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El PSOE cierra la campaña sin aclarar su política de pactos y con el reto de frenar el ‘sorpasso’

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Ibon Uría

Las elecciones de este domingo se presentan cuesta arriba para el PSOE tras una campaña complicada. Las generales de diciembre ya supusieron un duro golpe para el partido, que marcó su mínimo histórico con apenas 90 escaños y 5,5 millones de votos, el 22% de las papeletas. Pero el mal resultado quedó amortiguado porque Sánchez conservó la segunda plaza en votos y escaños, y porque las urnas no arrojaron mayorías claras para formar Gobierno. Ahora todo eso puede cambiar.

Los sondeos han pronosticado de forma unánime en las últimas semanas y en campaña el sorpasso de Unidos Podemos a los socialistas en votos cuando no también en escaños, circunstancias ambas inéditas en la actual etapa democrática. El PSOE ha buscado en la recta final movilizar a los indecisos y fuentes del comité electoral aseguran que los sondeos sobreestiman a Unidos Podemos, pero ya nadie en el partido niega en privado que el riesgo de caer a la tercera plaza es real.

Sánchez, por su parte, mantiene la moral alta. En la recta final de la campaña el PSOE puso en marcha un plan –numerosos actos en la calle y llamadas telefónicas para movilizar a sus bases– con el objetivo de recuperar a los indecisos y de llevar a todos sus potenciales votantes a las urnas. También lanzó varios vídeos con ese mensaje. Sánchez confía en mantener la segunda plaza e incluso ve opciones de disputarle la victoria al PP. "Vamos a dejar atrás a los del sorpasso y vamos a dar una sorpresa ganando a Mariano Rajoy y siendo la primera fuerza política en este país", proclamó en un acto en Murcia este jueves.

En estas semanas los de Sánchez tampoco han sido capaces de definir con quién pactarán tras el 26-J. El número uno socialista sostiene que no permitirá un nuevo Gobierno de Rajoy, que tampoco hará presidente a Iglesias y que no habrá terceras elecciones, frases que no casan con la aritmética que dibujan los estudios demoscópicos. Algunas declaraciones de cargos socialistas, como el tuit de Jordi Sevilla que aludía a la necesidad de no bloquear el Gobierno del candidato con más apoyos parlamentarios, no han hecho sino generar confusión y alentar los rumores sobre una abstención del PSOE en una hipotética investidura de Rajoy.

Finalmente, y sea cual sea el resultado de las elecciones, los socialistas tienen pendiente celebrar el Congreso Federal en el que elegirán a su nuevo secretario general. Ese cónclave debería haberse celebrado en febrero o marzo –cuatro años después de la cita en la que Rubalcaba se impuso a Chacón–, pero tras el 20-D fue aplazándose hasta quedar sin fecha a la espera de que se repitieran las elecciones y se formara Gobierno. Las tensiones, en cualquier caso, no se han desvanecido: simplemente se han aplazado. Y todo apunta que un mal resultado las hará resurgir.

Estas son las claves de la campaña socialista y de la situación del partido a las puertas de unas elecciones que pueden ser determinantes para su futuro y el de su actual dirección:

1. La indefinición en torno a los pactos

Una y otra vez en campaña, Sánchez se ha enfrentado a las mismas preguntas: ¿Quiere gobernar con Podemos? ¿Qué hará si es tercero? ¿Se abstendrá para permitir gobernar al PP? Y la respuesta del candidato socialista es que no facilitará un nuevo Ejecutivo conservador ni con un voto a favor ni tampoco por la vía de la abstención, y que Pablo Iglesias tampoco será presidente del Gobierno. Pero, frente a las propuestas claras de PP y Unidos Podemos –la gran coalición junto a Ciudadanos y el Gobierno de izquierdas–, la vía socialista carece de mayor concreción.

El candidato del PSOE sostiene además que, en ausencia de mayorías claras en el nuevo Parlamento, no vetará "a ninguna fuerza del cambio", y que su objetivo es contar "de una forma u otra" con Unidos Podemos y Ciudadanos –incluso con ministros de esas dos fuerzas–. El argumento de Sánchez para apostar por la combinación que se demostró imposible hace pocos meses es que si su partido obtiene un buen resultado la formación morada le permitirá gobernar, esta vez sí, porque se impondrán las tesis "moderadas" de dirigentes como Íñigo Errejón frente al "ala dura" de "Pablo Iglesias y Monedero". El cabeza de cartel defiende igualmente su pacto con Rivera, aunque dice que ya no está vigente.

Estas semanas también han causado cierto revuelo declaraciones como las del exministro Jordi Sevilla, quien afirmó que "debería dejarse gobernar" al candidato con más apoyos parlamentarios para evitar unas terceras elecciones. Sevilla insistió días después en que esa tesis es de "sentido común" y que, de haberse aplicado tras el 20-D, Sánchez sería presidente, pero en la dirección socialista se admitía que ese mensaje venía "fatal", pues podía llevar a confusión sobre una posible abstención ante el PP y que alentaba rumores y especulaciones que no interesaban en absoluto al PSOE. "La ha liado", resumía un cargo del Comité Electoral.

2. El temor al 'sorpasso'

El acuerdo entre Podemos e Izquierda Unida se anunció a principios de mayo. Desde entonces, Unidos Podemos ha fluctuado en las encuestas entre el 22,5% y el 26%, y el PSOE entre el 20% y el 22,1%. En otras palabras, ningún sondeo ha pronosticado más votos para los socialistas que para la coalición de izquierdas, y la distancia entre ambos ha permanecido bastante estable a lo largo de las semanas. En el caso del barómetro preelectoral del CIS, el vaticinio fue que Unidos Podemos lograría el 25,6% de las papeletas y de 88 a 92 escaños, frente al 21,2% y los 78 a 80 diputados del partido que lidera Pedro Sánchez.

En el PSOE no descartan ya ningún escenario, pero consideran más probable que la coalición les supere en sufragios que en actas de diputado. El motivo es que los de Sánchez se consideran más fuertes que Unidos Podemos en provincias rurales y que reparten menos diputados, donde los socialistas podrían obtener escaños y la unión de Podemos e IU quedar fuera. En cuanto a los votos, algunos cargos recuerdan que ya en diciembre las formaciones de Iglesias y Garzón, por separado, sumaron más que el PSOE: 5.189.463 votos Podemos y sus confluencias y 923.133 IU (un total de 6.112.596) frente a 5.530.779 del PSOE.

Ese escenario plantea además otra incógnita: la de qué partido debería encabezar un hipotético Ejecutivo apoyado por PSOE y Unidos Podemos. Los socialistas sostienen que tras el 26-J lo relevante será el número de diputados y no el de votos, porque en un sistema parlamentario son los diputados quienes eligen al presidente. Iglesias, en cambio, defiende que habrá que tener en cuenta el número de papeletas y no el de escaños, y argumenta que nadie comprendería que un Gobierno de coalición entre dos partidos lo liderase el candidato del socio con menor apoyo popular.

3. Propuestas y nombres que no marcan la agenda

El PSOE decidió que quería una campaña basada en propuestas y en su programa electoral, en el "para qué" y no en el "con quién". Y, en consecuencia con ese planteamiento, ha difundido documentos que recopilan sus principales medidas por sectores: hubo uno sobre empleo, otro sobre pensiones, un tercero con compromisos en materia de medio ambiente, otro sobre igualdad, uno más sobre sanidad, otro en torno a la agricultura, la ganadería, la pesca y el medio rural, un texto de compromisos por una "sociedad intergeneracional justa", otro por la educación, el conocimiento y la cultura, otro sobre el programa para autónomos, emprendedores y pymes, otro sobre propuestas para las mujeres... Un total de 15 [ver en PDF].

En la práctica, esas propuestas –con las que los socialistas aspiraban a marcar la agenda y obligar al resto de partidos a posicionarse sobre las medidas de fondo que aspiran a aplicar tras el nuevo paso de las urnas– no han tenido la repercusión que habría deseado Ferraz: no han marcado la pauta mediática de la campaña, quizá porque el resto de fuerzas no han entrado a esos debates o quizá porque los referidos documentos apenas contenían novedad alguna con respecto al programa del 20-D.

Esos textos no han sido los únicos movimientos que han carecido de continuidad. En precampaña, hace ahora algo más de un mes, el PSOE presentó su "Gobierno del cambio", un grupo de expertos llamados a convertirse en ministros en un hipotético Ejecutivo liderado por Sánchez. La presentación consistió en una foto de familia ante una portería de fútbol y un acto en el que cada uno de ellos tomó la palabra brevemente. "Fue una foto improvisada y un acto sin mensajes con contenido que marcaran agenda", lamentan algunos sectores del partido. Salvo excepciones, como las de Ángel Gabilondo, Meritxell Batet o Patxi López, el papel de ese gabinete en la sombra ha sido más bien discreto en campaña.

4. Un debate que no impulsó a Sánchez

En la campaña de diciembre Sánchez creció tras el cara a cara con Rajoy. La direccion socialista quería ahora repetir ese mismo enfrentamiento, que le habría permitido presentar a su candidato como la alternativa a un nuevo Gobierno de los conservadores, pero el PP lo rechazó y finalmente el único debate en campaña fue a cuatro. En ese encuentro el líder socialista no brilló y mantuvo un perfil bajo, y la mayoría de encuestas lo situaron como el peor de los contendientes.

Los expertos señalaron, entre otras cuestiones, que el número uno del PSOE no fue capaz de responder al candidato de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, que con insistencia le planteó que tras el 26-J su aspiración era formar un Ejecutivo de coalición con los socialistas y que le pidió posicionarse. Sánchez, por su parte, rescató la idea de la "pinza" y recordó que PP y Podemos votaron juntos en marzo contra su investidura como presidente.

5. Cambios en las listas con epicentro en Madrid

La dirección socialista aprobó repetir para estos comicios las listas del 20-D salvo "circunstancias sobrevenidas", y los imprevistos terminaron apareciendo. Especialmente en Madrid, donde la número dos, Meritxell Batet, se vio obligada a poner rumbo a Barcelona para encabezar la plancha del PSC tras la renuncia de Carme Chacón, y donde la número cuatro, Irene Lozano –exdiputada de UPyD cuyo fichaje en diciembre provocó un profundo malestar–, renunció a repetir.  Sus recambios fueron, respectivamente, Margarita Robles y Ángeles Álvarez.

Precisamente en la capital Sánchez obtuvo el 20-D un muy mal resultado: el PSOE cayó a la cuarta plaza con seis escaños –partía de los 10 conseguidos en 2011– y el 17,87% de los votos. Ahora fuentes del partido confían en acercarse al tercer puesto que entonces ocupó Ciudadanos y en, quizás, lograr una séptima acta, lo que implicaría la entrada en el Congreso de Eduardo Madina. Precisamente, en campaña, Sánchez se ha volcado en Madrid, donde ha celebrado multitud de actos. También él se juega parte de su propio prestigio: no superar a ninguno de sus rivales en la circunscripción en la que se presenta no es una buena carta de presentación.

La confección de la listas provocó además otras polémicas, como la decisión de la dirección federal de impedir que los socialistas valencianos cerraran un pacto con Compromís y Podemos para concurrir juntos al Senado y evitar una nueva mayoría del PP en la Cámara alta. Pese a la insistencia del presidente autonómico Ximo Puig y de su federación en que esta era la única vía para evitar el riesgo de que el PSPV se quedase sin un sólo senador tras el 26-J, Ferraz impuso su criterio y frustró esta posibilidad.

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6. Imagen de unidad... ¿con los días contados?

Sánchez cerró campaña este viernes en Sevilla junto a la presidenta andaluza, Susana Díaz. Díaz fue también la elegida para presentarlo en el acto donde fue proclamado candidato oficialmente, a mediados de mayo. Pero esa imagen de unidad interna puede entrar en una fase de cuenta atrás si Sánchez obtiene un mal resultado y no logra formar Gobierno, pues la líder andaluza sigue teniendo en mente presentarse al próximo congreso del PSOE y disputarle la Secretaría General. Si se impusiera al actual líder, sus planes pasarían por hacer oposición al Gobierno desde el Senado para mantener el apoyo de Ciudadanos en Andalucía.

En campaña no ha habido grandes tensiones entre la dirección del partido y la federación andaluza, la que atesora un mayor poder interno. Provocó algunas tensiones, eso sí, el puesto del vasco Eduardo Madina en la lista por Madrid. Madina fue como número siete el 20-D y no logró escaño, y Díaz –entre otros dirigentes– presionó para que ahora ocupase un puesto que le garantizara un escaño en la Cámara baja. Finalmente Sánchez impuso su criterio y Madina repite como siete. La líder andaluza también ha apretado repetidamente a Sánchez con el reto de ganar las elecciones y se ha destacado por sus duros ataques a Unidos Podemos.

Las elecciones de este domingo se presentan cuesta arriba para el PSOE tras una campaña complicada. Las generales de diciembre ya supusieron un duro golpe para el partido, que marcó su mínimo histórico con apenas 90 escaños y 5,5 millones de votos, el 22% de las papeletas. Pero el mal resultado quedó amortiguado porque Sánchez conservó la segunda plaza en votos y escaños, y porque las urnas no arrojaron mayorías claras para formar Gobierno. Ahora todo eso puede cambiar.

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