28A | Elecciones generales
Tres claves para entender si existe el voto útil y cómo funciona de verdad
A pocas horas de la celebración de las elecciones generales del 28 de abril, los principales partidos se afanan en rascar los últimos votos para su candidatura. Y entre los mensajes que están lanzando para captar a quienes aún no se han decidido, especialmente el PP y el PSOE están insistiendo en reivindicar su papeleta como la única "útil" para sortear los efectos antiproporcionales de la ley electoral. Pero, ¿puede hablarse realmente de que existe un voto útil y otro que no lo es? Pues, a priori, no, e incluso tomando como referencia los resultados de las encuestas, solo en algunas provincias sería asumible este argumento.
¿Existe el "voto útil"?
"Podemos ganar las elecciones el próximo domingo y el lunes encontrarnos un Gobierno de las tres derechas y por eso es importante concentrar el voto en el único partido que garantiza que España mire al futuro y no pueda retroceder 40 años y eso hoy es el PSOE", afirmó el candidato socialista Pedro Sánchez hace unos días. Se trata de un perfecto resumen de la base del argumento del voto útil: como la ley electoral no representa a los partidos de forma proporcional al porcentaje de votantes que obtienen y, además, prima la concentración del voto, escoger la papeleta de la opción mayoritaria de cada bloque evita que ningún voto quede sin representación.
No obstante, esta premisa está, cuanto menos, muy condicionada por las circunstancias. Es cierto que el funcionamiento de la ley electoral es poco proporcional en el conjunto de España y que esta escasa proporcionalidad perjudica a las fuerzas más pequeñas y potencia a las que tienen el voto más concentrado, pero también lo es que la base de esta distorsión es la sobrerrepresentación de las provincias rurales y, fundamentalmente, la abundancia de circunscripciones que eligen pocos diputados y en las que es complicado que las formaciones más pequeñas obtengan acta.
Así, es en las 24 provincias que eligen entre cinco y nueve diputados y, fundamentalmente, en las otras 19 circunscripciones que eligen cuatro actas o menos, donde el sistema electoral provoca sus efectos más mayoritarios. En las provincias donde se escogen diez o más parlamentarios –las más pobladas y las más infrarrepresentadas– la norma es prácticamente proporcional y los partidos pequeños pueden obtener diputados con porcentajes bajos de voto. Pero ni siquiera en esas 43 provincias pequeñas o medianas puede hablarse de la existencia constatable de un voto útil y un voto inútil, ya que el hecho de que la fuerza o fuerzas más pequeñas de cada bloque entren en el reparto de parlamentarios está condicionado por varios factores que cambian según la elección.
¿Cuáles son esos factores?
Fundamentalmente, son tres factores. En primer lugar, como se ha aclarado anteriormente, el número de diputados elegidos por la provincia es determinante, ya que en las más pobladas es más sencillo conseguir un escaño que en las más pequeñas, precisamente porque se reparten más, aunque también cada acta cuesta a los partidos un número –que no un porcentaje– mayor de votos. Buen ejemplo de ello son las generales de 2015, en las que IU se quedó sin representación en Asturias (que elige ocho escaños) pese a obtener un 8,5% de los votos, mientras que consiguió dos parlamentarios por Madrid (que es la provincia que más reparte, con un total de 36 entonces) con el 5,2% de los sufragios allí.
En segundo lugar, la distribución del voto entre los diferentes partidos que entran en el reparto de escaños en cada circunscripción también es clave. Veámoslo con un ejemplo hipotético, de una circunscripción que elige a 4 diputados, y dos escenarios posibles:
a) Primer supuesto: el PSOE obtiene 80.000 votos, el PP logra 70.000, Unidas Podemos consigue 30.000, Ciudadanos reúne 20.000 y Vox alcanza 15.000. En este supuesto, el PSOE obtendría dos escaños y el PP otros dos.
b) Segundo supuesto: el PSOE obtiene 80.000 votos, el PP logra 55.000, Unidas Podemos consigue 30.000, Ciudadanos reúne 25.000 y Vox alcanza 15.000. En este supuesto, el PSOE obtendría dos escaños, el PP uno y Unidas Podemos otro.
Es decir, con el mismo número de votos, en el primer supuesto Unidas Podemos se queda sin escaño y en el segundo consigue un diputado. Simplemente, por el reparto del voto entre los demás partidos.
En tercer lugar, la participación es otro factor a tener en cuenta: cuanta más gente acuda a votar, más número de votos son necesarios para conseguir un escaño, lo que afecta sobre todo a los partidos con menor respaldo.
La conclusión, si uno tiene en cuenta estos tres factores, es que no se puede afirmar con certeza antes de una elección que el voto a un partido vaya a ser útil o inútil en una circunscripción. Otra cuestión es hablar en términos de probabilidades. En este terreno, sí se pueden hacer hipótesis más o menos plausibles.
si se toman como referencia los sondeos, ¿puede hablarse de voto útil?
Para hablar sobre el voto útil en términos de posibilidades, hay que tener en cuenta (y creerse) las encuestas. En ese caso, un ciudadano podría concluir que en aquellas circunscripciones donde un partido no tenga ninguna posibilidad de obtener un diputado, votar a esa formación sería inútil; si los sondeos le conceden alguna posibilidad, entonces su voto podría ser útil.
Tomemos como referencia un análisis publicado por el diario El País, realizado a través de un modelo estadístico basado en encuestas y sondeos publicados, en el que en cada circunscripción se indica si un partido obtendrá un escaño con "seguridad" (99% de probabilidad), de forma "probable" (entre un 75 y un 99% de probabilidad), si lo tiene "en juego" (entre un 25 y un 75%) o si prácticamente carece de opciones (menos del 25%). De acuerdo con la explicación indicada, sólo en aquellas provincias donde un partido ni siquiera tenga un escaño "en juego", se podría considerar inútil votar a dicha formación.
De acuerdo con el citado análisis, el voto al PSOE podría ser útil en las 52 circunscripciones de España, ya que como mínimo está disputando un acta.
La papeleta para el PP podría ser útil en todas las circunscripciones, excepto en cuatro: Gipuzkoa, Girona, Tarragona y Lleida, donde según los sondeos la posibilidad de que obtenga un diputado está por debajo del 25%.
En el caso de Unidas Podemos, el voto podría ser útil y transformarse en escaños en las siguientes 24 circunscripciones: Madrid, Barcelona, Girona, Tarragona, Valencia, Alicante, Sevilla, Granada, Málaga, Cádiz, Córdoba, Murcia, A Coruña, Pontevedra, Bizkaia, Gipuzkoa, Álava, Navarra, Cantabria, Baleares, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Asturias y Zaragoza. En el resto, las probabilidades no llegarían al 25%.
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El voto a Ciudadanos podría ser útil en 36 de las 52 circunscripciones. Todas menos Álava, Bizkaia, Gipuzkoa, Navarra, Girona, Lleida, Cáceres, Lugo, Ourense, Cuenca, Palencia, Soria, Zamora, Teruel, Ceuta y Melilla.
Por último, el apoyo a Vox podría ser útil en 31 circunscripciones: Madrid, Barcelona, Alicante, Valencia, Castellón, Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Málaga, Sevilla, Murcia, Badajoz, Toledo, Ciudad Real, A Coruña, Lugo, Pontevedra, Illes Balears, Asturias, La Rioja, Cantabria, Ávila, Valladolid, Burgos, León, Salamanca, Zamora, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Zaragoza.
Ahora bien, hay que insistir en lo dicho anteriormente: esta clasificación exige que el votante se crea lo que dicen los sondeos y que además acepte que no tiene sentido votar a un partido que según esos sondeos no tiene ni un 25% de probabilidades de obtener escaño por la provincia respectiva (porque efectivamente el cálculo de probabilidades finalmente se cumplirá). En otras palabras, exige un doble acto de fe: en los institutos demoscópicos y en la estadística. Con certeza absoluta, es imposible asegurar que el voto a uno de los principales partidos será inútil en una circunscripción concreta.