SESIÓN DE CONTROL
Vox e Irene Montero, o cómo rebasar todos los límites para tratar de destruir a la ministra de Igualdad
Sesión de control de los miércoles. La tensión está asegurada en el Congreso. Todos preparados para los cara a cara. Pero conforme iba pasando la mañana el tono de los parlamentarios de Vox se enfanga más, teniendo especialmente como objetivo el final de la bancada del Gobierno: Irene Montero.
Su misión era intentar forzar su dimisión, pero sobre todo hacer calar un mensaje a la sociedad: asociar a la ministra de Igualdad con la pedofilia. Rebasando todos los límites. Las palabras manipuladas de la ministra de Igualdad de la semana pasada sobre la educación sexual fueron utilizadas por la diputada de Vox Inés María Cañizares, que llegó a acusar a Montero de hacer “apología de la pedofilia”.
Montero tuvo que aguantar falsas acusaciones tanto por parte de Vox como en la pregunta anterior por el PP, ya que la diputada Marta González utilizó una noticia de El Mundo de que un hombre se había librado de una violencia de denuncia machista por cambiar de sexo. Algo que no tiene nada que ver con la ley trans impulsada por la ministra, ya que ni siquiera todavía está en vigor (está sometida a trámite parlamentario) y, además, esta norma no permitirá eso.
La derecha y la ultraderecha siempre han tenido a Irene Montero como uno de sus principales objetivos políticos, excediéndose a sus acusaciones a otros miembros del Gobierno. Y esta confrontación se notó mucho en una sesión en la que no estaba la atención centrada en Pedro Sánchez porque el presidente ha aplazado sus preguntas a la semana que viene al estar pasando el covid. Desde las derechas se ha intentado desprestigiar a la ‘número dos’ de Podemos desde que llegó la coalición, intentando deslegitimarla e impulsando el ‘caso de la niñera’, archivado en los juzgados. Además, ha tenido que sufrir el acoso a su familia en las puertas de su casa.
Vox desplegó este miércoles todas sus acusaciones extremas a lo largo de las preguntas a los ministros, llegando a declarar Iván Espinosa de los Monteros que Nadia Calviño es de “ideología radical”. Pero la cara más cruda de la ultraderecha se vio en la pregunta a Montero. La diputada Inés María Cañizares arrancó así: “De española a española, de política a política, de mujer a mujer y, sobre todo, de madre a madre. Las barbaridades que vertió la semana pasada en sede parlamentaria y que millones de familias pudieron escuchar no son susceptibles de interpretación. De manera inequívoca incitaban a la corrupción de menores. Iniciando un camino para normalizar prácticas sexuales de adultos con niños, una apología, en toda regla, de la pedofilia, equiparando patologías a conductas normales. La consecuencia directa es la más absoluta desprotección de los niños frente a depredadores sexuales”.
“¿Va usted a dimitir?”, le preguntó acto seguido. Con una respuesta muy directa de la titular: “No”.
La diputada de la ultraderecha no se quedó ahí. Denunció que UP veta comisiones de investigación sobre abusos sexuales y acusó a los miembros de Unidas Podemos de que en “el fondo” estas “aberraciones no las ven como un delito”. Más lanzas: “Ideología perversa”, “una sociedad que deshumaniza al individuo y humaniza al animal”, “una ministra que legisla a golpe de trauma”, “la encarnación de la discriminación”. Volviendo a la teoría de que el Ministerio de Igualdad carece de utilidad y haciendo juegos de palabras contra ella y sus “amiguitos, amiguitas y amiguetes”.
"Aquí vamos a seguir"
En la réplica, la ministra le contestó que le avergonzaba su campaña de “violencia política” y contra la educación sexual de los niños y los adolescentes. “Contra mí pueden hacer lo que quieran porque aquí vamos a seguir”, apostilló. El problema real, reflexionó, es qué se hace en el país para acabar con las violencias contra los menores y cómo se dan herramientas a los niños para que las identifiquen cuando en el 84% de los casos son ejercidas por hombres cercanos en los que confían. Poniendo datos sobre la mesa como que la media para empezar a consumir pornografía violenta está ahora en los 8 años. “La educación sexual es un derecho”, resumió, echando en cara a la bancada de Vox que son los que se oponen a las comisiones para investigar los abusos a menores en la Iglesia y a la ley del sí es sí.
Y lanzó la pregunta a la Cámara en general de hasta cuándo se van a tolerar campañas de “violencia política” contra las mujeres y que se use el Congreso “como altavoz de su machismo”: “Les pido que les paremos los pies. Las feministas y las demócratas les tenemos que parar los pies. Y que aprobemos ya la ley del aborto porque a estos fascistas se les para con derechos”. Esto levantó a los diputados de UP de sus asientos, mientras los de Vox gritaron “dimisión, dimisión”.
Todo esto después de la primera pregunta contra Montero formulada por Marta González, del PP, que también intentó confundir a los ciudadanos mezclando una noticia de El Mundo con la ley trans y acusándola de mermar los derechos de las mujeres. Sacando también las palabras manipuladas y esperando que sean una “desgraciada equivocación”. Para presionar, además, con la idea del gasto del Ministerio.
Montero contestó: “Les pediría que dejen de mentir, pero es como pedirles que dejen de robar, imposible”. Y lanzó una petición: “Dejen de ser el altavoz del machismo y de la transfobia”. Además, subrayó que no son las personas trans las que ponen en riesgo los derechos de las mujeres, sino los agresores y el patriarcado. Para ella, quien tendría que dimitir es el vicepresidente de Castilla y León, Juan García Gallardo, de Vox, porque llamó “privilegiada a la víctima de un asesinato machista y a sus hijos de 2 y 7 años".
La sesión de control de este miércoles fue otro intento más de tratar de destruir políticamente a Irene Montero por parte de la derecha y de la ultraderecha, con acusaciones, mentiras y manipulación de sus palabras. Ella se mantiene firme. En un día en el que muchos miembros de Vox estaban envalentonados tras el resultado de Georgia Meloni en Italia. A primera hora al entra al Pleno algunos de ellos se saludaban así: “Buongiorno”.