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Teresa Rodríguez ensaya el soberanismo al frente de una nueva coalición para la "nación" andaluza

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El sector anticapitalista y soberanista escindido de lo que fue la confluencia de Podemos, IU y dos pequeñas fuerzas andalucistas lidera este sábado la constitución de una coalición nueva, hecha de elementos que no son tan nuevos. La portavoz es Teresa Rodríguez, exlíder de Podemos. Del nuevo sujeto político forman parte Primavera Andaluza, Defender Andalucía, Izquierda Andalucista y Anticapitalistas Andalucía. Su nombre es "Adelante Andalucía", que fue a su vez la marca de la antigua confluencia de Podemos e IU, por lo que no es descartable que Unidas Podemos tome medidas y el asunto acabe en los tribunales. Si en lo organizativo Adelante es un proyecto difícil de entender para el lego en líos de la izquierda andaluza, en lo ideológico todo parece –algo– más sencillo. El nuevo espacio –feminista, ecologista, republicano– se sitúa claramente a la izquierda, en un punto entre el soberanismo y el nacionalismo, entre el federalismo y el confederalismo, sin pretensiones independentistas. Adelante nace sobre la base de que la comunidad del sur "es una nación" y el andaluz "un pueblo soberano" con "derecho a autogobernarse".

La obsesión de Rodríguez es que el partido no esté sujeto a las directrices de ninguna formación "de Madrid", como le ocurrió con Podemos en Andalucía. Su razonamiento: para defender los intereses de Andalucía hace falta un partido andaluz. Sólo andaluz. Que no sea, insiste Rodríguez, "una sucursal". Por ello, no le vale Podemos, ni tampoco IU, por más que acumule un acreditado pedigrí andalucista. Entre sus promotores cunde el convencimiento de que el momento es propicio para el despegue de una fuerza andaluza, como prueba el auge del soberanismo o nacionalismo de izquierdas en Cataluña (ERC y CUP), Comunidad Valenciana (Compromís), Galicia (BNG) y País Vasco (Bildu), además de la irrupción de formaciones como Teruel Existe o el propio Más Madrid. Es momento, explica el parlamentario anticapi José Ignacio García, de "fuerzas pegadas al territorio".

¿A cuál se parece más Adelante? Los miembros del antiguo sector anticapitalista de Podemos que hoy abanderan este proyecto no se declaran alineados con ninguno de estos grupos en particular, en coherencia con su idea de que lo andaluz no tiene por qué compararse con nada de fuera. Adelante es Adelante y punto. Sus detractores en Unidas Podemos lo asemejan con la CUP, para ir haciéndole un traje de fuerza marginal. Para Rodríguez siempre fueron referencia los comuns de Ada Colau, modelo que pretendió emular con Podemos en Andalucía. No lo logró y acabó rompiendo. Ahora la exlíder del partido morado en Andalucía, que no se descarta como posible candidata, lidera su propio artefacto, una coalición sui generis, cuya base mezcla al antiguo sector anticapitalista de Podemos con restos del naufragio del andalucismo histórico.

Adelante pretende subirse a la ola soberanista y superar las históricas limitaciones del nacionalismo en un territorio sin lengua propia, en el que únicamente un 0,6% afirma sentirse "sólo andaluz", según una encuesta oficial de febrero. Para ello, Rodríguez y los suyos explotan la idea de que Andalucía es un territorio olvidado que necesita voz propia para no se hable sólo de Madrid, como resalta con humor en un vídeo promocional de su asamblea fundacional de este sábado. En su contra juega una débil implantación territorial, que contrasta con la fortaleza relativa de IU. A favor, la popularidad de su referente, Rodríguez, que ya ha sido dos veces candidata a la presidencia y lleva en primera línea desde 2014; y también el posible auge de un cierto andalucismo cultural de nueva hornada, de cuyo posible tirón en capas progresistas, sobre todo jóvenes, circulan todo tipo de especulaciones aún por testar, y que tiene como referente fácilmente identificable al grupo musical Califato 3/4.

Con historia, sin lengua

Adelante quiere enganchar con una larga historia, que emerge con Blas Infante, el considerado "Padre de la Patria Andaluza", asesinado en agosto de 1936, y regresa con fuerza en la Transición, con la manifestación del 4 de diciembre de 1977 y el referéndum del 28F de 1980. Hoy sorprende a muchos enterarse de que el Partido Andalucista (PA) entró en 1979 en el Congreso con grupo propio, o de que el andalucista Luis Uruñuela fue el primer alcalde democrático de Sevilla, cargo que luego ocuparía entre 1991 y 1995 Alejandro Rojas Marcos. Más aún extraña refrescar en la memoria que el andalucismo llegó a tener representación en el Parlament de Cataluña en los 80.

Pero todo eso ocurrió antes de que el andalucismo empezara a desinflarse. Los bandazos ideológicos, las peleas internas y errores estratégicos como la petición del voto en contra de la reforma del Estatuto de 2007 acabaron precipitando el declive del PA, último gran referente del andalucismo. Si en 2004 ya no obtuvo ningún escaño en el Congreso, en 2008 se quedó fuera del Parlamento. Fue el golpe de gracia. Acabó disolviéndose en 2015.

Un viraje centralista

¿Cuál es la situación hoy del andalucismo como fuerza social? Al margen de que el auge de los movimientos soberanistas y la volatilidad política ilusionen a sus defensores, el panorama no parece boyante, como no lo es la situación de la izquierda. Porque en Andalucía el soberanismo ha tendido siempre a la izquierda. Es más, también la autonomía tuvo un sesgo izquierdista durante casi cuatro décadas. Hay razones históricas. Ni UCD ni AP estuvieron a favor de la autonomía el 28F. Y lo pagaron. El no apenas obtuvo 152.000 votos de un total de más de 2,8 millones. Aquel fracaso de la derecha fundó la autonomía sobre el pilar izquierdo. "Durante el proceso autonómico andaluz, en ausencia de factores étnicos o lingüísticos, resultarán claves la conciencia del atraso y el agravio comparativo como elementos que conforman una identidad", señala la historiadora Teresa María Ortega López en el ensayo colectivo La sociedad andaluza. Punta de lanza de la democracia y la autonomía (Centro de Estudios Andaluces, 2019). Dicho de otro modo, sin lengua propia ni mitología épica, el andalucismo tiró de conciencia de región oprimida, inclinando la balanza política a la izquierda.

Hasta 2018. Entonces, paradojas de la política, el PP –que en 2007 había logrado la homologación autonomista con su apoyo al Estatuto de la "realidad nacional– llegó a San Telmo gracias a un partido, Vox, visceralmente antiautonomista y que denigra a Blas Infante. Ahí cambió la ecuación. Andalucía, que marcó el diseño de Estado en la Transición con su inesperado autonomismo, vira a la derecha y al centralismo. Desde el poder, el PP de Juan Manuel Moreno reivindica ahora un "andalucismo moderno" que entroniza la figura de Clavero Arévalo, ministro de UCD y padre del café para todos. El PP y Cs despliegan un discurso de defensa de Andalucía que tiene como elemento básico el rechazo al trato de favor a Cataluña. Si las manifestaciones de 1977 y el referéndum de 1980 se hicieron sobre la demanda de las capas progresistas de una Andalucía que accediera al mismo estatus que Cataluña, el País Vasco y Galicia, hoy es el PP el que se presenta como garante de que en el diseño post-procés Andalucía no se quede atrás. "Ni más que nadie, ni menos que nadie", dice Moreno parafraseando al expresidente Rafael Escuredo. Así es el terreno de juego en el que le va a tocar jugar al nuevo actor político.

Memoria andalucista

El economista Carlos Arenas, especializado en la historia de las estructuras productivas e institucionales de Andalucía, cree que el "loable ímpetu autonomista" de la Transición se ha acabado yendo "al garete". Arenas culpa en buena medida al PSOE, partido al que acusa de haber malgastado el capital del 4D y el 28F, abandonado la pelea por sacar a Andalucía de la marginalidad. "No queda ya ni una celebración anual, sino un acto con medallas en el que el PP dice 'Andaluces, levantaos'. Parece cachondeo", señala.

El tiempo dirá si hay agua en la piscina a la que se tira Adelante. ¿Queda memoria del histórico anticentralismo de Andalucía? ¿De Andalucía como una de las cunas del federalismo en el siglo XIX? El alcalde de Cádiz, José María González Kichi, otro referente del sector anticapitalista, es un declarado admirador de Fermín Salvochea, uno de los principales difusores del pensamiento anarquista del XIX español, alcalde de Cádiz durante la Primera República, federalista convencido. Su nombre reapareció cuando Kichi quitó de su despacho el cuadro de Juan Carlos I y puso el de Salvochea. Pero, más allá de esa anécdota, ¿alguien recuerda a Salvochea? Son muchas las voces que alertan de que la memoria federalista andaluza está gravemente dañada.

La clave de lo material

Sin entrar a valorar a Adelante, Arenas cree que cualquier andalucismo que quiera abrirse paso tendrá que evitar la competencia con la derecha en el discurso del "agravio" y centrarse en la realidad socieconómica. "Si el mensaje se ancla en el victimismo o en la reminiscencia historicista, no hay nada que hacer. No necesitamos inventarnos un pasado, sino asumir que tenemos un problema propio y aceptar que es inadmisible que tengamos las poblaciones más pobres de España. Hay que analizar los porqués de nuestra situación y no ser narcisistas con nuestro propio atraso", señala.

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El también economista Manuel Delgado afirma que, para que el andalucismo "tenga sentido", su primera misión debe ser la de romper con una visión hegemónica sobre la economía según la cual Andalucía debe apretar el paso en la misma dirección para converger con el resto de España. A juicio de Delgado, no es así: debe cambiar de rumbo. "En Andalucía hay una falta de conciencia sobre nuestra propia realidad como economía extractiva, subalterna y primaria", señala el catedrático de Economía Aplicada. Y pone un ejemplo: el turismo. "Andalucía no tiene turoperadores, es una mera plataforma para el uso de corporaciones externas. Aquí nos quedamos con los camareros de sueldos bajos, no con la riqueza", señala Delgado, colaborador del Observatorio de Desigualdad.

Tanto Arenas como Delgado son estudiosos de la particular tipología capitalista andaluza, controlada desde sus orígenes por minorías privilegiadas que han monopolizado el capital, desde los señores, señoritos y terratenientes a la gran banca y las multinacionales, pasando por las familias de referencia de las élites locales, léanse los Larios, los Orozco, los Ybarra o los Domecq. Delgado explica que el andalucismo ha sufrido siempre una dificultad para su despegue: la falta de compromiso de las clases empresariales. "Nuestras élites económicas no han sentido nunca la necesidad de un andalucismo, porque están articuladas con intereses fuera de Andalucía. La burguesía agraria o no agraria de Andalucía, la que ha habido, ha sido siempre españolista. Por eso el andalucismo es necesariamente de izquierdas y por eso ha fracasado el andalucismo de derechas, como en el caso de Clavero Arévalo", explica.

Pilar González, líder de Primavera Andaluza, una de las fuerzas integradas en Adelante, coincide en que la clave está en lo material, no en lo identitario. "Siempre ha sido así. En la primera ola, Blas Infante fue ponente de la Ley de Reforma Agraria de la República. En la segunda, la de Rojas Marcos y Pepe Aumente, por citar dos, el andalucismo posibilitó la definición de un nuevo modelo de reparto de poder territorial que hizo que Andalucía por fin contara, llegando a la categoría de nacionalidad histórica. Ahora, con la tercera ola, partimos de una crisis económica brutal, de una crisis ecológica planetaria, dentro de la cual Andalucía ocupa una complicada situación estructural que necesita respuesta", explica González. "La propia cultura andaluza, con letras mayúsculas, es mestiza y pegadita a lo real", señala. Completa el razonamiento el diputado José Ignacio García: "La soberanía que reivindicamos no se da en el vacío. Cuando hablamos de soberanía energética, tiene más que ver con lo material que con la nacional".

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