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Mazón prepara su defensa judicial echando balones fuera y frustra las expectativas de Feijóo

Las otras veces que Gallardón no se fue

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La carrera política de Alberto Ruiz-Gallardón está sufriendo un bache. La reforma de la ley del aborto, uno de los principales encargos que recibió de Mariano Rajoy cuando aterrizo en el Ministerio de Justicia, se tambalea. Diez meses después de que el anteproyecto pasara por el Consejo de Ministros, al presidente del Gobierno y al Partido Popular no le salen las cuentas de cara a las autonómicas y municipales y buscan la forma de enterrar esa promesa electoral. Si la cuestión termina resolviéndose así, Rajoy tendrá que explicar no sólo por qué dio el paso y ahora da marcha atrás, sino por qué ha dejado que el exalcalde de Madrid se queme en esta batalla. El cariz del asunto que tiene entre manos es de tal gravedad que está sobre la mesa la posibilidad de que el titular de Justicia renuncie. Se produciría la primera crisis de Gobierno de la era Rajoy, algo a lo que parece tener alergia. Este mismo martes, Ruiz-Gallardón aplazó cualquier decisión sobre este asunto a la próxima semana, cuando esté encarrilada la respuesta judicial al desafío soberanista. No es la primera vez en la carrera de este político que él, o su entorno, alertan de la posibilidad de que renuncie al cargo público de cada momento en cuestión.

La ocasión más sonada tuvo lugar en enero de 2008, cuando Mariano Rajoy, en la oposición, estaba elaborando las listas a las generales de marzo. Tanto Ruiz-Gallardón, por entonces alcalde de Madrid, como Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid, aspiraban a un hueco en la candidatura al Congreso de los Diputados, la lista que encabezaba el propio Rajoy. El líder de los conservadores, harto de los enfrentamientos entre ambos, decide convocarlos a una reunión en la sede nacional del PP, en la madrileña calle de Génova. En la séptima planta de este edificio, donde se ubica el despacho del ahora presidente del Gobierno, ambos se enteran de que el partido había decidido solucionar la crisis excluyendo a los dos

"El presidente del PP ha agradecido a ambos su disposición y les ha comunicado su decisión de que en estos momentos lo mejor para los intereses generales y los del Partido Popular es que ambos continúen frente de sus respectivas responsabilidades institucionales para las que fueron elegidos por los ciudadanos hace escasos meses. El presidente nacional les ha trasladado que cuenta con su colaboración activa para la campaña electoral", rezaba un comunicado ofrecido por la oficina de información del partido.

Muchos riesgos y pocas ventajas para Rajoy

Para Rajoy eran demasiados riesgos y pocas ventajas: para ir en las listas, Aguirre tenía que abandonar la Presidencia de la Comunidad de Madrid y dejar el puesto en manos de Aguirre. Y si optaba por Ruiz-Gallardón y la excluía a ella, la reacción del PP de Madrid, controlada por la lideresa –como llegó a definirse ella a sí misma– era imprevisible. La líder de los conservadores madrileños disimuló su enfado –después se cobraría su venganza en los meses previos al XVI Congreso Nacional del PP de junio de ese año cuestionando el liderazgo de su jefe–, pero el regidor municipal salió del despacho en el que se celebró la reunión con una decisión que parecía firme: tras el 9 de marzo, fecha en la que se celebrarían las elecciones, el abriría un "periodo de reflexión" y abandonaría la política

Con el paso de los días, desde el entorno del entonces alcalde, se precisó que su intención, tras la cita con las urnas, era la de no volver a aspirar a cargos nacionales ni de la cúpula del partido. Pero no cerraba la puerta a seguir en el Ayuntamiento para continuar con la aventura olímpica, uno de sus grandes sueños. Por estas fechas, Madrid peleaba por ser la sede de los Juegos Olímpicos de 2016. Llegada la hora de la verdad y transcurridas las generales, Gallardón rectificó y decidió seguir en su puesto. Era 13 de marzo. Lo hizo, según justificó, por lealtad a Mariano Rajoy, que en los próximos meses iba a hacer frente a un congreso nacional de su partido. Su jefe supo premiar este gesto y el hecho de que no le abriese una crisis interna después de perder las elecciones. Meses después, en junio, le nombró miembro del Consejo de Dirección del PP, los antiguos maitines de José María Aznar, el órgano de máximo poder de la formación. Además, su vicealcalde, Manuel Cobo, era incluido en el Comité Ejecutivo Nacional

Segundo intento

Un año después, el entorno del ministro volvía a poner en circulación la idea de que estaba pensando dar un giro a su carrera política y que sus planes eran los de ceder el testigo a Ana Botella, la número dos en la lista del Ayuntamiento, en el caso de que prosperara la candidatura olímpica. Esto ocurría en mayo de 2009.

A efectos prácticos sí le cedió la Alcaldía a la mujer de José María Aznar. Pero no tan pronto como desde el Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento, se había asegurado. Esto ocurrió tras las generales de noviembre de 2011, cuando, tras ser incluido en las listas del PP al Congreso por Madrid, fue elegido y nombrado posteriormente ministro de Justicia. 

Para llegar a este momento, el ahora titular de Justicia se presentó a un tercer mandato en el Ayuntamiento de Madrid en las municipales de mayo de 2011. Se trataba de un escenario que Gallardón había rechazado en su día. "Un tercer mandato me parece algo extraño y peligroso", decía en 2006.

¿Un futuro ligado al de Rajoy?

Precisamente, en los días previos a las elecciones de mayo de 2011, el titular de Justicia –por entonces candidato a las municipales– readaptaba esas palabras de 2006 a los nuevos tiempos: "Tres legislaturas, yo creo que ya tiene un cierto carácter excepcional. Cuatro mandatos me parece altísimamente improbable, por no decir imposible". El marco de estas palabras era un foro organizado por el diario ABC en el que, además, ligó su futuro político al de Rajoy.

Nadie quiere asumir en el Gobierno el desgaste de la nueva ley del aborto

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"Cuando Mariano Rajoy deje la presidencia del Gobierno, con él nos iremos de la primera línea de responsabilidad política un número muy importante de compañeros del partido". Era la forma de sacudirse el eterno rumor que apunta a que en sus planes estaba arrebatar la presidencia del partido al jefe de los conservadores.

Sólo él sabe si el fin de su carrera política está ligada al fin de la de Rajoy, como mantuvo en su día, o si la reforma de la ley del aborto le hace dar el paso atrás definitivo.

Las fuentes consultadas se muestran divididas. Hay en el PP quien cree que la dimisión es la única opción que le ha dejado el presidente del Gobierno. "Si la ley se aparca y no se explica bien, queda desautorizado para lo que queda de legislatura", considera uno de sus compañeros. Otros creen que, como en las ocasiones anteriores en las que se sembraron dudas sobre su futuro político, sabrá reconducir la situación y argumentar que continúa por una cuestión de responsabilidad y compromiso con el Gobierno.

La carrera política de Alberto Ruiz-Gallardón está sufriendo un bache. La reforma de la ley del aborto, uno de los principales encargos que recibió de Mariano Rajoy cuando aterrizo en el Ministerio de Justicia, se tambalea. Diez meses después de que el anteproyecto pasara por el Consejo de Ministros, al presidente del Gobierno y al Partido Popular no le salen las cuentas de cara a las autonómicas y municipales y buscan la forma de enterrar esa promesa electoral. Si la cuestión termina resolviéndose así, Rajoy tendrá que explicar no sólo por qué dio el paso y ahora da marcha atrás, sino por qué ha dejado que el exalcalde de Madrid se queme en esta batalla. El cariz del asunto que tiene entre manos es de tal gravedad que está sobre la mesa la posibilidad de que el titular de Justicia renuncie. Se produciría la primera crisis de Gobierno de la era Rajoy, algo a lo que parece tener alergia. Este mismo martes, Ruiz-Gallardón aplazó cualquier decisión sobre este asunto a la próxima semana, cuando esté encarrilada la respuesta judicial al desafío soberanista. No es la primera vez en la carrera de este político que él, o su entorno, alertan de la posibilidad de que renuncie al cargo público de cada momento en cuestión.

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