Guerra y paz: de Tolstói a Putin, en tintaLibre abril

La decisión, personal y autoritaria, de Vladimir Putin de invadir Ucrania para, según sus palabras, desnazificar el país ha resucitado unos demonios que parecían apaciguados en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y está causando una crisis humanitaria (van ya más de cuatro millones de refugiados) y económica (la inflación empujada por la crisis energética vuelve a cifras de la década de los ochenta) de proporciones inimaginables hace tan solo unos meses. Los difíciles caminos de la paz parecen al mismo tiempo alargarse de forma laberíntica mientras varias ciudades ucranianas resisten ferozmente los bombardeos.

Pese a la tentación reinante sería poco inteligente confundir a Rusia con Putin y a Putin con Rusia, en un momento propicio a las llamadas incendiarias contra el enemigo común. Nadie pone en duda que el mandatario ruso, amamantado en el KGB y que debutó en política con la cruenta guerra de Chechenia, atenta en este momento no sólo contra Ucrania sino contra la democracia y, en su delirante nacionalismo de sello étnico, halla en Occidente la diana de los males que combate con la artillería pesada. Una vez más, otra guerra más, el petróleo y el gas, de los que Rusia es el gran proveedor de Europa, sirve de chantaje  y enreda las posiciones sobre el tablero internacional. Según algunos analistas, la invasión de Ucrania puede ser la última guerra de los tiempos de los combustibles fósiles y también una oportunidad para liberarnos de su dependencia y encarar, de una vez por todas, un mundo con energías renovables.

Este número 101 de tintaLibre pretende disparar sus argumentos desde la trinchera cultural y espiritual y recordar muchos episodios, tanto de Rusia como de la URSS, que son patrimonio universal tanto de la libertad como de la resistencia. Tomamos el título de la novela Guerra y Paz para apelar al gran Lev Tolstói, un personaje al que otro conflicto de los anales de la Historia, la Guerra de Crimea de 1854, convirtió definitivamente al pacifismo. Nombres como el de los poetas Ósip Mandelstam o Anna Ajmátova nos acompañan a la hora de conocer un poco más el latido de ese “alma rusa” que, como sostiene la eslavista Marta Rebón, contiene muchos elementos confusos como la tristeza, la locura, el heroísmo o el misticismo, un fermento que ha resucitado estos días crueles.

La decisión, personal y autoritaria, de Vladimir Putin de invadir Ucrania para, según sus palabras, desnazificar el país ha resucitado unos demonios que parecían apaciguados en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y está causando una crisis humanitaria (van ya más de cuatro millones de refugiados) y económica (la inflación empujada por la crisis energética vuelve a cifras de la década de los ochenta) de proporciones inimaginables hace tan solo unos meses. Los difíciles caminos de la paz parecen al mismo tiempo alargarse de forma laberíntica mientras varias ciudades ucranianas resisten ferozmente los bombardeos.

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