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El fiasco de Bruselas y el desafío permanente de Mazón desnudan el liderazgo de Feijóo en el PP

El PP especula con Andalucía y Castilla y León en busca del impulso definitivo que las encuestas niegan a Casado

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Faltan aproximadamente dos años para las elecciones generales —algo menos si el presidente Pedro Sánchez decide adelantarlas a la primavera, algo más si agota la legislatura en el invierno de 2023— y en la calle Génova todo son cálculos. El éxito de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid dio al PP el impulso que necesitaba para superar al PSOE en la mayoría de las encuestas y pasar a encabezar las preferencias de los electores. Pero desde aquellos comicios, celebrados el 4 de mayo, hasta los estudios de intención de voto más favorables muestran cierto estancamiento.

El supuesto cambio de ciclo de las elecciones madrileñas parece tener más que ver con una recolocación de los votantes del centro derecha. Un movimiento que ha llevado de vuelta al PP a muchos electores de Ciudadanos definitivamente distanciados de la formación naranja tras el fracaso de Albert Rivera de 2019 y la decisión de su sucesora, Inés Arrimadas, de intentar llegar a acuerdos con el PSOE.

Por contra, esas mismas encuestas —igual que las elecciones en la Comunidad de Madrid— están mostrando la solidez de la base electoral de Vox. Los votantes de la ultraderecha se resisten a escuchar los cantos de sirena de Pablo Casado, por el que sienten una gran desconfianza y al que consideran una de las caras de la misma moneda que muestra la efigie de Pedro Sánchez. Les cuesta regresar a la casa madre de los conservadores por más que su líder insista una y otra vez en que en el PP caben todos, desde liberales a democristianos pasando por socialdemócratas. O quizá sea esa la razón por la que no quieren volver y prefieren el discurso mucho más radical y sin medias tintas de Isabel Díaz Ayuso.

Las encuestas más favorables otorgan al PP una intención de voto entorno al 28%, apenas tres o cinco puntos por encima del PSOE. Y eso no es suficiente para gobernar, al menos para hacerlo como planea Casado. Necesita situarse por encima del 30% y marcar distancia con Vox sin que los ultras se desinflen del todo. Hace tiempo que en el PP han dejado de soñar en emular a Alberto Núñez Feijóo y obtener mayoría absoluta. El objetivo es acercarse al resultado de Ayuso. Más modesto pero suficiente. Eso significa que tiene que ser a la vez tan amplio como para neutralizar a la izquierda y a sus aliados nacionalistas y lo bastante alejado de Vox como para poder negarles no sólo la entrada en el Gobierno sino un pacto de legislatura que comprometa la credibilidad de España en una Unión Europea cada vez menos dispuesta a transigir con las políticas ultras.

Casado necesita un revulsivo que amplifique la ventaja sobre el PSOE antes de que Pedro Sánchez sea capaz de rentabilizar la recuperación económica y la salida de la pandemia. Y en Génova ya hay quien especula con buscar ese impulso definitivo en un anticipo de las elecciones en dos Comunidades Autónomas eran las que todas las encuestas pronostican que el PP puede tener premio: Andalucía y Castilla y León.

La idea en sencilla: repetir lo ocurrido en Madrid y utilizar un buen resultado en esas dos comunidades como una palanca para crecer en el conjunto de España y dar más verosimilitud a la posibilidad de que Casado, esta vez sí, sea capaz de ganar a Sánchez y alcanzar la Moncloa. Especialmente si los presidentes de ambos territorios, el andaluz Juanma Moreno y el castellanoleonés Alfonso Fernández Mañueco, son capaces de apuntalar el buen resultado que anticipan las encuestas absorbiendo todo o casi todo el voto de Ciudadanos y restando electores a Vox.

Esos son los pilares sobre los que Génova cree que se ha edificado la “mayoría suficiente” de Ayuso en Madrid. Los mismos sobre los que Casado aspira a seguir avanzando en la reunificación en el PP de todo el voto del centroderecha. Esa es la complicada herencia que le legó Mariano Rajoy y, al mismo tiempo, los deberes que le ha puesto el sector más derechista del partido, con José María Aznar a la cabeza.

En busca de una excusa

Claro que para activar las elecciones en Andalucía y Castilla y León hace falta algo más que la simple voluntad de hacerlo. Isabel Díaz Ayuso aprovechó en mayo una oportunidad de oro para trasladar a la opinión pública la idea de que convocaba elecciones obligada para evitar una traición de Ciudadanos sobre la que nunca existió ninguna prueba pero que le brindó la ocasión perfecta para romper con ellos y presentarse como la única alternativa viable frente a la izquierda.

Los naranjas, conscientes de lo ocurrido, se esfuerzan para negar a Moreno y a Mañueco alguna excusa que pueda ser utilizada para romper los gobiernos de coalición en Andalucía y Castilla y León y convocar unas elecciones que, según todos los estudios de intención de voto, supondrían su práctica desaparición en ambas comunidades.

Algunas encuestas acercan al PP a la mayoría absoluta en Castilla y León a pesar del crecimiento de Vox. Y, al mismo tiempo, anticipan una vía de agua en el PSOE, que perdería casi la cuarta parte de sus procuradores y cedería el primer puesto a los de Mañueco. Así que en esta comunidad ya no extraña a nadie que el PP esté llevando su coalición con Ciudadanos a tensiones inimaginables que, en opinión de dirigentes conservadores y naranjas, sólo busca una ruptura con la justificar el adelanto electoral.

El límite temporal sobre el que trabaja el PP castellanoleonés es marzo, porque ese mes el PSOE ya estaría en situación de presentar una segunda moción de censura. Y si esta vez logra atraer a Ciudadanos, Mañueco está seguro de que tratarán de sacarle del Gobierno e intentar dar la vuelta a las encuestas en el año que restaría hasta las elecciones de 2023, que es cuando toca celebrarlas.

Las intenciones del presidente de Castilla y León se mueven todavía en el terreno de la especulación, pero no falta quien afirma que convocará elecciones si lo hace su homólogo andaluz, Juanma Moreno.

Retroceso socialista

Las encuestas también favorecen al PP en la comunidad más poblada. No le pronostican mayoría absoluta, pero sí un incremento sustancial de escaños que, en combinación con Vox, le darían el control del gobierno ya sin la intervención de Cs, que también aquí estaría al borde de la desaparición. De nuevo, como en Castilla y León, el PSOE perdería el primer puesto.

Moreno tiene más difícil buscar una excusa en la actitud de Ciudadanos, porque la relación entre los socios de coalición no sólo funciona bien sino que ha sobrevivido a embates tan complicados como la pérdida de la alcaldía de Granada como consecuencia de la pugna por el bastón de mando entre los naranjas y el PP. Así que, para ayudarle a convocar elecciones anticipadas, Vox presiona con bloquear los Presupuestos. Y no contar con una hoja de ruta de gasto actualizada, en plena ejecución de los fondos europeos, sí que puede ser una buena excusa.

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Esas son las credenciales que el equipo de Casado estudia si le conviene sumar lo antes posible. La decisión está en manos de Moreno y de Mañueco, pero cada vez más dirigentes del equipo de Casado creen que es una opción que también pueden poner al servicio de la estrategia de las generales.

Porque si no hay más adelantos en otras comunidades una victoria rotunda en Andalucía y Castilla y León sería la única referencia en la memoria de los electores antes del crucial año electoral de 2023, en el que se darán cita las elecciones autonómicas que resten —Asturias, Cantabria, Navarra, Aragón, Illes Balears, Comunitat Valenciana, Murcia, Extremadura, La Rioja, Castilla-La Mancha, Canarias y de nuevo Madrid—, las municipales y las generales en las que el líder del PP se juega su futuro.

Si Andalucía y Castilla y León le dan el impulso que le falta, en Génova creen que Casado tendrá nuevos argumentos para abonar su discurso: sólo la reunificación en el PP de todo el voto contra Sánchez —en la derecha hablan ya de una “pulsión” contra él—puede echar al líder del PSOE de la Moncloa. Pero únicamente si son capaces de superar el listón del 30% de los votos que se ha marcado como objetivo.

Faltan aproximadamente dos años para las elecciones generales —algo menos si el presidente Pedro Sánchez decide adelantarlas a la primavera, algo más si agota la legislatura en el invierno de 2023— y en la calle Génova todo son cálculos. El éxito de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid dio al PP el impulso que necesitaba para superar al PSOE en la mayoría de las encuestas y pasar a encabezar las preferencias de los electores. Pero desde aquellos comicios, celebrados el 4 de mayo, hasta los estudios de intención de voto más favorables muestran cierto estancamiento.

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