A un mes de las elecciones generales, la mayor preocupación en el comité de campaña del PSOE es no cometer errores. Los estrategas socialistas son muy conscientes de que la diferencia de votos que acabará por inclinar la balanza de su lado o del de las tres derechas puede ser muy pequeña. A estas alturas de la batalla electoral son siete los peligros que amenazan con hacer descarrilar la ruta trazada por Pedro Sánchez para conservar la Moncloa.
1. Las encuestas
Los estudios de opinión que se están publicando son cada vez más favorables para los socialistas. A mediados de febrero, cuando Sánchez anunció su intención de convocar elecciones el 29 de abril, eran varias las encuestas que pronosticaban una victoria de las tres derechas, PP, Ciudadanos y Vox. Y todo el mundo sabe que si Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal suman mayoría absoluta en el Congreso no tendrán dificultades para formar gobierno.
Mes y medio después, los sondeos muestran una evolución muy favorable para el PSOE. PP, Cs y Vox ya no suman y los socialistas tienen una intención de voto en torno al 30%. Una tendencia que, aparentemente, no hace más que incrementarse a medida que avanza la campaña.
Al PSOE, sin embargo, estas encuestas no le gustan nada. Primero por el déficit de credibilidad que arrastran, en parte por la volatilidad de la intención de voto pero también por lo complicado que resulta anticipar la voluntad de los electores cuando son cinco las formaciones de ámbito estatal que potencialmente tiene capacidad para influir en la formación de gobierno. Y segundo porque una de las claves de la campaña socialista es la movilización. Lo último que desean es que alguien dé por hecha su victoria y que las encuestas disipen la percepción del riesgo de un gobierno tripartito de derechas con participación de Vox. La número dos del partido, Adriana Lastra, lo resumió el lunes con una cita de la escritora Almudena Grandes: “El fascismo está a las puertas del Congreso”. Quieren que lo que le ocurrió a Susana Díaz —que muchos electores dieron por segura su victoria y se quedaron en casa— no se repita y para eso necesitan que la izquierda visibilice que lo que pasó en Andalucía puede repetirse a escala nacional.
2. El tono de los mítines
La campaña ha comenzado pronto y los mítines se suceden casi a diario. La batalla va a ser muy larga y, en opinión de algunos colaboradores del presidente, es esencial que el tono de Pedro Sánchez no se pierda en el debate frívolo con los demás candidatos.
Los mensajes no pueden limitarse a advertir del riesgo de un gobierno de derechas y menos con una campaña tan larga por delante. Algunos de los integrantes del equipo de colaboradores de Sánchez están convencidos de la necesidad de que su candidato a la Presidencia vaya introduciendo poco a poco propuestas concretas y evite todo lo posible “las ocurrencias”.
3. Las propuestas
El objetivo es ondear todo lo posible la agenda social del Gobierno y su defensa de derechos y libertades: desde las pensiones a los derechos laborales, pasando por la subida de impuestos a los más ricos, a los gigantes de Internet y a las transacciones financieras, por el ideario feminista y la conquista de los nuevos derechos, así como la eutanasia y la muerte digna.
El primer paso lo dieron el miércoles, con la presentación de 110 compromisos, un extracto del programa electoral que sintetiza las prioridades de gobierno que Pedro Sánchez quiere hacer realidad después de las elecciones. Un conjunto de propuestas, en su mayor parte ya conocidas, por formar parte de la batería de proyectos anunciada por sus ministros durante los últimos nueve meses, destinado a hacer posible que el Gobierno en solitario que Sánchez se propone volver a presidir esté en situación de sacarlas adelante pactando a izquierda y a derecha.
El avance del programa electoral revela hasta qué punto el presidente y su equipo no quieren salirse del guion que les ha traído hasta aquí: la posibilidad de que el PSOE vuelva a ganar las elecciones por primera vez en 11 años. Queda todavía un largo mes hasta el día de la votación y cualquier error puede costar caro. De ahí que las propuestas conocidas hasta ahora se ciñan casi exactamente a los proyectos conocidos y eviten los temas espinosos, como el impuesto a la banca y, sobre todo, la España plurinacional y su evolución hacia una Constitución federal.
4. El pacto con Ciudadanos
Los socialistas celebraron el anuncio de la dirección de Ciudadanos de cerrar la puerta a cualquier acuerdo poselectoral con el PSOE. Esa decisión no sólo situó a Albert Rivera en el espacio político de la ultraderecha de Vox y de la derecha cada vez más radicalizada de Casado sino que dejó libre a los socialistas el espacio de centro sin necesidad de marcar distancias con la izquierda.
Desde el regreso de Sánchez a la Secretaría General, el PSOE trata de reconstruir su identidad progresista y hacerse perdonar la investidura de Mariano Rajoy. Y aunque los socialistas huyen de plantear pactos poselectorales concretos para no atarse las manos antes de conocer el resultado de las elecciones, saben que no pueden permitirse que cobre verosimilitud la viabilidad de un acuerdo con Ciudadanos. Unidas Podemos pide el voto, precisamente, para impedir ese acuerdo. Pablo Iglesias repite siempre que tiene ocasión su convencimiento de que esta hipótesis es la preferida por Sánchez y sostiene que el PSOE y Ciudadanos, a pesar de la posición antagónica que mantienen en dos asuntos capitales —la política económica y la cuestión catalana—, serán capaces de ponerse de acuerdo si entre los dos suman mayoría absoluta.
El fin de semana pasado fue el secretario de Organización, José Luis Ábalos, quien en una entrevista confesó que, llegado el caso, preferiría que Sánchez obtuviese su investidura con el respaldo de Ciudadanos antes que con los independentistas catalanes. La simple mención de esta posibilidad ahuyenta a los votantes más ideologizados del PSOE y los redirige hacia Unidas Podemos, de ahí que los estrategas de Ferraz no quieran alimentar esta eventualidad. Por suerte para ellos, ya se ocupa Ciudadanos, cada día, de cerrar la puerta a un pacto con los socialistas, una idea que ahora además han reforzado con una oferta concreta de coalición poselectoral con el PP que Pablo Casado ha aceptado, ofreciendo con cierto desdén a Rivera el cargo de ministro de Exteriores.
5. El hundimiento de Podemos
La dirección socialista es consciente de que ha recuperado parte del voto que buscó refugio en Podemos en las elecciones de 2015 y 2016, saben que tienen espacio para crecer hacia el centro y cuentan con que una gran movilización arrastre a los electores socialistas que en las convocatorias anteriores prefirieron quedarse en casa y no fueron a votar.
Sin embargo, también están convencidos de que una parte de la izquierda jamás les dará apoyo y sólo acudirá a las urnas si Unidas Podemos es capaz de movilizarla. El hundimiento en las encuestas de la coalición liderada por Pablo Iglesias es una muy mala noticia para el PSOE. Pedro Sánchez necesita a Unidas Podemos para reeditar una alternativa a la derecha. Y para reducir la dependencia del voto nacionalista —del PNV, pero también de Esquerra— los socialistas se saben dependientes de que los de Iglesias remonten, movilicen a los suyos y lleven la contraria a los estudios de intención de voto.
La quiebra de la unidad popular construida en torno a Podemos hace tres años y la ruptura con buena parte de las confluencias, unida a la atomización de las listas en lugares clave como la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid no alientan el optimismo. Pero en el PSOE sí creen que el regreso de Pablo Iglesias del permiso de paternidad que se tomó en los últimos meses ayudará a relanzar a Unidas Podemos. Como también las noticias que en los últimos días le han situado a él y a su formación como una de las principales víctimas de las cloacas del Estado.
6. El voto oculto a la derecha
Nadie en el PSOE se esperaba que el 2 de diciembre en Andalucía las tres derechas —PP, Ciudadanos y Vox— sumasen votos suficientes para echar de la Junta a Susana Díaz y poner fin a casi cuatro décadas ininterrumpidas de Gobiernos socialistas. Los análisis posteriores detectaron exceso de confianza, autocomplacencia y un grave error de planificación que buscó enfriar la campaña en vez de movilizar a los ciudadanos. Así que ahora la consigna es no dar nada por sentado, pelear hasta el final y sacar todo el jugo a un partido más motivado que nunca en la última década.
PP, Ciudadanos y Vox suman o están muy cerca de hacerlo, según varias encuestas. La diferencia puede estar en un puñado de votos en las provincias con más diputados pero también en las que reparten menos escaños. Y nadie está seguro de hasta dónde están calando entre los votantes, sobre todo entre aquellos que llevan años al margen de la política porque desconfían de los partidos tradicionales, los mensajes de la derecha radical y de la extrema derecha que apelan a lo emocional. Desde la unidad de España, supuestamente en peligro, a la necesidad de dar una lección a los catalanes, pasando por una combinación de ideas xenófobas y de defensa del género masculino frente al ideario feminista.
Visto lo visto en Andalucía, ya nadie se atreve a minusvalorar la potencia de ideas simples como la defensa de los toros o de la caza, por más que se trata de actividades que no están siendo amenazadas. O de la apelación al pasado mítico de una España perdida. Hasta que se abran las urnas y se cuenten los votos, en el PSOE creen que sería un grave error dar por sentado que la derecha no suma, digan lo que digan las encuestas.
7. La cuestión catalana
Cataluña es, con mucho, la principal amenaza que preocupa a los estrategas de Sánchez. Es verdad que la ruptura del diálogo con la Generalitat ayudó a instalar en la opinión pública una idea de firmeza frente a las demandas independentistas y a combatir con cierto éxito los mensajes que PP y Ciudadanos repiten todos los días para tratar de convencer a los votantes de que el presidente del Gobierno ha traicionado a España y está dispuesto a negociar con Quim Torra la independencia de Cataluña.
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La habilidad can la que el Gobierno ha agitado la agenda pública aprobando medidas de última hora en los Consejos de Ministros más recientes —decretos ley con un marcado contenido social— han terminado por dejar en segundo plano el conflicto catalán. Para sorpresa incluso de PP y Ciudadanos, que llevaban meses construyendo toda su estrategia contra el PSOE a partir de la supuestas cesiones que Sánchez está haciendo, según ellos, a los independentistas.
En el PSOE, sin embargo, saben que queda mucho tiempo hasta el 28 de abril. Y que la cuestión catalana puede volver al primer plano de la actualidad en cualquier momento. Ha ocurrido, al menos parcialmente, con la batalla que Torra planteó contra la Junta Electoral para intentar, sin éxito, mantener lazos amarillos y símbolos independentistas en los edificios que dependen de la Generalitat.
Los socialistas saben que tienen mucho que ganar si el tema de la campaña es la agenda social y no el debate territorial y tratan de ceñirse a él todo lo posible. No por casualidad Cataluña ni se menciona entre las 110 propuestas presentadas por Sánchez el miércoles. En este caso, evitar los errores también se ha convertido en una obsesión. La derecha aprovechará cualquier oportunidad de reinstalar en el debate público los supuestos pactos secretos entre socialistas e independentistas de los que llevan hablando desde la moción de censura. Por eso a PP y a Ciudadanos, así como a la prensa más afín a la derecha, les ha faltado tiempo para echar mano de la entrevista que el líder del PSC, Miquel Iceta, concedió a un diario vasco en la que admitió que si el independentismo consiguiese algún día ser ampliamente mayoritario en la sociedad catalana el Estado no podría ignorarlo.
A un mes de las elecciones generales, la mayor preocupación en el comité de campaña del PSOE es no cometer errores. Los estrategas socialistas son muy conscientes de que la diferencia de votos que acabará por inclinar la balanza de su lado o del de las tres derechas puede ser muy pequeña. A estas alturas de la batalla electoral son siete los peligros que amenazan con hacer descarrilar la ruta trazada por Pedro Sánchez para conservar la Moncloa.