Podría parecer paradójico que en lo que ya se asume como una segunda ola de la pandemia de coronavirus el sector sanitario convoque no una, ni dos, sino varias huelgas. La mayor, previsiblemente, llegará el próximo día 27, cuando médicos y enfermeros están llamados a un paro general. Pero este no será el primero. Este miércoles comenzaba el de las enfermeras y enfermeros madrileños; el pasado 28 de septiembre arrancó la huelga de los médicos del Summa 112; y dentro de una semana los facultativos de atención primaria catalanes empezarán la suya, justo cuando se cumplirán dos semanas del final de la convocatoria de los residentes (MIR) de esa comunidad, que siguieron los pasos de sus compañeros de Madrid. Todas estas convocatorias están atravesadas por el mismo objetivo: acabar con la sobrecarga asistencial y el maltrato a un sistema que la crisis sanitaria del covid-19 no ha hecho más que evidenciar y agravar. Porque, denuncian, ya venía de antes. Sin embargo, no obvian que protestas como estas en un momento como este puedan parecer inoportunas. Los sindicatos, aun así, defienden su derecho a huelga como trabajadores. Razones no les faltan, aseguran.
Víctor Aparicio es uno de los casi 30.000 enfermeros que este miércoles estaban llamados a secundar los paros, convocados por el Sindicato de Enfermería Satse. Él, como todos, ha tenido que preguntarse a sí mismo cuáles son los pros y contras de sumarse a los paros y, tras hacerlo, llegó a la conclusión de que esa balanza se inclinaba más por el no. No porque no haya motivos, que los hay, sino porque opina que "ahora mismo no parece lo más adecuado hacer creer a la gente que los enfermeros reivindican dinero" o que contribuirán al total colapso de la sanidad, algo que niega en rotundo. "La sanidad no va a colapsar porque nosotros nos pongamos en huelga, ni muchísimo menos. Sé que estamos en nuestro pleno derecho de hacerla, pero no es el momento ni las formas de hacernos ver", cree. No obstante, opina que hay que negociar la mejora de las condiciones que sufren para conseguir los objetivos que, según Satse, se reclaman con esta protesta: ampliar la plantilla orgánica, adoptar medidas de conciliación laboral y familiar, jornadas de 35 horas o remuneraciones de los doblajes y excesos de jornada.
Raquel Rodríguez Merlo, médico del Summa 112 y delegada de la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (Amyts), opina en cambio que si el momento no es ahora, ¿cuándo lo es? "Es verdad que éticamente, dada nuestra responsabilidad como médicos asistenciales, la pandemia quizás no sea el momento óptimo para hacer una huelga, pero es que tampoco lo será otro", defiende desde el otro lado del teléfono. "Somos conocedores de cuál es la importancia del sistema sanitario, por eso queremos que se nos escuche. El sistema del que todo el mundo está orgulloso hace agua, por eso no entiendo que la población no comprenda que estamos muy superados por todo el esfuerzo realizado", insiste.
Refleja, a través de estas palabras, lo que los profesionales sanitarios ya temían cuando el estado de alarma continuaba vigente: detrás de los aplausos que se sucedían a las 20.00 horas un día y otro había unas condiciones laborales que les llevaban al límite y por las que probablemente no se lucharía. Al menos, no con el apoyo unánime de todos aquellos que salían a su balcón o a su ventana a defender la sanidad pública. "El colectivo sanitario no va a dejar desatendida a la población —menos con los servicios mínimos del 100% que se han impuesto. La población ya está desatendida desde hace muchos años, pero por otras causas. No es ahora cuando hemos empezado a decir que tenemos un problema, lo que pasa es que ahora se está haciendo más patente", insiste Rodríguez Merlo, que recuerda que la huelga "es un derecho de cualquier trabajador".
Ya antes, denuncia, no se reconocía ni a ella ni a sus compañeros la nocturnidad, ni tampoco el pago de los días festivos. Además, ya tenían déficit de médicos. "Tenemos una carencia del 20% de la plantilla sin cubrir", lamenta. Según los datos recogidos en el portal estadístico de personal del Servicio Madrileño de Salud [que se puede consultar en este enlace], actualmente —a cierre del mes de agosto, concretamente— hay 538 médicos de urgencias y emergencias en el servicio del Summa 112. Hace un año, en cambio, había 579. Es un 7% más. Eso provoca, explica Rodríguez Merlo, que muchos dispositivos no puedan salir por falta de médico y que los que sí pueden hacerlo tengan más carga de trabajo. "Si por ejemplo en Móstoles hay dos dispositivos y uno no tiene médico, el otro tiene que atender a todo Móstoles. Pues eso pasa en toda la Comunidad de Madrid", denuncia.
Hay que luchar contra eso, afirma. Y sea el momento que sea, algo que también defiende la organización Metges de Catalunya, el sindicato que ha convocado los paros en la atención primaria catalana del 13 al 16 de octubre. Es necesaria, defienden. "Puedes pensar que la huelga tendrá repercusiones, pero es que las que pueden ser son totalmente irrisorias si las comparamos con las que ocasionan diez años de recortes. En todo ese tiempo las consecuencias son extraordinariamente más grandes que en cuatro días de huelga en los que habrá servicios mínimos y durante los cuales se atenderá a los pacientes que lo necesiten", defienden desde la organización. Pero tampoco hace falta irse tan lejos. Tal y como aseguran, durante los meses de verano la población ya estuvo más desatendida de lo que lo estará durante la huelga.
El origen de su malestar viene de lejos. Tal y como dicen desde la organización, todavía no se han recuperado todos los efectivos que se perdieron en los años más duros de los recortes. Y eso a pesar de que en noviembre de 2018 ya llevaron a cabo otro paro para recuperarlos. "Cataluña recortó 900 facultativos" durante la crisis económica. De ellos, sólo se ha recuperado "un centenar", lamentan desde el sindicato. Y gracias a esa protesta de hace dos años. "Nos hemos visto ahora con 800 médicos menos haciendo frente a la llegada de la pandemia y asumiendo muchas funciones nuevas. El escenario es de total ahogamiento", dicen. Por eso han querido bautizar a este paro como "la huelga de la desesperación". "Los médicos sienten que se está desmantelando la atención primaria y que no pueden atender a los pacientes como querrían. Todo es una atención telemática y no hay ni medios ni plantillas, así que planteamos la huelga como una manera de forzar a la Administración a sentarse a negociar", recalcan desde Metges de Catalunya.
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Sus compañeros de Madrid también convocaron una huelga. Y por motivos similares. Tal y como dijeron desde Amyts, la protesta se debía a"la delicada situación de este nivel asistencial". Sin embargo, a 24 horas de empezar, se anuló. La "larga e intensa negociación" que mantuvieron los profesionales con la Comunidad de Madrid desembocó en "medidas organizativas, retributivas y de desburocratización para mejorar la delicada situación de los facultativos" y acabar con la sobrecarga que sufrían. Y siguen sufriendo.
El próximo 27 de octubre tendrá lugar la que, a priori, será la huelga más grande. Ha sido convocada este mismo miércoles por la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) en respuesta a la aprobación del Real Decreto Ley 29/2020, de 29 de septiembre, de medidas urgentes en materia de teletrabajo en las Administraciones Públicas y de Recursos Humanos en el Sistema Nacional de Salud para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por la Covid-19. Según una nota de prensa enviada por la organización, el documento es "inadmisible" porque tan sólo supone "un parche a la nefasta política de gestión de recursos humanos que se ha hecho desde las distintas administraciones y que en este caso, además, pone en peligro tanto la calidad asistencial del Sistema Nacional de Salud en perjuicio de los pacientes como las condiciones laborales para los profesionales". Por eso exigen su retirada.
La CESM, además, da cuenta del debate de lo que supone convocar una huelga en plena pandemia. De hecho, la organización admite que, si no ha llamado a los profesionales antes al paro, ha sido por la situación de la crisis sanitaria. "La situación actual de pandemia que atraviesa el país motivó que se dejaran de lado las movilizaciones previstas para reclamar condiciones dignas para los médicos, principalmente para terminar con la precariedad y la temporalidad que caracterizan al sistema sanitario actual", asegura el sindicato. "Sin embargo, esta misma pandemia no puede servir como coartada para desmantelar un sistema que tantas veces ha sido elogiado", sentencia.