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El PSOE se fija ser el dique contra la "internacional ultraderechista" apostando por políticas sociales

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El PSOE es un partido que tiende a guerras fratricidas, a luchas constantes entre familias. Sus congresos y cónclaves suelen ser escenario de tensiones e interpretaciones de los discursos hasta la última coma. Pero la convención política de los socialistas celebrada durante este fin de semana en A Coruña ha sido todo lo contrario. Se materializaba en la propia clausura del domingo ese día internacional del abrazo. El propio Pedro Sánchez lo reivindicaba.

La situación del PSOE en esta convención era distinta. Como confesaba en los pasillos un alto dirigente: el partido gobierna ahora y han sido meses muy duros para las agrupaciones con insultos y asedios. Y el debate de la amnistía está muy digerido. Sólo faltaba Emiliano García-Page, el más crítico y de viaje en China para promocionar Castilla-La Mancha, pero personas de su confianza sí acudieron a A Coruña. 

La convención política, la primera en más de diez años en el partido, tenía como principal misión actualizar el ideario a través de un documento y aprobar una nueva Ejecutiva pensada para el actual escenario político. Todo por unanimidad, sin polémicas. Venía todo muy mascado desde Ferraz desde hace días. Las principales promesas van en la profundización del Estado del Bienestar, el sello que quiere Pedro Sánchez para estos años.

Poner el foco en las políticas de la coalición

Y este ha sido uno de los ejes en los que se ha vertebrado la convención y que quiere el PSOE imponer en este 2024: políticas sociales, la razón de ser del Gobierno progresista. Por eso el presidente se guardó como gran anuncio el domingo la puesta en marcha, a través de los próximos presupuestos generales del Estado, de un plan de refuerzo para las materias de matemáticas y de comprensión lectora. Afectará a 4,7 millones de alumnos (entre tercero de primaria y cuarto de la ESO) y buscará desdoblar las aulas y formar a profesores a fin de mejorar los resultados del informe PISA.

En La Moncloa y en Ferraz empiezan a dar por amortizada la amnistía y quieren introducir otras cuestiones en primera línea del debate político. Entienden que no les puede hacer más daño esa proposición de ley entre su electorado. Como decía un barón: “A la gente le da más miedo Santiago Abascal que Carles Puigdemont”. La convención del PSOE ha servido para que el partido se presente como ese dique frente a la “internacional ultraderechista” y la ola reaccionaria. El propio Sánchez pidió públicamente a Alberto Núñez Feijóo que rompa sus alianzas con Vox y se abra a grandes acuerdos de país, como sucedió con el artículo 49 de la Constitución: “Nuestra mano está tendida”.

El PSOE aprovechó esta terapia de grupo de tres días en A Coruña para lanzarse de lleno en la campaña de las elecciones gallegas del 18F. Hay “buenas vibraciones” de cara a esa cita con José Ramón Gómez Besteiro al frente de la candidatura, pero todo dependerá de la abstención. Por eso, el mensaje que llevó Sánchez fue el de la necesidad de una movilización “masiva” ante un Gobierno de Alfonso Rueda que representa la “mentira, la soberbia y la mala gestión”. Los socialistas entienden que es una oportunidad el foco “nacional” que pretende darle el PP porque en Galicia le va mejor al PSOE cuando no se juega en el marco sólo de la Xunta y sube la participación. Por eso habrá implicación total de Sánchez, los ministros y José Luis Rodríguez Zapatero en las próximas semanas. 

Paz interna, pero con los ojos en la Comunidad Valenciana

De esta cita en Palexco, sale una nueva dirección del partido en la que se profundiza la coordinación con La Moncloa, ya que se unen cinco ministros a la cúpula de Ferraz: Ana Redondo, Óscar Puente, Teresa Ribera, Elma Saiz y Jordi Hereu. Y Sánchez ha fichado también a dirigentes como Marisol Mateos (Extremadura) para llevar municipalismo y reto demográfico y a Esther Peña (Castilla y León) para hacerse con las riendas de la Portavocía, uno de los papeles clave en la vida orgánica y ante los medios de comunicación.

El partido no vive ahora grandes sobresaltos en las federaciones, aunque muchas de ellas se están sobreponiendo todavía a la debacle del 28 de mayo. Sólo hay una lucha interna inmediata: el congreso del PSPV. Ximo Puig deja paso a una nueva dirección con todas las miradas puestas sobre la ministra de Ciencia, Diana Morant. Esta federación no ha logrado un acuerdo interno de continuidad y todavía mantienen su planes de presentarse Alejandro Soler y Carlos Fernández Bielsa, con José Luis Ábalos haciendo valer sus apoyos para la sucesión.

En los pasillos de la convención también se respiraba en todo momento en las conversaciones la sensación de que el partido sabe que esta legislatura será muy difícil por la actitud de la oposición. Algo que en estos momentos preocupa incluso más que la complicada aritmética parlamentaria. Por eso la mayoría de dirigentes se afanaron en sus intervenciones en denunciar la Operación Cataluña, que han bautizado como el Watergate del Partido Popular. Se prepara el PSOE ante la ofensiva de Génova 13 para erosionar todas las instituciones y quitar legitimidad al sistema con tal de hacer caer al Gobierno. La vicepresidenta primera, María Jesús Montero, acusó a Feijóo de no tener pudor en mentir.

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No obstante, los socialistas vaticinan que aguantarán los cuatro años de legislatura y esperan que calen sus medidas sociales. Después de las gallegas, este año habrá elecciones vascas (donde esperan seguir gobernando con el PNV) y europeas, en las que anhelan que pese mucho el discurso de la importancia de lo que se decide en Bruselas. Los socialistas no han anunciado oficialmente quién será su candidato, aunque las palabras sobre el papel de Josep Borrell y la entrega del premio Manuel Marín al alto representante de Política Exterior de la UE han tenido un tinte de despedida. En Ferraz le dan máxima importancia a esta cita y en todos los paneles y diálogos se ha incluido a europarlamentarios.

"Queda Pedro Sánchez para rato"

Y en el PSOE miran también ese ciclo que se abre con un gran objetivo: ganar las catalanas y lograr presidir la Generalitat de Cataluña. Salvador Illa fue uno de los dirigentes más solicitados por los delegados que se trasladaron hasta a A Coruña. La sensación en el PSC es que las elecciones pueden adelantarse a este año (deberían ser en febrero de 2025) por el movimiento de Pere Aragonès de erigirse ya como candidato de Esquerra. También reflexionan los socialistas catalanes, según fuentes consultadas, que Carles Puigdemont podría preferir seguir estando en el Parlamento Europeo a intentar el Palau una vez se apruebe la la ley de amnistía. Confían plenamente en la federación catalana en que pueden llegar a la Generalitat: “La gente está cansada, quiere pasar página. Quienes se ponen nerviosos son otros”.

Los socialistas salieron con tres días de abrazos, sin polémicas (en el Gobierno y en el partido trataron de rebajar las palabras de Teresa Ribera sobre el juez Manuel García Castellón y se habló de una “tormenta en un vaso de agua”). Apostando por el sello social del Ejecutivo para afrontar esta legislatura. El termómetro de los pasillos de la convención medía el furor por figuras como Zapatero y Óscar Puente. Pero, sobre todo, como señalaba un alto cargo: “Queda Pedro Sánchez para rato”.

El PSOE es un partido que tiende a guerras fratricidas, a luchas constantes entre familias. Sus congresos y cónclaves suelen ser escenario de tensiones e interpretaciones de los discursos hasta la última coma. Pero la convención política de los socialistas celebrada durante este fin de semana en A Coruña ha sido todo lo contrario. Se materializaba en la propia clausura del domingo ese día internacional del abrazo. El propio Pedro Sánchez lo reivindicaba.

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