La renta básica universal gana fuerza con la pandemia ante la decepción por el Ingreso Mínimo

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Ni el Ingreso Mínimo Vital (IMV) la hace innecesaria, ni creará "un ejército de vagos". Así lo asegura el economista Julen Bollain, especialista en el funcionamiento de la prestaciones públicas, que se ha arremangando para rebatir, punto por punto, los argumentarios contra la renta básica universal en un ensayo de reciente publicación llamado a animar una reivindicación ya efervescente en España durante una pandemia que ha aparejado un incremento de la desigualdad y ha desvelado la fragilidad del Estado del bienestar. Un plan piloto en Cataluña, una Iniciativa Legislativa Popular en Euskadi y una campaña a nivel europeo apoyada en España por una extensa red de organizaciones dan cuerpo a la demanda de la renta básica universal y sin condiciones, es decir, de un salario para todos los ciudadanos por el mero hecho de serlo.

Durante la crisis sanitaria, la propuesta ha recibido en España el apoyo de colectivos que abarcan desde el movimiento LGTBI hasta los trabajadores sociales, pasando por el sector de la cultura. Mientras tres encuestas detectan una mayor receptividad a la propuesta en la UE y Estados Unidos, han defendido la idea voces de tanto alcance como la ONU y el papa Francisco. ¡Hasta el Financial Times reconoce que ha dejado de ser una idea "excéntrica"! Bollain, en su ensayo Renta básica: una herramienta de futuro (Milenio, 2021), llega a ponerle números a su propuesta: 622,5 euros al mes.

Plan piloto en Cataluña

La Generalitat decretó en junio la creación de la Oficina del Plan Piloto para una Renta Básica Universal. La oficina, dirigida por el sociólogo Sergi Raventós, tiene el encargo de "diseñar, organizar y gestionar un plan piloto", en la línea de experimentos ya realizados en Finlandia, Países Bajos, Canadá, India, Namibia o España, concretamente entre 2017 y 2019 para 950 hogares en Barcelona. A estos se suman otros pilotos en marcha en EEUU, Dinamarca, Kenia o Brasil y otros en diseño en Alemania, Francia y Escocia.

Este listado de países muestra que la experimentación con la renta básica es un tren en marcha al que se sube Cataluña justo cuando, como asegura Raventós, está quedando claro que el IMV "no está dando los resultados previstos, que ya de por sí eran modestos". Esta circunstancia contribuye a que esté "creciendo la concienciación social" a favor de esta solución, señala Raventós, que afirma que la renta básica ha salido ya del rincón académico y de los movimientos sociales y forma parte del debate público. "La pandemia ha supuesto una evidencia clarísima de que puede ser una medida muy positiva", afirma. A que cale la idea aún más, y a demostrar su viabilidad y eficacia, está llamado el plan piloto catalán, que en 2022 contará con un presupuesto de 4 millones.

Iniciativa popular en Euskadi

Además de en Cataluña, los impulsores de la medida muestran fuerza en Euskadi, donde está activada una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que desde septiembre ha recogido 8.000 de las 10.000 firmas necesarias para forzar su debate en el Parlamento vasco, explica el economista Iñaki Uribarri, uno de sus portavoces. La plataforma impulsora está integradas por unas 80 organizaciones, entre las que figuran asociaciones pro-inmigrantes, feministas y de economía crítica –como Attac y Economistas sin Fronteras–, además de la Coordinadora de ONG de Euskadi y Cáritas Bizkaia.

Los promotores están en plena campaña de recogida de firmas, presentaciones y reparto de carteles. El primer objetivo es lograr la tramitación de la ILP como proyecto de ley. Uribarri, que prevé que las firmas estén entregadas el 6 de enero, afirma que la iniciativa es positiva por el debate que agita y porque obligará a los partidos a "retratarse", pero es escéptico sobre la posibilidad de que salga adelante. Si la iniciativa no es tumbada, se teme, es posible que sea "descafeinada" por la vía de enmiendas. Se verá.

Iniciativa europea

El proyecto de mayor alcance en marcha, ya con escala continental, es la Iniciativa Ciudadana Europea por la Renta Básica Incondicionada, registrada en mayo de 2020, en plena pandemia, y que tiene como objetivo su implantación en toda la UE.

La iniciativa ha recogido ya casi 160.000 firmas del millón que necesita. De España salen 28.176. La recogida de firmas comenzó en septiembre de 2020, también en plena pandemia, y se extenderá hasta el 25 de junio de 2022.

Una red española

Casi 40 colectivos apoyan esta iniciativa en España. Destaca por su peso la Red Renta Básica, de cuya junta directiva forma parte Sergi Raventós, el responsable del plan piloto catalán. Esta red realiza una continua tarea de difusión de materiales sobre su utilidad, extensión internacional y forma de financiación. ¿Un think tank pro-renta básica? Algo así.

Este mismo mes de noviembre la red ha celebrado en Mieres (Asturias) su décimo simposio, que ha llevado por título Un derecho universal para el siglo XXI. Un mensaje reiterado es que la pandemia y la respuesta a la misma, a pesar del llamado "escudo social", han revelado la insuficiencia del Estado del bienestar.

"A pesar del amplio paquete de medidas de política social –ERTE, prestación extraordinaria para trabajadores fijos discontinuos, subsidio extraordinario para empleadas de hogar, para personal técnico o auxiliar del sector de la cultura, subsidio excepcional de fin de contrato temporal, subsidio especial por desempleo destinado a las personas que hayan extinguido por agotamiento, IMV–, el sistema de prestaciones sigue protegiendo poco", señala la Red Renta Básica. ¿El motivo? "Las bajas cuantías de las prestaciones y el efecto desincentivador del laberinto burocrático", añade la organización en su balance.

Viento a favor

La Red Renta Básica forma parte a su vez de la organización nodriza de ámbito internacional Basic Income Earth Next (BIEN), que en 2021 ha cumplido 35 años. A juicio de la red BIEN, el viento sopla a favor de esta medida, como indicarían dos encuestas de 2021, de Data for Progress y Skynova, según las cuales la apoya más de la mitad de la población en EEUU. Los resultados contrastan con la encuesta realizada por Rasmussen Reports en 2011, cuando un 82% se oponía.

"El apoyo a la renta básica [en diez años] se ha multiplicado por seis", señala la red BIEN, que destaca que la renta básica universal "es cada vez más parte del discurso mainstream" en EEUU. Estas encuestas se suman a otra realizada en diciembre de 2020 por Movemos Europa y YouGov, según la cual más de dos tercios de la población en Francia, Alemania, Italia, Polonia, Portugal y España es favorable.

El doctor en Estudios sobre Desarrollo Julen Bollain, profesor e investigador de la Universidad de Mondragón, cree que varios factores animan la reivindicación de la renta básica, sobre la que es uno de los mayores especialistas de España. Cita cuatro: 1) La pandemia, que ha agravado la pobreza y la desigualdad y evidenciado la fragilidad de los sistemas de garantía. 2) "El deterioro del mercado laboral y la destrucción de puestos de trabajo", en un contexto de revolución tecnológica, que urge a soluciones de "reparto del empleo". 3) La repercusión de los proyectos piloto, con resultados alentadores como los obtenidos en el caso finlandés. 4) Los –a su juicio– insuficientes resultados de las rentas mínimas. Un dato: el IMV sigue sin llegar al 92% de la población más vulnerable.

Del 'Financial Times' al papa

Bollain, autor del ensayo Renta básica: una herramienta de futuro (Milenio, 2021), recalca que el apoyo a la medida ha ganado posiciones durante la pandemia ¿Ejemplos? La ONU ha dado varios pasos a favor. En julio de 2020, en lo más crudo de la crisis pandémica, Naciones Unidas propuso la introducción de una "renta básica" para unos 2.700 millones de personas en 132 países. La subsecretaria general de las Naciones Unidas, Kanni Wignaraja, ha llegado a afirmar que no sólo se trata de una cuestión humanitaria, sino de una medida para garantizar estabilidad y evitar "tensiones sociales".

No es un argumento baladí. Dos informes del FMI han advertido de que el mundo post-pandemia puede ser propenso a revueltas, sobre todo en países que –como España– arrastran brechas de desigualdad. Hay quien ya defiende la renta básica incluso desde el establishment. Así editorializaba el Financial Times en la trágica primavera de 2020. "Las reformas radicales –revirtiendo la dirección política que ha prevalecido en las últimas cuatro décadas– deberán estar sobre la mesa. Políticas consideradas excéntricas hasta ahora, como la renta básica [...], tendrán que formar parte de las propuestas". Y si la "biblia liberal" decía esto, el papa Francisco reclamaba en octubre de este año "un salario universal".

Carrusel de apoyos

Más. En España, durante la pandemia, ha habido todo un carrusel de pronunciamientos a favor de la renta básica. Más de 50 colectivos en apoyo al "colectivo LGTBI" suscribieron en julio un manifiesto que denunciaba el "sesgo familiocéntrico" de las políticas de ayudas y la mayor desprotección laboral de las personas que sufren discriminación por identidad sexual o género. Hay que tener en cuenta que el modelo social español se basa sobre todo en prestaciones contributivas, que penalizan a quien está fuera del mercado laboral. De ahí que numerosas posiciones a favor recalquen el impacto de la renta básica sobre los jóvenes, las mujeres y las zonas con más paro.

Otro apoyo significativo se hizo público en abril de 2020, cuando el Consejo General del Trabajo Social se manifestó así: "Consideramos positiva la apuesta a favor del IMV [...], entendiendo por tal un avance hacia la necesaria renta básica universal". En septiembre se sumaron más de 20 entidades de "personas psiquiatrizadas y/o con experiencias de sufrimiento psicológico y diversidad psicosocial". Otra vez la voz de un sector discriminado y con barreras de acceso al empleo. En otra escala, el mundo de la cultura ha difundido durante la crisis sanitaria el manifiesto Art for UBI [UBI es por "universal basic income"], que dice así: "La renta básica universal e incondicional es la mejor medida para el sector artístico y cultural".

Un nuevo ensayo

El ensayo de Bollain –con prólogo y epílogo de dos de los mayores especialistas en la materia, Daniel Raventós y Guy Standing– aparece con la abierta pretensión de agitar el debate. Para ello es imprescindible, en primer lugar, deshacer el equívoco, animado por numerosos medios y responsables públicos, que equipara ingreso mínimo con renta básica. No es lo mismo. Mientras las rentas mínimas están sujetas a unos requisitos –que, en la práctica, limitan su potencial e impacto real–, la renta básica universal, individual e incondicional es un derecho más, otro pilar más del Estado del bienestar, como la educación o la sanidad públicas.

"Las rentas mínimas, aunque suene duro decirlo, mantienen a los perceptores en lo que yo llamo posición sumisa suplicante, teniendo que demostrar mes a mes que siguen siendo pobres, lo cual supone una estigmatización y –más grave– un menoscabo de su libertad", explica Bollain. En cambio, la renta básica "implica que el ciudadano no dependa económicamente de nadie".

Lo técnico y lo moral

Bollain se muestra sensible a la argumentación a favor de la medida basada por su capacidad de rebajar tensiones sociales, en línea con lo advertido por la ONU, o para rebaja una polarización que favorece el radicalismo populista, razones que están detrás de que organizaciones como el FMI (2017) o el Banco Mundial (2019) se hayan abierto al debate. No obstante, su defensa de la renta básica no es utilitarista, sino moral. "El viento de cola para la medida puede venir por razones instrumentales, pero a mi juicio la renta básica es necesaria porque es una medida justa", señala, anclando su argumentación en la tradición del republicanismo democrático desde Pericles hasta Jefferson, Robespierre y Marx, según los cuales para una auténtica ciudadanía es necesaria la independencia material.

El investigador reconoce una sensación contradictoria sobre los proyectos piloto. Por un lado, es consciente de su potencial para convencer a dirigentes políticos y llevar el tema a los medios, Pero, por otra parte, muestra ya cierta impaciencia. "¡Ya está bien de pilotos. Vamos ya a ponernos de verdad!", dice más en serio que en broma. En su propio libro expone el razonamiento completo: "¿Os imagináis que en la Alemania bismarckiana a alguien se le ocurriese hacer un proyecto piloto sobre la seguridad social? O, siendo un poco más polémico (y totalmente consciente de las distancias existentes), ¿os imagináis si Abraham Lincoln [...] hubiera propuesto un proyecto piloto para estudiar la prohibición de la esclavitud?".

Argumentos contra la supuesta inviabilidad

En su análisis, Bollain detalla cómo sería una renta básica de 7.471 euros anuales –622,5 euros en doce mensualidades para los mayores de edad– y 1.494 para los menores, fijada con el criterio de umbral de la pobreza de la UE. El autor calcula que sería necesaria una financiación extra de más de 217.000 millones de euros anuales para la renta básica en España, que sustituiría a las prestaciones monetarias de inferior cuantía e implicaría una reforma fiscal.

En su propuesta –una entre múltiples posibilidades– habría un tipo único del IRPF del 49%. ¿No es regresivo? Sí, tomado "aisladamente", responde. "Sin embargo, un tipo único combinado con la renta básica se convierte en un sistema altamente progresivo. Un 75% de la población saldría beneficiada frente al 25% más pudiente, que pagaría más impuestos", explica Bollain, cuyo modelo supone una transferencia neta de 32.000 millones del 20% más rico al 70% menos rico.

El autor de Renta básica es consciente del carácter aparentemente intuititvo de los argumentos en contra de esta medida, del tipo "creará un ejército de vagos", "no se puede dar dinero gratis", discursos a menudo cargados de tintes xenófobos. Según su análisis, una renta incondicional tendría no sólo mayor capacidad para combatir la estigmatización, sino para desactivar el discurso sobre el supuesto fraude masivo de las ayudas. El autor aboga por elevar el tiro e insertar el debate en un cuestionamiento del modelo económico, que desplace al dogma del crecimiento, ineficaz por sí solo para combatir la pobreza. Es necesario, afirma, un "cambio de perspectiva" que tenga en cuenta los costes económicos que tienen ya la desigualdad, con su auge aparejado de enfermedad física y mental.

Otra de las críticas que suele recibir la propuesta viene de la izquierda: la renta básica la cobrarían todos los ciudadanos, al margen de su renta. De nuevo, Bollain apela al cambio de mentalidad. No hay que verlo como una "ayuda", sino como un "derecho", recalca. "Amancio Ortega también tiene derecho a la sanidad y la educación pública. La diferencia está en su aportación al sistema", señala Bollain, que cree imprescindible aprovechar la actual coyuntura de crisis e incertidumbre para "salir de la inercia de conservadurismo" y apostar por una medida redistributiva opuesta a lo que Guy Standing llama "era del capitalismo rentista", en la que "cada vez más ingresos y riqueza fluyen" hacia quienes "ya tienen propiedades". Además, continúa el investigador vasco, la renta básica repercutiría favorablemente sobre el voluntariado, los cuidados y el medio ambiente. No en vano, el ecologismo es uno de los ámbitos en los que más aceptación tiene, dado que la renta básica va aparejada a un modelo económico con menor consumo de recursos. Han defendido la medida partidos como Más País y Equo, al igual que Podemos en origen. Bollain sabe que es frecuente, en España y fuera, que los partidos de izquierdas sean más entusiastas con la idea conforme más lejos están del poder institucional.

Tanto Bollain como Raventós y Uribarri coinciden en que, ante los cada vez más innegables datos de pobreza y desigualdad, es previsible que sectores conservadores y neoliberales hagan una traducción lampedusiana de la renta básica, entendida como una especie de desguace del Estado del bienestar, con reparto a cada uno de su parte. Es elocuente el título del ensayo del politólogo conservador estadounidense Charles Murray en el año 2006, In Our Hands: a Plan to Replace the Welfare State, donde hace una defensa de la renta básica como herramienta para reemplazar al Estado del Bienestar. “Lo que debemos preguntarnos, para ver si una propuesta de renta básica es de izquierdas o de derechas –afirma Bollain– es cómo se financia”. Una renta básica, a su juicio, no tiene sentido si no se materializa en una redistribución de la riqueza.

Ni el Ingreso Mínimo Vital (IMV) la hace innecesaria, ni creará "un ejército de vagos". Así lo asegura el economista Julen Bollain, especialista en el funcionamiento de la prestaciones públicas, que se ha arremangando para rebatir, punto por punto, los argumentarios contra la renta básica universal en un ensayo de reciente publicación llamado a animar una reivindicación ya efervescente en España durante una pandemia que ha aparejado un incremento de la desigualdad y ha desvelado la fragilidad del Estado del bienestar. Un plan piloto en Cataluña, una Iniciativa Legislativa Popular en Euskadi y una campaña a nivel europeo apoyada en España por una extensa red de organizaciones dan cuerpo a la demanda de la renta básica universal y sin condiciones, es decir, de un salario para todos los ciudadanos por el mero hecho de serlo.

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