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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Salvar al soldado Rueda: el debate electoral revela el punto más débil de la campaña del PP

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La insatisfacción en el PP por el pobrísimo desempeño de su candidato, Alfonso Rueda, en el debate de CRTVG emitido en la noche del lunes es indisimulable. Su equipo de campaña había diseñado para él un espacio a medida: en la televisión que controla y en un formato que sus asesores creían era el más favorable para él, porque incluía a todos los partidos de la izquierda y a ninguno de los de la derecha que compiten con él por los votos (Vox y Democracia Ourensana). Su objetivo era que las cámaras constataran el “barullo” del que habla desde que comenzó la campaña y que su discurso emergiera como la única manera de garantizar la “isla de estabilidad” y el “sentidiño” que dice representar.

No pasó ni una cosa ni la otra. Rueda fue incapaz de imponer su narrativa, ni en defensa de sus propuestas, que pasaron desapercibidas, ni de su gestión, sometida a un durísimo examen por parte del resto de candidatos. A la vista de que sus adversarios se centraban en él y apenas discreparon entre sí, acabó extrañamente dedicado a la tarea de tratar de desacreditar a la aspirante del BNG, Ana Pontón, acusándola de estar a favor de ETA y de querer imponer la lengua gallega en la escuela.

El sucesor de Alberto Núñez Feijóo, pese a sus quince años de experiencia en puestos ejecutivos, siempre a la sombra de quien hoy dirige el PP nacional, no salió bien parado de su primer debate. Primero y, según sus propias declaraciones, el último. Una situación en la que sus adversarios, en especial Ana Pontón (BNG), evidenciaron sentirse mucho más cómodos. Exactamente el escenario que más temían los estrategas del PP.

A la defensiva

A veces balbuceante, y siempre a la defensiva, tanto Rueda como los espectadores de TVG, en cuyos informativos rara vez se habla de los problemas reales de Galicia, tuvieron que escuchar reproches por su incapacidad para detener el retroceso demográfico, así como por su política fiscal para favorecer a “los ricos”, sus prácticas clientelares o la forma que tiene la Xunta de gobernar a base de “propaganda”. Todo mientras aumenta la deuda y se recortan los servicios públicos esenciales, como la sanidad o la educación. “Indolencia”, “atonía insólita”. La sorpresa por el bajo perfil del candidato mejor situado dominó las reacciones en algunos medios tras el debate. Los equipos de campaña del resto de los partidos vieron así confirmado el motivo por el que el PP protege a su candidato de la exposición pública.

El propio Rueda confesó este martes, implícitamente, que la cosa no fue bien al poner como excusa para no acudir a un segundo debate que lo que le han ofrecido no es un cara a cara, un uno contra uno. Es lo que alegó para confirmar que no se presentará al que ha organizado TVE el próximo miércoles y al que ya han confirmado su asistencia los candidatos del Bloque, Ana Pontón, y del PSdeG-PSOE, José Ramón Gómez Besteiro. Un espacio al que no han sido invitados ni Sumar ni Podemos, ambas formaciones sin representación parlamentaria. Una decisión de RTVE que cuenta con el visto bueno de la Junta Electoral.

El desprecio del PP a los debates es tal que ni siquiera enviarán a TVE un sustituto para confrontar con Pontón y Besteiro en horario de máxima audiencia, en diferentes canales y plataformas y con difusión para todo el país. Una decisión que recuerda la de Alberto Núñez Feijóo en las generales del año pasado, cuando decidió no participar en el que organizó también TVE y que dio al PSOE, a Sumar y a Vox la oportunidad de exponer sus propuestas sin la réplica del PP. Muchos analistas consideran aquél uno de los mayores errores de estrategia que cometió Génova en esa campaña.

Condiciones inaceptables

Puesto en evidencia por los demás candidatos, que le acusan de esconderse, Rueda intentó este martes salir del paso poniendo una condición insólita e inaceptable: que los candidatos de la izquierda designasen un representante para enfrentarse a él en un único debate a dos. Un formato que, además, ningún medio ha planteado.

“A mí me da igual que sea la candidata del BNG, que sea el candidato del PSOE, la candidata de Sumar, la candidata de Podemos, pero todo el mundo puede entender que deberían ponerse de acuerdo, designar un portavoz, un representante, para tener un cara a cara”, alegó.

El candidato del PP trata de evitar así que una nueva exposición pública ponga en evidencia las debilidades que mostró en la CRTVG. Del mismo modo que su equipo está seleccionando cuidadosamente las entrevistas que concede en televisión, radio, prensa de papel y digital para evitar las preguntas incómodas.

El análisis que Rueda hace del debate, en el que fue incapaz de replicar a sus adversarios, es singular. Según él, sus rivales se “coordinaron” para escenificar un “cuatro contra uno”. Así que el mensaje que no consiguió imponer frente a las cámaras de televisión, intenta fijarlo ahora, en sus declaraciones de campaña. Hubo, según él, una “actitud claramente coordinada de intentar pintar una Galicia negra en la que no ha habido un solo logro en todos estos años” frente a los datos, según él, “absolutamente objetivos y certeros”, que puso sobre la mesa.

Mensaje fallido

Lo cierto es que el anuncio estrella del sucesor de Feijóo apenas suscitó el interés de nadie, ni siquiera de la prensa afín. Su compromiso de ampliar las bonificaciones del Impuesto de Sucesiones a familiares que en la actualidad no las disfrutan pasó desapercibido. De modo que su “preocupación” porque los demás partidos no hablasen de ello tampoco tuvo el efecto deseado. En realidad, la política fiscal de la Xunta en los últimos años se ha centrado en los grandes patrimonios, que eran los que pagaban sucesiones. Ellos fueron los beneficiados por la política fiscal del PP.

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Rueda volvió este martes a intentar acusar al BNG de planear “volver a implantar el monolingüismo en la enseñanza, aquello que estaba vigente en el bipartito y que claramente rechazaba la mayoría de la sociedad de Galicia, que optó siempre por el bipartidismo armónico”. Nada más lejos de la verdad: la inmersión lingüística nunca se ha aplicado en Galicia, ni siquiera durante el gobierno de coalición que compartieron socialistas y nacionalistas entre 2004 y 2009.

E insistió en su intento de desacreditar a Ana Pontón relacionándola con ETA porque los nacionalistas enviaron a una representante a una manifestación en Bilbao, junto a otras muchas fuerzas políticas, para reivindicar la aplicación de la legislación penitenciaria ordinaria a los presos de la organización terrorista, derrotada hace casi 13 años.

La paradoja es que la insistencia en confrontar con el BNG y con Ana Pontón, en contra de las intenciones de Rueda, acabó poniendo el foco de la alternativa en la candidata nacionalista, por encima del resto de los invitados al debate.

La insatisfacción en el PP por el pobrísimo desempeño de su candidato, Alfonso Rueda, en el debate de CRTVG emitido en la noche del lunes es indisimulable. Su equipo de campaña había diseñado para él un espacio a medida: en la televisión que controla y en un formato que sus asesores creían era el más favorable para él, porque incluía a todos los partidos de la izquierda y a ninguno de los de la derecha que compiten con él por los votos (Vox y Democracia Ourensana). Su objetivo era que las cámaras constataran el “barullo” del que habla desde que comenzó la campaña y que su discurso emergiera como la única manera de garantizar la “isla de estabilidad” y el “sentidiño” que dice representar.

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