Siete apuntes sobre el debate a cuatro

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El debate a cuatro de esta noche del lunes en Atresmedia ha sido un nuevo selfie de la política española, una instantánea que enlaza el 15 de mayo de 2011 con el 20 de diciembre de 2015. Sin la primera fecha no podrá entenderse lo que ocurra en la segunda. ¿Quién ganó este debate? La pregunta en sí misma ya suena antigua. Valía para un cara a cara, pero no sirve cuando discuten cuatro candidatos con objetivos distintos. ¿Consiguió Pedro Sánchez recuperar votos de socialistas decepcionados o tapar fugas hacia Ciudadanos? ¿Logró Pablo Iglesias darle otro mordisco al electorado natural del PSOE? ¿Salió Albert Rivera con más apoyos de los que ya ha mermado al bipartidismo? ¿Pudo Soraya Sáenz de Santamaría hacer olvidar a la audiencia que el candidato Rajoy veía cómodamente el debate desde Doñana en lugar de dar la cara en defensa de su gestión de gobierno? Las respuestas más o menos definitivas, dentro de trece días. De momento, unos primeros apuntes sobre lo visto y oído.

1.- Soraya Sáenz de Santamaría tiró del argumentario preparado para intentar justificar la impresentable ausencia de Mariano Rajoy. La excusa de la “apretada agenda” no servía con un presidente repanchingado en el palacete de Doñana viendo la tele y tuiteando. Así que la vicepresidenta explicó que en el PP huyen de “los personalismos de otros partidos”, que son “un equipo amplio”, con “experiencia” y “responsabilidad compartida”. Habría valido ese pulpo como animal de compañía si no hubiera añadido: “Podría haber venido cualquiera, pero el presidente me ha elegido a mí”. (¡Sin personalismos, oiga!)

2.- Como representante del “equipo”, Soraya Sáenz de Santamaría estuvo a la altura de lo que se esperaba de ella. Insistió en el relato de que se encontraron un país en ruinas que gracias al PP está en periodo de avanzada rehabilitación. Para hacer creíble el relato se precisan algunos datos directamente falsos, como que se ha creado empleo (hay menos que en 2011 porque ha caído la población activa) o que ha aumentado el trabajo indefinido (el 92% de los contratos que se firman son temporales), por no mencionar un matiz innovador sobre las decenas de miles de jóvenes que han tenido que abandonar España en busca de horizonte laboral: dijo la vicepresidenta que “la mayoría de los que se han ido no habían nacido en España”. (¡Uff!)

3.- Pedro Sánchez iba armado de un argumentario basado en tres ejes: el PSOE es la “única opción que puede liderar el cambio que estamos viviendo”; ojo con Ciudadanos porque es “otra derecha” que “disparará aún más la precariedad” con su contrato único y ojo con Podemos, del que destaca su “incoherencia” y le reprocha su apoyo a Tsipras y su relación con el chavismo. Sánchez desgranó sus propuestas en economía y explicó bien su modelo federal, no cometió errores graves pero tampoco protagonizó momentos inolvidables. Incluso sobraron sus risas ante algunas afirmaciones de Sáenz de Santamaría que no admitían bromas, sino que más bien exigían alguna intervención más contundente. Tenía Sánchez mucho que intentar ganar, pero dio la impresión de ser el más perjudicado por la ausencia de Rajoy en lugar de aprovecharla.

4.- Albert Rivera, una vez más, pretendió atrapar indecisos o arañar votos a derecha e izquierda, y lo hizo con una habilidad excesivamente obvia. En un ataque de sinceridad, Soraya Sáenz de Santamaría le espetó: “usted, Rivera, dice cualquier cosa para captar votos”. Se dirá que todos lo hacen, pero en el caso del líder de C’s es verdad que, se hable de lo que se hable, a él le vale con situar en un lado al PP, en otro al PSOE y en el medio un enorme lago en el que pescar con la ayuda de referencias como Dinamarca, Finlandia, Austria o la memoria de Adolfo Suárez. Lo que se tercie. El formato del debate era incómodo para todos (sin mesas ni atriles, a cuerpo gentil), pero a Rivera es al que más se le notó que no sabía bien qué hacer con las manos. Salvo en el momento en que agarró un papel y preguntó: ¿”Por qué no está aquí Rajoy?” Y él mismo respondió enseñando una portada de El Mundo que informaba sobre los pagos de Bárcenas al entonces ministro. Nadie sabe a cuánto asciende lo que los técnicos llaman el “flujo de conversión” (cambio de voto de un partido a otro, cuya media en otras campañas era del 8%) que este lunes ha podido lograr Rivera desde el PP, pero sin duda lo ha intentado.

5.- Pablo Iglesias no tendrá experiencia de gobierno, pero este lunes echó mano de todas sus tablas en la dialéctica televisada para atacar al PP y desgastar al PSOE. Ilustró el relato de la indignación en cada bloque con datos concretos de indudable eficacia comunicadora. Nombres, apellidos y cifras sobre puertas giratorias o costes de la corrupción. Se coincidirá o no con sus planteamientos, pero nadie podrá decir que no se le entienda. Cada vez que arrancaba con un “coincido con Pedro en…” ya se veía venir a renglón seguido un sartenazo que reiteradamente consistía en que “el PSOE dice una cosa en la oposición pero hace otra distinta en el Gobierno”. Iglesias hizo el resumen más completo y letal de la trama Gürtel, la Púnica, el caso Rato, las tarjetas black, los discos duros de Bárcenas borrados en la sede del PP… Lanzó el argumentario (cambiante) de sus propuestas y le quedaron reflejos para permitirse ironías (“De aspirante a presidente a aspirante a presidenta”, le soltó a la sustituta de Rajoy. Patinó al confundir el referéndum andaluz de 1980 con la gran manifestación de diciembre de 1977, y a su vez esta última con una reivindicación de la autodeterminación, y lanzó un arriesgado pero potente alegato final con una doble petición a los electores: “no olviden” (la corrupción, los recortes, las mentiras…) y “sonrían” (el 15-M, las plazas, el cambio, el optimismo, la memoria…)

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6.- De lo visto y oído puede concluirse que el debate a cuatro ha respondido mejor a los intereses de los llamados emergentes que a los de PP y PSOE. Que ha salido mejor parado Pablo Iglesias que Pedro Sánchez y que Rivera ha seguido compitiendo a su derecha y a su izquierda. No quedará claro hasta el 20-D si la insultante ausencia de Rajoy pasará factura al PP o le habrá evitado un mayor destrozo. 

7.- El debate conducido por Ana Pastor y Vicente Vallés simboliza también un cambio irreversible en los modos de abordar las campañas electorales. Dos periodistas que preguntan y repreguntan libremente lo que creen que más interesa a la ciudadanía y unos candidatos que responden (o no) y se interrumpen o replican sin cronómetro delante. Lo tiene complicado Manuel Campo Vidal el próximo lunes para que el cara a cara entre Rajoy y Pedro Sánchez no parezca un documental del Nodo.  

P.D. Es inaplazable abordar la regulación de debates obligatorios que no excluyan a otras fuerzas con representación parlamentaria. IU y UPyD tienen todo el derecho a contrastar sus propuestas y programas no con los sondeos sino con el resto de aspirantes. Lo que viene ocurriendo en esta inédita campaña demuestra la necesidad de una radiotelevisión pública sólida, sostenible e independiente que responda exclusivamente al interés de los ciudadanos. 

El debate a cuatro de esta noche del lunes en Atresmedia ha sido un nuevo selfie de la política española, una instantánea que enlaza el 15 de mayo de 2011 con el 20 de diciembre de 2015. Sin la primera fecha no podrá entenderse lo que ocurra en la segunda. ¿Quién ganó este debate? La pregunta en sí misma ya suena antigua. Valía para un cara a cara, pero no sirve cuando discuten cuatro candidatos con objetivos distintos. ¿Consiguió Pedro Sánchez recuperar votos de socialistas decepcionados o tapar fugas hacia Ciudadanos? ¿Logró Pablo Iglesias darle otro mordisco al electorado natural del PSOE? ¿Salió Albert Rivera con más apoyos de los que ya ha mermado al bipartidismo? ¿Pudo Soraya Sáenz de Santamaría hacer olvidar a la audiencia que el candidato Rajoy veía cómodamente el debate desde Doñana en lugar de dar la cara en defensa de su gestión de gobierno? Las respuestas más o menos definitivas, dentro de trece días. De momento, unos primeros apuntes sobre lo visto y oído.

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