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Políticos españoles, 20 años después del 11S: "Desde ese día EEUU creyó que podía declarar cualquier guerra"

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Marta Monforte / José Enrique Monrosi

Todo el mundo recuerda qué hacía exactamente aquel 11 de septiembre de 2001. Incluso los más pequeños, que jamás habían escuchado palabras como terrorismo, atentado o explosión, fueron conscientes de que algo pasaba. Y no precisamente bueno. Buscaron respuestas en la televisión, la radio, deseando saber, tratando de comprender. Esas imágenes, la del humo saliendo de las Torres Gemelas, el caos y la confusión de esos primeros momentos y la posterior caída de aquellos edificios emblemáticos han quedado grabadas en la memoria colectiva de toda una generación.

El mundo entró en pánico aquel día: Estados Unidos, ese país percibido como poderoso e indestructible, colapsó. Todo empezó de madrugada, cuando 19 terroristas de Al Qaeda secuestraron cuatro aviones comerciales en distintos puntos de la costa oeste de Estados Unidos. A las 8.46 (14.46 hora española) se estrellaba el primer avión contra una de las Torres Gemelas, en Nueva York. A las 9.03 el segundo avión chocaba contra la otra torre. Media hora después, a las 9.39 el tercer avión impactaba en el Pentágono, en una zona de oficinas y sin ocupar. El último de ellos se estrellaba a las 10.03 horas en Shanksville, Pensilvania, después de que la tripulación y los pasajeros se enfrentasen a los secuestradores en la cabina del aparato. En total: 2.977 personas muertas o desaparecidas.

Todo ello ocurrió en un breve lapso de tiempo, pero la confusión inicial llevó a los programas matinales estadounidenses y, en consecuencia, a los informativos españoles, a definirlo como un accidente de avioneta tras el primer impacto en una de las torres. Pero con el segundo quedó claro que no había sido un accidente. “La otra torre, Ricardo”. Esa frase dirigida en directo por el presentador de los informativos de Antena3 Matías Prats al corresponsal de la cadena en Estados Unidos, Ricardo Ortega, todavía resuena en la cabeza de muchos.

¿Dónde estaba y cómo lo recuerda?

Sara Giménez, diputada de Ciudadanos y miembro de la Ejecutiva del partido, recuerda perfectamente ese momento televisivo. "El grito desgarrado de Matías Prats nos ha calado a todos. El sentimiento que te genera es casi un estado de shock, de miedo, de sentimientos que también nos retrotraen a lo sucedido años más tarde en España, con el 11M, cuando las tragedias tienen en común el sentimiento de dolor", reflexiona. Su compañera de partido y líder de Cs, Inés Arrimadas, era una estudiante veinteañera cuando pasó. "Recuerdo que pensé que eran imágenes que quedarían para siempre grabadas en mi memoria. Que aquello era algo que no íbamos a olvidar nunca, en la vida", relata.

"Cuando tuvo lugar el impacto del primer avión, estaba en una cafetería con mis amigos en la universidad. Me fui corriendo a casa y vi el impacto del segundo avión, lo cual confirmaba que no había sido un accidente sino un atentado terrorista. Con este tema me ocurre lo mismo que con el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco o con los atentados de Atocha, que recuerdo exactamente dónde estaba y con quién estaba. Supongo que le ocurre lo mismo a todo el mundo", rememora el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique. Un relato similar al de su homóloga en el Congreso por el Partido Popular, Cuca Gamarra. "Estaba en Logroño, en casa de mis padres y tras la comida con mis hermanos y amigos no podíamos despegarnos del televisor ante lo que estaba ocurriendo. Impactados y absolutamente impotentes", narra a infoLibre.

A otros, como al diputado Juan López de Uralde, les pilló trabajando. "Estaba en la oficina de Greenpeace en Madrid. Acababa de asumir el puesto de director en España y estábamos planificando actividades. Alguien nos avisó de que pusiéramos la tele porque un avión había chocado contra las Torres Gemelas en Nueva York. Nos conectamos y lo estuvimos siguiendo con una mezcla de incredulidad, estupor y preocupación. Pareciera que aquel día se paró el mundo, porque su impacto se alargó durante meses. Fue brutal", expone. También le sucedió a Agustín Javier Zamarrón, diputado del Grupo Socialista y médico de profesión. "Ese día tuve muchas consultas y no paré ni un minuto. Llegué a casa y me encontré a mi hijo sentado en el suelo, con la mirada fija en la televisión. En ese momento se produjo el segundo atentado. Nos quedamos los dos allí, atónitos, mientras él me iba contando lo que había pasado en la otra torre", relata.

El actual consejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid, Javier Fernández Lasquetty, trabajaba en La Moncloa, en el gabinete del expresidente José María Aznar, por aquel entonces. "Estaba comiendo en mi casa cuando se produjo el impacto del segundo avión. Lo vi en directo. Inmediatamente regresé a La Moncloa. Pasé todo el resto del día reunido con mis compañeros de gabinete, trabajando mientras veíamos por televisión el hundimiento de las torres. Aznar estaba regresando de un viaje internacional y estuvimos constantemente en contacto con él", explica.

Luis Garicano, eurodiputado de Cs y vicepresidente de Renew Europa, lo vivió desde Estados Unidos. "Era el primer día de trabajo de mi mujer, en la universidad de Ohio, en Columbus. Estábamos haciendo papeleo para el parking, el permiso de entrar a los edificios, la tarjeta de identidad, y a medida que íbamos entrando en la oficina, íbamos escuchando lo que estaba pasando. Eran las 8 de la mañana cuando llegamos. Cuando fuimos al departamento de Ciencias Políticas estaba todo el profesorado llorando. Fue terrible. Cerraron la ciudad, entraron los soldados, los tanques, y aviones militares estuvieron sobrevolando toda la mañana. Fue durísimo", narra.

Isabel Serra, portavoz nacional de Unidas Podemos y Andrea Fernández, diputada del PSOE en el Congreso, eran muy jóvenes. "Era muy pequeña, tenía 12 años y estaba en casa de mi madre viendo las imágenes en la televisión. Me acuerdo del gran impacto que fue", recuerda la primera. "Me acuerdo perfectamente, tenía nueve años e iba a cuarto de primaria –rememora la segunda–. Volvía de clase y me senté a comer con mis padres, que estaban muy tensos. Vimos en directo el segundo impacto en el telediario. Entonces no tenía capacidad para entenderlo del todo, pero se percibía un ambiente parecido a cuando había atentados de ETA. Yo lo asocié a Miguel Ángel Blanco, ese entorno, esa tensión, ese miedo".

¿Qué impacto cree que tuvo para Occidente en general y para España en particular?

"Diría que, a nivel global, además del shock civilizatorio que supuso descubrir que la primera potencia militar del mundo podía ser atacada en su propio suelo con la incertidumbre que eso conllevaba, se abrió una época en la que Estados Unidos parecía legitimado para declarar cualquier tipo de guerra –reflexiona Pablo Echenique–, al margen de una parte importante de la comunidad internacional, incluso de una parte de sus aliados, siempre que se pudiera argumentar que tenía algo que ver con la lucha contra el terrorismo. En España, eso tuvo terribles consecuencias, simbolizadas muy especialmente con la reunión en las Azores entre Bush, Blair y Aznar para declarar una guerra ilegal y basada en mentiras (las inexistentes armas de destrucción masiva), poniendo en primera línea de fuego a miles de jóvenes soldados españoles y dando excusa al terrorismo yihadista para cometer el mayor atentado terrorista en suelo español el 11 de marzo de 2004".

No opina igual Alejandro Fernández, líder del Partido Popular en Cataluña. "La apuesta atlantista de Aznar me parece una de las decisiones más audaces de la política exterior española de los últimos 200 años. Pues bien, aquel atentado y sus consecuencias posteriores desmontaron una proyección atlántica que hubiera permitido a España recuperar su lugar en el mundo. Fue una muy mala noticia para España", valora. A Agustín Javier Zamarrón le sorprendió la actitud del entonces presidente norteamericano George Bush. "Tardó mucho tiempo en hacerse cargo y esa fue la muestra de la personalidad de este individuo. Pero después no lo arregló, todo lo contrario. Marcó un devenir trágico, convulso y lleno de falsedades", opina.

"El ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono nos hizo conscientes de que nuestro modelo de convivencia –un modelo que, con sus limitaciones, se asienta sobre la libertad y el respeto de la persona– era algo que ya no podíamos dar por descontado. Pero el 11S también nos hizo ser más conscientes de nuestro vínculo transatlántico y con Europa y de nuestra gran responsabilidad personal y como país: la libertad, la primacía de la persona y el respeto del otro, de quien es diferente, son un legado que es necesario renovar continuamente y defender sin miedo", valora Cuca Gamarra.

Fernández cree que, tras el ataque, se produjo un "cambio de paradigma muy grande" con ,"cambios geopolitios y alta convulsión social". También recuerda los atentados del 11M y la contudente respuesta de la sociedad española. "Son acontecimientos que se entrelazan entre sí y terminan con la victoria de los talibanes en Afganistán", valora. "Pero quiero pensar que no es el final. Hay una semilla de cambio muy importante, con el feminismo al frente". Su compañero de partido, Zamarrón, reflexiona sobre los cambios y migraciones que se han producido en occidente, antes y después de los atentados. "Occidente siempre ha tenido migraciones y, al final, nuestra cultura es una suma de identidades. Leía recientemente la historia de Constantinopla, de Julius Norwich. Relata cómo a través de las cruzadas se perpeñaban masacres, con el componente religioso en el centro, una historia que se acaba repitiendo de algún modo", expone.

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Para Lasquetty y Garicano estos atentados fueron decisivos en la lucha contra ETA. "Occidente obligó a recordar que la libertad y la sociedad abierta tienen enemigos, y que tenemos el deber de defendernos de ellos. A España, en particular, le sirvió para que todo Occidente entendiera mejor lo que sufríamos bajo los constantes ataques terroristas de ETA. Aznar lo aprovechó para lograr un nivel de apoyo internacional en la lucha contra el terrorismo como nunca antes ni después tuvimos", valora el primero. "Tuvo muchos impactos, pero quizás el más importante fue el fin de ETA. El terrorismo y la tolerancia de algunas sociedades con el terrorismo terminó ese día y a partir de ahí la desarticulación de ETA fue inevitable", zanja el segundo.

Isabel Serra cree que, tras los atentados, "se justificaron medidas de excepción fuera de cualquier control democrático": "El 11S ha significado la constantación para la gente de algo que hasta ese momento a lo mejor no todo el mundo asumía y es que los poderes militares no pueden rediseñar el mundo por mucho poder que tengan", opina. "Los estados aprovecharon ese atentado para tensar los límites de los derechos de la ciudadanía en cuanto a libertad de expresión. Se aprovechó para tensar también el discurso hacia la polarización buenos demócratas/malos, y aquí entra el racismo, la discriminación a otras religiones, países etc. Se exacerbó el nacionalismo con la construcción de un chivo expiatorio que era todo el que no piense como el gobierno. Se tomaron medidas excepcionales de control de comunicaciones y de libertad de expresión con la excusa del terrorismo...que permitieron que fuera posible la persecución a Assange, por ejemplo".

"La primera impresión fue de vulnerabilidad, ya que había sido un ataque en el corazón del 'imperio'. No parecía posible que algo así pudiera ocurrir. En España se generó una sensación también de inseguridad. Recuerdo que durante meses hubo un parón muy fuerte por ejemplo de afiliación a Greenpeace. La gente tenía un miedo seguramente difuso, pero que existió. En mi caso, y desde una ONG, vivimos con mucha preocupación el recorte que supuso para los derechos humanos, ya que parecía que todo iba a valer a partir de entonces para combatir el terrorismo. De hecho este y otros atestados se utilizaron posteriormente para justificar persecuciones contra las organizaciones y los derechos civiles en todo el mundo. La propia ley mordaza española es hija de esa nueva doctrina", concluye López de Uralde.

Todo el mundo recuerda qué hacía exactamente aquel 11 de septiembre de 2001. Incluso los más pequeños, que jamás habían escuchado palabras como terrorismo, atentado o explosión, fueron conscientes de que algo pasaba. Y no precisamente bueno. Buscaron respuestas en la televisión, la radio, deseando saber, tratando de comprender. Esas imágenes, la del humo saliendo de las Torres Gemelas, el caos y la confusión de esos primeros momentos y la posterior caída de aquellos edificios emblemáticos han quedado grabadas en la memoria colectiva de toda una generación.

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