Las plataformas sociales se movilizan contra los planes de Davos para el mundo

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Bono, el cantante de U2 que se desvive por el futuro del mundo pero no se priva de su sociedad offshore en Malta, se refirió en 2006 a la élite política y económica que se reúne anualmente en el Monte de Davos, en Suiza, como "fat cats". Literalmente serían "gatos gordos", aunque el significado figurado en Reino Unido tiene más enjundia porque apunta a esos súper ejecutivos y banqueros que amasan fortunas espectaculares con conductas moralmente dudosas, digamos en la City. "Peces gordos", cabría traducir, aunque no sería exacto. Bono debía estar incluido en el saco; no en vano, aquel año era uno de los invitados al Foro Económico Mundial, adonde acudió básicamente a decir que había que ser incansable en la lucha contra el sida. Pero en realidad él se refería a los demás con lo de "fat cats". No a sí mismo. Bono iba allí como crítico, un poco a lo Al Gore, voz de la conciencia del sistema. Es una de las características de Davos: una supuesta ambivalencia que sus detractores tildan de monumento al cinismo. En Davos está, presente o como financiador, lo más de lo más del ultraliberalismo capitalista mundial, pero el foro se arroga el estatus de espacio de discusión, reflexión o incluso disidencia (eso sí, interna).

¿Humo? ¿Simple fachada? A estas preguntas respondería sí Quorum Global, una naciente amalgama de movimientos sociales en España que celebra su puesta de largo este miércoles 24 en La Nave Boetticher, en Madrid, justo mientras los "fat cats" discuten en las montañas helvéticas su diseño del mundo (23-26 de enero). Y no es la única iniciativa crítica. Con menos repercusión, a contracorriente, hay movimientos sociales tratando de organizarse y avivar el debate económico, en España y el mundo, para plantar cara al pensamiento Davos, su potente irradiación ideológica y sus contradicciones.

Un ejemplo de la teórica ambivalencia de Davos, con un punto buenista: este año una de las cuestiones que acaparará más protagonismo será la "sostenibilidad", como acredita la propia producción de contenidos de la organización del foro, que parece especialmente preocupada por el cambio climático. Juan Gimeno, catedrático de Economía Aplicada de la UNED, suelta una risita ante este interés del gran capital y sus valedores políticos por alzar una bandera supuestamente progresista. "Hay quien dice en nuestros debates que es un logro que valores progresistas, como la sostenibilidad, se hayan hecho dominantes. No. Yo siempre he pensado que es falso. Se los apropian, para que al final sirvan a sus intereses", afirma. Gimeno está muy atento a los movimientos en uno de los campos de batalla donde se libre ahora la guerra económica: el semántico. El neoliberalismo, a su juicio, ha movido mejor sus tropas, beneficiándose además de la abrumadora superioridad de sus medios. Toca responder, afirma.

"Han conseguido que unas formas de medir la economía y el progreso que no son reales se impongan. Sólo se mide lo que pasa por el mercado. Se asume que si sube el PIB sube el bienestar y punto. Es una mentira absoluta. Se ignora cómo se distribuye la renta, los recursos. Antes conseguir empleo era garantía de salir de la pobreza y la exclusión social, ya no. Por lo tanto, no tiene sentido seguir midiéndolo todo según la creación de empleo. Pero manejan las estadísticas. Si una persona come un pollo y otra ninguno, la estadística te dirá que cada uno se come medio pollo", explica Gimeno. Y pone ejemplos de realidades ocultas. En el caso del turismo en España las espectaculares cifras –más de 80 millones de visitantes en 2017– se presentan como logro político y eclipsan el deterioro medioambiental, la degradación del empleo, la fragilidad industrial, la gentrificación y el auge del alquiler. La cara oscura, en resumen. De nada de eso se hablará en Davos a fondo. Tampoco de la precariedad que conlleva la autoproclamada "economía colaborativa". "Como siempre", señala Gimeno, "se anunciarán medidas contra los paraísos fiscales, o contra el desempleo juvenil... Pero es todo eslogan, escaparate. No se hará nada, ni una sola política que lo haga realidad", añade.

Un manifiesto en fase de borrador

Gimeno no se limita a la actividad académica. Es patrono de Economistas sin Fronteras y presidente del Foro de Economía Progresista. Sigamos el hilo de estos dos espacios de disidencia para empezar a esbozar el panorama de organizaciones críticas en España. El Foro de Economía Progresista se encuentra entre los múltiples movimientos que, a iniciativa de Attac, trabajan actualmente en un borrador de manifiesto con motivo del décimo aniversario del "colapso financiero" que supuso la caída de Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008. "Aprovechando ese paraguas, queremos ampliar las reflexiones sobre la crisis y sus causas, que es algo que se quiere olvidar. Pero sobre todo queremos mirar al futuro", señala Ángel del Castillo, coordinador de Attac Madrid. El manifiesto –que aún no es definitivo– da pistas fiables sobre el rumbo de los movimientos sociales. Ahí está denunciado el carácter "sistémico" del problema, el "desenfrenado poder" de los lobbies, las complicidades entre el poder financiero y el político y hasta el "riesgo de otro colapso", temas todos ellos que difícilmente tendrán un espacio de privilegio en Davos. Por supuesto, tampoco aparecerá el "control democrático" de las finanzas –siempre se evita ya la palabra "planificación", de sabor tan marcadamente socialista–. El borrador de manifiesto sí lo reivindica.

Trabajan en la redacción del texto la Coordinadora de ONG para el Desarrollo, Economistas frente a la Crisis, CCOO, PAH Madrid, Dinero Positivo, Plataforma por la Defensa de las Pensiones Públicas, Plataforma de Parados y Precarios, Proyecto AIRE, Plataforma por la Banca Pública, Ecologistas en Acción... ¿Suficiente músculo civil contra la potencia del discurso dominante? "Estamos resistiendo. Pero resistir es crear", responde Ángel del Castillo, de Attac, que confía en que 2018 sea un año propicio para meter la cuña de temas básicos en la agenda de la izquierda como el impuesto a las transacciones financieras, la banca pública o los paraísos fiscales. Temas que tampoco serán protagonistas en Davos, o si lo son cabrá cierto escepticismo razonable sobre lo que se diga, pues conviene recordar que aquel fue uno de los foros por donde se paseó la cacareada "refundación del capitalismo", que quedó en poco o nada. "A nivel institucional no creo que se vaya a avanzar mucho. Siempre se crean muchas expectativas, pero luego nada. Sí tengo confianza en el debate permanente que existe, que ahora está más estructurado. Tengo esperanza en que haya un nuevo relato si damos todos a la vez con la piqueta en el mismo punto", afirma.

Coordinación de organizaciones

El motivo fundamental del prudente optimismo de Ángel del Castillo es Quorum Global, un espacio que pretende organizar, cohesionar y aportar fortaleza a una miríada de asociaciones e instituciones críticas: Attac, las ONG para el desarrollo, Ecologistas, Fiare (banca ética), Futuro en Común, Foro de Transiciones, los periódicos La Marea y El Salto... "Tenemos un diagnóstico, pero no hemos conseguido dar una respuesta potente. Quorum es un intento de hacer un trabajo más coordinado, más interrelacionado, no cada cual con su agenda", afirma Chus González, dinamizadora de Quorum Global. Su objetivo es propiciar "un cambio de cultura organizacional" para "generar nuevos relatos y desmontar falacias".

El trabajo de Quorum desde finales de 2017 y a lo largo de este año culminará, si se cumple lo previsto, con un evento en Málaga en octubre. Sus documentos de partida muestran una cierta suavidad de la retórica, pero los grandes temas están ahí: precariedad, desigualdad, feminismo, derechos humanos. Quorum busca "una nueva narrativa" para "desmontar la manera en que el capitalismo y las políticas neoliberales retuercen el lenguaje y lo vacían de contenido". "Si queremos tener impacto con nuestras acciones, necesitamos entender quiénes son las empresas, instituciones y personas que ejercen el poder, de qué mecanismos se valen para hacerlo y cómo se relacionan entre sí. [...] Para entender el impacto de los discursos neoliberales, debemos analizar tanto a quienes los emiten y legitiman como su contenido. Sólo así seremos capaces de entender cómo se construye un 'sentido común' [...], desmontar las manipulaciones del lenguaje o señalar la apropiación de conceptos de los movimientos sociales [...]", señala su documento El futuro se construye ahora.

En busca de un consenso

Aunque parecen frases pensadas para Davos, se refieren al discurso neoliberal en su conjunto, del que el encuentro suizo es un puntal. Por eso Oxfam Intermón aprovecha la antesala del llamado Foro Económico Mundial para intentar meter el dedo en la llaga. El pasado año logró una fuerte repercusión con un informe que denunciaba: "Ocho personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad". José María Vera, director de Oxfam, denuncia la cultura del eufemismo y el disimulo de Davos. "No hablan de desigualdad, sino de crecimiento inclusivo; no hablan de la devastación que puede provocar el cambio climático, sino de desarrollo sostenible. Y, no obstante, si lees lo que dicen en su web, hasta ellos admiten que las cosas no van bien", señala Vera, convencido de que, "salvo cuatro fanáticos ultraliberales", comienza a haber un cierto consenso social en torno al cuestionamiento de los dogmas dominantes.

El director general de Oxfam cree que para poder competir con el discurso neoliberal, es imprescindible acudir a las causas profundas de los problemas. "Nosotros somos una humilde ONG de lucha contra la pobreza. Con importancia, pero humilde. 'Cíñete a tus pobres', nos dicen en cuanto analizamos las cosas a fondo. Pero nuestra conclusión acumulada en años es que no podemos ser efectivos en la lucha si no nos enfrentamos a la desigualdad extrema en el acaparamiento de recursos como la tierra y el agua. Esto no es como cuando hablamos de control de comercio de armas, o de cuotas de refugiados, o de patentes farmacéutica. Esto es hablar de un sistema, de fiscalidad y tributación internacional, de reparto de dividendos, de salario-capital", explica. Todo esto tocaría lo que Marx llamaba la "tasa de ganancia", asunto que toca el nervio del capital, que tiene sus temas tabú, como éstos y el control democrático de la economía.

Es un dilema frecuente de los movimientos sociales a la hora de hacer piña y llegar a acuerdos. ¿Se lima el discurso y se rebaja la profundidad de análisis para favorecer que no se quede nadie fuera? Vera defiende "la ruta en la que nos encontramos más organizaciones, que no es excesivamente radical, los Objetivos de Desarrollo Sostenible" de la ONU. Son 17. De enunciado genérico –"paz", "justicia", "trabajo decente", "energía asequible y no contaminante"–, suscitan escepticismo en sectores de la izquierda poco dados a la contemporización, pero lo cierto es que mirados en detalle estos objetivos resultan un desafío a las formas de avaricia extrema que adopta el ultraliberalismo.

Foro Social Mundial en Brasil

Los detractores de este modelo –que hace algunos años habríamos llamado "altermundistas" o "antigloblización"– no se limitan por supuesto a España. Es más, en España no son especialmente fuertes. Los movimientos sociales tienen la aspiración de articular un proceso de "unidad mundial", objetivo que se antoja quizás demasiado ambicioso pero que está recogido en la convocatoria del Foro Social Mundial, que se celebrará en marzo en Brasil como una especie de contraplano contestatario de los oropoles de Davos. El documento de partida del Foro Social alerta del "crecimiento del pensamiento reaccionario y autoritario" y de una "grave crisis civilizatoria mundial".

En cuanto al intento de reverdecer el debate sobre la crisis con el telón de fondo del décimo aniversario del hundimiento de Lehman Brothers, también es una iniciativa internacional. En Europa la impulsan Attac, Somo, FinanceWatch, Corporate Europe Observatory y Global Justice Now. En las agendas de los movimientos sociales aparecen con frecuencia los mismos elementos: precariedad, desigualdad, feminismo. Precisando más, paraísos fiscales, banca pública, propiedad de la tierra, control democrático –político y social– de las decisiones económicas, emancipación de las democracias del poder financiero. Fight Inequalty Alliance es otra de las iniciativas que busca lo que el Foro Social Mundial llama "unidad mundial". En su documento de toma de posición, Fight Inequalty Alliance alerta contra un "fundamentalismo de mercado" que lo mismo arrasa con el sector público en su desenfreno privatizador que desprovee de derechos a los inmigrantes. Todo esto queda lejos de Davos, donde en 2012 se prometía "la gran transformación" y este año se supone que debería encontrar eco el intento de las autoridades de la UE de abrir el debate del fin de la austeridad e impulsar el tan nombrado "pilar social" comunitario. Eso en cuanto a Europa. A nivel global, la atención política reside en comprobar hasta qué punto hay un eje Merkel-Macron que desafíe a Trump. A juicio de los movimientos sociales, vodevil político insustancial.

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Un modelo que Davos no discute

Está previsto que los grandes mandamases estén en Davos. Mariano Rajoy no irá, como es costumbre. La representación española estará liderada por el rey, Felipe VI. Van también Ana Botín –el Santander es socio del foro, como el BBVA–, Juan Luis Cebrián (Prisa), Rafael del Pino (Ferrovial), Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola), Dimas Gimeno (El Corte Inglés)... Más ha dado que hablar la presencia de Javier López Madrid, imputado en Lezo y Púnica, que participa como consejero delegado de Grupo Villar Mir. La representación española no andará demasiado lejos del perfil medio de los asistentes, que vendría a ser el de un hombre de 54 años, el asistente más común. Sólo el 21% son mujeres.

El programa sí es variado, aunque consigue evitar lo que para sus detractores es esencial: las causas profundas. Está la energía, el transporte, la salud, la tecnología, los países emergentes... Y una idea central, la llamada "cuarta revolución", que anticipa un nuevo cambio de paradigma económico por efecto del exponencial crecimiento de la tecnología. Al debate sobre los excesos del modelo económico imperante, mucho menos sobre su capacidad para dar satisfacción a las necesidades o aspiraciones de la mayoría, se le dará poca bola. El terreno de juego no se discute en Davos. Sí que intentan discutirlo, con más fe que recursos, los llamados "antineoliberales". No se prevé precisamente una victoria inmediata de sus tesis. Pero como dejó escrito con sorna Giorgio Ruffolo, "el capitalismo tiene los siglos contados", así que no pueden permitirse desfallecer.

Bono, el cantante de U2 que se desvive por el futuro del mundo pero no se priva de su sociedad offshore en Malta, se refirió en 2006 a la élite política y económica que se reúne anualmente en el Monte de Davos, en Suiza, como "fat cats". Literalmente serían "gatos gordos", aunque el significado figurado en Reino Unido tiene más enjundia porque apunta a esos súper ejecutivos y banqueros que amasan fortunas espectaculares con conductas moralmente dudosas, digamos en la City. "Peces gordos", cabría traducir, aunque no sería exacto. Bono debía estar incluido en el saco; no en vano, aquel año era uno de los invitados al Foro Económico Mundial, adonde acudió básicamente a decir que había que ser incansable en la lucha contra el sida. Pero en realidad él se refería a los demás con lo de "fat cats". No a sí mismo. Bono iba allí como crítico, un poco a lo Al Gore, voz de la conciencia del sistema. Es una de las características de Davos: una supuesta ambivalencia que sus detractores tildan de monumento al cinismo. En Davos está, presente o como financiador, lo más de lo más del ultraliberalismo capitalista mundial, pero el foro se arroga el estatus de espacio de discusión, reflexión o incluso disidencia (eso sí, interna).

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