Qué puede suceder el 26-J después de todo lo que ha pasado desde el 20-D

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Ibon Uría

A falta de que el rey certifique esta próxima semana en su tercera y última ronda de contactos el fracaso de las negociaciones y de la convocatoria oficial, España camina ya hacia una repetición de las elecciones el 26 de junio. En los más de cuatro meses transcurridos desde las generales del 20 de diciembre ningún candidato ha logrado reunir los votos necesarios para la investidura y el único intento, el del socialista Pedro Sánchez, se saldó con un doble fracaso en el Congreso.

Hasta la fecha nunca se habían convocado dos elecciones generales en apenas medio año, así que los partidos se enfrentan a un escenario inédito que les plantea dudas –como decidir si concurren con las mismas listas electorales o incluyen nuevos nombres, o si cambian su programa electoral o hacen campaña con exactamente las mismas propuestas– y algún inconveniente, como la necesidad de afrontar por segunda vez a los gastos propios de unas elecciones.

A nivel autonómico, recuerdan los expertos, la repetición de las elecciones se dio en 2003 en la Comunidad de Madrid, pero fue en un contexto tan particular que las comparaciones con la situación actual son casi imposibles: las de mayo de aquel año fueron los comicios del tamayazo,tamayazo el caso de transfuguismo de dos diputados del PSOE que derivó en la imposibilidad de formar Gobierno junto a IU y en una nueva votación, en octubre, en la que Esperanza Aguirre (PP) logró la mayoría absoluta.

Lo inédito de una segunda vuelta electoral plantea, por tanto, numerosas incógnitas también en cuanto al comportamiento de los votantes: ¿Habrá una mayor abstención? ¿Penalizarán los votantes a los partidos que no han pactado después de las elecciones? ¿O castigarán a las formaciones que se han alejado de su programa en un intento por sumar votos a toda costa? ¿Cuáles serán los temas que centrarán la campaña? ¿Pasarán factura los escándalos de corrupción de las últimas semanas?

Pau Marí-Klose –doctor en Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)–, Máriam Martínez-Bascuñán –doctora en Ciencia Política también en la UAM–, Pablo Simón –doctor en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra–, Lluis Orriols –doctor en Ciencia Política por la Universidad de Oxford–, Marta Romero –politóloga y subdirectora del laboratorio de la Fundación Alternativas– y José Fernández-Albertos –doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard– analizan las principales diferencias entre las elecciones de diciembre y junio, y comentan las claves que pueden marcar esta nueva votación.

UNA menor participación

Todos los expertos coinciden en que la participación caerá. En diciembre votaron 25,3 millones de españoles, el 73,2% de los llamados a las urnas. Bascuñán explica que "está comprobado que cuando se convoca a los ciudadanos de forma reiterada se produce una mayor abstención". Simón prevé una participación "algo menor" pero no "muchísimo" inferior, porque la del 20-D tampoco fue "especialmente alta". También Romero calcula que se producirá una "ligera caída".

Entre los factores que explican esa previsible caída está el "hartazgo" de los electores y el "enfado con la clase política", a juicio de Orriols. "Quienes se abstuvieron en diciembre no irán a votar ahora. Al revés, en cambio, sí puede suceder que un votante que en diciembre dudase entre la abstención y votar –y finalmente lo hiciera– ahora se quede en casa", coincide Fernández-Albertos, para quien la participación también puede descender levemente por la fecha elegida, a las puertas del verano.

Varias analistas mencionan, por último, el factor "emocional". "El 20-D la expectativa era positiva y de cambio, pero ahora se ha visto que los partidos son incapaces de pactar y eso desincentiva el voto", avisa Romero, que calcula que estas serán unas elecciones "enfocadas a los votantes fieles" y en las que "las personas desencantadas o desideologizadas no irán a votar". Bascuñán, por su parte, subraya el "entusiasmo" y la "incertidumbre" en las semanas previas a la convocatoria de diciembre, cuando de fondo estaba el tránsito hacia una "nueva cultura política surgida al calor de las reivindicaciones y el despertar de la sociedad civil producido por el 15-M".

Ahora, advierte, el ambiente es muy diferente: "Veníamos de una crisis de representación que se mitigó en parte por la entrada de partidos emergentes. Ir otra vez a elecciones después de ese recorrido por la imposibilidad de alcanzar un acuerdo puede interpretarse por la ciudadanía como un fracaso que se puede imputar no tanto a un partido como a la clase política como un todo. Y esta decepción puede producir, sin lugar a dudas, más abstención", explica.

El PP, posible beneficiado

Claro que ese incremento de la abstención no afectará por igual a unos y a otros partidos. De hecho, puede incluso ser una buena noticia para candidatos como Mariano Rajoy: "Tradicionalmente la abstención ha afectado positivamente al PP y probablemente esa tónica continúe en las próximas elecciones", indica Bascuñán. "La base electoral del PP es sólida –coincide Fernández-Albertos– y una menor participación no le afectará significativamente". 

El diagnóstico de los expertos no coincide, en cambio, en lo que afecta al PSOE. Romero y Klose consideran que tanto los conservadores como los socialistas se quedaron el 20-D "casi en los huesos" y que les votaron "sus incondicionales". Por eso, comenta Klose, que Sánchez y los suyos retendrán previsiblemente a esos votantes "casi fijos". Orriols, en cambio, considera que "el PSOE debería preocuparse por la abstención" porque su electorado tradicional está "menos preocupado por la política" y "menos movilizado". "La posición más frágil la ocupa en este momento el PSOE, es muy probable que la abstención le afecte especialmente", estima también Bascuñán.

Simón cree igualmente que el incremento de la abstención afectará "más a la izquierda que a la derecha" y "más al PSOE que a Podemos", porque el partido morado tiene unas bases "más movilizadas y activas". Por eso recomienda a los de Sánchez que centren su campaña en "sacar de casa a sus votantes". Bascuñán, por último, enumera alguno de los elementos que podrían pasarles factura a los socialistas al desanimar a sus electores: "Es posible interpretar que todas las acciones de PSOE se han subordinardo a mantener el liderazgo de Sánchez, se puede imputar al PSOE el fracaso de las negociaciones y, en la medida en que ha escenificado con tanta contundencia su acuerdo con Ciudadanos, le resultará mucho más costoso dibujar diferencias con respecto a sus contrincantes".

¿Y qué hay de los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos? Sobre el partido morado Fernández-Albertos ofrece dos claves. La primera aporta optimismo sobre las expectativas de las listas de Iglesias: "Podemos tiene muchos votantes muy interesados en política, que se resisten a quedarse en casa y no votar", dice. La segunda, en cambio, apunta en la dirección contraria: "El partido atrajo en la campaña del 20-D a muchos abstencionistas que ahora se quedarán en casa y tiene también muchos votantes jóvenes, que suelen ser menos fieles", señala. También Romero menciona que "los jóvenes tienen a abstenerse más" y que "estos nuevos votantes apostaron mayoritariamente por Ciudadanos y, sobre todo, por Podemos". Klose considera igualmente que una incógnitas de la campaña estará en comprobar la "movilización de su electorado que consiguen Ciudadanos y Podemos".

El juego de la culpa

En los últimos meses los partidos han cruzado ataques para culpar a sus contrarios de la imposibilidad de formar Gobierno. El PP reprocha al PSOE que no quiera negociar una gran coalición, los socialistas afean a Podemos que no se sume a su pacto con Ciudadanos, el partido de Iglesias critica a Sánchez por no intentar una alianza de izquierdas y Ciudadanos, por último, señala fundamentalmente al PP por no sentarse siquiera a la mesa de negociación. ¿Qué efecto pueden tener estos reproches? ¿Realmente los electores castigan la actitud de bloqueo?

"Si la campaña gira en torno a lo sucedido en el proceso de negociaciones y a la urgencia que tiene el país de formar un Gobierno –razona Bascuñán–, parece razonable que los electores decidan su voto a favor de aquellos que vean más capaces de formar un Gobierno y en contra de aquellos que han sido incapaces de formarlo". La experta comenta que "Podemos se ha equivocado en muchas cosas", pero recuerda que son los socialistas quienes han tenido el "liderazgo" de las negociaciones y considera que podrían ser como los "responsables últimos" del fracaso de esas conversaciones.

Simón comenta que hay pocos precedentes que permitan hacer predicciones, y aunque admite que a mediados de los 90 "la pinza en Andalucía sí que pasó factura a Izquierda Unida", señala que hay "poca evidencia" de que estas apelaciones vayan a tener "demasiado efecto". "Los partidos tienen que participar en el juego de la culpa, porque si no culpas a otro asumes tú la culpa de forma implícita, pero no parece un factor demasiado determinante", coincide Klose. "Si acaso –retoma Simón– el juego de la culpa funciona más en el ámbito de la izquierda".

La batalla del relato en la izquierda

Y precisamente entre los partidos de la izquierda, Romero y Fernández-Albertos creen que Podemos podría perder votos si el PSOE logra que cale la idea de que han sido Iglesias y los suyos quienes han impedido la formación de Gobierno. "Le puede penalizar el relato de que ha sido hostil con el PSOE", dice Fernández-Albertos, que sin embargo señala que ese efecto será limitado porque "la mayoría de votantes de Podemos no quiere un acuerdo con el PSOE y Ciudadanos" y porque "todos los votantes prefieren ir a elecciones, aunque no les guste esa opción, a que su partido firme un pacto con el que no estén de acuerdo".

"[A Podemos] pueden penalizarle sus votantes más de centro –dice Romero–, porque para retener a los más ideologizados el partido ya ha explicado que tiene unas líneas rojas y que no puede traicionar sus propuestas". Preguntado por esta cuestión, Orriols cree finalmente que Podemos debería haberse preocupado por esto hace un mes, cuando aparecía como "culpable del bloqueo". "Pero Podemos vio bien ese riesgo y ha acertado con golpes de efecto como la consulta a sus bases, que le permite defender la idea de que tiene un mandato del que no puede apartarse", concluye.

Al margen de las negociaciones se ha quedado en todos estos meses el PP. ¿Penalizarán los electores su inmovilismo? "La inacción es un arma de doble filo. Rajoy tradicionalmente actúa con inacción calculada, dirigida a dejar que se quemen otros. El PP puede presentarse como un partido serio y de orden, ante la incompetencia de otros que han sido incapaces de llegar a un acuerdo. Es la baza que siempre ha jugado y puede salirle bien", sostiene Bascuñán, porque "lo que puede castigar la gente es esa incapacidad para sacar adelante un proceso de negociaciones". 

El pacto Sánchez-Rivera

Tanto el PSOE como Ciudadanos han dicho ya que en campaña pasarán página y dejarán a un lado el acuerdo que Sánchez y Rivera suscribieron a finales de febrero y que durante semanas se convirtió, para ambos partidos, en el punto de partida irrenunciable para negociar con otras formaciones. Los socialistas recuperarán su programa de diciembre en un intento de exhibir su perfil más progresista y explicarán que el pacto responde a una situación excepcional. El partido naranja, por su parte, también ha dejado claro que volverá a sus propuestas originales. ¿Pero cómo responderán los votantes?

Los expertos consultados por este diario opinan que el acuerdo PSOE-Ciudadanos implica riesgos. Romero dice que es "característico" de España que se penalicen "los pactos y los acuerdos" porque hay pocas experiencias de este tipo, mientras que "en los países nórdicos se penaliza menos un pacto porque hay más tradición de coaliciones". La mayoría de analistas, además, creen que el acuerdo pasará más factura a los socialistas que al partido de Rivera y que los de Sánchez han puesto demasiada atención sobre un pacto que, por si fuera poco, no bastaba para llevar a su candidato a la Moncloa.

"El PSOE ha puesto demasiados esfuerzos en su pacto con Ciudadanos", dice Romero. Fernández-Albertos también cree que los socialistas han quedado en una posición "bastante complicada" y Bascuñán añade que "el PSOE se equivocó al plantear un pacto con Podemos por agregación, es decir, al fundamentar ese posible acuerdo en la lógica de agregarlo a un consenso firmado previamente con Ciudadanos". "Nunca hubo una verdadera negociación a tres, no se planteó nunca esa lógica transversal en la negociación, y todo esto se empeoró con la excesiva teatralización de la unión entre PSOE y Ciudadanos tras la firma del acuerdo", critica.

Dos riesgos para el PSOE

Los potenciales efectos negativos para el PSOE, a juicio de los analistas, son fundamentalmente dos: el primero es que se ha difuminado la barrera entre ambos partidos, con lo que los trasvases de voto son más fáciles. A ojos de muchos votantes socialistas, comentan, Ciudadanos ya no es la marca blanca del PP como Sánchez denunció repetidamente en las semanas previas al 20-D porque, al fin y al cabo, ha sido capaz de pactar con el PSOE. Y el segundo, que Podemos tendrá ahora más fácil hacerse con el terreno electoral de la izquierda.

"Después de haber escenificado esa unión con Ciudadanos al PSOE se le va a complicar la campaña, porque una campaña consiste básicamente en dividir y diferenciar a los votantes, en dibujar diferencias para movilizar a tus seguidores", comenta Bascuñán sobre la primera de las posibles consecuencias. "Los votantes que el 20-D dudaron entre el PSOE y Ciudadanos es más fácil que ahora acaben votando a Rivera", añade Fernández-Albertos. "Es de esperar que el PSOE y Ciudadanos sean percibidos ahora como más iguales y haya más trasvases", incide Orriols, que también destaca que los socialistas tendrán ahora más dificultades para vender la idea de que "Ciudadanos es la derecha".

Sobre si el PSOE se ha desdibujado como partido de izquierdas, Romero opina que el pacto con Ciudadanos le "facilita" a Podemos la tarea de hacerse con ese electorado, una impresión que comparte Fernández-Albertos: "A parte de su electorado no le gusta ese pacto, y esos votantes se irán a la abstención o a partidos más a la izquierda. Además, firmar el pacto con Ciudadanos dio a Podemos una buena excusa para alejarse de las negociaciones".

Más optimista con las posibilidades de los socialistas se muestra Klose, que argumenta que "el votante del PSOE es flexible" y que recuerda que  "las bases del PSOE no han rechazado explícitamente el pacto con Ciudadanos" –en la consulta a las bases, de hecho, casi el 80% de los afiliados que votaron lo hicieron a favor de ese acuerdo–. El sociólogo añade que "Podemos, con sus formas, ha facilitado que el votante socialista no reproche a su partido el hecho de no pactar con Podemos" y subraya que "la dirección del PSOE ha podido esgrimir, además, que el pacto con Podemos lo era también con los independentistas, lo que desactiva buena parte de las posibles críticas por no pactar con Iglesias". "No creo que los socialistas vayan a pagar el pacto con Ciudadanos ni que cale demasiado el discurso de que el PSOE se escora a la derecha", concluye.

Una segunda vuelta con un sólo tema

Los expertos también consideran que esta próxima campaña electoral será, irremediablemente, una continuación de la previa al 20-D y del tiempo de negociaciones que, como recuerda Bascuñán, "los partidos han vivido como si fuera de campaña electoral", de modo que "probablemente el tiempo de la campaña propiamente dicha sea una prolongación de los reproches que se han hecho durante el tiempo de los pactos". En resumen, el "tema estrella", a juicio de la experta, será qué Gobierno queremos para el país: "Ese tema figurará de manera muy destacada en la campaña y condicionará en buena medida el voto", señala.

Romero coincide, y añade que "estas elecciones son una segunda vuelta forzosa" ante el "fracaso" de toda posibilidad de pacto. "La gran batalla es qué tiempo de Gobierno vamos a tener, que es el tema inconcluso, porque de las medidas concretas de cada partido ya hemos hablado y están claras a estar alturas", apunta. "Sí –coincide Simón–, las negociaciones van a empantanar todo y la clave es con quién se va a formar Gobierno, porque se asume que tras el 26-J va a haber que pactar". "La campaña será un puro teatro y, más que nuevas propuestas, que podrían ser interpretadas como una ocurrencia, se van a bsucar golpes de efecto", razona Klose.

¿Y qué pasa con la economía y la corrupción?

En este contexto, argumentan los analistas, otros temas quedarán en segundo plano. Simón explica que el 20-D los electores con "memoria más corta" pueden "dejar de castigar al PP" por sus decisiones de la pasada legislatura "y pensar más en las negociaciones". Romero añade que "en los últimos ochos meses ha mejorado la percepción de la economía", de modo que esta cuestión podría perder peso en la campaña, y Orriols dice que datos macroeconómico que muestran signos negativos, como la evolución del déficit, sólo pueden tener un "impacto menor" en el discurso de los conservadores de presentarse como partido "serio" y buen gestor. "Los datos de empleo y crecimiento sí que podrían tener mayor impacto en el argumentario del PP –explica–, y también les pasarían factura nuevos recortes, pero esos no los vamos a ver antes de las elecciones".

Sobre los escándalos de corrupción, Orriols dice que el 20-D el PP tuvo "suerte" de que no estallara ningún caso en campaña y Bascuñán advierte de que puede ser un tema influyente "si se destapa algún caso durante las semanas previas a las elecciones y la gente lo tiene muy reciente a la hora de votar". Claro que, probablemente, tampoco sea una cuestión que tenga un gran efecto, al menos a juicio de Fernández-Albertos, que argumenta que incluso en diciembre los votantes de los conservadores ya sabían de casos como Gürtel, de los papeles de Bárcenas y de otros tantos escándalos, y que incluso así votaron al PP: "Veo difícil que la corrupción reste mucho más al suelo del PP. Si acaso dificultará el regreso de los antiguos votantes y le pondrá más difícil pactar con otros partidos después de las elecciones", dice. "Ciertamente –coincide Orriols– en el caso de la corrupción y el PP llueve sobre mojado".

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LAS ENCUESTAS Y LA CAMPAÑA

Con todo este escenario de fondo y a la vista de los primeros sondeos que ya se han publicado, los analistas dibujan escenarios diferentes para cada partido, aunque reiteran que las dos semanas de campaña pueden influir y que es pronto para hacer pronósticos más precisos. "Todavía hay que ser cautos y no hacer futurología, por ahora sólo tenemos algunas impresiones", comenta en ese sentido Klose.

  • PP: "Parece que ya está en mínimos y en campaña apelará al voto útil. Dirán que los experimentos no funcionen y que ellos son lo serio", explica Romero. Fernández-Albertos también destaca que la base de electores de los conservadores es "sólida", Klose comenta que sus votantes muestran en las encuestas tasas de fidelidad por encima del 80% y Orriols subraya que "es difícil que más gente abandone al PP porque esos votantes ya han soportado muchísimo". Bascuñán apunta un último elemento: "Hay algo muy curioso y es que el voto oculto se ha trasladado al PP, aunque tradicionalmente afectaba al PSOE. Ahora, en cambio, mucha de la gente que en las encuestas declara que votará a Ciudadanos después ha votado al PP". "El PP puede ser el gran beneficiado", coincide Klose.
  • PSOE: Romero cree que los socialistas también tocaron suelo el 20-D, pero advierte de que el partido afronta un escenario difícil por la "polarización" y porque "no es creíble vender otra vez que pactará a tres después de las elecciones". "Lo único que puede intentar es maximizar su intento de desbloquear la situación, pero lo cierto es que su fórmula ha fracasado", añade. "Al PSOE le va a costar vender que no acabará pactando con el PP y Ciudadanos en algún momento", dice Fernández-Albertos, que también subraya que la "incompatibilidad de PSOE y Podemos ha quedado muy clara estos meses" y plantea la "incógnita" de qué harán los electores que desean ese pacto. Klose, finalmente, comenta que los de Sánchez podrían recoger "algunos votos" de Podemos, pero también perder un buen puñado de ellos hacia Ciudadanos.
  • Podemos: "En campaña Podemos atrajo a muchos electores volátiles, y veremos si ahora vuelve a lograrlo", apunta Klose. La campaña que la formación morada llevó a cabo en diciembre es señalada por varios de los expertos como una de las más exitosas. Klose calcula que le permitió incrementar en un 30% sus votantes, y Fernández-Albertos apunta que en esas dos semanas Iglesias y los suyos ganaron "entre cinco y siete puntos". Bascuñán añade que en un escenario de "máxima polarización" Podemos debería ser, junto al PP, el "gran beneficiado", mientras que Klose cree que Podemos y Ciudadanos afrontan "riesgos" porque dependen en mayor medida de la "dimensión carismática" de sus líderes, que se van desgastando con el tiempo. Romero predice que el partido apelará al votante de izquierdas, aunque duda de que la posible alianza con IU le permita sumar muchas más votos. De cara a los pactos postelectorales, Fernández-Albertos subraya que "si acaba habiendo una gran coalición Podemos se reforzará a medio plazo".
  • Ciudadanos: "Hasta ahora se ha comprobado que Ciudadanos es un partido sobredimensionado en las encuestas", sostiene Bascuñán, que cree que su electorado "no está tan fidelizado como el del PP" y que, por tanto, "es más fácil que Ciudadanos pierda votantes hacia los conservadores si no han visto sus expectativas durante el proceso de negociaciones". Sin embargo, y aunque cree que es más complicado que el trasvase de Ciudadanos hacia el PP, considera que los de Rivera podrían ganar votos procedentes del PSOE, porque su líder "ha sido el más audaz", transmitiendo "una imagen de hombre de Estado, de partido que quiere favorecer la gobernabilidad...". "Ese talante es algo que pueden valorar positivamente votantes del PSOE decepcionados con Pedro Sánchez", añade. Orriols también cree que el partido ha desarrollado una estrategia "efectiva" para "agrietar la frontera con el PSOE", al tiempo que ha defendido la "gran coalición" para no "asustar a los votantes más moderados".

A falta de que el rey certifique esta próxima semana en su tercera y última ronda de contactos el fracaso de las negociaciones y de la convocatoria oficial, España camina ya hacia una repetición de las elecciones el 26 de junio. En los más de cuatro meses transcurridos desde las generales del 20 de diciembre ningún candidato ha logrado reunir los votos necesarios para la investidura y el único intento, el del socialista Pedro Sánchez, se saldó con un doble fracaso en el Congreso.

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