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Zapatero: "El paso de EH Bildu es importante, hay que pasar de la coexistencia a la convivencia"

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Cuando acudió al Congreso a solicitar apoyo parlamentario para iniciar el proceso de diálogo para el fin de ETA, a José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960), el entonces líder de la oposición, Mariano Rajoy, le acusó de "traicionar a los muertos". Una década después del fin del terrorismo, el expresidente del Gobierno se sigue emocionando al recordar el 20 de octubre de 2011. Decidió esperar el comunicado de ETA solo, en su despacho de la Moncloa. Ahora habla de los pasos dados desde entonces y de la necesidad de poner en valor que aquel final fuese unilateral, sin condiciones y, además, definitivo, sin sobresaltos ni escisiones posteriores. Y no se olvida del papel "fundamental" que tuvieron en aquel desenlace tres hombres: Jesús Egiguren, Arnaldo Otegi y Alfredo Pérez Rubalcaba. Tiene la esperanza de que, tras diez años de paz, llegue por fin el tiempo de la convivencia. 

PREGUNTA: ¿Qué recuerdo guarda de aquel 20 de octubre de 2011?

RESPUESTA: Es el día más importante de toda mi vida política, muy por encima de las victorias electorales. Sabía que aquel era un momento en el que la historia cambiaba para España. Y que cambiaba para salvar vidas, que es la primera tarea de un gobernante. De ahí mi empeño por el fin de la violencia de ETA. El terrorismo había manchado la democracia, había perturbado la convivencia, nos había hecho sufrir. Habíamos llorado demasiado y necesitábamos que llegase cuanto antes el tiempo del consuelo.

P: ¿Cómo vivió el momento del comunicado?

R: Decidí verlo solo. Era un acto íntimo de plena conciencia de lo que suponía. Necesité unos minutos de soledad. Recuerdo que me senté frente al portátil a esperar el comunicado en Gara. Sabía que iba a ser contundente y que iba en una dirección clara, pero yo necesitaba tocarlo, tenerlo ante mis ojos. Y me emocioné.

P: ¿Lloró?

R: Sí. Sabía lo que aquello representaba y vivirlo como presidente del Gobierno era lo más importante que me iba a ocurrir en toda mi vida política. Le entregué mucho esfuerzo a aquello. Cuando pasaron unos minutos llamé a Alfredo Pérez Rubalcaba, a Eduardo Madina, a mi padre... Y me abracé con mi mujer y mis hijas. La memoria es indeleble para mí en aquel 20 de octubre. Cada minuto. Y también es indeleble para mí el dolor de las víctimas. Le he dado muchas vueltas a cómo es posible que sucediera aquello y cómo es posible que durara tantas décadas.

P: ¿Es bueno o malo que hayamos normalizado tanto la paz que casi parece que se nos ha olvidado la violencia?

R: La democracia es siempre un proyecto que mira hacia el futuro y las sociedades tienen la necesidad de nuevos horizontes. Pero, aunque no sea un tema de debate público habitual, en el fondo en la sociedad española hay una conciencia muy profunda de lo que representó el terror de ETA. Tanto de las décadas sufridas como de la década de paz. Las encuestas del CIS dan cuenta de ello.

P: Hablaba antes de su empeño en el fin de ETA. Imagino que era consciente de que si aquello no salía bien se jugaba usted su trayectoria política. Y que muchos le estaban esperando para ello.

R: Es cierto que en los momentos más difíciles, los grandes logros o cambios en la historia y en la política solo vienen de la mano de decisiones con mucha determinación, normalmente arriesgadas y, por lo tanto, valientes.

P: ¿Pensó en algún momento que no se llegaría a materializar aquel final del 20 de octubre?

R: En el fondo de mi conciencia siempre pensé que era posible, incluso en los momentos más difíciles. Siempre tuve la percepción de que lo que se había logrado con el diálogo, que era poner encima de la mesa lo increíble que era que existiese una España en 2011 con violencia terrorista, se iba a imponer. Cuando estás muy convencido de algo es cuando las cosas pueden salir. Y en la tarea política se nos nota que hacemos unas cosas con más convencimiento que otras. Eso es determinante para el resultado.

P: Han pasado diez años del fin de ETA y parece que el nombre de la banda se escucha cada vez más en el Congreso.

R: Cuando la oposición invoca al terrorismo, afortunadamente finalizado, o a ETA, afortunadamente disuelta, es porque no tiene otros argumentos. La mayoría de la sociedad española rechaza eso. Llevamos diez años de una paz lograda por el esfuerzo y el sufrimiento de todos y son diez años en los que no ha vuelto a haber ni un acto de violencia, no ha habido una escisión. Fue un final unilateral, sin condiciones y definitivo. Es bastante excepcional en las organizaciones y en los procesos en los que se ha utilizado la violencia política.

P: Usted ha hablado muchas veces del papel desempeñado por Arnaldo Otegi.

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R: Siempre lo he expresado, me ha costado críticas y me volverá a costar. La relación y la tarea de Jesús Egiguren y Arnaldo Otegi fue decisiva. Ese es el principio del fin, ese vínculo que crean, esa confianza, ese diálogo. Abrirse a las ideas del fin de la violencia, de la paz, de la injusticia radical del terror. Todo eso fue decisivo. No se entiende el final de la violencia sin la contribución de Eguiguren y Otegi. Esta es la verdad.

P: Precisamente Otegi acaba de dar un nuevo paso en el reconocimiento de las víctimas y de su dolor. ¿Cómo lo valora?

R: La democracia es generosa y tiene paciencia. Y siempre acaba por imponerse. Le habíamos venido demandando a la izquierda abertzale que avanzara en el reconocimiento del mal causado, en el dolor de las víctimas. Este dolor “nunca debió haberse producido”, nos acaban de decir, lo que supone reconocer necesariamente también que no debiera haberse producido todo lo que lo provocó. Es un paso importante, sin duda. No podemos cambiar lo que ocurrió, no podemos suprimir el daño causado pero el futuro, un futuro de convivencia, sí está a nuestro alcance siempre que haya un pleno reconocimiento por todos de la radical injusticia de la violencia, y, por ello, de la necesidad de honrar la memoria de las víctimas. Sí, creo que se ha dado un paso significativo en esta dirección. Hemos vivido diez años de coexistencia pacífica, quizás los próximos diez años sean de una convivencia activa.

Cuando acudió al Congreso a solicitar apoyo parlamentario para iniciar el proceso de diálogo para el fin de ETA, a José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960), el entonces líder de la oposición, Mariano Rajoy, le acusó de "traicionar a los muertos". Una década después del fin del terrorismo, el expresidente del Gobierno se sigue emocionando al recordar el 20 de octubre de 2011. Decidió esperar el comunicado de ETA solo, en su despacho de la Moncloa. Ahora habla de los pasos dados desde entonces y de la necesidad de poner en valor que aquel final fuese unilateral, sin condiciones y, además, definitivo, sin sobresaltos ni escisiones posteriores. Y no se olvida del papel "fundamental" que tuvieron en aquel desenlace tres hombres: Jesús Egiguren, Arnaldo Otegi y Alfredo Pérez Rubalcaba. Tiene la esperanza de que, tras diez años de paz, llegue por fin el tiempo de la convivencia. 

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