Susana Díaz apuesta por una coalición de PSOE e IU también para la Moncloa

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Nunca hasta ahora ha habido en España un Gobierno central de coalición entre el PSOE e Izquierda Unida. Y eso que no siempre los socialistas han dispuesto de una mayoría absoluta en todas las legislaturas en las que ganaron las elecciones. Felipe González se apoyó en los nacionalistas, y José Luis Rodríguez Zapatero intentó hacer equilibrios con su apuesta por una geometría variable. Pero las elecciones autonómicas andaluzas de marzo de 2012 dieron como resultado un nuevo escenario, en el que el PSOE repetía al frente de la Junta, pero lo hacía, por primera vez, con el apoyo de IU, y con la federación integrada en el Ejecutivo. Quien dirigió las conversaciones con IU fue Susana Díaz, que un año y medio después se convirtió en la presidenta de la Junta.

Díaz hizo este jueves su presentación en Madrid en un desayuno informativo y por todo lo alto, con todo el estado mayor del PSOE como testigo, empezando por Alfredo Pérez Rubalcaba. Y también con el vicepresidente del Ejecutivo autonómico, Diego Valderas, de IU, delante de ella. Allí Díaz subrayó decididamente que el modelo de acuerdo andaluz sí que es exportable al Gobierno central. Que cabe el entendimiento con IU, algo que no todos en su partido comparten. "Tendrán que preguntar también a IU –dijo, a la pregunta de los periodistas–, pero yo creo sí [es posible], si encontramos un marco común y un programa de acuerdo común. En Andalucía funciona bien, hay un Gobierno sólido, cohesionado, con una voz única, que ha encontrado el equilibrio de situar los intereses de Andalucía (la creación de empleo, los intereses de las personas) por encima de la rentabilidad política de una jueza". El disparo, claro, iba por la magistrada Mercedes Alaya, instructora del caso ERE.

La presidenta, de hecho, había desplegado durante su intervención su programa de Gobierno, con el que fue investida hace un mes en el Parlamento de Gobierno. Un discurso en el quiso remarcar el acento de izquierdas y su preocupación por la cohesión social frente al “nuevo modelo menos democrático, más pobre, más injusto, más desigual” que está implantando, a su juicio, el Ejecutivo de Mariano Rajoy.

"No existe en ninguna Constitución del mundo"

Pero además de la crisis y de los temas sociales, volvió a preconizar una lucha “implacable” por la transparencia y contra la corrupción, con casos que "escandalizan" a la sociedad y le "avergüenzan" personalmente. La presidenta reiteró el compromiso, que ya expresó en su investidura, de trasladar a Mariano Rajoy –con quien se entrevistará en la Moncloa la próxima semana– su propuesta de que impulse un pacto por la "regeneración política", "un acuerdo global que se extienda hasta el último rincón de la vida pública". Apenas saltó el caso ERE. Sólo con relación a las supuestas facturas falsas de UGT Andalucía y la decisión de Alaya de sumar esa causa a su investigación. La jefa del Ejecutivo pretendió la austeridad en su réplica: "No voy a valorar nunca  a un juez ni su tarea. Yo digo lo que voy a hacer. Y he dado instrucciones a mi Gobierno para que se revisen todos y cada uno los expedientes que han aparecido en los medios de comunicación, que se depuren responsabilidades y se recupere el dinero".

Díaz reservó una parte de su discurso al modelo de Estado. Y ahí, además de reiterar la apuesta del PSOE por una reforma constitucional en clave federal, que sobre todo garantice la “igualdad” de los ciudadanos, aplicó la autocrítica. Consideró que “no fue un acierto” que Zapatero dijera que aceptaría cualquier propuesta de Estatut que llegara del Parlament de Catalunya. Como también fue un error la “ola de anticatalanismo” que el PP despertó con su recogida de firmas contra el texto y su recurso ante el Tribunal Constitucional, que derivó en una mutilación del Estatut en 2010. “¿Alguien pensó que no iba a pasar nada? Sí que ha tenido consecuencias: esto que vemos hoy en Cataluña es lo que ha pasado, lo que nunca deberíamos haber consentido [...].Parte de culpa la hemos tenido todos”, reflexionó. Díaz, asimismo, se mostró radicalmente contraria al derecho a decidir, que el PSOE tampoco comparte. Al desayuno también había acudido el primer secretario del PSC, Pere Navarro, que defiende precisamente la consulta.

"Cuanto antes desmontemos la trampa del derecho a decidir, va a ser mucho más fácil la salida", respondió taxativa. Ya antes había dejado claro que no es posible la autodeterminación: "¿Decidir qué? ¿Decidir la independencia de Cataluña? Ese derecho no existe en ninguna Constitución del mundo". La presidenta arremetió contra las independentistas, "a los que ha venido como anillo al dedo el 'España nos expolia' para eludir las propias responsabilidades y para justificar que está aplicando las mismas recetas que la derecha de España". Del choque no se saldrá tampoco regresando al centralismo "que tanto daño ha hecho" a regiones como Andalucía y que no es más que "otra ensoñación del mismo calibre que los que defienden el independentismo".

"La invitada soy yo"

La autocrítica también alcanzó a la gestión económica de Zapatero. Reconoció el “efecto demoledor” que provocó el anuncio de “brotes verdes” –otro mensaje para otro asistente al desayuno, la exministra de Economía y Hacienda Elena Salgado–, cuando España "estaba en la antesala de otra recesión". "No reduzco al actual Gobierno los errores en la gestión de la crisis", convino. Y añadió: “Crear espejismos es temerario y decepcionante” si no hay creación de empleo, resaltó.

En cuestiones internas, Díaz se mantuvo cauta. Por ejemplo, no puso fecha al congreso extraordinario del PSOE andaluz, el que debe proceder al relevo de José Antonio Griñán al frente del partido. Díaz señaló que se convocará cuando tanto ella como su predecesor en la Junta entiendan que “es el momento adecuado para Andalucía”, sin que tenga "nada que ver" con la Conferencia Política del partido del próximo mes, "porque son dos escenarios distintos". Advirtió de que en todo caso deberá ser el expresidente quien lo anuncie. Griñán estaba sentado en la mesa de honor. El presentador, el presidente de Nueva Economía Fórum, le lanzó la pregunta. Griñán no tuvo oportunidad de responder. “Con su permiso, la invitada soy yo. Otro día invitan al señor Griñán y al señor Rubalcaba y le preguntan”, cortó tajante la presidenta.

Tampoco se enredó con el asunto de las primarias. Recordó que Rubalcaba fue elegido secretario general en el congreso federal de Sevilla, en febrero de 2012. "Lógicamente vamos a reforzar la posición del partido porque entendemos que es fundamental y necesario en los logros conseguidos y en el alcance de los derechos sociales y de la modernización de este país", insistió. Un mensaje que servía para apuntalar la posición del PSOE-A de este tiempo: sostendrá y apoyará al líder frente a las turbulencias internas. En cualquier caso, "cuando llegue el momento de decidir el liderazgo tendrá que ser el secretario general y aquellos compañeros que lo deseen quienes tendrán que hacerlo" y "todos" decidirán entonces "lo que este país necesita" y qué le pueden "ofrecer los socialistas". 

Presentada por el presidente de la Academia de la TV

Puesta de largo de Díaz en Madrid y exhibición absoluta de poder. A fin de cuentas, ella encarna el Gobierno de mayor peso del PSOE, su joya de la Corona desde hace 30 años y que aún conserva en un tiempo de zozbra. Puede parecer un tópico, pero no cabía más gente en el recargado salón del hotel Ritz. Allí estaban todos los que son alguien en el PSOE y fuera de él. Rubalcaba y su número dos, Elena Valenciano; el presidente federal del partido y secretario general en Andalucía, Griñán; la presidenta del PSOE andaluz y el vicesecretario general del partido, Amparo Rubiales y Mario Jiménez; los barones de Castilla-La Mancha y Castilla y León, Emiliano García-Page, Julio Villarrubia y Pere Navarro; los exministros Elena Salgado, Trinidad Jiménez, Rosa Aguilar, José Blanco e incluso José Barrionuevo; el vicepresidente de la Junta, Diego Valderas, y varios consejeros del Ejecutivo autonómico; el presidente del Parlamento andaluz, Manuel Gracia; el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch; el portavoz en el Senado, Marcelino Iglesias, diputados, senadores, miembros de la dirección del PSOE-A, empresarios... Los embajadores del PP, escasos: la defensora del Pueblo, Soledad Becerril; el secretario de Estado de Administraciones Públicas, Antonio Beteta, y la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz. 

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Pero hubo otro gesto que no pasó inadvertido, y que no fue casual. No la presentó en la tribuna nadie de su partido, sino Manuel Campo Vidal, el presidente de la Academia de la Televisión, la entidad que organizó los debates electorales de 2008 y 2011. Lo eligió, dijo, para dar voz a un "representante de la sociedad civil". El propio Campo Vidal reconoció que fue el primer sorprendido, pero que entendía que al designarle como su telonero, quería dar un mensaje "distinto", "mirar fuera del PSOE, de la política". Le agradeció que no haya intentado "reescribir su biografía", asumiendo su origen humilde y su actividad laboral "exclusivamente en el PSOE", algo que "no es motivo para poner en duda su valía profesional". Elogio que no podía sentar mal si uno mira las hemerotecas, donde se ha alanceado a Díaz precisamente por su hoja de servicios en blanco en el sector privado. La presidenta, remarcó, representa un "cambio generacional [el día 18 de octubre cumplirá 39 años] y de género", aunque más allá de la imagen, hagan falta "hechos", no sólo "palabras". 

Belloch intentó definir el nuevo peso de Díaz en el PSOE y en el país. "Ha nacido una estrella a nivel nacional", dijo triunfante a los periodistas. Quizá se pasó, pero la sensación que flotaba tras el desayuno entre cuadros del PSOE es que la presidenta atinó. Que estuvo "bien" y que su discurso, el "tiempo nuevo" que se propone abrir también puede servir de referencia al partido. 

Nunca hasta ahora ha habido en España un Gobierno central de coalición entre el PSOE e Izquierda Unida. Y eso que no siempre los socialistas han dispuesto de una mayoría absoluta en todas las legislaturas en las que ganaron las elecciones. Felipe González se apoyó en los nacionalistas, y José Luis Rodríguez Zapatero intentó hacer equilibrios con su apuesta por una geometría variable. Pero las elecciones autonómicas andaluzas de marzo de 2012 dieron como resultado un nuevo escenario, en el que el PSOE repetía al frente de la Junta, pero lo hacía, por primera vez, con el apoyo de IU, y con la federación integrada en el Ejecutivo. Quien dirigió las conversaciones con IU fue Susana Díaz, que un año y medio después se convirtió en la presidenta de la Junta.

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