Una de las normas más elementales de la cocina es que todo lo que se eche en un caldero habrá de hervir antes de poder servirse listo y condimentado. Lo que las izquierdas españolas –pues son varias– tienen a su alcance esta temporada electoral es nada menos que la posibilidad de alcanzar el poder; tal y como han logrado las candidaturas ciudadanas apadrinadas por Podemos en las pasadas elecciones locales. Un sabroso plato que lleva su tiempo en ser cocinado. En estos momentos, precisamente, se encuentra en plena fase de ebullición. O confluencia.
Primero fue Podemos. El partido que fuera fundado por una célula ideológica de Izquierda Anticapitalista absorbió voto y militantes de IU, para luego pasar a tomarlos del PSOE y hasta del PP, según ha ido derechizando su mensaje. Tanto fue así que, bien nutrida ya del voto ajeno, Podemos pudo permitirse rechazar una alianza con IU, deslizándose aún más al centro del tablero. El joven Alberto Garzón, nuevo líder de IU que se había dejado la piel convenciendo a la dirección para que respaldara esa alianza con Podemos, vio comprometido tanto su propio futuro como el de su formación. Y se agarró por sorpresa a la única ventana de oportunidad que permitía la situación.
Las únicas que han llegado a tener en la izquierda más prestigio que el propio Podemos han sido las candidaturas ciudadanas lanzadas en las pasadas elecciones locales. Lograron éxitos superiores a los del partido de Pablo Iglesias, convirtiéndose de manera imprevista en el "fenómeno del momento" para la izquierda. A Garzón sólo le quedaba probar una vía. La de contemplar o facilitar la formación de un gran frente ciudadano de izquierda amplia, lo que acaba de surgir en forma de Ahora en Común. Presentándose a sus primarias, coloca así la pelota en el tejado de Iglesias. ¿Se unirá Podemos al gran frente de las izquierdas o, como otros, se negará a diluir sus siglas?
Son días de mítines confusos para los izquierdistas de Madrid, días de informadores y hombres de paja. En las calles sofocadas por el calor, las agrupaciones y partidos menores discuten durante horas su futuro. Ir juntos o no. Aliarse con Podemos o no. Participar o no en Ahora Madrid. Figuras como Baltasar Garzón regresan a la política y los reclutadores de IU no pierden la oportunidad de sondear los corrillos rejuvenecidos de políticos e intelectuales. La realidad de fondo es que dos grandes fuerzas se disputan los votos a la izquierda del PSOE, en el año más crucial para que esta facción pueda hacerse con el poder. Los independientes sobreviven como pueden, y calculan si ha llegado su momento.
Quedamos con Beatriz Talegón, verso libre de la socialdemocracia española y exlíder de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas, en la sede de Izquierda Abierta (IA, formación comprendida en IU). Hoy se celebra una reunión entre conocidos elementos de las izquierdas. El local de IA apenas es un escaparate, una abertura lateral en la cuesta de Ribera de Curtidores, bulevar castizo mecido en la sombra de los árboles del Rastro. Apenas a unos metros, un mendigo, con atuendo y maneras de rabino, ordena las innumerables cajas de cartón que componen su fortín, coronado por paraguas abiertos en coloridas "setas".
Ya en el interior del local, entramos cuando todos salen. Un saloon casero y un escenario para oradores. Pósters de la guerra civil, tantos como puedan caber en una sala. Un retrato de Luis García Montero en la pared y unas novelas de Almudena Grandes a la venta en un rincón. A Beatriz Talegón la distinguimos pronto; por su vestido rosa y por su sonrisa característica.
PREGUNTA: Antes de nada, si es que se puede publicar: ¿qué se ha cocinado en la reunión?
RESPUESTA: La necesaria unidad de la izquierda en este país. En un principio, hemos dicho todos que estábamos de acuerdo en contar que habíamos estado aquí. Gaspar Llamazares e Izquierda Abierta, Baltasar Garzón, La Izquierda, los del Partido Humanista, Convocatoria Cívica... ¿Qué se ha acordado? Primero, reconocer sin reservas que somos de izquierdas. Y dos, reconocer, también con orgullo, la importancia de los partidos políticos. Cuando parece que lo que está de moda son los ciudadanos libres, independientes y demás, en política algunos seguimos creyendo que la unidad hace la fuerza y que la primera forma de ser honestos es presentar unas propuestas claras, con una estructura transparente. Los partidos tienen que adaptarse mucho a los nuevos tiempos pero no por esto tienen que desaparecer. Gracias a ellos, tenemos logros como la democracia y el estado del bienestar.
P.: ¿IU también estaba representada en la reunión?
R.:
Por gente de Izquierda Abierta, que forma parte de IU. También independientes, que no militan en partidos, pero desean la confluencia de las izquierdas.
P.: Habías dicho Baltasar Garzón, por ejemplo.
R.:
Exacto.
P.: Tras el éxito de tu vídeo de YouTube de febrero de 2013, en el que criticabas el lujo que disfrutan los líderes de la Internacional Socialista, comenzaste a aparecer en las tertulias y a exponer tus críticas. ¿Te dieron libertad en el PSOE para ello?vídeo de YouTube
R.: Siempre he tenido libertad; donde no haya sido así, no he querido estar. Pero es verdad que dentro de las Juventudes Socialistas y el PSOE intentaron controlar dónde iba y dónde no.
P.: ¿Un ejemplo?
R.: Cundo era secretaria-general de juventudes a nivel mundial (es decir, que a nivel orgánico, de Juventudes Socialistas, no tenía a nadie por encima) llegué a tener una bronca muy gorda con los compañeros de la dirección de Juventudes Socialistas Europeas por dar una entrevista en 13TV. Les respondí que igual era importante que ellos también salieran en los medios a explicarse, incluso en los de derechas. No tuvo que pasar ni una semana para que uno de los que me había criticado apareciera en uno de esos programas. Disfruto midiéndome con los que piensan de manera tangencialmente opuesta a mí. Eso es la política; estás dándole al espectador una opción. Pero esa no es la filosofía que mantenía el PSOE: ellos iban a dar mítines para militantes, que a fin de cuentas ya te van a votar.
P.: ¿La mantienen hasta hoy?
R.: Vamos que si la mantienen. Y lo seguirán haciendo en lugar de dar un mitin en una plaza abierta, a ver qué pasa entonces. Lo que pasa es que no se atreven.
P.: ¿Y en el PSOE entonces había libertad para ir de autocrítico a las tertulias?
R.: No; de hecho, yo vivía en Viena y no podía asistir todos los sábados a La Sexta Noche, como pretendían. Me preguntaron si conocía a alguien “cañero, fresco, socialista” y libre, y les tuve que decir “a la gente que conozco que es así, no le va a dejar venir el secretario general”. Un secretario general, además, al que las televisiones dejaron de llamar a los dos días porque era como escuchar a Rubalcaba, pero en pequeño. Y yo, consciente de que esto lo dirigía quien lo dirigía, les hablé de un chico que me encantaba...
P.: ¿Pablo Iglesias?
R.: Cuando estaba en Bruselas al frente de las Juventudes Socialistas Europeas, mi padre, profesor de sociología en la UNED, me recomendó el canal online de La Tuerka. Cuando lo vi, escribí a Pablo Iglesias mi primer correo, lo recuerdo, justo antes de salir para una reunión con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Ahí establecimos contacto. Desde entonces, tratamos sobre ciencia política y estuvimos a punto de participar en un proyecto humanitario en Palestina, al que también invité a Alberto Garzón.
P.: A partir de aquel vídeo, creció tu popularidad mediática pero decayó tu peso dentro del partido...
R.: De entrada, yo había tardado un año y medio en pensarme la oferta que me hicieron de liderar las Juventudes Socialistas Europeas, y siempre respondiendo que, si otro compañero competía conmigo, me retiraría. Yo había asesorado, dado conferencias y organizado las Juventudes del PSOE en Europa, pero nunca había cobrado un euro del partido, y sigo sin hacerlo. Pero con este trabajo que requería dedicación completa, viajes... era materialmente imposible seguir con mi antiguo trabajo, así que accedí, pasando a cobrar mucho menos. Me presenté para un mandato, dos años. Se cumplió el programa con creces y a los dos años me largué. Por otra parte, y volviendo a los efectos del vídeo, es verdad que cuando ocurrió aquello, lo que hizo el PSOE fue intentar difamarme. Vio que se escapaba a su control.
P.: ¿Qué hicieron?
R.: Utilizar a determinados medios para publicar que yo viajaba en primera clase. ¡Si fuera cierto! Se me intentó dejar en evidencia como persona incoherente. El País publicó un titular terrible. Hablé con alguna de su gente y me reconocieron que la información venía directamente de Ferraz.
P.: ¿El País guarda aún mucha relación con el PSOE? El País
R.: Tienen que cumplir. Y Rubalcaba le dio a un botón y dijo "a esta tía os la tenéis que cargar". Se me impidió ir a según qué tertulias, se me difamó... Me pasé una temporada haciendo llamadas para desmentir oficialmente informaciones que se estaban sacando. Fue una caza de brujas, y vino desde los despachos de Elena Valenciano, Rubalcaba, etc. Y luego, aunque yo nunca pretendiera tener una ambición política más allá de lo que dispusiera para mí el partido, es verdad lo que dices sobre mi peso en el partido; disminuyó. Tenían a una secretaria-general a nivel mundial, representando a 8 millones de militantes, y que el PSOE dándole patadas en el boca... Aun así, me llegaron a hacer ofertas, que rechacé.
P.: ¿Propuestas políticas u ofertas personales?
R.: Me plantearon ir en la lista de las Europeas. No puedo decir quién, exactamente. Dije que si no había primarias, no iba a ir. Además, no me gustaba el equipo; incluía a Pepe Blanco, que estaba entonces en el punto de mira por el caso Campeón y me pareció que llevarle protegido a Bruselas era una huída hacia delante.
P.: Él era cocinero de partido, como Cospedal...
R.: Sí. Era, y lo sigue siendo.
P.: ¿Te hicieron alguna otra propuesta?
R.: Hubo compañeros que me tantearon para presentarme a las primarias de 2014 a la Secretaría-general. Pero preferí ponerme al servicio del candidato [Jose Antonio Pérez] Tapias.
P.: Pero en un principio, no descartaste presentarte.
R.: Cuando estás exhortando a la gente a que participe, después no puedes descartar presentarte. ¿Por qué no lo iba a hacer? Ahora bien, dije "lo haré si hay equipo, si hay proyecto y si no se presenta nadie que cumpla mis expectativas", y vi que Tapias era la opción óptima.
P.: ¿Por qué no te presentaste?
R.: Pensé que Tapias era mejor candidato, con experiencia y discurso. Me puse a su servicio: lejos de competir con él, coordiné su campaña. Embarazada de ocho meses, estuve currando hasta el final.
P.: ¿Empiezan a llover palos por todos lados en el momento en que compites por el poder?
R.: Más que un problema de que te lluevan o no, a mí me importa la viabilidad de un proyecto. Y con Tapias, lo sabíamos desde el día en que la presentamos, la candidatura estaba presentada para perder, para quemarse, pero también para dar a conocer el mensaje de la gente de izquierdas que quedaba en el PSOE. Sabíamos que no ganaría, entre otras cosas porque el camino estaba plagado de trampas.
P.: ¿Qué trampas?
R.: Tapias era esa bengala que se encendía, y ya. Yo no tengo alma de kamikaze para presentarme y hacer mucho ruido, una vez ya está todo el pescado vendido. Si me presento es para ganar, y en condiciones justas, democráticas y transparentes. Cada vez que me he presentado a algo, lo he ganado. No era mi momento y además estaba embarazada. Ahora, prefiero disfrutar de mi trabajo como abogada y aprender mucho de mis reuniones con gente como Baltasar Garzón, Iglesias, Llamazares, Errejón... Hay que conocer mucho este mundillo para saber donde te mueves. Igual dentro de unos años, sí creeré que es el momento de plantear mi alternativa.
P.: Has dicho que aprendes de Llamazares, Iglesias... Desde fuera, se suele ver al político como un hombre gris, sin nada que lo diferencie mucho del siguiente. ¿Qué distingues en ellos, qué aprendes?
R.: Si se atreven a algo o no. Hemos vivido una generación anterior de políticos cobardes. La nuestra fue educada en el respeto y cariño por los padres, no en el temor, y eso hace que nos cueste enfrentarnos más a ellos. No fue como nuestros padres con los suyos; ahí, en un momento de libertad y apertura, sí hubo enfrentamiento generacional. En política, todo esto significa que nuestros padres políticos no ven que ha llegado el momento de hacer hueco a los jóvenes. Ellos se ven jóvenes todavía.
P.: ¿Rubalcaba sería tu ejemplo?
R.: Rubalcaba sería más bien mi abuelo político. Ya era ministro cuando yo me comía el Bollicao en Primero de EGB.
P.: Y la moda reciente de poner a jóvenes al frente de la política: ¿renovación o reciclaje?
R.: Fíjate, cuando salió el vídeo de 2013, puso sobre la mesa determinadas cuestiones que claramente no lo estaban. Que a los jóvenes en política se nos utilizaba para pegar carteles y llenar actos. Que no se veía una sola voz joven en las tertulias, en el partido en general... El PSOE era de Rubalcaba; IU, de Llamazares. A partir de ahí, se produjo el fenómeno inverso; ahora parecía que lo joven, por ser joven, era bueno. Y cuidado: ni ser joven significa que seas bueno, ni ser mayor implica que seas un carca. Por eso, yo apoyé a Tapias en las primarias. Su mensaje era el más fresco, dinámico y revolucionario. Precisamente los mensajes más conservadores y rancios eran, desde luego, los de Pedro Sánchez y Edu Madina. Hace falta integrar a la gente joven, porque tenemos otra forma de ver el mundo, de funcionar, y porque somos los que estamos sufriendo las consecuencias más brutales de la crisis. Pero eso no significa tirar lo viejo por la ventana, lo que tiene experiencia, porque entonces somos imbéciles. Lo ideal serían jóvenes dirigiendo la política, asesorados por viejos experimentados. Ahora mismo es al revés: los que llevan toda la puñetera vida, en primera línea, asesorados por jóvenes que no se enteran ni de por dónde van los tiros.
P.: Ibas a hablarnos de trampas en las primarias.
R.: La existencia de avales en sí es la trampa, la pantomima. No existe un censo actualizado de los afiliados, controlado por un órgano independiente. Aun así, el acceso al censo lo tienen los secretarios generales y los secretarios de organización; en muchos casos, no estás en igualdad de condiciones. Además, cuando te apoya el aparato, todos los secretarios de organización y secretarios-generales de las agrupaciones empiezan a llamar al listado de afiliados. Y por si fuera poco, hay un cajón sorpresa de avales que se envían directamente a Ferraz a través de una plataforma web.
P.: ¿No hay control sobre esos?
R.: Sólo lo ven y lo controlan allí. Pero es que, aparte, todos los avales son públicos: tú te retratas según a favor de quién firmas. En las agrupaciones rurales, se dice directamente “aquí somos de Pedro Sánchez” o “aquí somos de Edu Madina”.
P.: ¿Intentasteis entrar en ese juego? Lograr pueblos que "fueran" enteros de Tapias, etc...
R.: Claro que se intentó. Hicimos mítines en pueblos pero, en muchos de ellos, directamente no se celebraban actos de Tapias. En alguno, ni siquiera llegó la información de que existía un candidato que se llamaba Tapias. Yo me peleé con un montón de medios de comunicación. Alguno llegó a referirse a los “dos candidatos socialistas a las primarias”. Y cuando ya pasamos el corte de los avales e iba a hablar en televisión de Tapias, la presentadora interrumpía con un “Bueno, Beatriz, pasamos a otro tema”. No había manera de meter el mensaje por ningún lado.
P.: Cuando Tapias pierde en las primarias, Ferraz os impone una gestora. ¿Es esto lo que ocasiona tu descontento y finalmente tu marcha?
R.: Que Tapias sacara un 15% de apoyos no estuvo nada mal: Izquierda Socialista ganó, simplemente por haberse abierto hueco en el mapa. Pero si aquel Congreso fue en julio, para el 25 de octubre se convocó una Asamblea de Izquierda Socialista. Denuncié que no se podía votar correctamente en ella porque, como corriente dentro del partido, no teníamos censo.
P.: ¿No se habían convocado de igual manera todas las anteriores?
R.: Sí, pero en aquel momento Izquierda Socialista había tenido un tremendo aumento de personas después de nuestra campaña, era la primera asamblea después de todo aquello. Entonces, Tapias nos dejó a todos helados. Quería anular la triple portavocía que teníamos hasta entonces, y erigirse en líder único. Aquello era un golpe de Estado. Además, había que haber hecho la asamblea de otra forma, de manera que todo el mundo pudiera votar...
P.: ¿Por qué piensas que Tapias hizo aquello?
R.: Han pasado cosas muy raras en la corriente. Desde luego, yo perdí toda mi confianza en Tapias cuando empecé a ver determinados juegos...
P.: ¿A qué te refieres?
R.: Pues a que si uno defiende la transparencia, la horizontalidad y las votaciones libres, y luego se carga a sus dos compañeros en la portavocía y se pone él solo... Con gente llegando en grupo a la asamblea a las seis de la tarde para votar, gente que no era ni de la corriente ni del partido. Fue extraño.
P.: ¿Podían ser paracas, votantes “prestados” de otras agrupaciones?
R.: O del bingo de enfrente. Nadie sabe quiénes eran. Se montó una bronca muy gorda, no nos lo podíamos creer. Yo escribí una carta pública “al mal llamado líder”, que muchos pensaron que estaba dirigida a Pedro Sánchez o a Pablo Iglesias... Iba por Tapias. Los de Izquierda Socialista de Madrid, que le apoyaban en su golpe, habían estado firmando recientemente a favor del alcalde de Parla, David Fraile, salpicado por la Operación Púnica: si la asamblea se celebró el día 25, Fraile fue detenido el 27. Les dije que nos habían vendido a todos, que mientras defendíamos una serie de cosas en campaña, ellos habían estado conchabados con Tomás Gómez; sólo buscaban el cargo. La gente pidió una refundación, hacer un censo, unas normas... y Tapias dimitió. El aparato de Ferraz, que no estaba por la labor de que continuara aquel proceso de renovación, prefirió imponernos una gestora.
P.: ¿Por eso abandonaste la corriente?
R.: Tanto como abandonar, no. A partir de entonces, Ferraz comenzó a mostrar su cara amable con la agrupación ya bajo control, prestándole salas cuando nunca lo había hecho, etcétera. Yo me distancié de los “golpistas” pero seguí unida a los históricos. Reivindicamos la izquierda socialista frente a los cuatro pirados de la gestora. Todos ellos, por cierto, acabaron en las listas electorales del PSOE.
P.: Hay quien dice que intentaste defenestrar a Tapias en esa asamblea para acceder al poder en Izquierda Socialista.
R.: En absoluto. De hecho, defendía que todo se quedara como estaba; con tres portavoces elegidos por primarias mediante un censo, y con estructuras de poder horizontales.
P.: Antes de abandonar el PSOE, ya hablabas de montar un proyecto propio. ¿Sigue en pie?
R.: Sí. Creo que haría falta un Partido Socialista. Aunque no por el momento; la gente, especialmente si eres joven y mujer, en seguida cree que eres una “trepa” si intentas hacer algo. Y yo no tengo interés en comerme más marrones que nadie.
P.: Si formaras ahora un partido propio, ¿se presentaría en solitario o integrado en uno de los frentes que se están armando?
R.: Si participo en la creación de un Partido Socialista, es inherente a las izquierdas la búsqueda de la unidad, respetando las distintas realidades, las minorías y subminorías. El aportar a un proyecto común, sin tener que diluirnos unos en otros. Esto último es un mensaje que algunos no entienden. Si quieres ir de la mano, te hacen meterte en sus historias.
P.: Te fagocitan.
R.: Exacto.
P.: Ese era un viejo truco del PSOE.
R.: Mira qué bien le está yendo al PSOE.
P.: También permitió que Tierno Galván, del PSP, llegara a alcalde de Madrid. Precisamente, absorbiendo la deuda del PSP al fusionarse con él en 1978.
R.: Ahora ya es otro momento: el PSOE está realmente vendido. Siempre quise pedirle al secretario general saliente un estado de la cuestión financiera del partido. Ya lo había hecho en las Juventudes Socialistas de Europa; que bien es cierto que me tomaron algo el pelo y luego me di un susto. Pero es que, como secretario general, eres responsable de la deuda también... ¿Qué va a hacer un partido como el PSOE, que acumula 60 millones de deuda?
P.: Hacía mucho que el debate sobre la convergencia de la izquierda no dejaba de lado al PSOE. Esta vez, se produce a su izquierda, y ha generado, a la vez, éxitos electorales y peleas políticas. ¿Podrías sugerirme la fórmula de la convergencia?
R.: Incluso si el PSOE quiere participar, que lo haga; pero iba a dar un poco igual lo que firmaran porque lo iban a incumplir. Ya no les cree nadie. Yo soy partidaria de la convergencia en base a un proyecto común: educación y sanidad públicas, priorizar las necesidades ciudadanas por encima de las de los bancos, una renta universal, nacionalizar determinados servicios, una sana intervención estatal... A eso le añades un código ético: que si te abren un proceso oral, por ejemplo, te quites de en medio, sin hacer reinterpretaciones más tarde que endulcen las condiciones. Ahora bien, se está hablando de confluir y realmente de lo que están tratando es de poner determinadas caritas en determinados sitios porque todos quieren comerse su parte del pastel. Nadie ha querido hablar del proyecto. Ni Pablo Iglesias, ni Alberto Garzón ni Ahora en Común están haciéndolo. Primero hablan de las candidaturas ciudadanas, de las listas, de los nombres. En este país interesa sólo poner el culo en la silla, y eso que criticaban a la “casta” por hacer precisamente eso. A mí me da igual quién esté en una lista. Lo que me importa es lo que va a hacer y, que si no lo hace, a la mínima pueda activarse un mecanismo revocatorio. Pero de eso no se habla; eso vendrá después, deprisa y corriendo.
P.: Al abandonar el PSOE, Pablo Iglesias te ofrece entrar en su lista por Podemos, cosa que rechazas. ¿En qué se diferencia tu proyecto del suyo?
R.: Yo a Pablo le tengo mucho respeto y cariño. Íñigo [Errejón] también me cae muy bien. Pero eso no es suficiente para embarcarme en un proyecto político. Intuyo que no estamos tan lejos en la forma de ver la política, pero hay diferencias. Yo soy de izquierdas y no tengo ningún problema en decirlo con orgullo. Y agradezco que Pablo me llame para contar conmigo, pero en democracia, y pretendiendo renovar la política, creo que es igual de importante la manera de hacer las cosas que las cosas en sí. Llamar por teléfono a determinadas personas, sin que supieran nada del proyecto o de quién más iba en la lista, no me pareció la forma más adecuada.
P.: De crear una formacion propia, ¿la integrarías en Podemos?
R.: No.
P.: ¿Y en Ahora en Común?
R.: No, si yo formara algo a día de hoy, que no va a ocurrir, defendería un programa y una estructura de partido: quien quisiera compartir sus principios, tendría que hablarlo con nosotros de manera democrática. Yo no crearía algo con la intención de sumarme a otra cosa.
P.: En el PSOE se sostiene que la atomización de la izquierda, fuera del partido socialdemócrata principal, sólo la debilita. Has estado dentro y fuera del PSOE. ¿Pensaste así alguna vez?
R.: Ese es el gran problema que tenemos ahora mismo con la ley electoral, donde si sacas por debajo de determinado porcentaje de voto, no existes. Y eso debilita tanto a la derecha como a la izquierda; lo que pasa en que en este país la derecha siempre se ha presentado unida en un partido mayoritario. En cualquier caso, si te presentas dividido en formaciones como IU, PSOE (cuando se consideraba de izquierdas) o Podemos (que no sabemos si es de derechas o de izquierdas), pues se pierden los votos. Quien se considere de izquierdas, debe apostar por la unidad.
P.: En las tertulias que has frecuentado, te han llamado de todo. Alfonso Rojo llegó a intentar sugerir que no habías trabajado en tu vida, sin pruebas. ¿Nunca has sentido la tentación de abandonar toda esa corrección política y partirle la cara a alguien en medio del plató?
R.: Yo no soy una persona violenta. Sólo ha habido una ocasión en la que pegara un puñetazo en la mesa, simplemente con datos. Fue en la tertulia de La Sexta Noche, cuando demostré que la derecha se beneficia de la desigualdad social del índice GINI y su relación con el PIB, y se montó un enfrentamiento muy gordo con Marhuenda, Alfonso Rojo e Inda. Tanto, que el propio público me defendió y Marhuenda recriminó que la audiencia estaba contratada para atacarle a él. Ahí, yo también me puse punky, pero punky políticamente correcta. El vídeo se ha eliminado, y a mí no me han vuelto a llamar de La Sexta Noche.
P.: Eres pianista. ¿Has sabido interpretar la partitura adecuada a lo largo de tu vida política o en esta época hay que leer más bien las cosas de oído?
R.: Para ser buen músico, tienes que combinar la técnica y el estudio con la intuición y el oído. Si te ciñes demasiado a una partitura, pierdes espontaneidad. Pero si no tienes dedos ágiles y no puedes interpretar sin mirar las teclas, te faltan habilidad y herramientas. Por tanto, creo que he tocado las teclas correctas, que he hecho mucho trabajo de estudio, pero que ahora es el momento de interpretar otras piezas. Me apetece soltarme a improvisar, pero con gente que controle.
P.: ¿Algún acorde desafinado del que te arrepientas?
R.: Los músicos sabemos bien que un acorde sólo suena equivocado dependiendo del siguiente acorde con el que lo resuelvas. El más raro puede acabar siendo el que te abre la puerta a seguir con el tema musical. Cuando era pianista, eso sí, lo que más echaba de menos era tocar con gente. Me gusta hacerlo todo con gente.
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P.: Pues tienes suerte, porque la izquierda se ha montado una buena jam session.
R.: Es lo que tenemos que hacer, sí señor.
Una de las normas más elementales de la cocina es que todo lo que se eche en un caldero habrá de hervir antes de poder servirse listo y condimentado. Lo que las izquierdas españolas –pues son varias– tienen a su alcance esta temporada electoral es nada menos que la posibilidad de alcanzar el poder; tal y como han logrado las candidaturas ciudadanas apadrinadas por Podemos en las pasadas elecciones locales. Un sabroso plato que lleva su tiempo en ser cocinado. En estos momentos, precisamente, se encuentra en plena fase de ebullición. O confluencia.