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El único encarcelado por el 'caso Cooperación' a Blasco: “De situaciones peores hemos salido”

sergi tarín

"Yo, corazón de buen alma”, “No soy ninguna persona muy lúcida”, “No sé mandar correos electrónicos”. Con este trazo desvalido se dibujó este jueves el exconsejero Rafael Blasco, procesado en el llamado caso Cooperación por los delitos de tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos públicos e inducción a la falsedad documental. El juicio, que comenzó este martes y está previsto que se prolongué hasta mediados de marzo, trata sobre el desvío de 1,8 millones para la construcción de pozos agrícolas en Nicaragua a una trama corrupta dirigida por el empresario Augusto César Tauroni, en prisión desde hace dos años.

Según la investigación, Tauroni se sirvió de su amistad con Blasco para acceder a información privilegiada sobre las ayudas. La presentación formal a la convocatoria se realizó a través de Fundación Cultural y de Estudios Sociales (Cyes). De la subvención, solo llegaron a su destino 43.000 euros. Del resto, 969.875 euros se gastaron en la compra de dos pisos, un entresuelo y un garaje en Valencia. Y 456.960 euros fueron a manos de Tauroni a través de un red de empresas que facturó a Cyes por conceptos falsificados.

La Fiscalía Anticorrupción cree que Blasco no podía ser ajeno a toda esta maraña corrupta y por eso solicita para él 14 años de prisión, 36 de inhabilitación y 43.200 euros de multa como “director de la trama”. Asimismo, la abogada de la Generalitat Valenciana, a la que Blasco se negó a contestar, pide 11 años de prisión.

Amistades e irregularidades

Durante el interrogatorio, de más de cuatro horas, tanto el fiscal como la acusación popular (representada por la ONG Familias Sin Fronteras) buscaron demostrar que las ayudas, adjudicadas en agosto de 2008, se concedieron de manera arbitraria y que Blasco (quien dimitió el pasado octubre como portavoz del PP en Les Corts y pasó al grupo de los No Adscritos) mantenía una estrecha relación con Tauroni.

En el primer supuesto se señaló que Cyes carecía de experiencia en cooperación, que no era una ONG para el desarrollo y que la cifra de 1,8 millones representaba un 14% de las ayudas anuales a entidades, cifra por encima del techo del 8% que una ONG puede acumular, según la ley. Blasco se excusó en sus subalternos, también procesados. “No sabía nada. Firmé lo que me pasaron. Nadie hizo ninguna observación”, aseguró, aunque la pruebas aportadas por la Fiscalía demuestran que dos miembros de esa comisión mostraron reparos y cesaron meses después. “Se fueron porque quisieron. Es algo común en la administración”, justificó Blasco.

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Respecto a su relación con Tauroni, el exconsejero defendió que no era “ni de confianza ni de amistad” pese a que el empresario ha concursado regularmente con proyectos en al menos cinco de la consejerías que Blasco ha dirigido desde 1999 y un hermano de Blasco y Tauroni fueron socios en 1997. “Somos de la misma ciudad. Nuestras casas están muy cerca”.

Una proximidad, que según la Fiscalía, va mucho más allá de lo geográfico. De hecho, llama la atención que al estallar el caso, en octubre de 2010, Blasco no iniciara una investigación interna y, en cambio, estrechara su vínculo con Tauroni. A partir de entonces el político empezó a enviarle noticias aparecidas en prensa e intervenciones de diputados de la oposición que el empresario le devolvía con anotaciones en rojo para que fundamentara sus respuestas. E incluso le mandó un documento en el que explicaba como se trasladaba agua de un pozo A a otro B en Nicaragua. “¿Por qué este correo si Tauroni, supuestamente, no recibió ninguna ayuda?”, preguntó el fiscal a Blasco, quien calló.

Pero además de misivas, también hubo llamadas telefónicas. Ayer se escucharon varias. En una de ellas, tras cesar como consejero, Blasco le dice a Tauroni: “Lo importante es resistir y aguantar el tipo. Quiero acabar contigo de alcalde en Nueva York”. En un sms, Tauroni le contesta: “Ánimo, que de situaciones peores hemos salido. Coca Cola cuando puedas”. La suma de cercanías fue poniendo cada vez más nervioso a Blasco. “Se puede considerar si quiere que había una relación amistosa”, reconoció. Pero aún faltaba una último golpe documental. “¿Cómo se explica que Tauroni tuviera en su agenda varios teléfonos de familiares suyos [de Blasco], entre ellos varios sobrinos”, cuestionó el fiscal. Y Blasco balbuceó: “Todos somos de Alzira. Somos todos familia”.

"Yo, corazón de buen alma”, “No soy ninguna persona muy lúcida”, “No sé mandar correos electrónicos”. Con este trazo desvalido se dibujó este jueves el exconsejero Rafael Blasco, procesado en el llamado caso Cooperación por los delitos de tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos públicos e inducción a la falsedad documental. El juicio, que comenzó este martes y está previsto que se prolongué hasta mediados de marzo, trata sobre el desvío de 1,8 millones para la construcción de pozos agrícolas en Nicaragua a una trama corrupta dirigida por el empresario Augusto César Tauroni, en prisión desde hace dos años.

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