Caitlin Moran: “Si perteneces al código postal erróneo, tu vida será 50 veces más difícil”

Caitlin Moran es un polvorín de ideas y entusiasmo. Llega a la entrevista repartiendo abrazos, con su ya característico mechón blanco enmarcándole la frente y una intensa sombra de ojos turquesa. Hace casi una década que esta periodista y escritora (Brighton, 1975) lanzaba uno de los ensayos más hilarantes, gamberros e impúdicos del feminismo, Cómo ser mujer. Y también uno de los más exitosos de la oferta literaria reciente. Después llegó la ficción (o autoficción) con Cómo ser una chica, cuya segunda entrega, Cómo ser famosa, acaba de salir en español publicada, como toda su obra, por Anagrama. Con una singular trayectoria profesional y vital —se crio en una familia de ocho hermanos en una vivienda de protección oficial, periodista musical desde los 16 y presentadora de televisión a los 19— aborda en esta última novela la entrada en la vida adulta de su protagonista y alter ego, Johanna Morrison. Casi 400 páginas que ofrecen un intenso paseo por el Londres de Blur y Oasis, el machismo de la escena musical y la vida frenética y salvaje de una joven devota de los Beatles, Courtney Love, el whisky con coca-cola y las novelas del siglo XIX.

Pregunta. Al principio de Cómo ser famosa señala que usted no es Johanna, la protagonista, pero que al igual que ella fue criada en una familia de clase obrera…Cómo ser famosa

Respuesta. Tienes que poner eso [la nota de la autora, interrumpe Moran con ganas de aclarar el asunto] al principio del libro, pero ha estado a la venta desde hace un año y nadie me ha denunciado; así que puedo admitir que todo lo que cuento es bastante verdadero [ríe].

P. Así que apuntar que toda la novela es ficción fue un consejo legal.

R. Sí, tienes que ponerlo, aunque la principal persona que podría denunciarme está muerta, lo cual es bueno, y el resto son todos alcohólicos y no tienen suficiente dinero para conseguir un abogado. De manera que ahora estoy bien, puedo reconocer que la mayoría de lo que cuento me ocurrió a mí.

P. En cualquier caso, ¿es importante para usted indicarles a sus lectores sus orígenes familiares?

R. Sí, simplemente porque no hay tantos escritores de clase obrera. Los guiones, los libros, las películas, la televisión… al menos en Reino Unido todavía los hacen personas de clase media. Si fuiste a la escuela correcta, a la universidad correcta, entonces vas a conseguir esos trabajos. Esto implica que todo es lo mismo, la historia de todo el mundo es la misma. Cuando leo libros escritos por autores de clase media siempre me sorprende que los únicos problemas que tienen son emocionales, del tipo: “Oh, voy a tener un affaire con una adolescente”, “oh, no puedo comprar una casa en Francia para irme de vacaciones”. Nunca tratan sobre dinero. Si eres pobre, el 90% de lo que te pasa cada día es tratar de resolver qué puedes hacer sin dinero, cómo comes, cómo llegas a una ciudad diferente. En eso consiste la trama diaria, y hay una cantidad enorme de historias que nunca se cuentan, que son las que me interesan. Estamos en un mundo en el que necesitas dinero para sobrevivir, ¿cómo sales adelante si no tienes lo más importante de nuestra cultura?

P. Lo que dice me recuerda un artículo de The Guardian en el que consideraban que la serie Fleabag, de Phoebe Waller-Bridge, pese a ser genial, se trata de una serie pija.un artículoThe GuardianFleabag,

R. ¡Sí! Es una de esas cosas difíciles e interesantes de ser mujer. Me encanta Phoebe Waller-Bridge, me encanta Fleabag, creo que es una serie brillante. Decir que Waller-Bridge no cuenta porque es pija… Yo no me cagaría en una escritora mujer que simplemente viene de una familia rica, aunque para mí sea tan importante escribir sobre la clase obrera y no tener dinero. Si estás interesada en la igualdad, el progreso y el liberalismo hay dos maneras en las que puedes hacerlo: la primera, mirar a todo lo que es malo, a Piers Morgan o Donald Trump, y tratar destruirlo; o también puedes superarlo y crear algo en su lugar. Para nosotras las mujeres, o para la gente de color o LGTB, es mucho mejor crear que emplear el tiempo en destruir a la gente blanca privilegiada, porque no podemos. Son exitosos, poderosos, a la gente le encantan esas cosas. Así que dejémosles existir y aprendamos algo nuevo. No tienes que acabar con Fleabag para hacer arte de clase obrera, ¡tenlo todo! Resulta agotador estar todo el tiempo enfadado. ¿A qué propósito podría servir que Phoebe Waller-Bridge dijera “oh, dios mío, soy tan privilegiada, debo escribir una serie sobre gente de clase obrera”? ¡Sería terrible! Sería como toda esa cantidad de escritores hombres a los que les dicen que no hay mujeres en sus series de televisión y, cuando las introducen, hacen cosas que nunca harían en la vida real.

P. Uno de los temas principales de Cómo ser famosa es el consentimiento sexual. ¿Cree que escándalos como los de Harvey Weinstein o Plácido Domingo han cambiado la percepción social sobre el consentimiento?Cómo ser famosa Harvey WeinsteinPlácido Domingo

R. Cuando estaba escribiendo este libro sabía que la protagonista conocería a un cómico que sería un tipo malo, que la grabaría [teniendo sexo juntos], y que se lo mostraría a todo el mundo. Y todo esto se convertiría en un secreto que ella trata de guardar. Cuando abordas la vergüenza, la vergüenza sexual de las mujeres, mantener el secreto es lo que las destroza. Pero la vergüenza es algo que te dan, no es tuyo. La vergüenza es del tipo malo que te agredió sexualmente y se la tienes que devolver. Ese es el argumento del libro y lo que exactamente están haciendo las mujeres en la vida real. Johanna dice que no va a cargar más con el secreto ni con la humillación, se la va a devolver a Harvey Weinstein, a Plácido Domingo. La única manera de que las mujeres puedan librarse de la vergüenza sexual es no guardando más secretos, y es algo muy difícil. Hace 10 años, si afirmabas que habías sido agredida sexualmente, la gente probablemente diría que había sido tu culpa. Ahora tenemos redes sociales, donde hay un montón de mujeres contando sus historias. Hemos cambiado la conversación y la percepción sobre el consentimiento. Hay muchas cosas malas sobre las redes y Twitter, pero resulta increíble que muchas mujeres se hayan puesto en pie y se hayan apoyado unas en otras para contar su historia. Ningún Gobierno puede conseguir eso.

P. También aborda la brutalidad de lo que se conoce como slut-shaming, tildar gratuitamente a una mujer de puta, y cómo los hombres tratan a las mujeres como si fueran una especie de propiedad pública cuando conocen o han visto algo sobre su vida sexual.slut-shaming

R. Si hablas sobre una mujer que ha tenido una vida sexual muy activa, la broma será que su vagina está estropeada o se habrá quedado enorme; mientras que cuando un hombre tiene mucho sexo, su pene ni se daña ni se ensucia. Está muy arraigada en nosotros la asunción de que el sexo es lo que arruina a las mujeres; que si tienen demasiadas relaciones sexuales, sus cuerpos se estropean. Son ideas medievales. Se puede entender que no quisiéramos que las mujeres tuvieran sexo en un mundo anterior a los anticonceptivos y los antibióticos, pero en el siglo XXI las mujeres no tienen por qué quedarse embarazadas por tener sexo ni contraer enfermedades, así que ¿por qué seguir actuando como si fuera así? Lo único que provoca que tu vagina se agrande es tener un hijo.

P. Habla de lo difícil que resulta para una artista mujer ser tenida en cuenta en el mundo de la música, además de describir una escena musical muy masculina a mediados de los noventa. ¿Cómo ha cambiado desde entonces?

R. Ha sido uno de los grandes milagros que he visto en mi vida. Cuando era una periodista de 16 años, coincidiendo con los inicios del britpop, conocía a todas las bandas. Sus miembros eran diferentes a cómo te imaginas que es una estrella del rock. Normalmente, en las películas, salen vestidos con ropa de cuero, envueltos en nubes de humo, como si fueran desagradables y solo quisieran tirarse a chicas adolescentes. Las estrellas de rock de los noventa no eran así en absoluto. En el Reino Unido, los chavales del britpop eran de clase obrera, muy agradables, y me cuidaban como si fuera su hermana pequeña. Eran encantadores. Los chicos malos de entonces eran los cómicos. Cuando el britpop empezó a crecer fue porque las adolescentes empezaron a comprar álbumes y recuerdo que las bandas sentían cierta vergüenza de sus fans adolescentes. Es como, ya sabes, hay chicas gritonas en tus actuaciones y entonces ya no eres guay nunca más. Me rompía el corazón ver a estos chicos encantadores, que eran mis amigos, sentirse avergonzados por tener fans adolescentes.

P. Chicas jóvenes, que, por otro lado, eran iguales que usted.

R. Eso es, yo era la adolescente que se ponía frente al escenario para gritarles. La ironía era que tocaban mejor teniendo a montones de chicas gritando enfrente que si su público estuviese formado por chicos guays diciendo [se cruza de brazos y muestra una actitud altiva]: “Sí, bonitas guitarras”. Las buenas bandas tocan mucho mejor cuando tienen fans adolescentes, por eso los Beatles eran tan increíbles. Tenían millones de chicas transmitiéndoles una energía, una electricidad, que les proporcionaba el amor y la libertad para hacer todo lo que querían. ¿De dónde habrían sacado la confianza para haber tenido la carrera que tuvieron? Había millones de chicas que adoraban cualquier cosa que hicieran, cualquier locura: dejarse el pelo largo, componer canciones sobre drogas, escribir una tema sobre un submarino amarillo… Lo que hicieran, les iba a entusiasmar. Y eso es lo que ha cambiado. A mis hijas les encanta la música, su banda favorita es 1975, un grupo de rock muy guay. Así que, cuando fue su cumpleaños, invité a la banda a casa y el cantante, Matty Healy, se quitó la camiseta en la cocina. Fue genial, ellas estaban muy contentas. Y yo me di cuenta de que me he vuelto mayor porque, anteriormente, si una estrella de rock se quitaba la camiseta en mi cocina hubiera estado como ellas. Sin embargo, ahora me decía: “Oh, su madre debe estar muy orgullosa de él, qué chico más mono”. Tras la entrevista, las chicas le invitaron a su habitación para que vieran todos los pósteres que tenían de la banda. Él se sentó en la cama y les preguntó: “Chicas, ¿podéis decirme algo realmente importante? ¿Mi grupo mola entre las chicas adolescentes?”, ellas le dijeron que sí, y él añadió que eran sus mejores fans. Así que, ¡cómo hemos cambiado en 20 años! Harry Styles, en una entrevista a Vanity Fair, contaba que se burlaban de él por tener este tipo de fans y él era como, ¿estás loco?, las adolescentes son las mejores fans que puedes tener, son nuestro futuro. Serán doctoras y primeras ministras y esas chicas te dan todo el amor y la energía que necesitas, así que nunca te burles de las fans.

P. ¿La música es más sexista que otras expresiones culturales?

R. Resulta interesante porque, de todos los movimientos culturales, el pop es el que se mueve más rápido. Puedes escribir una canción hoy y mañana subirla a internet. Escribir un libro te puede llevar un año; dos hacer una serie de televisión y cinco, una película. Así que, según ha avanzado el feminismo, el primer lugar donde ha tenido éxito ha sido en la música pop. Esto ya se notaba hace una década. Hablabas con gente de la industria y nadie quería firmar un contrato con bandas integradas solo por hombres o con solistas masculinos. Todo era Adele, Rihanna, Katy Perry, Lady Gaga, Beyoncé… Esas eran las artistas más importantes del mundo, y sigue siendo así, con Billie Eilish recogiendo varios premios Grammy con un sonido y un look completamente nuevos. Si ves los Grammy, casi todos los que eran interesantes en la gala eran mujeres. Ellas dominan el pop, nos gustan las cosas nuevas y las chicas lo son. Aún no tenemos una historia de artistas mujeres, cantautoras o bandas. No tenemos un punk femenino, ni un rock and roll femenino, ni un skiffle, ni música dance… Todo eso está por llegar. Las mujeres están ganando porque todo lo que hacen suena nuevo. Y si se ha notado primero a la música, luego ha llegado a la televisión. Y ahí tenemos a Lena Dunham, Amy Schumer, Fleabag y Wonder Woman. De repente, hay un montón de películas de mujeres. El feminismo se está propagando por todas estas formas artísticas, aunque lleve tiempo. No me gustaría ser un artista masculino ahora mismo.

P. Volviendo a la novela, muchas de las cosas que Johanna, su protagonista, sabe sobre la vida real las ha leído en libros, especialmente las novelas del siglo XIX. ¿Tan importante es este vínculo entre ella y la literatura?

R. Como yo no fui a la escuela, porque mi familia era rara, éramos hippies, todo lo que veía en la televisión de los ochenta sobre ser una adolescente no tenía nada que ver con mi vida: eran series americanas con chicas delgadas, rubias y glamurosas, que salían a patinar, iban a fiestas y quedaban con chicos llamados Brad. En el siglo XIX hubo una explosión de autoras porque era una de las formas que tenían las mujeres para ganar dinero en aquella época. Eran escritoras que hablaban sobre mujeres y, normalmente, todas sus heroínas eran sencillas o feas. Jane Eyre no era guapa, en todos los libros de Jane Austen las chicas son listas. Tienen problemas y los superan. Y ahora tenemos una nueva explosión de escritoras mujeres. Pero esa era la razón por la que yo busqué modelos de mujer en el siglo XIX y también por la que Johanna obtiene su información leyendo sobre chicas que no tienen su momento de Cenicientas esperando en el alto de las escaleras mientras todo el mundo se enamora de ellas; pero que, sin embargo, piensan. Se las arreglan como seres humanos, más que ser una cosa sexy que la gente consigue al final de la historia.

P. Leyéndola me ha venido muchas veces a la cabeza el ensayo El Establishment, de Owen Jones, en el que cuenta lo difícil que es para un periodista de orígenes humildes conseguir un empleo en grandes cabeceras de periódicos, por el sistema de becas y los bajos sueldos.El Establishment

R. En mi anterior libro, Cómo se hace una chica, hay una frase de John Kite [uno de los personajes principales] en la que dice que si perteneces al código postal erróneo, tu vida será 50 veces más difícil. Y la situación continúa siendo así. Hay gente que me ve como un ejemplo de que no puede resultar tan difícil ser exitosa y de clase obrera porque, mírame. Sin embargo, por cada 50 escritores de clase media habrá otras 50 chicas brillantes de clase obrera que no tendrán forma de entrar en la industria. Y hablamos de una industria que está agonizando. Ya no hay dinero, ya no hay trabajos. Puedes hacerte un blog, pero tu clase social directamente te sitúa en desventaja porque nadie te paga.

P. ¿La situación era igual cuando empezó en el periodismo?

R. Había una chica llamada Julie Burchill (Johanna tiene la mitad de mí y la mitad de ella), de clase obrera, que también se hizo periodista musical a los 16 años, como yo. Y se convirtió en la columnista más importante del país. Es muy extravagante, muy iconoclasta. Así que mientras me hacía mayor (ella tiene 10 años más que yo) pensaba que podía dedicarme a ese trabajo porque una chica similar a mí lo hacía. Y después lo conseguí, pero nadie me relevó, fue el final.

P. ¿Y por qué cree que ha sido así?

R. La prensa musical era una de formas que tenían muchos periodistas de clase trabajadora para conseguir un empleo. No importaba a qué colegio habías ido, simplemente enviabas una crítica y, si eras bueno, conseguías un trabajo esa misma semana. Y te pagaban desde el primer día. Así que todo lo que escribías mientras estabas aprendiendo a hacerlo mejor, era remunerado. Pero ya no hay prensa musical. De manera que si eres un gran escritor, no hay forma de que envíes tu trabajo a algún sitio en el que te den empleo de manera regular y te paguen. Si tuviera mucho dinero, pero mucho, si fuera como JK Rowling, fundaría una revista en la que pagaría a escritores para que aprendieran a escribir y contrataría a gente muy diferente, de clase obrera, mujeres, gente de color, lesbianas… Todos juntos en un periódico en el que empiecen a escribir porque es la única manera en la que podemos ayudar a una nueva generación.

P. ¿Qué se supone que deberíamos hacer con aquellas personas que rechazan el feminismo?

R. La razón por la que escribí Cómo ser mujer fue porque tenía muchas conversaciones con mujeres que rechazaban el feminismo y yo les decía que tendrían que explicarme por qué. ¿Has ido a una escuela y recibido educación? ¿Si tu novio o marido te viola quieres que eso sea considerado un crimen y que sea castigado? ¿Quieres que el dinero que ganas vaya a tu cuenta bancaria o a la de tu marido? ¿Si tienes una hija que quiere ser primera ministra, te gustaría que lo consiguiera? ¿Votas en las elecciones? Pues tengo una noticia para ti: has vivido una vida feminista, toda tu vida, y eres una feminista. Y lo has hecho porque personas que se denominaban feministas cambiaron todas esas leyes para ti. Así que, enhorabuena.

Palabra de mujeres

Ver más

P. ¿Qué lleva inscrito en su placa militar de 2020?

R. No llevo joyas porque normalmente las pierdo. He tenido como 10 anillos de boda diferentes y los he perdido todos. Así que el único collar que tengo es este con la llave de la puerta de mi casa, porque siempre puedo conseguir otra, y esta placa en la que cada año pongo un lema, y este año lleva la mejor canción escrita nunca: “Yeah, yeah, yeah”.

*Esta entrevista está publicada en el número de marzo de tintaLibre. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquí.aquí

Caitlin Moran es un polvorín de ideas y entusiasmo. Llega a la entrevista repartiendo abrazos, con su ya característico mechón blanco enmarcándole la frente y una intensa sombra de ojos turquesa. Hace casi una década que esta periodista y escritora (Brighton, 1975) lanzaba uno de los ensayos más hilarantes, gamberros e impúdicos del feminismo, Cómo ser mujer. Y también uno de los más exitosos de la oferta literaria reciente. Después llegó la ficción (o autoficción) con Cómo ser una chica, cuya segunda entrega, Cómo ser famosa, acaba de salir en español publicada, como toda su obra, por Anagrama. Con una singular trayectoria profesional y vital —se crio en una familia de ocho hermanos en una vivienda de protección oficial, periodista musical desde los 16 y presentadora de televisión a los 19— aborda en esta última novela la entrada en la vida adulta de su protagonista y alter ego, Johanna Morrison. Casi 400 páginas que ofrecen un intenso paseo por el Londres de Blur y Oasis, el machismo de la escena musical y la vida frenética y salvaje de una joven devota de los Beatles, Courtney Love, el whisky con coca-cola y las novelas del siglo XIX.

Más sobre este tema
>