1 de octubre de 2016. La fractura del Partido Socialista se escenifica en un esperpéntico comité federal en la calle Ferraz en el que se viven insultos, gritos, amenazas e incluso algún intento de agresión física. El día acaba con la dimisión del secretario general, Pedro Sánchez, tumbado por la inmensa mayoría de líderes orgánicos y territoriales de su propio partido, que le exigían facilitar la investidura a Mariano Rajoy.
22 de febrero de 2022. Pablo Casado se queda absolutamente solo tras un enfrentamiento político a tumba abierta con su rival interna, Isabel Díaz Ayuso, y en medio de un cruce de acusaciones de corrupción y espionaje político. Casi de forma unánime, el PP en bloque le pide a su líder que se vaya, activando la cuenta atrás de su dimisión y la convocatoria de un Congreso extraordinario.
Tres meses después de su salida de Ferraz, Sánchez anunció que se presentaba de nuevo a las primarias para liderar el PSOE y que cogía un coche para recorrer España de punta a punta y recabar el apoyo de la militancia socialista. ¿Hay paralelismos con la situación en la que se encuentra hoy el líder del PP? Para el profesor y vicedecano de ciencias políticas en la Universidad Carlos III, Lluís Orriols, solo uno: “La única similitud es que en ambos casos existe una rebelión interna para echar al líder, pero las circunstancias no tienen nada que ver en uno y otro caso”, sostiene.
Casado, nada que ofrecer
Nadie a estas alturas contempla que Pablo Casado pueda tener una vida extra tras su salida de la presidencia del PP. Y la clave, para Lluís Orriols, tiene que ver con que para Pedro Sánchez la pérdida del poder orgánico se tradujo en un atractivo electoral entre sus propias bases que, en el caso del líder popular, es imposible: “La caída de Sánchez se produjo porque se negó a facilitar la investidura del PP y proponía otra política de pactos. Él pudo erigirse como el líder que luchaba contra las élites viejas y que conectaba con el sentir de la militancia. En el caso del PP, Casado no tiene nada que ofrecer. Lo que ha quedado en el relato es una lucha entre adversarios políticos, y eso no te da margen para ganarte a las bases”, explica el profesor.
Un buen termómetro de las diferencias entre el Pedro Sánchez de 2016 y el Pablo Casado de 2022 es la calle. Las manifestaciones espontáneas que se sucedieron durante los convulsos días en los que el PSOE saltó por los aires fueron todas en un mismo sentido: de apoyo al secretario general y de rechazo a los representantes del aparato que lo purgaba. En esta ocasión, las protestas en la calle Génova han sido contra el propio Pablo Casado y en defensa de su rival, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso.
Ver másEl Gobierno asume que el PP se deshará de Casado y apostará por Feijóo
Cuando se convocaron las primarias socialistas de 2016 y, además de Susana Díaz y Pedro Sánchez, se anunció la tercera vía de la candidatura de Patxi López, el hoy presidente del Gobierno se quedó prácticamente solo. Ningún líder autonómico le respaldó. No le quedaron prácticamente apoyos ni en ningún órgano del partido ni en el grupo parlamentario del Congreso. La gente que se mantuvo a su lado se pudo contar con los dedos de una mano. Uno de ellos fue José Luis Ábalos, que tampoco cree que lo que él vivió en primera persona junto a Sánchez sea comparable a lo que está afrontando estos días Pablo Casado: “No tiene nada que ver”, expone. “Lo que percibió la militancia del PSOE entonces fue un abuso de fuerza de los poderosos del propio partido y de los poderes económicos y mediáticos. Y todo para darle el Gobierno al PP. Eso humilló y ofendió a nuestras bases, y esa fue la fuerza de la candidatura de Pedro”.
En cambio, el exsecretario de organización de los socialistas opina que Casado ahora “no tiene nada que ofrecer a su gente”. Ábalos cree, de hecho, que el movimiento ha sido justo al revés: “Aquí ha sido Casado quien ha lanzado un obús contra Ayuso a cuenta de la presunta corrupción. Y ni es creíble que le preocupe la corrupción, porque no la ha denunciado y se la ha callado, ni ha sido capaz de llegar hasta el final del asunto. Por eso ha perdido, porque ha sobrevalorado su capacidad de aniquilar a su rival. En nuestro caso fueron los dirigentes los que lanzaron el órdago contra Sánchez”, concluye.
Lluís Orriols enumera los activos que un político puede exhibir para resistir en los peores momentos: “Poder orgánico, poder institucional y atractivo electoral. Una vez pierda el orgánico ¿qué le queda a Casado?”, se pregunta. Otro veterano dirigente socialista resume lo que está pasando en el PP como “un ajuste de cuentas entre dos bandas de nuevas generaciones, y lo nuestro iba de principios”. Ese mismo dirigente, pronostica: “Pablo Casado también puede coger el coche si quiere, pero no encontrará a nadie”.
1 de octubre de 2016. La fractura del Partido Socialista se escenifica en un esperpéntico comité federal en la calle Ferraz en el que se viven insultos, gritos, amenazas e incluso algún intento de agresión física. El día acaba con la dimisión del secretario general, Pedro Sánchez, tumbado por la inmensa mayoría de líderes orgánicos y territoriales de su propio partido, que le exigían facilitar la investidura a Mariano Rajoy.