialista.
Pasear el perro, leer un libro, jugar al fútbol, cocinar… Algunos coincidirán y otros no. Pero lo que probablemente una este sábado a todos los líderes políticos, por primera vez en una jornada de reflexión, sea su pensamiento sobre futuros pactos.