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Los pueblos indígenas alzan la voz en defensa de sus tierras y sus vidas

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La cumbre del clima de Madrid, que originalmente se iba a celebrar en Chile, es la cumbre de América Latina. Hay temor en muchos sectores a que este tipo de encuentros propicien el eurocentrismo: que solo se hable en los términos europeos de lo que preocupa a Europa. Y al margen del resultado final de las negociaciones, un colectivo ha hecho sonar con fuerza su voz durante la primera semana de la COP25: los indígenas, los pueblos originarios del continente americano. A ellos les afecta también el cambio climático: pero, sobre todo, el extractivismo de las empresas transnacionales, que se apropia de sus recursos, de sus tierras, de sus aguas, de su salud y, en ocasiones, hasta de su vida.

No es raro encontrarse con personas pertenecientes a pueblos originarios estos días en Ifema, durante la celebración de la COP25. Muchos son fácilmente distinguibles por sus llamativos tocados de plumas. Han venido centenares, sobre todo de Chile, pero también de Bolivia, de Brasil, de Guatemala… o de lugares tan poco relacionados en el imaginario colectivo con los indígenas como Oklahoma (Estados Unidos). "Los pueblos tienen problemas propios pero el conflicto con la industria es parecido", explicaba este jueves en la zona verde de la cumbre Leticia González, de la etnia likanantaí, habitante del desierto del Atacama en Chile. La problemática es bien conocida: empresas transnacionales, la mayoría de las veces dedicadas al negocio energético, llegan a un territorio habitado desde hace milenios por indígenas en busca de construir una presa, extraer petróleo, litio o cobre, edificar una gran central eléctrica… y los nativos, con una relación casi de simbiosis con su territorio, no pueden soportar la presión. Pierden el agua de la que viven, los árboles donde se refugian, la tierra que pisan, la comida que se llevan a la boca.

Los casos se cuentan por decenas en todo el centro y el sur del continente americano. Muchas veces con la participación activa de empresas españolas como ACS, BBVA, Mapfre o Santander, que financian, aseguran o directamente edifican las instalaciones. Cuando el conflicto se hace evidente entre compañías e indígenas, aparecen las consecuencias: violaciones de derechos humanos y del derecho internacional, engaños, falsas promesas… en algunos casos, se ha demostrado en sede judicial que los asesinatos de los líderes activistas han sido instigados por compañías multinacionales. En 2018, cada semana mataron a tres de estos líderes en Latinoamérica, según datos de Naciones Unidas. El cambio climático les afecta, y lo notan: pero es solo la puntilla de una degradación del medioambiente que vienen sufriendo décadas.

El espacio de la zona verde de la cumbre del clima dedicado a los pueblos originarios es difícil de encontrar: está escondido detrás de una pared, mucho menos visible que el stand de Iberdrola, que se levanta varios metros sobre el suelo.stand Este jueves se celebró un acto allí en el que indígenas de Chile, "un país dibujado como una hilacha en el mapa; una aletargada culebra de sal", como decía el periodista Pedro Lemebel, compartían sus historias de lucha. La mapuche Ximena Painequeo recordaba tiempos mejores: "Nosotros, como pueblo, éramos ricos", mientras mostraba en una presentación los efectos de la deforestación causada por la acción de las empresas transnacionales… y agravada por el cambio climático. "Teníamos nuestra soberanía alimentaria asegurada. Nuestros ancestros vivieron muchos años por eso", defendió.

"Nos dice el Gobierno que somos muy poquitos, pero en la última manifestación nos juntamos más de 10.000 mapuches. Ya no estamos dormidos, aunque ha costado levantarse. Sí estamos vivos, sí estamos presentes", reivindicó, poco antes de hacer referencia a las protestas que se viven estas semanas en el país andino. "Nosotros también sufrimos la represión en nuestro pueblo, en nuestra gente que da la lucha para recuperar la tierra y la biodiversidad". Por su parte, Leticia González explicó el valor de la presencia indígena en este tipo de eventos. "Estas discusiones no se tienen en las altas esferas. Hablamos aquí, entre nosotros. Ese es el cambio real que se puede hacer desde aquí, desde la comunidad".

González vivió durante unos años en la capital, Santiago de Chile, para después decidir volver al pueblo. Reivindica un modo de vida sencillo, sin grandes consumos, buscando otro tipo de satisfacciones: tan de moda ahora al otro lado del Atlántico entre los más concienciados con la crisis climática. "La solución no siempre está en la ciudad, sino en aprender a vivir y a absorber el conocimiento ancestral que nuestros padres nos van dejando. Eso va a ayudar a que se retarde, o se evite, el colapso ambiental".

David Alday intervino para explicar el caso de su pueblo originario, los yagan, habitantes de una pequeña isla en el sur más sur de la Tierra de Fuego: ellos la llaman Hualalanuj (isla Navarino en español). Explicó como una empresa salmonera les privó de sus técnicas de pesca ancestral. El tratamiento del pescado contaminó las tierras y las aguas, aseguró: y se emocionó al recordar la lucha de sus familiares y amigos para oponerse a la compañía.

No solo chilenos

No solo hay indígenas chilenos en la COP25: también de otras nacionalidades, sobre todo de Latinoamérica. Aunque el espacio exclusivamente dedicado a ellos es pequeño, su presencia es amplia y llamativa en los eventos tanto de la zona verde como de la azul. En esta última, la Agencia Española de Cooperación organizó un evento, concretamente en el stand de la delegación española, que contó con la presencia de Victoria Tauli, relatora especial sobre los pueblos indígenas de Naciones Unidas… y considerada terrorista por el Gobierno filipino. "Estuve, por ejemplo, en Guatemala en 2018 y mientras estaba allí asesinaron a ocho líderes comunitarios a machetazos". La relatora explicó cómo los indígenas, con la complicidad del racismo institucional y de los medios de comunicación, son habitualmente discriminados, criminalizados y encarcelados con pruebas falsas por defender su tierra.

También relató su particular historia el activista brasileño Domingo Nunes de Oliveira, cuyo padre fue asesinado hace décadas por oponerse a uno de estos proyectos extractivistas, y que denunció el "genocidio" de su pueblo, en el Estado de Minas Geras. Milena Flórez, indígena colombiana que vive en España tras huir de las amenazas y la coacción, fue más precisa en su acusación: concretamente, a BBVA, Santander y Mapfre por financiar y asegurar la represa del proyecto Hidroituango, ubicada sobre el río Cauca, en el departamento de Antioquía. "No han tenido en cuenta a la comunidad indígena. Nos venden como el desarrollo ha llegado a nuestro pueblo pero nos han dejado sin nada (…). Vivimos en una angustia permanente aguas abajo. Aguas arriba, lo perdimos todo". Los proyectos que cambian el curso y el caudal de los ríos son especialmente dañinos para los pueblos originarios.

 

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Precisamente del río Cauca surgió el concepto de "minga indígena", el nombre que recibieron las movilizaciones de los pueblos originarios contra las políticas del Gobierno colombiano por entonces presidido por Álvaro Uribe. Ahora el término es utilizado para definir a la "contracumbre" de los pueblos indígenas en Madrid, insertada dentro de la programación de la cumbre social por el clima. Esta cumbre social nació no solo para ofrecer espacio y voz a los movimientos sociales, como herramienta de presión a las negociaciones oficiales: también para mostrar solidaridad y apoyo a las protestas chilenas, protagonizadas parcialmente por sus indígenas.

La Minga Indígena contará a lo largo de la próxima semana con ponentes provenientes de naciones indígenas de todo el continente americano. Sus participantes prefieren no pisar demasiado la COP oficial: la Conferencia de Naciones Unidas contra el Cambio Climático, aseguran, les ha discriminado sistemáticamente a lo largo de sus 25 ediciones, así como sus Partes. El mapuche Juan Antonio Correa Calfin, entre otros, presentó este jueves la programación: "En todos estos procesos los pueblos indígenas han sido invisibilizados. Las normas internacionales de Derechos Humanos no han sido respetadas en el proceso de negociación climática".

Se refirió Calfin al Fondo Verde por el Clima: el fondo mediante el cual los países desarrollados aportan dinero a los menos desarrollados para que aborden su transición energética. Un aumento en las aportaciones anunciado en la COP25 sería considerado una buena noticia para casi todo el mundo: sin embargo, los indígenas denuncian que en multitud de ocasiones, los proyectos que surgen de este dinero atentan contra sus derechos. Las energías renovables, consideradas el santo Grial de la acción climática, también impactan en el territorio donde se ubican las plantas: por eso piden que se garantice que el artículo 6 del Acuerdo de París, que regula estas colaboraciones interestatales, defienda sus derechos. Tras décadas de silencio, expolio y muerte, los pueblos originarios no están dispuestos a que la transición energética se ejecute a su costa.

La cumbre del clima de Madrid, que originalmente se iba a celebrar en Chile, es la cumbre de América Latina. Hay temor en muchos sectores a que este tipo de encuentros propicien el eurocentrismo: que solo se hable en los términos europeos de lo que preocupa a Europa. Y al margen del resultado final de las negociaciones, un colectivo ha hecho sonar con fuerza su voz durante la primera semana de la COP25: los indígenas, los pueblos originarios del continente americano. A ellos les afecta también el cambio climático: pero, sobre todo, el extractivismo de las empresas transnacionales, que se apropia de sus recursos, de sus tierras, de sus aguas, de su salud y, en ocasiones, hasta de su vida.

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