Un paso más para las 'kellys' tras la huelga en Baleares: "Nunca pensamos dónde queríamos llegar, sino lo que queríamos cambiar"

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Empezaron a organizarse hace ya cinco años, a poner en común sus problemas, a sentar las bases para exigir cambios reales. La lucha de las camareras de piso ha culminado este fin de semana en una huelga de dos días en Ibiza y Formentera, con el respaldo de la CGT. El paro, de 48 horas, ha tenido un seguimiento aproximado de dos mil trabajadoras, pero sólo en territorio ibicenco. No ha sido fácil, reconocen las organizadoras, pero ha significado un antes y un después para todas.

Milagros Carreño preside la organización de kellys creada hace apenas un mes en Ibiza y Formentera. Al otro lado del teléfono admite que el trabajo previo ha sido duro. En especial "reunir y convocar a las mujeres", aclara, porque después de horas trabajando el cuerpo pide descansar, no participar en asambleas. El estado físico de las trabajadoras, muestra de las condiciones precarias que denuncian, no ha sido el único obstáculo. "La mayoría no se ha sumado por miedo y otras lo han hecho a pesar de las coacciones y las amenazas", dice Carreño.

El trabajo, continúa la trabajadora, "ha sido muy cansado y muy pesado", pero hoy hace balance y reconoce que "nunca había pensado" llegar hasta tal punto. "Todo empezó pidiendo permiso para salir a la calle un 25 de agosto", recuerda. Ahora espera que el pasado dado por las trabajadoras tenga repercusión en todo el Estado, que "salgan a la calle" las demás compañeras, porque todas, afirma, están batallando por lo mismo.

Objetivo común

Fuera de las fronteras baleares coinciden. El objetivo es común y el precedente no admite discusión. "Lo hemos vivido con todas las ganas de apoyarlas desde la distancia", afirma Teresa Vega, presidenta de las kellys en Las Palmas de Gran Canaria. "Han sido muy valientes y han dado un paso muy importante", celebra la trabajadora, quien subraya que el movimiento no es uno más en el tablero, sino que "va a suponer un antes y un después, una referencia a seguir". Pero sobre todo la evidencia de que "las camareras de piso unidas" pueden "conseguir muchas cosas".

El entusiasmo es compartido. Desde Lloret de Mar, Eulalia Corralero insiste en que "el balance de la huelga ha sido muy positivo" y recuerda que en Ibiza "parte de los contratos son eventuales", de manera que "se han jugado mucho". Ángela Muñoz, vicepresidenta de la asociación a nivel estatal, recupera lo que para ella es un mantra: "Nuestros problemas se arreglan con tres días de habitaciones sucias y brazos caídos". La trabajadora recuerda que todo lo que denuncian "está avalado por la realidad" y las consecuencias de la precariedad en sus empleos no sólo repercute en su salud, sino que también supone un dardo directo "a la calidad del servicio". Coincide en que existe "mucho miedo y mucha indefensión", pero cree que la huelga en las islas "sienta un precedente y lanza un mensaje claro: si nos juntamos no van a poder anularnos".

Vega reflexiona también sobre el camino recorrido. "Nunca pensamos dónde queríamos llegar, pensamos lo que queríamos cambiar", reconoce. Y aunque no imaginaron tener la repercusión que han alcanzado, su objetivo siempre fue decirse unas a otras que todas están "pasando por lo mismo" y que "la mejor manera de cambiar las cosas es con la lucha y la constancia, como se ha hecho siempre". Todo ello, añade, con la fuerza que les ha brindado tantos años de soportar "humillaciones, estrés, sobrecarga laboral e ir a trabajar enfermas". Es necesario sacar esa fuerza, prosigue Vega, porque la organización y la movilización también "desgasta muchísimo: algunas compañeras se van quedando por el camino y otras se van desilusionando". Sin embargo, subraya, "cuando una da un paso atrás, las demás estamos para mantenerla y decirle que no está sola". Es quizá ése el mayor logro de las kellys.

La 'tibieza' de los sindicatos

La convocatoria de la huelga no ha sido sencilla. No sólo por lo difícil de superar las barreras laborales, físicas y mentales, sino también por una cuestión logística. "Hemos pedido ayuda a CGT, pero antes habíamos tenido reuniones con otros y nadie nos daba opciones", explica Carreño, quien se expresa manifiestamente crítica con los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT. Según la trabajadora, el mensaje de estas organizaciones sindicales es que "las cargas de trabajo ya están reguladas", de manera que si a las empleadas "les queda trabajo, lo que tienen que hacer es irse". "Pero las mujeres tienen miedo", reitera Carreño, algo que los sindicatos mayoritarios no han sabido comprender. Lo cierto es que la regulación de la carga de trabajo viene fijada por la Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales, pero las kellys en huelga critican que la norma se viene violando de forma sistemática en el sector.

Muñoz se pregunta, en este punto, "qué no podrán hacer los sindicatos mayoritarios teniendo medios". Pero la pregunta se queda en el aire. "Nosotras nos hemos unido y asociado, así que los sindicatos hay algo que no han estado haciendo bien", razona Vega. Y aunque matiza que "muchas delegadas están haciendo su trabajo estupendamente", denuncia que "no tienen suficiente apoyo".

Corralero cree que los sindicatos mayoritarios "tienen que tomar nota" porque hasta el momento "sólo los pequeños están respondiendo". Detrás de este descontento se encuentra, dice la activista, el hecho de tratarse de trabajo doméstico, feminizado y con escaso reconocimiento. Al final, observa, "en las cúpulas de los sindicatos solamente hay hombres, es un residuo del sistema patriarcal". En ese callejón, asegura, sólo queda una salida: presionar.

Pese a las críticas, el viernes CCOO se posicionó en apoyo de la movilización en las calles –aunque no de la huelga– y dijo estar peleando por "la dignificación" de las empleadas. El sindicato, señaló a través de un comunicado, "sigue luchando por la derogación de las reformas laborales para cambiar el actual modelo de relaciones laborales en materia de contratación, subcontratación y sucesión de empresas", pero además "sigue denunciando los convenios de empresas de multiservicios que, en muchos casos, son fraudulentos y diseñados específicamente para realizar las operaciones de externalización".

Objetivos y reivindicaciones

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Aunque la organización de las kellys ha ido en aumento, los objetivos se mantienen inmutables. "Vamos pasito a pasito, pero la situación es la misma", lamenta Vega, quien critica que su lucha esté "en boca de todos" pero nadie haya "puesto las medidas necesarias" para solventar los problemas existentes.

Sus objetivos son claros. Rechazan la externalización de sus servicios, piden jubilación anticipada para las trabajadores que padecen mayor desgaste, una rebaja de la sobrecarga laboral o el cumplimiento de los estudios ergonómicos y test psicosociales relativos a las condiciones laborales. Aunque es cierto que existen determinadas diferencias territoriales –algunos convenios son mejores que otros–, Vega recuerda que "las mejoras de unas no las tienen otras". Y eso no les vale, ellas quieren una situación digna para todas.

A finales del año pasado las camareras de piso lograron por vez primera el reconocimiento de enfermedades profesionales propias, concretamente aquellas causadas por movimientos repetidos en brazos y manos, como el síndrome del túnel carpiano. "Pero queda mucho pendiente", concluye Carreño.

Empezaron a organizarse hace ya cinco años, a poner en común sus problemas, a sentar las bases para exigir cambios reales. La lucha de las camareras de piso ha culminado este fin de semana en una huelga de dos días en Ibiza y Formentera, con el respaldo de la CGT. El paro, de 48 horas, ha tenido un seguimiento aproximado de dos mil trabajadoras, pero sólo en territorio ibicenco. No ha sido fácil, reconocen las organizadoras, pero ha significado un antes y un después para todas.

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