El sector eléctrico afronta el desafío de la transición lastrado por la omnipotencia de un oligopolio intocable

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El control por parte de tres gigantes, Iberdrola, Endesa y Naturgy, de todos los eslabones de la cadena eléctrica pone en peligro la planeada transición energética, vital para superar el desafío económico y medioambiental en España. Se trata de un sector estratégico lastrado por su carácter oligopólico, que se ha convertido en un lastre. Es la idea central de El oligopolio que domina el sistema eléctrico. Consecuencias para la transición energética (Akal, 219), obra del economista Enrique Palazuelos, autoridad en este campo.

Son elocuentes los datos de concentración de la potencia eléctrica instalada, recogida en el ensayo de Palazuelos como la media en gigavatios (GW) de 2017 y 2018. El tripolio de Iberdrola, Endesa y Naturgy –antes, Gas Natural Fenosa– concentra 61,3 GW, lo cual supone el 58,9% del total, según esta investigación. Palazuelos, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense hasta su jubilación, autor de una vasta producción sobre crecimiento económico, mercados financieros internacionales y economía de la energía, acuña el término "tripolio extensivo" para referirse a las tres anteriores más Repsol y Energies de Portugal (EDP). No obstante, hay otras compañías que, dependiendo de la rama del sector eléctrico, pueden ocupar posiciones subalternas pero significativas, detalla el autor. Es el caso de Viesgo en carbón o Acciona en eólica. Estas empresas secundarias del oligopolio eléctrico acaparan 13,3 GW de potencia instalada, el 12,8%. La suma de este oligopolio, las tres grandes más las medianas, acumula 74,6 GW, el 71,7% del total. "La concentración supera con creces ese porcentaje en las cuatro tecnologías convencionales [98% de la potencia en térmicas de carbón, 81% en ciclo combinado, 99% en nuclear, 87% en hidráulica], mientras que en eólica suman el 65%", escribe Palazuelos, que en estas circunstancias ve sólo un "sucedáneo de competencia".

Los cinco grupos principales –Iberdrola, Endesa, Naturgy, Repsol y EDP– se reparten no sólo el grueso de la potencia instalada, sino también la producción de electricidad y la casi totalidad de las redes de distribución y de las ventas a los consumidores, según expone el ensayo de Palazuelos, que añade: "Las filiales de las compañías del oligopolio [sólo considerando las tres grandes] acaparan más de 26 millones de clientes y venden más del 80% de la energía comprada por los consumidores, siendo Endesa la que encabeza el tripolio, con 81 teravatios/hora (TWh), seguida de Iberdrola con 56 TWh y Naturgy con 35,5 TWh". ¿Qué queda fuera? Tres centenares de pequeñas empresas comerciales que se disputan 1,7 millones de clientes a los que les venden 40 TWh, expone Palazuelos.

Ventaja, presión y negocio

Así se reparte, entre empresas donde el capital extranjero es abrumadoramente dominante, un sector estratégico de la economía española. Un sector en cuya tantas veces anunciada reforma –"transición", en el término en boga–, España se juega buena parte del futuro económico y medioambiental. Dicha reforma, reseña el ensayo de Palazuelos, es objetivamente dificultada por un oligopolio que ejerce "un dominio excluyente" y que hace uso de su oportunidad de "introducir barreras de entrada hacia atrás (generación) y hacia delante (comercialización)", gozando de una "ventaja indisimulada" que es a la vez causa y consecuencia de su constante capacidad de "presión" sobre los poderes públicos.

Estos poderes, a su vez, llevan décadas encadenando medidas que amplían el poder de las empresas dominantes del sector y dificultan la verdadera competencia, según el ensayo. "Tres décadas después de que se iniciara la privatización de compañías públicas y dos décadas desde que arreciaran las medidas liberalizadoras impulsadas por las instituciones europeas [...], el funcionamiento del sistema eléctrico tiene poco que ver con las promesas de competencia, eficiencia y moderación de los precios", escribe Palazuelos, que no es partidario de constituir una empresa estatal de energía, sino de que el Estado asuma verdaderamente su papel de árbitro. O, con mayor precisión, de "director de orquesta".

Si los consumidores son los perjudicados por el oligopolio, ¿quién gana? Según Palazuelos, los dueños del negocio eléctrico, que tiene en España unas dimensiones colosales. Mueve 40.000 millones al año, con beneficios milmillonarios para el "tripolio". Este negocio está en la base de los fabulosos resultados del núcleo duro del oligopolio, como reflejan los datos medios de los ejercicios de 2017 y 2018 reunidos en la investigación de Palazuelos. Por ingresos, gana Iberdrola, con 33.200 millones, 14.000 de ellos en España. Le sigue Naturgy, con 23.800 millones, 13.400 de ellos en nuestro país. Después, Endesa, con 20.200 millones, 19.200 en España. Una vez examinados costes de explotación e impuestos, los beneficios anuales después de impuestos son de 2.900 millones para Iberdrola y 1.500 millones para Endesa, mientras la media de Naturgy es de pérdidas debido a amortizaciones de gastos de generación, reseña Palazuelos. En 2019 la compañía presidida por Francisco Reynés ha retomado el camino de los beneficios.

Eslabones y tecnologías

Palazuelos dedica buena parte de su estudio a describir el sistema eléctrico, sus actores y las claves de su funcionamiento. La estructura de los tres segmentos –producción, distribución y ventas, los tres eslabones de la cadena– es similar. Iberdrola y Endesa ostentan las mayores cuotas, seguidos de Naturgy. Detrás, Repsol y EDP completan el ramillete. Se trata de un "tripolio extensivo" que devora las ramas del carbón, el ciclo combinado, nuclear, hidráulica... Su hegemonía es menor en la tecnología eólica, donde el grupo dominante incluye a Acciona. Por cierto, que hay otro rasgo de concentración extrema de riqueza en torno a la eólica, concretamente en la fabricación de aerogeneradores: Siemens, tras absorber a Gamesa, copa más de la mitad del mercado, detalla el análisis de Palazuelos. Todo el conjunto de los mercados gasista y eléctrico, íntimamente relacionados, están dominados por la misma lógica oligopólica. Sólo la energía fotovoltaica, la biomasa y la cogeneración escapan al "tripolio extensivo", explica Palazuelos. De momento.

En cuanto las tecnologías, el ensayo sitúa al carbón y a las nucleares "al final de su trayectoria". Y vislumbra cambios drásticos que pueden quedar condicionados y lastrados por el oligopolio. "El gas natural es el combustible que queman las plantas térmicas de ciclo combinado y la mayor parte de las plantas de cogeneración. La sobrecapacidad instalada en las centrales de ciclo combinado contribuye a distorsionar el funcionamiento del sistema eléctrico", señala el libro. Es sólo una de las múltiples disfunciones detectadas por Palazuelos, que tiene claro que el futuro se encuentra en las energías renovables –y en la electrificación del parque de vehículos–, pero le preocupa cómo se llegará hasta allí.

El qué y el cómo de la "transición"

A juicio de Palazuelos, las tecnologías eólica y fotovoltaica irán convirtiéndose en hegemónicas, tanto por la ventajas de sus menores costes como por su contribución a la desaparición de los gases de efecto invernadero. Las plantas de carbón y nuclear caminan hacia su desaparición, mientras que las de ciclo combinado, cogeneración y otras renovables menores jugarán un papel complementario, pronostica. Para que este escenario se alcance pronto y correctamente, sostiene Palazuelos, es necesario un cambio de enfoque institucional que plante cara al "tripolio extensivo". "El oligopolio domina el sistema eléctrico a través de su poder de mercado en la formación del precio mayorista y de su poder institucional en la fijación de los peajes y cargas que regulan los organismos públicos", explica Palazuelos a infoLibre. Es un candado que hay que romper. Según el autor, la existencia de este oligopolio provoca una "mala asignación de las tecnologías con las que se genera la energía eléctrica y precios abusivos que perjudican a las empresas y a los hogares".

Palazuelos conecta la existencia del oligopolio, sus ejercicios de poder y la falta de contundencia institucional con la dinámica de ascenso de los precios. La trayectoria ascendente del precio, señala el autor, "se produce porque en determinados años ciertas alteraciones que afectan a las tecnologías eléctricas disparan el precio, pero a continuación cuando cesan esas alteraciones el precio no regresa a su posición anterior sino que se sitúa ya en un nivel más alto". "El factor estructural que explica esa trayectoria es la existencia del oligopolio. Cuando suceden los hechos que impulsan la subida del precio, el oligopolio provoca sobrerreacciones al alza más intensas. A su vez, cuando cesan esos hechos, el oligopolio impone rigideces" para que el precio no retroceda, expone. Y añade: "La actitud de los poderes públicos ante el abuso de poder que ejerce el oligopolio en los mercados mayorista y minorista oscila entre la benevolencia y la aquiescencia con ciertas actuaciones y la ineficacia, inoperancia e impotencia ante otras".

El autor no oculta las elevadas expectativas que tiene depositadas en el avance de las renovables. Es más, considera alentador que las mismas estén dando pasos al frente en este campo. Aunque, observa Palazuelos, ello entraña riesgos. "La continuidad de un poder de mercado seguirá presionando a favor de precios elevados y volátiles, a pesar de que la fuerte caída de los costes de instalación de la energía eólica y fotovoltaica favorecen el notable descenso de los costes de producción", explica a este periódico. La prórroga concedida a la actividad de las plantas nucleares, así como el control de las plantas de ciclo combinado, puede provocar que el oligopolio continúe tirando al alza de los precios. "La hegemonía de las tecnologías renovables y los demás objetivos de la transición exigen no sólo una apuesta inicial sino una inversión perseverante a lo largo de bastantes años. Sin embargo, la apuesta actual del oligopolio podría quebrar si las compañías no obtuviesen un beneficio satisfactorio para sus inversiones o se les presentasen mejores oportunidades de rentabilidad en otros países", añade.

Los puntales del oligopolio

Palazuelos lamenta que tanto el Gobierno –en las anteriores etapas y en la actual– como las autoridades europeas se comporten en relación con el sistema eléctrico como si no existiera un oligopolio. Es el elefante en la habitación que nadie quiere ver. Eso distorsiona todas las políticas, marcadas, a juicio del autor, por una especie de ingenuidad según cual sí que existe un mercado abierto. No lo hay, porque las cartas están marcadas, según Palazuelos. El ensayo publicado por Akal repasa una a una la actividad de las empresas del "tripolio extensivo", para componer una panorámica inédita sobre el reparto de la tarta del sector, sus intereses cruzados, las barreras de entrada a posibles competidores, la lesión que ello supone para el interés de los consumidores y la dificultad fáctica que impone para cualquier transición energética que vaya más allá del "cliché lampedusiano" del término. Palazuelos niega la viabilidad de una transición que no modifique la estructura dominante, si de verdad dicha transición quiere alcanzar los objetivos proclamados: garantizar el suministro, descender la emisión de gases de efecto invernadero, con la desaparición de energía eléctrica de origen térmico, y electrificar el transporte motorizado y otras actividades con elevado consumo de hidrocarburos.

Veamos esa estructura dominante, tomando los datos reunidos por Palazuelos. La empresa que más potencia instalada concentra es Iberdrola, con 26 GW, el 25% del total en España. Sus características están marcadas por su origen, que se remonta a las primeras plantas hidráulicas a principios del siglo XX y a la fusión, en 1944, de Saltos del Duero e Hidroibérica. Iberdrola es la única compañía del tripolio que destaca en potencia instalada a nivel mundial, ocupando el puesto 16º, en un panorama dominado por las empresas chinas, rusas y estadounidenses.

Su fuerte está en las renovables, sector en el que es líder y en el que tiene planes de expansión. En sus plantas hidráulicas tiene una capacidad instalada de 9,9 GW, 48% del total. Es también líder en eólica, con el 24,5% de la potencia instalada en sus casi dos centenares de parques. Las renovables, sobre todo hidráulicas y eólicas, suman casi el 60% de la capacidad instalada de Iberdrola, aunque también tiene una vigorosa presencia en nucleares (3,2 GW, 43,2%, segunda a poca distancia de Endesa) y ciclo combinado (5,7 GW, 21,3%, segunda posición junto con Endesa, tras Naturgy). Su presencia es reducida en carbón (cuarta posición) y otras térmicas convencionales. Ha comenzado a invertir en fotovoltaica, donde impulsa dos proyectos que se situarán entre los mayores de Europa. Iberdrola goza de una poderosa posición como propietaria de las redes de distribución, con un cuota del 36%, y como comercializadora, con cerca del 40%.

Iberdrola, presidida por Ignacio Sánchez Galán, tiene como mayor socio accionista español a Kutxabank, con menos del 4%. Entre los propietarios destacan los fondos soberanos estatales de Catar y Noruega, además de privados americanos como Capital Research y Blackrock. Es una pauta: lo frecuente es que el capital español sea minoritario y que, salvo el caso de Naturgy, no haya un inversor nacional de referencia.

Endesa, presidida por Juan Sánchez Calero, es la única compañía del oligopolio que fue pública en origen. Hoy es una filial de ENnel, cuyo capital es en una cuarta parte del Estado italiano. A pesar de que era una de las empresas españolas más rentables y de que realizaba una función de primera magnitud, el gobierno del PSOE decidió su privatización parcial en los 80, detalla Palazuelos. Con José María Aznar en La Moncloa, se aceleró el proceso. En 1997 y 1998 el Gobierno decidió vender el 25% y el 30% del capital. No obstante, en la entrada del presente siglo el capital español todavía lideraba la empresa. Sus principales accionistas eran entidades financieras como La Caixa, Cajamadrid y BBVA. Más tarde la empresa se vio envuelta en el fuego cruzado de una guerra económica entre grandes bancos, cajas y empresas como Gas Natural y Repsol para fortalecer su presencia en el sistema eléctrico. Iberdrola y Endesa intentaron una fusión que no salió. Todo eso fue antes de la arrolladora aparición de Enel, que se hizo en 2009 con el control en una operación multimillonaria que ha servido después como vara de medir de los procesos de compras y megafusiones. La total privatización de Endesa eliminó al Estado de la generación, distribución y comercialización de electricidad.

Su potencia instalada alcanza los 22,4 GW, entre un quinto y un cuarto del total, de los cuales la mayoría están en carbón (6 GW, 60% del total, líder), ciclo combinado (5,6 GW, 21,3%, segunda junto a Iberdrola), hidráulica (4,8 GW, 23,6%, segunda por detrás de Iberdrola) y nucleares (3,4 GW, 45,9%). En esta tecnología, la nuclear, Endesa ostenta un liderazgo claro, basado en la propiedad exclusiva de Ascó 1, mayoritaria de Ascó 2 y Vandellós 2 (72%), además de la participación en Almaraz). Todo ello, según los datos de la media de 2017 y 2018 reunidos por Palazuelos. Como explica el autor, el actual Gobierno socialista ha perdido fuelle en su aparente propósito inicial de acelerar el cierre de las nucleares. Endesa es la más interesada en retrasar dicho cierre. "En las nucleares, todos los costes están amortizados desde hace años. La continuidad les interesa. Es un rasgo del sistema eléctrico. Da igual cómo fabricas un kilovatio, todos valen lo mismo. Pero no el coste. Y el coste de la nuclear es casi nada", explica.

Endesa conserva también la cabeza en cuanto al parque de plantas convencionales de petróleo-gas. Su participación, en cambio, es reducida en cogeneración y en eólica y fotovoltaica, si bien apunta a un creciente interés en las renovables a través de Green Power España. Parte del poderío de Endesa se explica también por el control de más del 40% de las redes de distribución de media y baja tensión.

En la estela de Iberdrola y Endesa está Naturgy, un peldaño por debajo. Ejerce, escribe Palazuelos, "el dominio hegemónico en el sistema gasista y por por tanto en el combustible que utilizan las plantas de ciclo combinado y las térmicas". Su presencia en el mercado puramente eléctrico es reciente. Entró en 2002 y se convirtió en relevante en 2009, con la adquisición de Unión Fenosa. Naturgy es una excepción por sostener una cuota significativa de capital español, concentrada en Caixabank a través de Criteria. Sus antecedentes hay que verlos a la luz del desmantelamiento de estructuras públicas, como la adquisición de los activos de gas que tenía Repsol cuando aún era pública, así como la pequeña red de transporte y regasificación de Enagas, cuando todavía era estatal. Repsol salió en 2018 vendiendo su participación a un grupo de fondos y a la familia March.

Naturgy dispone de una potencia instalada de 12,9 GW, el 12,4% de la capacidad nacional, a lo que suma 2,7 GW en América Latina. La mayoría de su capacidad en España está en ciclo combinado (7 GW, 26,2% del total de potencia instalada), como corresponde a su vocación gasística. Es también relevante en térmicas convencionales e hidráulica (2 GW, 9,9%). Su potencia es menor en nuclear (0,6, 8,1%) y en cogeneración y renovables, donde solo se aprecia su capacidad eólica (1,1 GW, 4,7%).

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Hasta aquí el núcleo duro. Pero hay dos compañías más que contribuyen a formar lo que Palazuelos denomina el "tripolio extensivo". La parte "extensiva" la componen Repsol y Energies de Portugal (EDP).

Para hablar de Repsol, hay que hablar antes de Viesgo. Con origen hidroeléctrico y desarrollo nuclear (Garoña), Viesgo entró en los años 80 en una dinámica de compraventa constante que no se detuvo hasta 2018. Fue adquirida por el Banco Santander (1983), Endesa (1991), Enel (2002), E.ON (2008), dos fondos de Australia y Kuwait (2015) y finalmente la petrolera Repsol (2018). La empresa presidida por Antonio Brufau compró las plantas hidráulicas de ciclo combinado y cogeneración, queda sólo en manos de Viesgo las plantas térmicas, "condenadas a desaparecer", a juicio de Palazuelos. Más recientemente, en julio de 2019, Repsol compró dos proyectos eólicos y uno fotovoltaico.

En cuanto a EDP, entró en el negocio eléctrico con la compra paulatina de Hidrocantábrico, hasta hacerse con toda la compañía en 2014. Un fondo financiero, en este caso el China Three Gorges, se hizo con el 23% de las acciones de la matriz portuguesa, con lo que quedó bajo control absoluto de capital extranjero, porque ya figuran Capital Group, Blackrock y fondos soberanos de Catar y Noruega. EDP es tercera en carbón y ciclo combinado, y cuarta en nuclear (con una posición en Trillo).

El control por parte de tres gigantes, Iberdrola, Endesa y Naturgy, de todos los eslabones de la cadena eléctrica pone en peligro la planeada transición energética, vital para superar el desafío económico y medioambiental en España. Se trata de un sector estratégico lastrado por su carácter oligopólico, que se ha convertido en un lastre. Es la idea central de El oligopolio que domina el sistema eléctrico. Consecuencias para la transición energética (Akal, 219), obra del economista Enrique Palazuelos, autoridad en este campo.

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