La historia se ha repetido muchas veces. Una persona mayor sale de su casa —o del centro de día, o de la residencia—, anda unos pasos y, después, desaparece. Sin más. Lo siguiente también es de sobra conocido. Los carteles empiezan a inundar las zonas cercanas a su vivienda. Ocurrió, por ejemplo, el pasado 18 de enero, cuando se perdió la pista a Alberto, un hombre de 75 años que desapareció después de haberse perdido en el barrio madrileño de Aluche, una zona lejana a su casa, en Fuenlabrada. También en noviembre, cuando operativos policiales, de Guardia Civil y de Bomberos, además de Protección Civil, comenzaron a buscar a José Antonio M., un vecino de 72 años de Salamanca que desapareció mientras paseaba con su mujer. O en enero de 2018, cuando se perdió la pista a Pablo Vega, un anciano de 84 años que desapareció al salir de su residencia de Torrelodones. Son tres historias diferentes que, sin embargo, tienen un dato clave en común: los tres hombres padecían alzheimer en el momento de su desaparición.
No son casos aislados, según asegura Paco Lobatón, presidente de la Fundación QSDglobal que, según informa, organizó un foro con el Imserso sobre este tema en 2017 y activó la campaña de comunicación Los Invisibles para, precisamente, visibilizar este problema. "Este tipo de desapariciones son muy habituales", dice en conversación con este diario. Y es que, afirma, la mayoría de desapariciones de las personas mayores están relacionadas con el alzheimer u otro tipo de enfermedad neurológica. Lo acreditó la asociación SOS Desaparecidos en el año 2016. Según su registro, el 46% de los mayores de 70 años que permanecían entonces desaparecidos en España estaban aquejados por esta enfermedad. La información que manejaba la organización, en concreto, indicaba que el 41% de las personas que se perdieron en 2015 fueron localizadas vivas; en otro 41% de los casos, fue hallada muerta; del resto, ninguna noticia.
Los datos del año pasado continúan mostrando que los casos son "muy frecuentes", tal y como afirma el presidente de la asociación, Joaquín Amills. Solo en 2018, según su registro, desaparecieron 108 personas mayores que sufrían estas enfermedades. "Eso para nosotros, en la realidad el dato es mayor", destaca Amills. "Entre las personas mayores que desaparecen, el porcentaje de quienes sufren alzheimer o enfermedades similares es muy elevado. El problema no es puntual", lamenta.
La mayoría de personas, no obstante, acaban apareciendo. Pero hay algunas que no lo hacen. Y eso es lo dramático, al menos para Lobatón. Según el informe sobre personas desaparecidas correspondiente al año 2019 —elaborado por el Centro Nacional de Desaparecidos, un organismo dependiente del Ministerio del Interior—, hay 454 denuncias activas —interpuestas entre 2010 y 2018— de desapariciones de personas mayores de 65 años. Son datos, informa el Ministerio del Interior a infoLibre, recogidos desde el año 2010. Estas personas todavía no han sido localizadas. Y la esperanza de encontrarlas con vida, cada día que pasa, se desvanece un poco más. No hay forma de saber cuántas de esas denuncias se basan en la desaparición de una persona que sufría alzheimer u otra enfermedad similar, pero Lobatón no duda en que estas supondrían un porcentaje muy elevado. Y lo dice porque, en su fundación, "se enciendieron las alarmas" cuando se dieron cuenta que, entre las alertas que difundían, había demasiadas personas que aparecían muertas y que sufrían de este tipo de dolencias.
La incidencia del alzheimer en nuestro país es muy elevada. Según los datos que presentó la Sociedad Española de Neurología (SEN) el pasado mes de septiembre, esta enfermedad es la causa de demencia más frecuente. Tanto, que representa entre el 60% y el 80% de los casos. En términos absolutos, la organización estima que podrían existir unas 800.000 personas en nuestro país aquejadas de esta enfermedad. Las previsiones son peores. Según recogió Lobatón, el Centro de Referencia Estatal de Alzheimer y otras demencias (CREA) estima que en tan solo un año, se podrán contabilizar en nuestro país 1.350.000 casos.
Y la mayoría afectarán a personas mayores. Según los datos de la SEN, la enfermedad afecta al 5% de la población mayor de 60 años, al 20% de los mayores de 80 y al 30% de los mayores de 90. "Puesto que la prevalencia e incidencia de esta enfermedad se incrementa a partir de los 65 años de forma exponencial, el progresivo envejecimiento poblacional y el incremento de la esperanza de vida, hará que el número de casos aumente en las próximas décadas", dice la organización.
Alzheimer y desorientación, dos conceptos unidos
Es habitual porque el alzheimer, entre otras cosas, provoca episodios de desorientación. Lo explica a infoLibre Luis García, psicólogo en el centro que la Federación Alzheimer España (FAE) tiene en Madrid. "El alzheimer afecta, principalmente, a dos partes del cerebro: el hipocampo y la corteza parietal. Estas dos áreas van a estar afectadas desde el comienzo de la enfermedad y la persona experimentará un cuadro de desorientación durante ella", dice. Y esa desorientación, continúa, no es solo en el espacio. "No solo hay desorientación a nivel espacial, sino también a nivel temporal y respecto a las personas que tiene a su alrededor", explica. A eso, además, "se suman problemas de tipo ejecutivo, como ir del punto A al punto B, una ruta difícil de trazar durante la enfermedad", añade.
Así, explica, presentan grandes problemas para la vida diaria. Problemas que pueden ocasionar de forma sencilla una desorientación. Según García, los enfermos de alzheimer tienen problemas para reconocer el lugar en el que están. "Hay que distinguir entre los lugares conocidos y los nuevos", que tienen muchas más posibilidades de ocasionar que la persona se sienta perdida. Si esto ocurre, además, los enfermos "tienen dificultades para resolver el problema", añade. "No saben afrontar una situación que, para ellos, es totalmente novedosa", explica.
Por otro lado, añade, "el alzheimer tiene un proceso muy curioso que se llama retrogénesis, que es, literalmente, la vuelta al inicio". Esto se experimenta en episodios conocidos para los familiares de las personas que sufren la enfermedad. Según afirma García, hay muchas familias que ven cómo la persona, tras desorientarse en su propio domicilio, afirma que se quiere ir "a casa". "Y nos dicen: 'Si vivimos aquí desde hace años", cuenta. "Pero es que ellos están haciendo referencia a la casa de su infancia, de sus padres", explica. "¿Cómo no se van a desorientar si no saben que están en la casa donde han vivido los últimos años?", añade.
Pero el problema llega, sobre todo, cuando se junta alzheimer con tercera edad. Se trata, explica García, de un "cuadro confusional agudo". Y es que las personas mayores, ya de por sí, experimentan problemas que les pueden provocar pequeños episodios de desorientación. Se producen, por ejemplo, por algo físico como puede ser una deshidratación o una infección mantenida en el tiempo. "O microinfartos. Algunos pasan desapercibidos, no se tratan y, mantenidos en el tiempo, pueden provocar que la persona se desoriente", dice.
Por último, la medicación. "Una persona mayor polimedicada tiene más posibilidades de sufrir desorientaciones, sobre todo si mezcla neurolépticos, narcóticos, antidepresivos, etc.", concluye. Y la mayoría de enfermos de alzheimer son personas mayores, según la SEN.
Alerta Mayor Desaparecido
El problema, aunque no es reciente, ha comenzado a atenderse ahora. "Empieza a haber protocolos", celebra Lobatón. El mejor ejemplo es el nuevo sistema implantado por el Ministerio del Interior el pasado 4 de marzo, cuando se presentó el informe sobre personas desaparecidas. Se trata de la Alerta Mayor Desaparecido, "un sistema de alerta temprana que toma el modelo de las que se han hecho para desapariciones de menores", destaca Lobatón. Fuentes de Interior explican a infoLibre que se trata de un protocolo aplicable a mayores de 18 años que se activa en aquellos casos donde haya algún factor que haga pensar que el riesgo de la desaparición es mayor. Por ejemplo, dicen, en casos de personas mayores que se desorientan y se pierden.
¿En qué consiste? Influye, según la institución que dirige Fernando Grande-Marlaska, en los avisos. Se da una mayor difusión en los primeros momentos de la desaparición para que el entorno de la persona se movilice con agilidad. Y es que estas personas no se alejan demasiado del punto del que salieron. Según explica Amills, lo habitual es que aparezcan —fallecidas o vivas— en un radio de no más de tres kilómetros de su residencia, su centro de día o su vivienda. "Cuando desaparece una persona joven no se sabe si ha cogido un tren, un autobús... Los mayores no lo hacen, así que si se adopta una medida rápida es más fácil encontrarlos", dice.
"Víctimas de la crisis"
¿Por qué hasta ahora no se ha hecho nada? Amills lo tiene claro. "Los mayores han sido víctimas de la crisis", lamenta. Se refiere, dice, a los recortes en dependencia que llegaron a partir del año 2012, cuando los efectos de la situación económica comenzaron a notarse con más crudeza en los hogares españoles. "Hubo un brote de personas mayores desaparecidas en el año 2012. Muchos ancianos tuvieron que abandonar la residencia y algunas familias que tenían cuidadores para sus mayores tuvieron que prescindir de ellos porque no podían pagar", explica.
Los efectos del tijeretazo, además, continúan notándose. El XIX Dictamen del Observatorio de la Dependencia elaborado por la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales y presentado el pasado mes de febrero concluyó que en 2018 fallecieron más de 30.000 personas sin haber recibido la atención que merecían. Es una media de 80 personas al día.
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No obstante, las previsiones son mejores, según Amills. "Ahora se está empezando a dar mucha importancia a las primeras seis horas de la desaparición porque son personas mayores que no pueden alejarse mucho pero con un riesgo de muerte altísimo", dice. Lo que es necesario, además, es la preparación: "No es lo mismo buscar a una persona con movilidad que a una que tiene alzheimer, con las connotaciones que eso conlleva: pueden asustarse y huir si escuchan gritos o sirenas de policía", explica. Es fundamental porque el alzheimer no frena. Y, según Lobatón, que estos casos sean previsibles los hace, a su vez, evitables.
Imagen de la campaña 'Evitémoslo', de la Policía Nacional.
La historia se ha repetido muchas veces. Una persona mayor sale de su casa —o del centro de día, o de la residencia—, anda unos pasos y, después, desaparece. Sin más. Lo siguiente también es de sobra conocido. Los carteles empiezan a inundar las zonas cercanas a su vivienda. Ocurrió, por ejemplo, el pasado 18 de enero, cuando se perdió la pista a Alberto, un hombre de 75 años que desapareció después de haberse perdido en el barrio madrileño de Aluche, una zona lejana a su casa, en Fuenlabrada. También en noviembre, cuando operativos policiales, de Guardia Civil y de Bomberos, además de Protección Civil, comenzaron a buscar a José Antonio M., un vecino de 72 años de Salamanca que desapareció mientras paseaba con su mujer. O en enero de 2018, cuando se perdió la pista a Pablo Vega, un anciano de 84 años que desapareció al salir de su residencia de Torrelodones. Son tres historias diferentes que, sin embargo, tienen un dato clave en común: los tres hombres padecían alzheimer en el momento de su desaparición.