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Sánchez acusa a Iglesias de impedir un Gobierno progresista y Rivera acorrala a Rajoy por la corrupción

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Cuatro políticos. Cuatro formaciones que se la jugaban. Tres periodistas: Ana Blanco, Vicente Vallés y Pedro Piqueras. Y dos horas y media por delante para intentar conseguir la hazaña que todos los expertos atribuyen potencialmente a este tipo de encuentros: movilizar a los indecisos. A aquellos que, a poco más de diez días de la cita electoral, no saben a quién van a votar. Según el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de la semana pasada, el 32,4% de los electores no tienen claro que papeleta introducirán en la urna.

A por ellos, a intentar conquistarlos, llegaron al debate organizado por la Academia de Televisión en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid Mariano Rajoy (Partido Popular), Pedro Sánchez (Partido Socialista), Pablo Iglesias (Unidos Podemos) y Abert Rivera (Ciudadanos). Todos ellos, también, con el miedo de que un tropiezo a estas alturas de campaña puede tener el efecto contrario al deseado: asustar al electorado y dar al rival político una herramienta preciosa para desgastar al que tiene en frente en los días que restan para el 26 de junio. Que se lo pregunten a Miguel Arias Cañete (PP) en la campaña de las europeas y sus declaraciones machistas tras enfrentarse en un debate a Elena Valenciano (PSOE).

Rajoy, según los suyos, llegaban mentalizado de que la cita podía convertirse en un "todos contra el PP"; Sánchez con el reto de demostrar que no tira la toalla y no se cree las encuestas que ubican al PSOE como tercera fuerza; Iglesias, para defender que está en sus manos mandar a los conservadores a la oposición y Rivera, para reivindicarse como herramienta fundamental para el cambio

Esto era sobre el papel. Porque, sobre el escenario, el debate a cuatro entre los principales candidatos al 26-J fue una especie de juego de muñecas rusas. Y encerró otros dos duelos paralelos. En la lucha por rascar votos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias rivalizaron por capitalizar el voto de la izquierda. Y Mariano Rajoy y Albert Rivera por marcar las diferencias entre PP y Ciudadanos. Hasta el punto de que fue Rivera quien más de quicio sacó al presidente del Gobierno en funciones en el bloque dedicado a la regeneración democrática.

El líder de los socialistas llegaba con la espinita clavada de haber sido el único candidato del 20-D que se enfrentó a un debate de investidura sin haber logrado los apoyos para llegar a la Moncloa. De ello culpó a Pablo Iglesias. Pero no se contentó con ello. Fue más allá, denunciando una pinza, una especie de alianza entre Rajoy y Rivera para impedir un Ejecutivo progresista.

Daba igual el bloque temático de los cuatro que se trataron –Economía, Políticas sociales, Regeneración, Política exterior y pactos– pero el jefe de los socialistas no se olvidada del dardo a los "extremos", es decir a Podemos y PP de que no haya Gobierno en España. Él puso todo de su parte, venía a decir. Pero, en última instancia Iglesias lo impidió. 

Sánchez y "los extremos"

En este sentido, culpó al líder de Podemos de que no se estén dando pasos ya para buscar una solución al encaje territorial de Cataluña en España. De no haber sido por Iglesias, de no haber sido porque el PSOE no contó con sus votos, ahora mismo, dijo, el Congreso de los Diputados podría estar debatiendo una reforma de la Constitución. "Los extremos bloquearon ese gobierno progresista", repetía. "Las consecuencias son que el señor Rajoy sigue ahí en funciones", remataba.

También a los "extremos" dedicó su minuto de oro, el mensaje final a los electores. Señaló que para vencerlos, hace falta "un PSOE fuerte".

En el otro lado de esta discusión paralela al debate a cuatro estaba Pablo Iglesias. El líder de Podemos captó perfectamente el mensaje del terreno al que le intentaba llevar Sánchez. Y, durante las intervenciones del líder socialista, se le podía escuchar susurrar que él no era el enemigo del PSOE, que él no era el rival. En definitiva: que Sánchez estaba errando el tiro. "Usted se equivoca de adversario", repetía.

Unidos Podemos llegaba al plató en el segundo puesto en las encuestas, tras el PP. Aun así, Iglesias insistió en que si el PSOE obtenía más votos que su candidatura él volverá a proponer que Sánchez sea presidente del Gobierno. "Estaría bien que le dijeran a sus electores con quién va a gobernar: ¿con nosotros o con el PP?", invitó al jefe de los socialistas. Éste no quiso entrar a responderle, del mismo modo que tampoco se mojó cuando tuvo la oportunidad de aclarar cuál será su política de pactos.

Corrupción

En el debate del 20-D, a dos por expreso deseo del PP, que se negaba a medirse con Iglesias y Rivera con la excusa de que no tenían representación parlamentaria, Pedro Sánchez descolocó a Mariano Rajoy a cuenta de los escándalos de corrupción que afectan a su partido. En este, ese papel de alterar al presidente del Gobierno en funciones se lo arrebató el líder de la formación naranja. Casi sin argumentos, Rajoy tuvo que recurrir en un par de ocasiones, para desgastar a su rival, a unas declaraciones de este en el programa Salvados (laSexta) en las que había señalado que había pagado alguna vez algo en negro

Previamente, Rivera, papeles en mano, había asegurado que, según la contabilidad de Luis Bárcenas, extesorero del PP, había recibido 340.000 euros. Una cantidad "que podría proceder de delito". Y le recordó el embargo de 1,2 millones de euros que pesa sobre la sede del PP y los SMS de apoyo que remitió el exresponsable de las finanzas de su partido cuando ya sabía que había amasado una fortuna en Suiza.

"Le pido una reflexión [...] No le voy a llamar indecente. No le voy a insultar. Le pido una reflexión", insistía Rivera a Rajoy con un mensaje que no sentó nada bien al jefe de los conservadores. Y es que, el líder de Ciudadanos dejó caer que, si no se aparta, el "populismo" va a seguir creciendo. Visiblemente incómodo, Rajoy le respondió que eso lo deciden los votantes, que la Constitución de 1812 abolió la Inquisición y que le faltaba "un poco de humildad".

Iglesias había sido el encargado de abrir el bloque dedicado a las políticas de regeneración. Arrancó traduciendo la corrupción a lo que esta afecta al bolsillo de los ciudadanos. Dos mil euros al año a cada español, sostuvo. Después señaló que con el agujero que han supuesto a las arcas públicas escándalos como la Púnica se podrían haber pagado 225.000 matrículas universitarias. Y remató con un completo retrato de las puertas giratorias. Eran todos ataques al PP y al PSOE, que no se libró de la correspondiente mención al escándalo de los ERE. Pero no fue ni en Rajoy ni en Sánchez donde más dureza halló en la réplica. 

Estaba el cabeza de lista de Unidos Podemos atacando al PP a cuenta de que la Policía hubiese estado registrando "durante 14 horas la sede" de Génova cuando incorporó a su discurso la necesidad de prohibir la presencia de exministros en los consejos de administración de las empresas y sacó pecho de que la suya es "la única fuerza política que no pide dinero a los bancos". Rivera le cogió el guante: "Izquierda Unida tiene 11 millones de deuda con los bancos. Señor Iglesias, basta de hipocresía. Usted no lo pide porque se lo da el Gobierno de [Nicolás] Maduro". Había pasado el ecuador del debate. Ya había tardado en salir el tema de Venezuela.

"No se lo puedo permitir", reaccionó Iglesias recordando que los tribunales han archivado ese tema en cinco ocasiones. "En ese tema debería estar más bien calladito. Vaya a la Asamblea venezolana a decir dónde a metido esos siete millones", espetó Rivera.

"Todos contra el PP"

Los conservadores se temían un "todos contra el PP" y ya desde el arranque del debate, en el bloque dedicado a economía confirmó este miedo. Pero Mariano Rajoy, que presume de ser previsible, también lo fue y se movió en el campo que mejor se maneja tal y como ha demostrado desde que llegó a la Moncloa en noviembre de 2011: el de la herencia recibida. Es lo mismo que había hecho el día anterior en otro debate, también a cuatro, pero centrado en la economía, su ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos.

"Gobernar no es fácil. Gobernar la cuarta potencia de la zona euro no es fácil", arrancó el bloque dedicado a la economía mencionando que cuando llegó al Ejecutivo, España estaba al borde de la quiebra y el rescate. Se trata de un argumento que repitió de forma insistente para cerrar con un ataque a sus rivales: "Cuando se viene a un debate, conviene traerse las cosas estudiadas. Gobernar en muy difícil, predicar es fácil. Aquí no se viene a hacer prácticas; al Gobierno se viene aprendido". 

En este apartado todos los candidatos se aplicaron a la hora de recitar cifras y estadísticas. Y si en algo estuvieron de acuerdo Unidos Podemos, PSOE y Ciudadanos es en que la política económica del PP ha sido errónea. Como haría después en el apartado destinado a la regeneración democrática, Iglesias supo traducir mejor a casos concretos la frialdad de los datos. "Cuando las cosas no funcionan, hay que cambiarlas", señaló vacunándose contra la queja de Rajoy de que sus rivales políticos quieren cargarse todo lo que él ha hecho en estos cuatro años.

En el plano económico, Iglesias metió a PP y Ciudadanos en el mismo saco. Llamó a Rivera "escudero" de Rajoy y le ninguneó al señalar que "entre la copia y el original", él se quedaba con el PP.

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En materia de políticas sociales Rajoy también estuvo muy solo defendiendo que ha sabido mantener a flote los pilares del estado de bienestar. Se empeñó en que si gobierna de nuevo no habrá recortes recurriendo al giro argumental de que eso va a ser posible porque va a seguir creciendo el número de trabajadores en España. Pero no pudo negar los recortes ya realizados con los que le atacaban sus contrincantes.

En materia de pactos, nada nuevo sobre las posiciones iniciales de cada partido. Los participantes de este debate volverán a verse las caras a partir del 27-J. Pero ya no será en un plató, sino en las negociaciones para la formación de Gobierno. Si nos atenemos a sus palabras, y en esto sí estuvieron de acuerdo, no habrá unas terceras elecciones.

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