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Sánchez salva el primer asalto

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Si los debates los gana el candidato que menos errores comete, habrá que concluir que el primero de estas elecciones ha acabado en tablas. Pero si Pedro Sánchez, primero en todas las encuestas, era el que más tenía que perder, ha conseguido salvar el primer asalto. Habrá que ver qué pasa este martes con el segundo.

Pedro Sánchez, el aspirante del PSOE, el que prefería un debate a cinco que incluyese a la extrema derecha y visualizase de nuevo la foto de Colón —la alianza entre PP, Ciudadanos y Vox—, no renunció a esa carta. Fue el único que citó en varias ocasiones a la formación ultra como el socio necesario de la alianza de la derecha. Y para subrayar la identidad de criterio entre PP y Cs, llegó incluso a contestar a Pablo Casado y Albert Rivera en varias ocasiones en el mismo turno. Como si fuesen la misma cosa.

Pablo Casado, el aspirante del PP, buscó el cara a cara que Sánchez le ha negado en esta campaña y se centró exclusivamente en el presidente del Gobierno. Ignoró a Pablo Iglesias y evitó los repetidos intentos de Rivera de disputarle el liderazgo de la derecha. Sus armas contra Sánchez, las mismas que exhibe en los mitines: la supuesta existencia de pactos con los independentistas para romper España y la defensa de una política económica basada en una bajada generalizada de impuestos.

El candidato de Ciudadanos, Albert Rivera, fue el que más recurrió a la exhibición de fotografías y titulares de prensa. Lo hizo contra el PP —con una foto de Rodrigo Rato nada más iniciar el debate— y sobre todo contra Sánchez, hasta el punto de dejar encima de la mesa, durante buena parte de la emisión, una foto enmarcada del presidente durante una reunión con su homólogo catalán, Quim Torra. Rivera buscó el enfrentamiento con los otros tres candidatos —también con Iglesias— e intentó aparecer como la única alternativa capaz de ejercer de dique de contención frente al nacionalismo porque, según él, el PSOE está en manos de los independentistas catalanes y el PP está dispuesto a volver a pactar con el PNV.

Pablo Iglesias, el aspirante de Unidas Podemos, se aferró a la Constitución para exigir su cumplimiento. Y consiguió sembrar dudas sobre el compromiso de Sánchez con la izquierda al exigirle hasta en tres ocasiones que aclarase si va a pactar con Ciudadanos y no obtener ninguna respuesta. Esa es una de sus principales bazas electorales, en la que lleva insistiendo desde la convocatoria de las elecciones. La otra también la planteó al final: las cloacas del Estado, cuya existencia reprochó a PSOE y PP y que vinculó expresamente a Sánchez al recordar que el exnúmero dos de Comunicación de Moncloa está imputado en relación con este escándalo, aunque sea por hechos que supuestamente ocurrieron años antes de tener vinculación con el Gobierno.

Sánchez salvó el tipo con un debate en el que evitó la confrontación con Unidas Podemos —llegó incluso a agradecer a Iglesias su labor durante los últimos diez meses— y se centró en sacar partido de la identidad de criterio entre Casado y Rivera y de la necesidad que ambas fuerzas tienen del apoyo de Vox, el gran ausente en la emisión de RTVE. El PSOE, defendió, es “el único partido que puede frenar a las tres derechas”. Que nadie se confíe: nadie pensaba que Donald Trump fuese a ganar ni que el Brexit fuese a salir adelante, advirtió.

El presidente construyó el grueso de sus intervenciones sobre la defensa de la justicia social como la única manera de luchar contra la desigualdad, el problema que repetidamente definió como el principal de España. Y acusó a PP y Cs de votar sistemáticamente en contra de todas las iniciativas planteadas en el Congreso para hacerle frente. La derecha, acusó, apuesta por bajar impuestos “a los más ricos” a expensas de recortar servicios a los que menos tienen, hasta 18.000 millones, aseguró, si se cumplen todos los recortes fiscales que han prometido.

“Cuando una mujer dice no, es no”

Sánchez se mostró menos sólido en el bloque económico —llegó a atribuirse una subida de las pensiones que no ha tenido posibilidad de implementar— pero recuperó fuelle en el del bienestar. Fue aquí donde repasó, uno por uno, los asuntos que su Gobierno ha conseguido sacar adelante en diez meses en el Congreso y donde aprovechó para echar en cara a PP y a Cs sus titubeos con el feminismo. “Creo en el feminismo sin ningún tipo de adjetivos. Cuando una mujer dice no, es no”, proclamó dirigiéndose expresamente a Casado, a quien le recomendó que se lo recordase a sus candidatas, en clara referencia a las polémicas declaraciones de Cayetana Álvarez de Toledo. “No sea carca: lo moderno no es alquilar los vientres de las mujeres”, espetó de inmediato, girándose hacia Rivera.

En política territorial, el presidente defendió una “España en la que quepan todos”, que contrapuso a la España de la foto de Colón. Insistió una vez más en que con él no habrá nunca un referéndum de autodeterminación en Cataluña. A pesar de lo cual, defendió, es necesario dialogar para que los independentistas vuelvan a la Constitución.

Fue en este bloque donde Sánchez devolvió a Casado sus acusaciones de haber pactado con Bildu recordando que el PP y la izquierda abertzale han coincidido hasta en 127 ocasiones en el Parlamento vasco. “¿De qué color tiene manchadas las manos señor Casado?”, le dijo en uno de los momentos más intensos del debate.

Sánchez, eso sí, no se salió de la respuesta que construyó hace semanas para evitar la cuestión de los indultos a los independentistas: no procede contestar porque todavía no hay sentencia.

El presidente, sin embargo, optó por no responder las tres veces que Iglesias le preguntó si está dispuesto a pactar con Ciudadanos, un silencio elocuente que sugiere su disponibilidad para intentarlo. Una actitud que quedó aún más de manifiesto cuando enfatizó, con gran vehemencia, su “decepción” con la decisión de Albert Rivera de plantear un “cordón sanitario” al PSOE y negar cualquier posibilidad de llegar a acuerdos con él.

El líder de Unidas Podemos se centró en la defensa de sus propuestas electorales utilizando para ellos los derechos reconocidos en la Constitución y que, asegura, no se cumplen. Reivindicó la subida del salario mínimo a 900 euros como un logro de su formación —Sánchez acababa de atribuírselo— y sólo elevó un poco el tono cuando reprochó a Sánchez no haber desmantelado las cloacas del Estado.

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Pablo Casado (PP) bajó el tono —que no el fondo de su discurso— y decidió no entrar al trapo de los ataques de un Albert Rivera que peleó duro por erigirse en el líder del bloque de la derecha, algo que hasta ahora le niegan las encuestas. La estrategia de Casado en el primer debate era debatir sólo con Sánchez, en busca del cara a cara que el presidente le ha negado en estas elecciones, y eso dejó descubierto el flanco de la pelea por el voto de la derecha, que Rivera sí entró a disputarle.

Rivera repitió la jugada que intenta desde que comenzó la campaña. “Tiendo la mano al señor Casado, pero sin nacionalistas. Quiero un acuerdo constitucional", resumió. “Le he tendido la mano al señor Casado y no me responde”, se quejó ante la falta de respuesta de Casado.

Su repetida apelación a los indultos, que según él Sánchez ha pactado con los independentistas a cambio de su supuesto apoyo en la próxima legislatura, no cambió la respuesta del presidente. Como tampoco el intento de obligarle a comprometerse a dimitir si la justicia condena a los expresidentes Chaves y Grilán por el caso de los EREs. “¿Va usted a dimitir por el pucherazo en las primarias de Ciudadanos?”, le respondió Sánchez. "No sea cutre", balbuceó Rivera por toda respuesta.

Si los debates los gana el candidato que menos errores comete, habrá que concluir que el primero de estas elecciones ha acabado en tablas. Pero si Pedro Sánchez, primero en todas las encuestas, era el que más tenía que perder, ha conseguido salvar el primer asalto. Habrá que ver qué pasa este martes con el segundo.

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