LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

De proclamar "¡Sí, se puede!" a probar si se puede: ventajas y riesgos para Unidas Podemos como socio menor de la coalición

19

En las coaliciones de izquierdas, el partido pequeño sufre más que el mayor. No sólo porque el PSOE tiene más experiencia en el control de las paradojas del poder, mientras el partido menor suele ser el más aguerrido ideológicamente, y por lo tanto el más expuesto a las contradicciones. También el coste es mayor en las urnas para el socio júnior. Es una tónica observable en las experiencias autonómicas de gobierno conjunto entre el PSOE y formaciones a su izquierda. El Gobierno andaluz de PSOE e IU (2012-2015) terminó con un adelanto electoral en el que el PSOE mantuvo sus 47 parlamentarios e IU pasó de 12 a 5. En Cataluña, tras los dos tripartitos entre 2003 y 2010, ERC se dejó más de un 50% de su electorado, si bien es cierto que el PSC no escapó mucho mejor. En la Comunidad Valenciana (2015-2019), el PSPV ha ganado cuatro escaños tras el Botànic I, mientras Compromís ha perdido dos. Qué decir de Castilla La Mancha, donde tras un breve periodo de gobierno de PSOE y Podemos (2017-2019), los socialistas han pasado de 15 a 19 escaños y los morados han perdido los dos que tenían. En Baleares (2015-2019), los socialistas han pasado de 15 a 19 diputados mientras sus dos socios caían en votos y escaños. En Galicia el bipartito PSG-BNG (2005-2009) cayó después de que los nacionalistas perdieran un escaño que se fue al PP, abriendo paso a Alberto Núñez Feijoó.

Aragón ofrece un contraluz. Tanto el PSOE como la Chunta Aragonesista han visto premiada en las urnas su coalición (2015-2019). Allí se produce un fenómeno que no es exclusivo de Aragón. Partidos progresistas que prefirieron quedarse fuera para no quemarse han comprobado que la oposición, o el apoyo crítico desde fuera, desgasta más que el poder. Podemos no quiso saber nada de gobernar en Aragón en 2015 y ahora, en 2019 y con menos votos, ha entrado. Igual ha ocurrido en la Comunidad Valenciana. Y en Baleares. En Asturias, antes de nacer Podemos, IU ya había comprobado que gobernar, en efecto, desgasta; pero no hacerlo también, y más aún.

De modo que Unidas Podemos tiene un motivo de preocupación con su histórica entrada en el Gobierno de la nación: acompañar al PSOE por la izquierda en la tarea ejecutiva suele tener un coste. Pero esta preocupación puede matizarse. Primero, porque es la moqueta la que permite mayor impacto en el BOE. Segundo, porque hay experiencias que demuestran que el precio no tiene por qué ser excesivo. La Comunidad Valenciana (Compromís) es una prueba bien a la vista. Y tercero, porque en absoluto haber adoptado una decisión distinta, como no entrar a formar parte del gobierno, garantizaría mejores resultados, a la luz de la historia reciente.

El partido heredero del 15M pasa de las trincheras al BOE, de proclamar "¡Sí, se puede!" a comprobar, en circunstancias complicadas, si en efecto se puede. infoLibre analiza, con la ayuda de investigadores, académicos y responsables políticos durante periodos de coalición progresista, el complejo panorama, sembrado de riesgos pero también de estímulos, que se despliega ante el vicepresidente Pablo Iglesias y los suyos.

Tres frentes abiertos

Tarda menos Pablo Simón en explicar las posibles ventajas de entrar en el Gobierno para Unidas Podemos que los posibles riesgos. "La oportunidad está clara", dice el politólogo. "Si entras, haces buena gestión y eres útil, siempre es positivo". Dicho esto, se demora durante más tiempo en hablar de los riesgos, que se reparten en tres niveles, a juicio de Simón:

1) Nivel interno. "Podemos –analiza– tiene estructuras poco desarrolladas. Casi no hay banquillo. Una tentación recurrente es meter todos los pesos pesados en el gabinete. Y es lo que están haciendo, con riesgo de descapitalizar al partido, restando capacidad de trabajo al grupo parlamentario y, lo que es más peligroso, quedándose sin balas en la recámara si la coalición sale mal, porque todo el mundo saldría quemado". A juicio de Simón, IU –por su mayor despliegue organizativo– tiene más controlados estos riesgos.

2) Nivel cultural. "Pasar de ser un partido de oposición a ser un partido de gobierno no es fácil. Ahora pasas a ser, entre comillas, establishment. Esto exige un enorme esfuerzo de comunicación interna", expone Simón. A la manera de ese vídeo propagandístico en el que la Ada Colau activista dialoga con la Ada Colau alcaldesa, Simón augura que el Iglesias ministro, más institucional, tendrá que dialogar con el de sus inicios, más contestatario. El secretario general de Podemos ya advierte de que tendrá que gestionar "contradicciones" y pone el parche antes de la herida al enunciar como su mayor miedo decepcionar a los movimientos sociales.

3) Nivel de poder. Simón cree que, con el diseño de gobierno, "el PSOE tiene mucho mando en plaza". Unidas Podemos comprobará cómo, a pesar de su presencia en el Consejo de Ministras, su iniciativa se puede diluir en la comisión de secretarios y subsecretarios, que Simón ve como un "lobby" que va a tener gran influencia en la legislatura. "Los ministerios de Unidas Podemos son secretarías de Estado con mayor rango, como Universidades y Consumo. A Trabajo le han quitado Seguridad Social. En Igualdad el recorrido legislativo es escaso. Lo van a tener complicado y van a necesitar tejer complicidades. Un ejemplo. Si Alberto Garzón quiere tomar medidas contra las casas de apuestas, tiene que ir a Hacienda, a Loterías y a Apuestas del Estado, a la televisión pública, para abordar el tema de los anuncios. Es difícil", explica. A esto se suma el control de Iván Redondo del aparato comunicativo. "El socio júnior no sólo tiene que hacer más cesiones, sino que tiene menos visibilidad", señala.

¿Influencia o decoración?

A diferencia de Simón, Guadalupe Talavera, especialista en comunicación política e institucional. no cree que Unidas Podemos sufra un conflicto de identidad por gobernar. "Consigue interferir en la agenda política y proyectar el mensaje que deseaban desde su origen: el espíritu del 15M ha conseguido alcanzar los espacios de decisión". Se trata, señala, de "un mensaje que mediáticamente es vendible", aunque tendrá que pasar por el filtro de la realidad. ¿Dónde estará la clave? ¿Qué factores inclinarán la balanza? Responde Talavera: hay que ver si las carteras de Unidas Podemos "realmente" les dan capacidad para hacer políticas de peso o se quedan en una "una foto decorativa". "Pese a ser el vicepresidente, la agenda de Iglesias estará fuera del recinto de Moncloa y sólo podrá controlar a sus ministros. Pedro Sánchez y sus asesores han diseñado una estructura que deja en manos de Carmen Calvo la comisión de subsecretarios, encargada de fijar la agenda del consejo de ministros, la portavocía del Gobierno en las de la María Jesús Montero, y la dirección de comunicación y de la oficina de analistas en las de Iván Redondo. Si a esto le sumamos los contrapesos de los ministerios de Sánchez sobre los de Podemos (véase el ejemplo del ministro de Seguridad Social, que afectará a la ministra de Trabajo), la pregunta es: ¿Realmente ha llegado el espíritu del 15M a Moncloa?", reflexiona la jurista y politóloga.

En cambio, Talavera no ve que la organización quede descapitalizada en el Congreso. "Los diputados de Podemos que ahora pasan a formar parte del nuevo gobierno han declarado que no tienen intención de abandonar sus escaños en el Parlamento dado que no existe incompatibilidad, salvo Victoria Rosell", señala. A su juicio, esto mantendrá la "visibilidad mediática".

Triunfo político, riesgo electoral

"Es un triunfo para Iglesias y su equipo, que han conseguido 'más con menos'. Con el peor resultado, y tras el abandono de Errejón, entran en un Ejecutivo repartido mediante un seguimiento escrupuloso de la Ley de Gamson, es decir, proporcional al número de escaños", señala como punto de partida Sandra León, investigadora Talento Sénior de la Universidad Carlos III. Pero este éxito es compatible con múltiples riesgos, añade. "Como ponen de manifiesto numerosos análisis, en los gobiernos de coalición el partido del primer ministro tiene más capacidad para beneficiarse de los réditos electorales que resulten de la acción de gobierno. Si las cosas salen bien, el PSOE será más capaz de beneficiarse de los resultados del gobierno. Sánchez es quien lidera la acción del Ejecutivo y su partido ostenta los principales ministerios y ello desequilibra la visibilidad", señala. León coincide en este punto con Pablo Simón. Y también, en buena medida, en el siguiente: "Las estructuras organizativas territoriales de Unidas Podemos son más débiles que las del PSOE, debido a que su expansión territorial se ha producido a través de alianzas con confluencias, y sufre tendencias centrífugas, por ejemplo en Andalucía. De momento la participación en el gobierno puede contribuir a 'cementar' el poder territorial. Sin embargo, si existen políticas donde las cesiones se vuelven importantes, esto puede contribuir a tensionar la organización interna del partido".

León recuerda que el electorado de Podemos es "el más ideológico", y el que más frecuentemente responde en las encuestas que el partido morado es el que "mejor representa" sus ideas. ¿Qué pasa si las ideas son sacrificadas en el altar del pragmatismo? "Esta característica puede hacer que su electorado sea más sensible ante la renuncia del partido a ciertas políticas que tienen naturaleza más ideológica", expone la politóloga. No obstante, también hay peso al otro lado de la balanza. Dos factores, concretamente, pueden conjurar estos riesgos. "Uno es que se ha optado por un reparto de poder ministerial en bloque", señala León. Y explica: "A diferencia de otros países donde miembros de distintos partidos comparten responsabilidades dentro de un mismo ministerio, en España se ha optado por asignar los ministerios en bloque, lo que aumenta la visibilidad de la acción que pueda desempeñar Unidas Podemos en aquellos que gestione y facilita a los ciudadanos la asignación de responsabilidades". El segundo factor es que el electorado de Podemos es el más optimista sobre la situación actual, sobre la capacidad y la longevidad del nuevo Gobierno, como indica la reciente encuesta de 4dB para El País.

Reuniones, calendario y presupuesto

¿Gestión? Diego Valderas sabe algo de eso. Alcalde de su pueblo, Bollullos par del Condado (Huelva), de 1979 a 1994, fue vicepresidente de la Junta de Andalucía y consejero de Administración Local y Relaciones Institucionales entre 2012 y 2015, durante el Gobierno PSOE-IU. Aquel gobierno terminó como el rosario de la aurora. Susana Díaz adelantó elecciones, tras una crisis con IU, que se desangró en las urnas mientras irrumpía Podemos. Luego el PSOE pactó con Cs. Hoy gobierna la derecha. Valderas, alejado del primer plano, repasa su experiencia gubernamental sin ganas de polémicas –atiende a infoLibre por teléfono tras un paseo por su pueblo con su nieto, estampa poco estresante–. Pero tampoco oculta una reflexión: IU, con Alberto Garzón en la coordinación federal y Antonio Maíllo en la andaluza, se opusieron al pacto. Valderas recuerda que tuvo que escuchar muchas veces que se había vendido al PSOEvendido. Con un punto de malicia, esta semana compartió este mensaje en su Facebook: "Y Alberto Garzón sentó la cabeza, con las mismas responsabilidades que Lola Muñoz. ¡Qué bien!". Muñoz fue directora general de Consumo en su consejería. Reflexiona Valderas: "Lo cierto es que el PSOE se ha quedado con todo. ¿Qué es Consumo, cuando la mayoría de competencias están en las comunidades? ¿En qué se queda Trabajo, sin Seguridad Social? Pero no es ahí donde veo el mayor problema, sino en la falta de calendario. A nosotros nos pasó. No calendarizamos. Teníamos un gran programa, creo que más avanzado que este, con reforma agraria integral, ley de función social de la vivienda, ley de memoria democrática... Pero no calendarizamos", explica.

A lo largo de la conversación, el jubilado se va echando al lado y sale el político. Valderas trata de extraer lecciones de utilidad para Podemos e IU, coalición en la que sigue militando, aunque como crítico con el actual rumbo. Una crítica que es casi más generacional que ideológica. "Lealtad y confianza, lealtad y confianza. Y presupuestos. Si no está en los presupuestos, no existe. Eso de los gestos, los detalles, los guiños... Eso acaba por no servir", afirma. Cuando dice "confianza", afirma que en su caso hubo "veinte meses buenos" con el PSOE, luego se rompió. "Debe haber encuentros con el presidente. Yo los tenía con Griñán, primero, luego con Susana. Hablar cuando hay dificultades, pero también cuando no las hay. Generar confianza. El mecanismo que han creado ahora va por ahí, pero está pensado para cuando hay desencuentros. Hay que verlo todo en la comisión de seguimiento. Es fundamental pactar lo que se lleva al Consejo de Ministros, estar muy encima de eso. ¿Se lleva lo que diga el presidente? ¿O lo que acuerde la comisión de seguimiento? Hay que hablar ahí, porque luego un consejo de ministros no es un espacio de debate, llega todo trillado", afirma.

"Yo toda mi vida me he puesto corbata, y siempre me han dicho que si la corbata...", sonríe. Se refiere a la foto trajeada de Garzón, que interpreta como un buen indicio. "Todo esto, al final, va a ser para bien", afirma. "La propia organización va a aprender, a madurar, a ver otros aspectos de las cosas. Ahora bien, va a costar y va a llevar su tiempo. Si se ponen impacientes, si quieren pasar la factura mañana mismo, mal". Valderas, ahora que se están todavía formando equipos, se permite un consejo muy práctico: "Cuidado con montar los gabinetes [de los ministerios] pensando en equilibrios internos. Tu jefe de gabinete, tu jefe de prensa y tu número dos tienen que ser de tu absoluta confianza, sin más consideraciones".

Cae uno, caen todos

De Andalucía, a Cataluña. Allí hubo dos gobiernos de izquierdas consecutivos, 2003-2006 y 2006-2010, que terminaron con el regreso al poder de CiU. Compartieron poder PSC, ERC e ICV-EUiA. Joan Herrera, que fue máximo responsable de ICV y diputado en el Congreso, observa el actual contexto al trasluz de su memoria de aquellos años. "Hay lecciones que sacar. Una muy importante es que cuando un socio se debilita, se debilita todo el gobierno", expone. A su juicio, el resto de socios vivieron como algo ajeno los ataques a Joan Saura, que fue conseller de Interior, por la instalación de cámaras en las comisarías. "No es sólo que se demostró que era una buena decisión, es que se generó una polémica que afectó a todo el gobierno", señala. Es más, a lo largo de todo el ciclo de los dos gobiernos, ICV-EUiA fue la única de las tres fuerzas que subió, con un electorado que se cohesionó en defensa de unos líderes asediados por tierra, mar y aire. "Como socio, no puedes decir 'esto me fortalece a mí a costa del otro'. La lógica de coalición competitiva fracasa. Cada política de cada área es de todo el gobierno ", afirma.

Observando la coalición formada ahora entre PSOE y Unidas Podemos, Herrera –que fue director general del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía en el anterior Gobierno– cree que "se ha hecho con poco tiempo, con limitaciones, como se ha podido", pero confía en que el roce genere confianzas y, como proyecto a largo y medio plazo, se pueda ir a un modelo "cruzado", en el que representantes de ambos partidos compartan ministerios.

Así se hace en la Comunidad Valenciana, un buen ejemplo de corresponsabilidad, a juicio del ecosocialista. No obstante, cree que el mayor desafío del Gobierno, donde va a radicar la clave del éxito o el fracaso, va a estar en el "relato". "No me gusta la palabra, porque a veces el 'relato' se está imponiendo a la política. Digamos, la construcción cultural. En Cataluña, incluso con la palabra 'tripartito', se forjó una idea de que era un gobierno de tres partes, no un solo gobierno. Hay que dar la batalla de las ideas, siempre. Es fundamental que PSOE y Unidas Podemos hagan un diagnóstico compartido de los temas centrales: modelo económico, contrato laboral, transición energética, modelo territorial. Y a partir de ahí, responder con políticas de detalle y concreción". A su juicio, ahí no está sólo la receta para que Unidas Podemos saque provecho a una posición en teoría más débil en el reparto de poder, sino para que ambos socios lo hagan. Porque –cree Herrera– no hay éxito de uno sin éxito del otro, y probablemente el fracaso del uno arrastre al otro. "Si se descarta la competición y se va a una competición virtuosa, puede llegar a haber una ampliación de la base electoral que beneficie a ambos", afirma.

Izquierdas en plural

Juan Romero, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Valencia y militante del PSPV, ha observado con atención y agudeza la trayectoria del conocido como Govern del Botànic, integrado entre 2015 y 2019 por los socialistas y Compromís, y ampliado tras las elecciones a Podem y Esquerra Unida (Unides Podem). Una idea preside la forma y el fondo de su análisis: hay que desdramatizar, poner las luces largas, actuar con generosidad, asumir que se acabaron los monopolios políticos. Al igual que Herrera, cree que quien quiera utilizar al gobierno para quedarse con la parcela del socio, probablemente se quede sin la parcela del socio y sin la propia. "Aquí los actores políticos han asumido con realismo una realidad compleja. Tenemos que acostumbrarnos a declinar la palabra izquierdas en plural. Las sociedades ahora son así. De hecho, hoy el Congreso está en plena situación de normalidad democrática europea y es un muy buen reflejo de la realidad española", expone. Cita un ejemplo de esa "normalidad": "Cuando se decidió que habría una estructura de 'mestizaje' [con consejeros de un partido y directores generales de otro], se temía que hubiera muchos roces. Mi impresión es que los ha habido en la misma medida que cuando las estructuras son de un mismo partido".

Sería un error, tanto del PSOE como de Unidas Podemos, perder de vista que están quedando atrás las sociedades "binarias" y aspirar a beneficiarse de una polarización dentro de una lógica de competencia, afirma Romero. Colaboración, insiste. Así juzga un error la repetición electoral que llevó al 10-N, porque seguía precisamente la lógica de que "un partido se puede comer a otro, ampliándose la esfera del PSOE a costa de Unidas Podemos". "Aquí tres partidos se han puesto de acuerdo en el diseño de políticas públicas con acento socialdemócrata, con tonos distintos, pero con la socialdemocracia como cosmovisión. Ese ha sido el punto de partida. Creo que, mirando en conjunto, la vía valenciana es un anticipo del caso español. Es más, hablaría de la vía ibérica, incluyendo a Portugal", afirma Romero, que también cita como fundamental una cultura del "respeto" entre actores políticos, en la que ha sido clave el talante de los líderes.

Los gobiernos de la Comunidad Valenciana y Baleares entre 2015 y 2019 son citados a menudo como ejemplo de buen entendimiento –sin ocultar roces y dificultades– entre las izquierdas. En el caso de la Comunitat Valenciana, hubo tensiones entre Ximo Puig y Mónica Oltra cuando el primero adelantó la convocatoria electoral sin acordarlo con la segunda. "Fueron días difíciles, pero se gestionó con inteligencia. Algunos habían anticipado que, cuando faltara un año para las elecciones, cada partido haría un esfuerzo por desmarcarse. Y no ocurrió", afirma Romero, que cree que la mejor prueba del éxito del Gobierno es que Podemos no quiso entrar en 2015 y en cambio en 2019, con menos votos, forma parte del Botànic II.

Asens cree que habrá un referéndum sobre la independencia en "esta década"

Ver más

Los "roces" con los movimientos sociales

Hay experiencias de coalición que no han pasado por las urnas. Por ejemplo, Canarias, que tras las elecciones de 2019 ha inaugurado un gobierno de PSOE, Nueva Canarias y Podemos. ¿Están logrando los pequeños de la coalición disponer de espacio? "Pese a nacer como escisión de la derecha liberal y regionalista que sigue siendo Coalición Canaria, Nueva Canarias siempre ha mantenido espacio propio en el nacionalismo canario gracias a sus acuerdos con izquierdas insularistas. Lo que capitaliza ahora Nueva Canarias es, por encima de la vicepresidencia, el área de Hacienda, porque los presupuestos con los que el resto del gobierno deberá cumplir sus promesas dependen de Román Rodríguez", explica Esaú Hernández, periodista de la televisión canaria Mírame y Despiertos.

¿Y Podemos? El partido no ha tenido problemas hasta ahora "para llevar a cabo una política de comunicación con espacio y visibilidad, y menos ahora con presupuesto en el área social y en educación y cultura", añade. "Una de las promesas estrella de este gobierno, la renta ciudadana, depende de Podemos y lo está aprovechando", explica. Es decir, a juicio de Hernández, "el problema no es tener espacio y visibilidad, sino mantener su imagen sin sacrificar la especial relación que ha tenido con movimientos sociales entre los que ya no es identificado como contrapoder". El partido morado ya ha empezado a experimentar "roces y desconfianzas" con el influyente movimiento ecologista, indica Hernández.

En las coaliciones de izquierdas, el partido pequeño sufre más que el mayor. No sólo porque el PSOE tiene más experiencia en el control de las paradojas del poder, mientras el partido menor suele ser el más aguerrido ideológicamente, y por lo tanto el más expuesto a las contradicciones. También el coste es mayor en las urnas para el socio júnior. Es una tónica observable en las experiencias autonómicas de gobierno conjunto entre el PSOE y formaciones a su izquierda. El Gobierno andaluz de PSOE e IU (2012-2015) terminó con un adelanto electoral en el que el PSOE mantuvo sus 47 parlamentarios e IU pasó de 12 a 5. En Cataluña, tras los dos tripartitos entre 2003 y 2010, ERC se dejó más de un 50% de su electorado, si bien es cierto que el PSC no escapó mucho mejor. En la Comunidad Valenciana (2015-2019), el PSPV ha ganado cuatro escaños tras el Botànic I, mientras Compromís ha perdido dos. Qué decir de Castilla La Mancha, donde tras un breve periodo de gobierno de PSOE y Podemos (2017-2019), los socialistas han pasado de 15 a 19 escaños y los morados han perdido los dos que tenían. En Baleares (2015-2019), los socialistas han pasado de 15 a 19 diputados mientras sus dos socios caían en votos y escaños. En Galicia el bipartito PSG-BNG (2005-2009) cayó después de que los nacionalistas perdieran un escaño que se fue al PP, abriendo paso a Alberto Núñez Feijoó.

Más sobre este tema
>