La primera vez que Pedro Sánchez pisó la Feria de Sevilla Susana Díaz lo dejó plantado en la portada, a palo seco. Por entonces, era presidenta de la Junta de Andalucía y secretaria general del PSOE andaluz con ansias de más. En la portada, el sitio donde quedan todos aquellos que no saben dónde quedar, estuvo esperando un buen rato con la única compañía del sevillano Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, sanchista de primer cuño, hoy vicepresidente del Congreso de los Diputados e íntimo enemigo de Díaz por una de esas clásicas peleas orgánicas que nacen desde antiguo.
Al cabo de un tiempo esperando en esa puerta temporal que separa la vida real del real de la Feria, el suelo de albero sobre el que se levantan las más de mil casetas que se disponen en esta ciudad efímera con calles con nombres de toreros, Sánchez y Celis entendieron que nadie de San Vicente, cuartel general del PSOE andaluz, iba a ir a recibirlos.
Era el 13 de abril de 2016 y quedaban apenas dos meses para la repetición de las elecciones generales del 26 de junio. Por aquellas fechas, el aparato del partido ya se había dado cuenta que ese hombre de paja que creyeron ver en Sánchez cuando manejaron dos años antes las primarias en contra de Eduardo Madina estaba dispuesto a aferrarse al cargo y, que no se iba a prestar, ni mucho menos, a ser una figura de transición mientras la presidenta andaluza se decidía a dar el salto a Madrid. Con el tiempo Sánchez protagonizó Manual de resistencia y ya sabe el lector qué historia está escrita.
La vida política española ha cambiado muchísimo desde entonces pero en la que es la primera gran feria del calendario de fiestas de la primavera, a la que acuden cada día medio millón de personas, las tradiciones no han variado un ápice. Le avalan 175 años de historia desde su origen como feria de ganado que crearon los empresarios Narciso Bonaplata y José María de Ybarra y que hoy mueve, según un informe de la Universidad de Sevilla, 930 millones de euros, el mayor evento económico de la ciudad.
Una de estas tradiciones no escritas de la Feria es que los subalternos se conviertan en anfitriones a los que les toca recibir a sus jefes de la capital para colmarlos de honores, manzanilla y platos de jamón. En la Feria, se bebe, se come, se baila, se hacen negocios y se agasaja al patrón. Se liman rencillas bajo el cielo de farolillos, como cantan las sevillanas de Salmarina, y se escenifica poder y poderío. En abril de 2016, la jefa era Susana Díaz, más todavía en Sevilla, vestida de flamenca y con una flor en la cabeza.
Fue la primera gran lección que aprendió Pedro Sánchez en el curso exprés de Feria para dummies que hizo en Pepe Luis Vázquez 80, la caseta de la Cadena Ser que cada año organiza una recepción institucional que sirve también de termómetro de los liderazgos políticos.
Para cuando Susana Díaz llegó a la Ser, el secretario general del PSOE llevaba ya más de una hora allí, muy bien atendido por los directivos de la cadena, como es marca de la casa, charlando con otros líderes regionales del momento, como Teresa Rodríguez o Juan Marín, pero sin nadie de la ejecutiva regional socialista que le sirviera de enlace sobre el terreno. Cuando la presidenta de la Junta de Andalucía llegó, lo hizo acompañada por un cortejo de consejeros de su Gobierno, miembros de su Ejecutiva, el alcalde de Sevilla en la fecha, Juan Espadas, hoy secretario general del PSOE andaluz, y una abultada masa de cargos, asesores, periodistas, fotógrafos y curiosos de tal dimensión que aquella nube era identificable desde lejos. Fue el salseo político de la jornada que abrió informativos.
Como recogieron las cámaras y las crónicas, Díaz accedió entre abrazos y achuchones, su fuerte siempre ha sido la distancia corta, le concedió un frío beso a su secretario general, se sentó a su lado y le dio la espalda todo lo que pudo y más. El hoy presidente del Gobierno de España se entretuvo haciéndole carantoñas al niño que la presidenta tenía en su regazo, su hijo mayor, José María, entonces un bebé, le regaló a su compañera de filas un clavel blanco, que ésta dejó sin mucho mimo sobre la mesa, y departió con quien pudo alrededor. Al cabo de un rato, dio por cumplido el expediente.
En los dos años siguientes, Sánchez cumplió con el paseo por casetas y recepciones a que obliga la Feria para la agenda de los políticos, que en jornadas maratonianas se multiplican para atender compromisos y soltar las correspondientes prédicas electorales con el relajo que propicia una caseta: recepción en el Ayuntamiento, en la del partido, en la de los sindicatos, en la de Endesa, en la de Cajasol, en la de X que está Y… De por medio, hay selfies, peticiones inverosímiles, algunos golpes de calor y un esforzado ejercicio de equilibrio para, con mayor o menor fortuna, hablar de cosas serias con un bucle de sevillanas de fondo. Lo dice la letra de Amigos de Gines: “Ya huele a Feria, y se ponen alegres, que ole, la gente seria”.
Aquellas visitas, no en vano, dieron fe de la batalla política en el seno del PSOE. En la Feria de 2017, en pleno proceso de recogida de avales para las primarias que se celebraban apenas un mes después, Díaz y Sánchez no coincidieron y cada uno hizo la campaña por su lado en el real en días distintos. En la de 2018, ya con el resultado de la militancia dando un revés inesperado a la ex presidenta andaluza, se reencontraron en la tradicional entrega de los Claveles de la Prensa, los premios que entrega la Asociación de la Prensa de Sevilla que pasa por ser otra de las clásicas citas en la que los plumillas alternan la libreta con el rebujito, la mezcla de manzanilla con Seven Up que se consume por miles de litros estos días para enojo de los puristas manzanilleros. Aquella ocasión, hubo saludo, sonrisas forzadas a las cámaras y la frialdad consabida que ha marcado su relación orgánica.
Un mes y medio después, Pedro Sánchez se convirtió en el protagonista de la primera moción de censura que logró triunfar en el Congreso de los Diputados. El próximo 1 de junio se cumplirán cinco años de aquel bolso sobre el escaño vacío.
Desde que es presidente del Gobierno, Pedro Sánchez no ha vuelto a pisar la Feria. Tampoco está previsto que lo haga en la edición que se inauguró este sábado, a las doce de la noche, cuando se activaron las 25 mil bombillas de la portada del Real de la Feria que este año está inspirada en la Plaza de España. Sánchez sabe que, para estas lides, la mejor embajadora en su Consejo de Ministros es la sevillana María Jesús Montero. Este domingo, Montero tiene agenda en la Feria como también Alberto Núñez Feijóo, que tiene previsto acudir a la tradicional copa que el Partido Popular ofrece a la prensa en su caseta en una convocatoria para la que el político gallego ya ha empezado a entrenar desde este viernes. Feijoo recorrió junto al presidente Juan Manuel Moreno y la modelo Eva González la feria de Mairena del Alcor, la primera del calendario y pueblo de quien es la presentadora oficial de la ceremonia de entrega de las Medallas de Andalucía, .
Es posible que cuando este domingo Feijóo arengue a los suyos sobre las posibilidades del Partido Popular este 28M lleve en la solapa de su chaqueta un pin de la portada de la Feria, una de esas tradiciones que gustan exhibir a los varones durante estos días. Es posible también que quien le haya entregado ese pin sea el propio José Luis Sanz, alcaldable del PP por Sevilla que esta misma semana ha sido denunciado por el PSOE ante la Junta Electoral por repartir pines pegados a un cartón con su nombre y el lema La Feria antes del cambio vulnerando el artículo 53 de la LOREG que prohíbe el reparto de material con el nombre o la foto del candidato antes del inicio de la campaña electoral.
Una de las claves que leerán el resultado de los próximos comicios será, precisamente, el resultado en Sevilla: si el PSOE pierde la capital, Sánchez pincha en una de las plazas más importantes del poder socialista. Las encuestas dibujan un resultado reñido en la que Antonio Muñoz mantendría la Alcaldía gracias al apoyo de las izquierdas que en esta plaza, a diferencia de Cádiz o Rivas, han logrado ponerse de acuerdo y conformar una lista común por encima de las cuitas que son propias de este espacio político.
Ione Belarra, ministra de Asuntos Sociales, acudirá este domingo a la Feria en calidad de secretaria general de Podemos, en una jornada en la que le servirá de cicerone Susana Hornillos, la candidata de consenso en estas elecciones, y Juan Antonio Delgado, diputado por Podemos en el Parlamento de Andalucía que guarda un recuerdo amargo de su último paseo bajo los farolillos.
En la Feria de 2022, como ahora, como siempre, el poder era el motivo de la contienda. A menos de 24 horas para registrar oficialmente las coaliciones para las elecciones autonómicas del 19J, la formación morada quería imponer a Delgado como cabeza de lista frente a la aspirante de consenso Inmaculada Nieto, que contaba con el respaldo de Izquierda Unida, Equo, Más País e Iniciativa del Pueblo Andaluz. Yolanda Díaz entendió que tenía que mojarse y que el mejor sitio para hacerlo era en Sevilla: en su visita estuvo acompañada por los dos aspirantes y una amplia comitiva de representes y líderes a nivel local de ese espacio. Un paseo cogidas por la cintura por el Real de la Feria, apartadas del resto, fue leído por todos como el gesto inequívoco del apoyo de la vicepresidenta a la candidata de Izquierda Unida.
Ver másSusana Díaz y Pedro Sánchez vuelven a coincidir en la Feria de Sevilla dos años después
La gestión de aquellos momentos, el ego herido de los perdedores y los golpes de llamadas a Madrid para anunciar lo que estaba ocurriendo forma parte de la letra pequeña con la que se escribe la historia política de la Feria de Sevilla, una fiesta que no se ha dejado de celebrar desde 1874 con la salvedad de los dos años de pandemia y en la que se escribieron capítulos de la historia política con mayúsculas. Como el que protagonizó Horacio Hermoso, último alcalde republicano de Sevilla, asesinado en septiembre de 1936 y cuyos restos se encontraban en la fosa común de Pico Reja junto a los de más de 1.800 víctimas del franquismo.
En su libro La huella borrada (Plaza&Janés), el periodista Antonio Fuentes relata cómo, sólo unas semanas más tarde de la Semana Santa, el Ayuntamiento republicano presidido por Hermoso volvió a desafiar a los enemigos de la República invitando a la Feria de Sevilla a Luis Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña, quien encolerizó a los militares y políticos cuando proclamó, en 1934, el Estado catalán. Condenado por ello, Companys observó la ciudad de Sevilla camino del penal de El Puerto de Santa María. En abril de 1936, Hermoso quiso resarcirle y le invitó a la Feria con un programa de actos que hermanaban a Sevilla con Barcelona. “Nunca antes o después en la historia se han vuelto a bailar sardanas en el recinto ferial, el público sevillano se ha entusiasmado con la interpretación de Els Segadors o se le ha brindado un toro a un president en la Real Maestranza de Sevilla”, enfatiza Fuentes, autor de un libro que nace de la vocación de rescatar esos episodios que caen en el olvido.
En la capital catalana, estos días se celebra también una Feria de Abril creada por la emigración andaluza hace 45 años en la que también se hace campaña: Yolanda Díaz se ha colocado la flor en la cabeza para mimetizarse con el entorno y pedir el voto para Ada Colau. Junto con Sevilla, la Alcaldía de Barcelona, con Jaume Collboni como candidato del PSC, es el termómetro del liderazgo de Pedro Sánchez, el político que sobrevivió a la Feria.
La primera vez que Pedro Sánchez pisó la Feria de Sevilla Susana Díaz lo dejó plantado en la portada, a palo seco. Por entonces, era presidenta de la Junta de Andalucía y secretaria general del PSOE andaluz con ansias de más. En la portada, el sitio donde quedan todos aquellos que no saben dónde quedar, estuvo esperando un buen rato con la única compañía del sevillano Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, sanchista de primer cuño, hoy vicepresidente del Congreso de los Diputados e íntimo enemigo de Díaz por una de esas clásicas peleas orgánicas que nacen desde antiguo.