Fue apenas tres días antes de que París encendiera el pebetero. El presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), José Manuel Rodríguez Uribes, señaló que España viajaba hasta la capital francesa con el objetivo —factible, además— de superar su medallero récord en unos Juegos Olímpicos: el de Barcelona 92, donde se consiguieron 22 metales. La realidad se vio en cambio una vez apagada la llama. España consiguió 18: cinco de oro, cuatro de plata y nueve de bronce. Cuatro menos de las esperadas. Y por las que se luchaba. Pero lo cierto es que nunca nos hemos acercado a ese techo. Ni mucho menos a países como Estados Unidos o China, pero tampoco a otros que se asemejan más a nuestra realidad —Francia, por ejemplo, ha terminado con 64; Italia, con 40.
"No es el resultado esperado", lamentó el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, este domingo. "Esto es deporte", añadió. No es nada matemático, pero sí es algo donde los números tienen mucha importancia. Casi toda. Así lo señaló él también: "Cuando hablemos del medallero, hablemos de inversión", apuntó, denunciando que tras los metales conseguidos —o, más bien, los no conseguidos— se encuentran los fondos empleados para ello. Porque en eso tampoco nos acercamos a los podios.
La comparativa con los países de nuestro entorno es clara. Según los últimos datos publicados por Eurostat, España se queda a las puertas del bronce con un cuarto lugar en el ránking de la inversión pública de la Unión Europea en servicios recreativos y deportivos. En concreto, con algo más de 5.000 millones en 2022. ¿Y el resto? Pues Italia por ejemplo es bronce con más de 5.500 mientras que Alemania se lleva la plata con más de 9.400. Francia, la anfitriona, es oro: invirtió en ese año más de 13.000.
No parece casual por tanto que Francia haya superado por nada menos que 31 metales el medallero que obtuvieron en las últimas olimpiadas, Tokyo 2020. No es tanto por tener el papel de anfitrión —que juega en favor de los deportistas, claro—, sino por el dinero que se invierte para la ocasión. La muestra más cercana para nosotros es Barcelona 92.
Habían pasado ya diez años desde el Mundial de Fútbol también celebrado en la capital catalana, pero ese tiempo no había sido suficiente para superar el fracaso de la selección, que cayó eliminada en segunda ronda con tan sólo una victoria. No se podía repetir lo mismo. Barcelona 92 debía ser la redención del deporte español. "Lo que ocurrió en 1982 fue una vergüenza. Por tanto, los jefes pensaron que no podía repetirse en Barcelona. Y espabilaron", señaló en una entrevista en El Confidencial Fernández Sánchez Bañuelos, el ejecutivo del "plan" que se puso en marcha entonces para cumplir, esta vez sí, con esa expectativa.
Se bautizó Plan ADO (por las siglas de la Asociación de Deportistas Olímpicos, formada por el Comité Olímpico Español, el Consejo Superior de Deportes y RTVE) y se basó en la ayuda que distintos patrocinadores privados ofrecían a deportistas de élite. Funcionó tan bien que se generó hasta un vínculo. Leche Pascual se relacionó con la natación, Coca-Cola con el atletismo y Seat con el ciclismo. En total, 48 compañías que entre 1988 y 1992 pusieron 79 millones encima de la mesa.
Muy lejos quedan ya esas cifras. Porque el plan sigue activo, pero de manera mucho más precaria. Tan sólo en el ciclo olímpico inmediatamente posterior a los Juegos de Barcelona 92 las compañías ya rebajaron la inversión a 32 millones, una cifra que repuntó hasta las 63 en el ciclo entre 2004 y 2008, cuando España obtuvo 19 metales. Desde entonces, más declive, según los datos que recoge Statista: entre 2008 y 2012, 52 millones (y 20 medallas); entre 2012 y 2016, 36 millones (y 17 medallas); y entre 2016 y 2020, 22 millones, menos que nunca (y 19 medallas).
La otra cara: la inversión pública
Pero lógicamente no toda la inversión en deporte es —ni debe ser— privada. Y ahí la realidad es muy diferente. Según las cifras que publica el Consejo Superior de Deportes en su página web, en 2023 el organismo batió un nuevo récord de inversión, destinando 375 millones de euros (un 19,5% más que un año antes). "Con este presupuesto, la inversión en deporte a lo largo de la legislatura alcanza un total de 1.149 millones de euros", celebra el Gobierno, que detalla que el montante se extrae del presupuesto ordinario (235 millones) y del procedente de los Fondos Europeos del Plan de Recuperación (otros 140 millones).
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Más allá de eso, y específicamente de cara a París 2024, el Gobierno puso en marcha lo que denominó Team España, un proyecto con el objetivo de dar "impulso" al deporte español mediante dos vertientes: "Intensificar la preparación olímpica y paralímpica de los deportistas y equipos que competirán en París 2024 y potenciar aquellas disciplinas deportivas estratégicas en la proyección de la imagen de España en todo el mundo", explicó el propio Ejecutivo.
Se asoció a una dotación económica concreta: 50 millones de euros para el trienio 2022-2023-2024, es decir, apenas 16,6 millones de euros por año. De él se han beneficiado hasta 230 deportistas, además de entrenadores y personal técnico.
Pero parece que no es suficiente. Y que lleva siendo así desde hace años. Es más, la consultora Deloitte publicó en 2018 un informe encargado por el Comité Olímpico Español y la Asociación del Deporte Español (ADESP) que comparó nuestro país con Reino Unido, Alemania, Australia, Francia, Italia, Países Bajos, Canadá, Nueva Zelanda, Dinamarca y Bélgica y llegó a una tajante conclusión: España se encuentra 120 millones de euros por debajo de la media de subvenciones. Por eso, aun así, hay un dato positivo que destacó Blanco este domingo: "España es el país con mejor coeficiente entre resultados deportivos e inversión". Dicho de otro modo: bastante bien parados salen nuestros deportistas de citas como las de París con las pocas oportunidades que se les ofrecen.
Fue apenas tres días antes de que París encendiera el pebetero. El presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), José Manuel Rodríguez Uribes, señaló que España viajaba hasta la capital francesa con el objetivo —factible, además— de superar su medallero récord en unos Juegos Olímpicos: el de Barcelona 92, donde se consiguieron 22 metales. La realidad se vio en cambio una vez apagada la llama. España consiguió 18: cinco de oro, cuatro de plata y nueve de bronce. Cuatro menos de las esperadas. Y por las que se luchaba. Pero lo cierto es que nunca nos hemos acercado a ese techo. Ni mucho menos a países como Estados Unidos o China, pero tampoco a otros que se asemejan más a nuestra realidad —Francia, por ejemplo, ha terminado con 64; Italia, con 40.