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Relato de un 'mosso' infiltrado en una célula yihadista

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El 8 de abril de 2015, los Mossos d’Esquadra anunciaron la desarticulación de una célula yihadista compuesta por 11 personas que residían en varios municipios de la provincia de Barcelona. La operación se bautizó como Caronte, en referencia al barquero del mito griego encargado de conducir a los muertos al Hades, morada de los difuntos, ya que uno de los objetivos de esta célula –fiel seguidora del Estado Islámico– era enviar yihadistas a Siria e Irak. Pero lo que la hacía más peligrosa era su disposición a atentar en España, un objetivo que se vio frustrado por la intervención de un agente infiltrado de los Mossos d’Esquadra, que este martes declaró en el juicio que se está celebrando en la Audiencia Nacional para relatar lo ocurrido durante los meses en los que se mantuvo camuflado en la célula.

La operación encubierta comenzó en octubre de 2014. La misión del agente –que declaró como testigo protegido– era introducirse en la comunidad musulmana del municipio barcelonés de Terrassa, en la que los Mossos sospechaban que “un grupo” estaba conformando una célula terrorista. Según declaró a preguntas de la Fiscalía, el policía se hizo pasar por un joven que quería recuperar sus “raíces” musulmanas y, para ello, decidía buscar ayuda en algunos de los miembros de la comunidad. El primer paso fue acudir a la tienda donde trabajaba uno de los investigados, Taoufiq Mouhouch, a la postre detenido cuando intentaba entrar en Siria para unirse a las filas de Daesh.

"Una persona fácil de captar"

La tapadera del agente era sencilla: como partía casi de cero en la práctica del islam, necesitaba una pequeña alfombra para rezar en casa cuando no pudiera acudir a la mezquita y por eso acudía a la tienda. No obstante, para su sorpresa, ya la primera conversación que mantuvo con Taoufiq derivó rápidamente del inicio de su nuevo camino religioso a la actualidad geopolítica y, en concreto, a la guerra de Siria, la yihad y las actuaciones de Daesh. El tema, asegura el agente, lo sacó Taoufiq, y el motivo, a su juicio, era evidente: “vieron una persona fácil de captar porque empezaba de cero” y no conocía más doctrina que la que alguien pudiera enseñarle.

Ese mismo día, el policía rezó con Taoufiq y conoció a otros dos miembros de la célula, con los que la conversación sobre la actualidad internacional y la yihad continuó. Ya en esa misma conversación, los tres mostraron su apoyo a las acciones de Daesh y, al despedirse, Taoufiq entregó al agente un Corán, otro libro religioso y una pequeña cantidad de dinero en concepto de donativo, que asegura que le “han dado” para el nuevo musulmán cuando el policía pregunta al respecto. El primer contacto ya estaba hecho, y a partir de ahí, la relación fue a más.

El agente y los yihadistas se reunían un par de veces por semana, en la mezquita y en la tienda donde trabajaba Taoufiq, donde, según el infiltrado, la conversación solía acabar derivando hacia los métodos utilizados por Daesh para hacer la yihad. Durante esos primeros días, también conoce a otros dos supuestos miembros de la célula: los conversos Gonzalo Cabezas, alias Suleimán, y David Portolés, alias Ibrahim. A partir de ahí, el agente comenzó a unirse a sus comidas colectivas y también a algunos paseos en grupo, donde la guerra de Siria, la yihad y el rigorismo religioso eran los temas principales de las conversaciones.

"Da igual si mueres haciéndote explotar o por balas del enemigo"

El martirio se elogiaba expresamente. La idea que transmitía el grupo es que “morir por la causa de Alá está bien, da igual si mueres haciéndote explotar o por balas del enemigo”, porque así se va “directamente al paraíso”. Dentro del colectivo, quienes operaban como guías en cuestiones religiosas eran dos de los cabecillas: Rida Hazem y Lahcem Zamzami. “Eran figuras” con un papel “ideológico”, que –según el agente– difundían “un concepto atemporal” de la yihad violenta: el de que “si el Estado Islámico no ganaba la guerra”, ya lo haría la siguiente generación, porque la lucha santa no tiene fin.

No obstante, poco después de comenzar la infiltración se produjo el primer sobresalto serio de la investigación cuando dos personas procedentes de Mataró aparecieron para alertar al grupo de que la policía les seguía la pista. Esa comunicación se produjo a principios de noviembre, y la llama de la desconfianza prendió de inmediato en la banda. “En ese momento me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo porque yo estaba investigándoles”, relató el agente, que aseguró que, tras este aviso, el grupo dejó de verse durante un par de semanas.

Cuando se reanudaron las reuniones, el infiltrado notó la ausencia de dos miembros del grupo, entre ellos Taoufiq, uno de los cabecillas. El resto de los integrantes le aseguraron que se encontraban de viaje, pero al cabo de unas semanas, ambos eran detenidos en Bulgaria acusados de tratar de cruzar la frontera siria para unirse a las filas del Estado Islámico. Apenas unos días antes de su marcha, Taoufiq había preguntado al agente si estaría dispuesto a marchar a Oriente próximo, y fue también entonces cuando mostró por primera vez al policía un vídeo en el que un terrorista de Daesh decapitaba a ocho personas. “Ellos disfrutaban cuando lo veían, lo justificaban, decían que era el resultado de lo que estaba sucediendo: como está habiendo un enfrentamiento en Siria y un ataque al islam, es lo que hay que hacer”, explica el agente.

'Alí el Peluquero' entra en escena

Con Taoufiq fuera de juego, apareció la figura que posteriormente conduciría a la detención del comando: Antonio Sáez, alias Alí el Peluquero, un converso “muy radical” y “apasionado de la guerra”, según lo definió el agente infiltrado. La obsesión de Alí era la reconquista de Al Ándalus, y fue él el que introdujo en el grupo la posibilidad de atentar en España en lugar de marcharse a combatir a Siria. "Antonio estaba de acuerdo con la petición del Estado Islámico de ir a Siria a combatir o hacer daño en la tierra de cada uno y dijo que esta era la tierra de nuestros abuelos, Al Ándalus, y quería hacer algo aquí”, afirmó el policía.

Cada vez que el grupo se reunía con Alí, este les contaba sus avances con explosivos caseros –llegó a conseguir una pequeña explosión en su casa–, elogiaba las virtudes de los lobos solitarios o fantaseaba con atentar contra el Parlament de Cataluña. Y el discurso fue calando en el comando, que pasó de admirar las acciones de Daesh y pensar en las bondades de la guerra santa en Siria a plantearse objetivos para atacar en Barcelona. Descartada la opción de atentar contra el Parlament, el agente infiltrado y otros dos miembros de la banda van a Barcelona con la misión de localizar posibles objetivos, y escogen un lugar muy céntrico: la Plaza de España, en la que convergen un centro comercial, una comisaría de los Mossos y un hotel.

Los dos yihadistas y el agente hacen fotos del lugar y el 19 de marzo de 2015 se las muestran a Alí el peluquero, que para entonces ya se había convertido en el cabecilla del grupo. Este les felicita pese a que, en un principio, la mayor parte de los integrantes de la banda eran reacios a cometer atentados contra civiles y ven con mejores ojos atacar a las fuerzas de seguridad. Pero los planes de Alí son otros, y días después se los confiesa al policía infiltrado y a otro de los miembros del comando.

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"Nos preguntó a ambos si estaríamos dispuestos a decapitar a un kabir [un infiel]. Él dijo que sí se veía capaz de hacerlo”, explicó este martes el agente. Pero Alí no hablaba de forma genérica: “Nos dice entonces que tiene la persona, el objetivo, que sabe dónde trabaja, donde vive y dónde viven sus padres. Nos preguntó si contaba con nosotros y los dos asentimos.”. El plan del cabecilla pasaba por secuestrar a esta persona, ponerle el mono naranja con el que el Estado Islámico viste a los prisioneros a los que asesina públicamente, decapitar a la víctima en una habitación oscura y subir el vídeo a YouTube. Un calco del modus operandi de Daesh.

Alí no ofreció más detalles de su plan pese a la insistencia del policía. Pero el grupo ya había criticado más de una vez a “los banqueros, el dinero que manejan” y sus supuestas relaciones con “la comunidad judía”, por lo que el agente infiltrado sospechó que los tiros podían ir en esa dirección y la potencial víctima podría ser trabajadora de una sucursal bancaria. El problema era que, con tan pocos datos, no había forma de enviar protección policial para la persona amenazada, por lo que fue entonces, en abril de 2015, cuando los Mossos decidieron intervenir para desarticular la célula, en un momento en el que el policía camuflado temió “un riesgo inminente de atentado”.

En los registros posteriores a las detenciones, la policía encontró varios cuadernos llenos de anotaciones de Alí el Peluquero escritos desde 2012, fecha de su conversión al islam. Su radicalización fue tan rápida que, apenas unos meses después de convertirse, Sáez se declaraba “absorbido por la Yihad mundial contra cruzados y judíos”. Seis años después, él y sus compañeros se enfrentan a penas de entre 7 y 19 años de prisión.

El 8 de abril de 2015, los Mossos d’Esquadra anunciaron la desarticulación de una célula yihadista compuesta por 11 personas que residían en varios municipios de la provincia de Barcelona. La operación se bautizó como Caronte, en referencia al barquero del mito griego encargado de conducir a los muertos al Hades, morada de los difuntos, ya que uno de los objetivos de esta célula –fiel seguidora del Estado Islámico– era enviar yihadistas a Siria e Irak. Pero lo que la hacía más peligrosa era su disposición a atentar en España, un objetivo que se vio frustrado por la intervención de un agente infiltrado de los Mossos d’Esquadra, que este martes declaró en el juicio que se está celebrando en la Audiencia Nacional para relatar lo ocurrido durante los meses en los que se mantuvo camuflado en la célula.

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