“La invencibilidad reside en la defensa, la posibilidad de la victoria en el ataque”. La frase, con sus variaciones, forma parte de la obra El arte de la guerra y suele atribuirse al estratega militar y filósofo chino Sun Tzu.
Con cálculo político o sin él, Pedro Sánchez ha vuelto a sorprendernos a todos con su anuncio de ayer. Con este movimiento no responde a Manos Limpias ni entra al fondo de la denuncia (que tiene todos los visos de no ir mucho más allá) sino que mueve el tablero completamente, y lo hace girar sobre un marco que a ninguno de nosotros nos es ajeno: ¿en qué se ha convertido la política? Vencer sin combatir dice Sun Tzu.
Para unos lo que hace el presidente del Gobierno es decir “basta” ante lo que considera una línea que no se puede traspasar: la familia. Y lo hace parafraseando a la máquina del fango de Umberto Eco, que tan bien resumía el ejercicio de deslegitimar al adversario contando secretos y aspectos de la vida, pública o privada, que pueden ser o no ciertos.
Para otros cabe preguntarse, ¿qué pretende Sánchez? ¿Y qué consecuencias tiene? Su comunicado interrumpe el proceso electoral que tiene lugar en Cataluña y altera el desarrollo normal y ordinario de los comicios, lo que en sí es un hecho grave.
¿Es la primera vez que Pedro Sánchez actúa de esta forma? Echemos la vista atrás.
La primera etapa de Pedro Sánchez al frente del PSOE, desde aquel no tan lejano 2014, fue difícil pero ya en aquellos primeros compases dejó pinceladas de su personalidad. Sánchez llegó a cosechar como candidato el peor resultado del PSOE desde el restablecimiento del sistema democrático parlamentario, pero ya entonces, tras su primer intento de llegar a la Moncloa había empezado a escribir algunas de las páginas más sonadas de su Manual de resistencia. El 20 de diciembre de 2015 el PSOE perdió 20 diputados y se quedó con 90, a 33 del PP. Nunca antes un candidato que no ganó las elecciones había intentado formar gobierno. Sánchez lo hizo, rompiendo una regla no escrita en el parlamentarismo español. Y lo hizo además intentando una suma contra natura que aglutinaba a lo que denominó “las fuerzas del cambio”: los diputados de PSOE y Ciudadanos –en lo que se conoció como “Pacto del abrazo”– y los de Podemos. Segunda lección de Sun Tzu: la adaptabilidad. A punto estuvo de lograrlo. Parece una eternidad, pero “sólo” han pasado 8 años desde entonces.
No logró ser presidente, aunque gracias a ese movimiento frenó la sangría de voto hacia Podemos, su principal adversario por el voto progresista. Si en 2015 Podemos e Izquierda Unida (Unidad Popular en Común), yendo por separado, lograron en total 6.112.000 votos, muchos más que los 5.530.000 logrados por el PSOE, en las elecciones de 2016 Sánchez logró el “imposible” de evitar el sorpaso frente a Unidos Podemos, que yendo juntos lograron 5.050.000. El PSOE mantuvo la segunda posición, una victoria táctica y estratégica frente a Iglesias en la que tuvo mucho que ver la transversalidad de Sánchez.
El siguiente partido lo jugaría en casa. Su negativa a abstenerse en una hipotética investidura del PP para no depender de los partidos independentistas dejó para la posteridad editoriales y crónicas periodísticas que reflejaron la soledad de alguien que hasta ese momento había encontrado un nivel elevado de reconocimiento. Empezando por 2010 cuando los periodistas parlamentarios le eligieron diputado revelación.
El 1 de octubre de 2016 Pedro Sánchez fue desautorizado por el Comité Federal de su partido y dimitió como secretario general del PSOE. Entonces pocos adivinaban que acabaría siendo presidente del Gobierno gracias, de nuevo, a su capacidad de adaptación a las circunstancias y su arrojo para enfrentarse a los órganos de su formación a los que él ya no pertenecía. Su comportamiento, en ocasiones impredecible, vaticinaba que no se rendiría sin pelear a fondo. Pablo Iglesias le definiría más adelante como alguien “astuto y frío, con convicciones no demasiado fuertes”.
En 2014 ya había derrotado a Eduardo Madina, favorito para suceder a Pérez Rubalcaba, y pensaba hacer lo propio frente a Susana Díaz, la lideresa andaluza que contaba sus elecciones por mayorías absolutas y con el apoyo del status quo. La imagen del Peugeot 407 recorriendo agrupaciones forma parte del imaginario colectivo.
En enero de 2017 anunció su candidatura a la secretaría general del PSOE para las primarias previstas para el mes de mayo y el 21 del mismo mes fue reelegido nuevamente como secretario general. Un año después, el 1 de junio de 2018 Felipe VI le nombra presidente de gobierno por real decreto, tras tumbar al gobierno de Mariano Rajoy en la primera y única moción de censura exitosa de la democracia. Su capacidad de persuasión y resistencia se destaca ya en ese momento entre afines y contrarios.
Desde entonces ha demostrado una habilidad innata para enfrentarse a las situaciones más desfavorables. Vamos a repasar algunas de ellas.
Elecciones de abril y noviembre de 2019: Sánchez rompe la segunda regla no escrita y forma gobierno con el apoyo de partidos independentistas, en una carrera por su normalización que aún perdura (ERC, Junts, Bildu y de fondo el debate sobre la plurinacionalidad). Muestra de nuevo su “flexibilidad”, modifica sus posiciones y decide no ser preso de sus propias palabras, aunque lluevan las críticas entre los adversarios y se polarice su figura: amado por unos y odiado por otros, sin apenas grises. España, rota en dos.
No será la última vez. En su relación de tiras y aflojas con Podemos ha hecho uso de su permeabilidad de manera frecuente. Primero intentó un ejecutivo en solitario apoyado por Podemos desde fuera, pero ante la negativa de Iglesias no dudó y convocó elecciones. Asumió los riesgos de dar una segunda oportunidad en las urnas a la derecha e hizo oídos sordos a los augurios de parte de la izquierda que lo consideraba un error. Los resultados no se movieron en términos de bloques, la jugada no le salió como había previsto pero demostró una vez más su arrojo –temerario para unos, valiente para otros– en la toma de decisiones. El gran damnificado sería Ciudadanos, que pasó de 57 a 10 escaños. En menos de 48 horas desde la repetición electoral negoció un nuevo ejecutivo con ministros de Podemos, pese a haber afirmado dos meses antes que un gobierno con esta formación le quitaría el sueño.
Elecciones catalanas de febrero de 2021: las elecciones se concebían en buena parte como un plebiscito a su política de “apaciguamiento”. Las encuestas no eran optimistas con el resultado del PSC. A dos meses de elecciones el CIS catalán daba un 18% para los socialistas, un resultado insuficiente, por debajo de ERC y de Junts. Pero Sánchez mueve ficha de manera sorpresiva –en vísperas de nochevieja– y nombra a Salvador Illa candidato, prescindiendo del que hasta la fecha era uno de los ministros con mejor valoración del Gobierno. El efecto es instantáneo. La expectativa electoral del PSC en precampaña y campaña crece del 18% al 24%. Mes y medio después, el 14 de febrero, Salvador Illa gana las elecciones relevando en esa posición a Inés Arrimadas.
Elecciones autonómicas del 28 de mayo de 2023 y convocatoria de generales. El 28 de mayo de 2023 el PSOE pierde 7 gobiernos autonómicos y 17 ayuntamientos en capitales de provincia en una de las noches más negras que se recuerdan para los socialistas y la izquierda en su conjunto. Las encuestas pronostican una debacle en las generales previstas para finales de año. Se especula con la posibilidad de que se retrasen al máximo para ganar tiempo, pero una vez más Sánchez sorprende a todos. Con el PP en plena celebración, un día después de las elecciones, el 29 de mayo, anuncia una comparecencia sorpresa en la que convoca elecciones generales para julio. El PP pierde el relato y la iniciativa. Hay partido. La izquierda, de estar sin opciones, a tenerlas, por pocas que fueran. Pronto se olvida su papel –omnipresente en medios– en el fracaso global de las elecciones de mayo. Ahora todo se resume a evitar un gobierno de PP y Vox. Y sale airoso.
Remodelaciones y cambios inesperados en el equipo: sonadas han sido las veces que Sánchez ha prescindido de algunos de los que se consideraban sus máximos colaboradores para situar en su posición a otros nuevos. Es una lista larga de defenestrados en la que no pueden faltar Ábalos, Redondo, Calvo o Adriana Lastra entre otros. El mensaje es claro. Nada de figuras fuertes ni de tickets. Nadie es más importante que el líder. Algunos psicólogos han querido ver en esto trazas de un carácter narcisista, en el que el “yo” ocupa el espacio central en sus decisiones, siendo uno de los rasgos más acentuados que se citan es espontáneo en los estudios cualitativos.
La carta. En las últimas horas, Sánchez anunciaba a través de las redes sociales “un tiempo de reflexión” para decidir si quiere seguir siendo presidente tras abrir un juez dirigencias previas contra su mujer por un posible delito de tráfico de influencias. En la carta en la que expone sus motivos cita hasta 6 veces a “la ultraderecha”, el marco central de su relato junto al “fango” en el que se ha convertido la política.
Hace pocas semanas el mismo Feijóo se afanaba en decir que “la actual es la peor clase política de los últimos 45 años” con referencia a los índices de desafección ciudadana que mes a mes vuelven a batir récords y sitúan a los políticos y la política como el principal problema de los españoles.
Las consecuencias del órdago del presidente son impredecibles, pero una vez más ha puesto patas arriba el escenario no solo nacional sino catalán justo al inicio de su campaña electoral, unas elecciones fundamentales para la estabilidad del Gobierno de España, en las que el PSOE aspira no sólo a ganar, sino a evitar una mayoría independentista. Por lo pronto deja al resto de partidos en fuera de juego y al mismo tiempo provoca el cierre de filas de su formación política y de sus socios frente al fantasma común de la derecha.
El análisis de contexto de las elecciones catalanas y lo que viene por delante muestra un horizonte difícil para el actual gobierno. Incluso en la mejor de las hipótesis para Sánchez, que es la victoria de Illa sin que sume el independentismo, está por ver la voluntad política de Junts para ejercer de gregario y sostener al ejecutivo en Madrid. Con estos mimbres puede pensarse que Sánchez busca un empujón en Cataluña pero también que podría valorar una posible salida a lo Antonio Costa, ante el panorama de una legislatura muerta que abocara a un adelanto electoral en un futuro cercano. Puestos a especular, fuera de España podría hacer carrera internacional, donde cuenta con contactos y prestigio, y en los próximos meses se decidirán puestos importantes como el de presidente del parlamento europeo, y otros. Sólo Sánchez tiene la respuesta.
Carisma y egoísmo
Ver másUna carta escrita en soledad tras unos meses encajando los golpes: así se fraguó la decisión de Sánchez
En un estudio de 40dB de hace dos años (mayo de 2022) que profundizaba en los liderazgos políticos Pedro Sánchez se muestra como un líder preparado, con carisma y egoísta, alguien al que invitarías a tu fiesta de cumpleaños pero al que no le contarías un secreto. Sánchez no se maneja bien en el terreno de la empatía. Es sobre todo un estratega y su camino está marcado por un solo objetivo: vencer.
Destacaba Sun Tzu en su famoso libro de El arte de la guerra siete cualidades para ser un buen guerrero: ser rápido y racional, vencer sin combatir (adelantarse), moderación, flexibilidad, capacidad de adaptación, facultades (preparación) y fortaleza mental. Algunas se le puede discutir, en otras encajaría perfectamente.
Veremos lo que sucede en los próximos días, horas, en este calendario político sin descanso, apelotonado, lleno de urgencias y sobresaltos. Hablaremos de deshumanización de la política, de que no todo vale, de los peligros del anonimato digital, de los jueces, de la derecha, de Vox, de Manos Limpias. Pero sobre todo hablaremos de Pedro Sánchez.
“La invencibilidad reside en la defensa, la posibilidad de la victoria en el ataque”. La frase, con sus variaciones, forma parte de la obra El arte de la guerra y suele atribuirse al estratega militar y filósofo chino Sun Tzu.