Hace ocho años, cuando estaba a punto de aprobarse la ley educativa de turno, el ministro de Educación, José Ignacio Wert, llegó a decir que había que eliminar del currículum escolar las asignaturas que "distraen". No aclaró ni cuáles eran ni de qué distraían, aunque los hechos respondieron. El arte y la filosofía pasaron al segundo plano de las aulas, que casi las eliminaron. La bautizada como ley Wert, aprobada con la mayoría absoluta del PP, priorizó la lengua, las matemáticas y la ciencia, para decepción de los profesores de esas materias olvidadas que, ocho años después, van a seguir siéndolo. La nueva ley educativa (Lomloe o ley Celaá) introduce cambios en ellas, pero serán mucho más significativas sobre el papel que sobre la práctica, donde tendrán que seguir siendo el segundo plato —o hasta el postre— de la oferta educativa de nuestro país.
"Hay dos versiones de la educación. Una es la clásica, la ilustrada, la que busca la formación de ciudadanos con pensamiento crítico. Otra, que es la que se está imponiendo, dice que la educación es una preparación para la vida. Lo que pasa es que cuando dicen vida quieren decir mercado de trabajo y consumo. Hay que ser buen trabajador y buen consumidor. Y todo el pensamiento crítico que se escape a ese mundo, sobra", lamenta, desde el otro lado del teléfono, Enrique Mesa, profesor de Filosofía en un instituto y presidente de la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid (APFM).
La asignatura que él imparte y defiende con ahínco nunca ha estado excesivamente valorada. Al menos así lo han mostrado las diferentes normativas educativas que ha ido aprobando cada Ejecutivo. La ley Wert fue la que más la maltrató y la que más protagonismo le quitó. Los conservadores eliminaron la asignatura de Ética de 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) —apellidada hasta entonces "y Ciudadanía"— y convirtieron en optativa la asignatura hasta entonces obligatoria de Historia de la Filosofía que se impartía en 2º de Bachillerato. La filosofía, por tanto, quedó reducida a una materia en 1º de Bachillerato. Si un alumno abandonaba antes el instituto o elegía continuar su educación a través de Formación Profesional (FP), salía de la escuela sin haber estudiado Filosofía jamás.
Por eso la Red Española de Filosofía comenzó a moverse. Gracias a una campaña a través de la plataforma Change.org consiguió recoger 220.000 firmas que finalmente fueron escuchadas en el Congreso de los Diputados. Su Comisión de Educación aceptó por unanimidad blindar la presencia de la asignatura en los centros educativos recuperando Ética en 4º de ESO e Historia de la Filosofía en 2º de Bachillerato. Todos los grupos lo apoyaron. Sin embargo, del dicho al hecho a veces hay un abismo.
El proyecto de ley de la Lomloe, que actualmente sigue su tramitación ordinaria en la Cámara baja, recupera la Filosofía de 2º de Bachillerato, pero no la Ética de 4º de ESO, algo que ha dejado a la Red Española de Filosofía, según dice su presidente, Txetxu Ausin, "bastante sorprendida". "No entendemos que algo que había sido fruto del consenso se haya roto. Además, la asignatura de ética es el mínimo para que un estudiante acabe su ciclo obligatorio habiendo visto alguna vez una materia filosófica", lamenta.
La han sustituido por otra asignatura bautizada Educación en valores cívicos y éticos, que se impartirá "en algún curso de la etapa" secundaria. El Gobierno la define de la siguiente manera: "Prestará especial atención a la reflexión ética, se incluirán contenidos referidos al conocimiento y respeto de los Derechos Humanos y de la Infancia, a los recogidos en la Constitución española, a la educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía mundial, a la igualdad de mujeres y hombres y al valor del respeto a la diversidad, fomentando el espíritu crítico y la cultura de paz y no violencia". Pero no convence. Según Mesa, esa asignatura "está muy lejos de ser Ética, que era una reflexión sobre la moral". "Nosotros pedimos una materia de reflexión filosófica sobre la moral, no un catecismo laico. Queremos que los alumnos se planteen por qué hay que tener una serie de valores, no que los tengan sin más, por repetición", critica.
Con las asignaturas artísticas, que incluyen Música y Plástica, ocurre algo parecido. Su oferta ha mejorado, pero no tanto como para que dejen de ser consideradas asignaturas menores —o marías, como se les dice coloquialmente. Antes de la ley Wert, las enseñanzas artísticas y musicales eran obligatorias en Primaria, con al menos una hora semanal en cada curso. Tras el Gobierno conservador pasaron a ser optativas en competencia con una segunda lengua extranjera —habitualmente, Francés. ¿Cómo quedan con la ley Celaá?
Según el proyecto de ley, la educación artística seguirá siendo un área obligatoria en Primaria y, además, tendrá dos ramas, la "Educación Plástica y Visual" y "Música y Danza". Raquel Hernández, profesora de Música en Secundaria y miembro de la Confederación de Asociaciones de Educación Musical (COAEM), celebra esa diferencia. "Ambas materias tienen lenguajes muy dispares. La música, por ejemplo, tiene su propio código, igual que lo tiene el inglés o el latín", explica en conversación con infoLibre. El problema llega en la etapa de Secundaria, donde la asignatura continúa sin ser obligatoria, lo que deja la materia "al albur" de lo que decidan las comunidades autónomas, las competentes en última instancia en materia educativa. Pero eso deja otro problema: hay 17 formas diferentes de entender qué papel deben jugar las artes —visuales o musicales— en el currículum educativo.
La filosofía, fundamental para la cultura, la formación del propio individuo y la democracia
Tal y como está configurado actualmente el currículum, y aunque la ley Celaá salga adelante, cualquier estudiante podrá terminar su periodo educativo sin haber impartido nunca ninguna asignatura de filosofía. Y eso preocupa profundamente a Mesa. Tiene, a su juicio, tres valores "fundamentales para el desarrollo del alumno". El primero tiene que ver con la cultura. "Es fundamental. Cuantos más conocimientos tengas, más difícil es engañarte", asegura. Y eso es muy importante en un momento como este en el que, dice, las fake news relacionadas con la pandemia están a la orden del día. "En este momento tenemos que descubrir qué es lo falso. Pero tenemos que hacerlo nosotros, no nos lo tiene que decir el Gobierno", dice, en relación con el plan del Gobierno para combatir la desinformación, que tiene múltiples ejemplos. Las elecciones en Estados Unidos de hace cuatro años o el referéndum del Brexit ya se estudian en las facultades como casos demostrados de utilización exitosa de la desinformación para manipular a los ciudadanos y cambiar el signo de una votación. La pandemia del covid-19 ha sido pródiga en ejemplos de noticias falsas.
El antídoto, a juicio de Mesa, es el pensamiento crítico y la cultura que sólo una asignatura como Filosofía puede dar. "No hay frase más repugnante que aquella que dice 'eso ya está en Google'. Es mentira, en Google sólo está lo que Google quiere que esté", critica.
Hay otro valor fundamental. "Los adolescentes buscan su identidad en el grupo de amigos y eso es peligroso porque buscan afianzarse en algo externo, lo que les hace muy manipulables", dice. La filosofía, al contrario, consigue que la identificación con banderas, eslóganes o grupos totalitarios no sea tan sencilla.
"Y el tercer valor fundamental relacionado con la filosofía es la defensa de la democracia", dice el profesor. Según sostiene, "la democracia es la filosofía llevada al campo político". Primero porque representa el pensamiento crítico constante —"por eso votamos cada cuatro años"—, y en segundo lugar porque representa "la libre circulación de las ideas". "La filosofía nunca se cree una conclusión, sino que la vuelve a pensar y repensar", sentencia.
Ausin, por su parte, opina que todo esto se traslada al futuro de cada individuo. "Para formar buenos profesionales, ciudadanos y personas comprometidas con su entorno, estas deben tener unos mínimos conocimientos sobre el bien, el deber, la comunidad y la relación entre el individuo y la sociedad", afirma. Esto es de fácil aplicación en el momento actual. "Estamos pidiendo responsabilidad a nivel individual y ciudadano, y la responsabilidad es nuclear en la ética", recuerda.
La música, el respeto a los demás y el saber trabajar en equipo
Las artes, como la música, tampoco pueden olvidarse. "El simple hecho de hacer música ya implica una serie de hechos como la utilización de partes del cerebro que no se usan para otras cosas, dice Hernández, que destaca la implicación que tiene la música en el desarrollo psicomotriz de los alumnos, que leen la música al mismo tiempo que tocan un instrumento o cantan. Pero sus beneficios tampoco se quedan ahí. "Se trabaja, por ejemplo, a hablar en público, puesto que tocar ante varias personas es eso. También el respeto entre iguales y el trabajo en equipo, la escucha y la importancia del silencio para la atención", dice Hernández, que también menciona la pandemia para defender la asignatura que imparte. "Al final, ¿de qué vivió la gente durante la pandemia? De escuchar música, ver películas, tocar algún instrumento…", reflexiona.
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La plástica, por su parte, desarrolla la "imaginación, creatividad y fantasía" de los pequeños, tal y como recoge un artículo de la Federación de Enseñanza de CCOO en Andalucía. Los centros de desarrollo cognitivo Red Cenit, por su parte, apuntan a que estas enseñanzas ayudan a los pequeños "a transmitir sus sentimientos" y a "ver y entender el mundo que les rodea". "La expresión plástica supone un proceso creador que ayuda entre otras cosas al desarrollo de la motricidad, afectividad y cognición del niño", explican en su web.
Según Hernández, además, estas asignaturas deben tener "continuidad", algo que sólo consiguieron en la Logse, la etapa "dorada" de la asignatura de Música. Entonces, recuerda, era obligatoria desde Primaria y hasta 3º de ESO. "Necesitamos una educación integral", defiende, algo que pasa por combinar las asignaturas "científicas, humanísticas y artísticas". "Necesitamos que el arte y la cultura esté presente en la humanidad porque es lo que nos hace humanos", sentencia.
El Consejo de Ministros aprobó el proyecto de la nueva ley de educación a principios del pasado mes de marzo. No era la primera vez que lo hacía, puesto que la ley Celaá ya fue aprobada en la anterior legislatura, en febrero de 2019, aunque no llegó a su trámite parlamentario. El texto, aunque entonces el Gobierno era socialista y ahora en coalición con Unidas Podemos, es el mismo, y ahora se encuentra en el Congreso de los Diputados, donde ha recibido más de 1.000 enmiendas de los distintos grupos parlamentarios. El pasado viernes se aprobó el informe de la ponencia en la Comisión de Educación y el siguiente paso de la ley es ir esta misma semana a Pleno, donde se debatirá y aprobará —en la fecha que marque la Mesa de la Cámara Baja— con una necesaria mayoría absoluta —bastaría con la de investidura.
Hace ocho años, cuando estaba a punto de aprobarse la ley educativa de turno, el ministro de Educación, José Ignacio Wert, llegó a decir que había que eliminar del currículum escolar las asignaturas que "distraen". No aclaró ni cuáles eran ni de qué distraían, aunque los hechos respondieron. El arte y la filosofía pasaron al segundo plano de las aulas, que casi las eliminaron. La bautizada como ley Wert, aprobada con la mayoría absoluta del PP, priorizó la lengua, las matemáticas y la ciencia, para decepción de los profesores de esas materias olvidadas que, ocho años después, van a seguir siéndolo. La nueva ley educativa (Lomloe o ley Celaá) introduce cambios en ellas, pero serán mucho más significativas sobre el papel que sobre la práctica, donde tendrán que seguir siendo el segundo plato —o hasta el postre— de la oferta educativa de nuestro país.